Bibliotecas y mi colección de libros

Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 21 de abril de 2017

435.-La bibliofilia; Juez Thomas Griesa.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán

Un ratón de biblioteca

  



Introducción. 



bibliofilia



De biblio- y -filia.

1. f. Afición a coleccionar libros, y especialmente los raros y curiosos.


La bibliofilia es el amor por los libros; un bibliófilo es un amante o aficionado a las ediciones originales y más correctas de los libros. La bibliofilia, en el sentido específico que hoy se atribuye a la palabra, de amor al libro como objeto de colección, surge propiamente con el Renacimiento, en los siglos XIV y XV, época en que los humanistas, reyes, príncipes y grandes señores se dedicaron directamente o por medio de agentes especiales, a recorrer países de Europa en busca de manuscritos, cartas, autógrafos, incunables, y otros tipos de libros raros.
El bibliófilo clásico, ejemplificado por Samuel Pepys, es un individuo que ama la lectura, así como el admirar y coleccionar libros, que frecuentemente crea una gran y especializada colección. Sabe, además, distinguirlas e identificarlas ya sea por la pureza de su texto, su tipografía, la calidad del papel y la encuadernación. 
Los bibliófilos no necesariamente buscan el poseer el libro que aman; como alternativa tienen el admirarlos en antiguas bibliotecas.
Sin embargo el bibliófilo es frecuentemente un ávido coleccionista de libros, algunas veces buscando erudición académica sobre la colección, y otras veces poniendo la forma por sobre el contenido con un énfasis en libros caros, antiguos o raros, primeras ediciones, libros con encuadernación inusual o especial, ilustres procedencias y copias autografíadas.
Los bibliófilos se agrupan con frecuencia en Sociedades como la prestigiosa "Association Internationale de Bibliophilie", auténtica Academia Internacional en la que anualmente se reúnen los más sabios investigadores y los más acaudalados coleccionistas, y otras de carácter más local como la Sociedad de Bibliófilos Chilenos fundada en 1945. 
Existen bibliófilos que han tenido un papel relevante en la cultura de sus países como Antonio Cánovas del Castillo, político e historiador español de la segunda mitad del siglo XIX o José Toribio Medina y Barros Arana que amaron y coleccionaron  grandes  cantidades de  libros valiosos y fueron muy importante en la cultura Chilena. Estas colecciones son base historia de Chile.
Por otra parte, en nuestros días el coleccionismo de libros antiguos, como en el caso del arte y de otras antigüedades, es un instrumento alternativo de inversión con un mercado internacional que, a pesar de su discreción, ocupa el tercer puesto en la cifra de negocio de las grandes casas de subastas internacionales tras la pintura y la escultura.

El instinto de posesión de libros.

-Enfrentarse a querer escribir sobre las bibliotecas privadas es tener que enfrentarse a un brutal instinto de posesión ó dominio que abarca todos los ámbitos: desde un territorio personal para uso y disfrute, a una hacienda de pertenencias intocables por terceros. En todos ellos es donde campa a su aire el amante de los libros, él cual es capaz de todo por éstos.
-Se dice que cada biblioteca privada es la autobiografía de su dueño. Enfrentarse a querer escribir sobre las bibliotecas privadas es tener que enfrentarse a un brutal instinto de posesión ó dominio que tiene los dueños de estas bibliotecas, que abarca todos los ámbitos personales: desde un territorio personal para uso y disfrute, a una hacienda de pertenencias intocables por terceros. En todos ellos es donde campa a su aire el amante de los libros, él cual es capaz de todo por éstos. Se dice que cada biblioteca privada es la autobiografía de su dueño. 
-Nuestra biblioteca privada se convierte en un espacio que es capaz de contar toda nuestra vida. Nuestra vivencia personal  está encerrado en cada uno de los libros que hemos leído y que no, guardados en los estantes de nuestra biblioteca particular. Sabe el amante de los libros que cuando uno se acerca a la biblioteca y coge al azar un libro, rápidamente, visualiza el momento en que lo leyó, hasta incluso recupera las sensaciones y el estado de ánimo que tuvo entonces, en aquella época.     
-Alguien al observar la biblioteca de otro se puede hacer a la idea de qué tipo de persona es, con la que está tratando. Quién; amante de los libros, al entrar en una vivienda no ha buscado libros por algún lugar y al no encontrarlos ha sentido lástima por su dueño. Y quién, amante de los libros, no le ha ocurrido que al entrar en una casa y encontrarse con una gran biblioteca le ha despertado ese instinto tan bajo que es la envidia.      
 -Uno crea su propia biblioteca en edad temprana cuando comprende que quiere poseer las lecturas, que necesita estar cerca de sus libros, lo cual le da una tranquilidad enorme. Es en ese instante cuando nace el instinto de posesión extremo y ansioso en que se convierte fundar e ir ampliando una biblioteca propia. Al final uno es lo que lee.     
-Leer un libro es establecer una relación con él, tal vez por eso, sea tan difícil cortar la relación, romper el vínculo y no verlo más. Es más sereno saber que lo tenemos al lado y a mano. Para entablar de nuevo y cuando uno quiera una conversación muda con él, en la que intervienen todos los sentidos.     
-No hay ninguna felicidad mayor para los amantes de los libros que abrir una caja llena de ellos (“…su cara refleja la misma ilusión de cuando está a punto de abrir una caja de libros que todavía no ha acariciado. La misma ilusión, el mismo entusiasmo, la misma felicidad…”), acariciarlos, recorrerlos con la vista, observar la ilustración de la portada, contemplar el tipo de letra, leer las primeras líneas de la primera página y colocarlos en la balda adecuada de nuestra biblioteca privada.
 Se sabe de siempre, es conocido por todos los amantes de los libros, que cuando se presta un libro nunca lo volvemos a ver. Nunca nos es devuelto. Y lo que es peor, es que el título y el color de libro toda la vida lo recordamos con claridad, no desaparece de la mente, así como recordamos a quién lo prestamos, cuándo fue la última vez que estuvo en nuestras manos y cuándo lo leímos. Por ello todos los amantes de los libros son reacios al préstamo.       
-Además nuestros libros tienen huellas que no son otras que las que nosotros dejamos: una frase subrayada, una anotación en el margen, una mancha de carmín, una página con la punta doblada…, también somos capaces de añadirles una huella más. Una de notable e intemporal: un ex libris. Con nuestros apellidos, por ejemplo, para que en el año 2.365 todos sepan que una vez nos perteneció. 
-Otro capricho del amante de libros es querer adquirir todos los formatos en que aparece un título: en cartoné, en rústica, en ilustraciones, de bolsillo…, o querer tener un ejemplar firmado, o una edición príncipe. Nuestro tesoro es nuestra biblioteca y dormimos tranquilos si sabemos que cada libro está en su sitio, en su lugar, en su anaquel. Poseer libros es como poseer infinidad de mundos, infinidad de historias, infinidad de vidas que se volvieron reales en el momento en que fueron leídas por nosotros y forman parte de la nuestra persona.      
-Sin duda es éste, el único motivo, por el cual atesoramos libros para que no nos sea robada parte de nuestra vida, para que si olvidamos, ellos estén para recordarnos olores, emociones… ¿Quién es capaz conscientemente de desprenderse de parte de su vida? La vida tiene que ser arrebatada en un sólo momento por otro que no sea uno mismo. Nosotros no podemos desprendernos de nuestros libros que son órganos vitales y adicionales a los de nuestro cuerpo.      
-Ser amante de los libros aboca a tener una biblioteca privada por la que uno vive, siente, padece y es capaz de realizar extrañas cosas, cómo de reconocernos en este mismo texto. Quien se considere amante de los libros y esté libre de culpa que tire la primera piedra.
-Ser amante de los libros aboca a tener una biblioteca privada por la que uno vive, siente, padece y es capaz de realizar extrañas cosas, cómo de reconocernos en este mismo texto.Quien se considere amante de los libros y esté libre de culpa que tire la primera piedra. 

  

Bibliotecas en Chile.

-A lo largo de los siglos la creación de bibliotecas ha sido, muchas veces, obra de personajes ilustres. Ese hecho lo recogió ya en el siglo XVIII la Real Academia Española en su admirable Diccionario de  Autoridades, joya de la lengua castellana, al observar en la voz biblioteca que “más comúnmente se toma por la Librería que junta algún hombre grande y erudito”
Pero el hombre ilustre que “junta” libros puede hacerlo desde su cargo, como lo han hecho monarcas y estadistas creadores de bibliotecas públicas (o profesores o eruditos forjadores de bibliotecas universitarias o eclesiásticas), o desde la vida privada, reuniendo a su costa libros en una biblioteca privada.
El fraile español Diego de Arce, en su viejo y curioso tratado De las librerías, hoy conocido gracias a su bello facsímil de Marcial Pons, se explayaba en la distinción entre bibliotecas públicas y privadas, y decía, resumiendo, que “o son comunes las librerías, obra pía de Príncipes, ò particulares para el provecho particular de el que las junta” .
Bibliotecas privadas considerables las hubo ya en la Antigüedad clásica. En Atenas, como observa Svend Dahl, se menciona ya el comercio de libros desde el siglo V a. de C. y, aunque se sepa poco de las bibliotecas particulares griegas, parece fuera de duda que Aristóteles tuvo una notable. En Roma, según el mismo autor, paulatinamente se fue también estableciendo un “comercio de libros”, modesto todavía durante la República y muy desarrollado ya en el Imperio, época en la que las librerías se encontraban en las vías de mayor tráfico y eran con frecuencia punto de reunión de poetas y sabios; así, “el número de los coleccionistas privados romanos fue progresivamente en aumento durante los últimos años de la República y en los del Imperio, y poco a poco se extendió la boga de la bibliofilia; de modo que era de rigor que la casa de un romano distinguido poseyese una importante biblioteca, preferentemente en una magnífica instalación, para aumentar el prestigio del propietario"
De la España medieval nos quedan testimonios de bibliotecas particulares, aparte de las formadas por reyes bibliófilos u obispos eruditos. Con referencia concretamente a Asturias, el bibliógrafo Ramón Rodríguez Álvarez recoge la noticia de la existencia de dos bibliotecas particulares en el siglo XVIII: la del arcediano Iohan y la del obispo Miguel; ambas, por cierto, contenían obras de Derecho civil junto a volúmenes litúrgicos y de Derecho canónico.
En la Baja Edad Media asturiana, los únicos poseedores de bibliotecas en la práctica fueron clérigos y juristas, mientras que ya en el Renacimiento fueron los abogados quienes en el Principado de Asturias dispusieron de las bibliotecas más nutridas.
En la Europa renacentista se multiplicarían las bibliotecas particulares al impulso de la preocupación, que se ha calificado de casi fanática, por coleccionar las obras de los autores clásicos: Petrarca, que ha sido llamado “el padre de la bibliofilia moderna”, compraba cuantos manuscritos encontraba en el curso de sus viajes y recibió otros muchos de sus amigos; también los cardenales romanos tuvieron fama de bibliófilos. 
Famosa fue también la biblioteca de Fernando Colón. Un rudo golpe a las bibliotecas privadas asestaría más tarde en Francia la Revolución, que en 1789 confiscó las bibliotecas de iglesias y monasterios, y en 1792 las de los emigrados
Ya en el siglo XIX, las bibliotecas particulares fueron numerosas e iban alcanzando cifras cada vez más altas de volúmenes, aunque en general inferiores a las del siglo XX.
Por lo que a la América española se refiere, parece que escasearon las bibliotecas privadas grandes. El historiador argentino José Torre Revello observa que fueron muy pocas las que existieron, fuera de los conventos y centros universitarios, a lo que contribuía la legislación restrictiva sobre el traslado de libros a las Indias, si bien eran no pocos los que, incluso prohibidos, llegaban a los puertos americanos y se vendían en Buenos Aires y otras ciudades del continente. por ejemplo en el territorio del Río de la Plata en particular, durante la época española, no faltaron bibliotecas particulares: la del Dr. Maziel, por ejemplo, alcanzó más de un millar de volúmenes, cifra considerable para su tiempo; la del Dr. Francisco Pombo de Otero, abogado ante la Real Audiencia de la Plata, contenía -según el inventario de 1803, exhumado por el profesor Levaggi- 433 volúmenes, en su mayoría de carácter jurídico.

Obispo Alday y Aspée 


Durante el período colonial había en Chile numerosas bibliotecas particulares, tanto en los colegios y conventos como en casas de vecinos amantes de las letras, clericos o letrados. A fines del siglo XVIII contaban con bibliotecas privadas: Vicente de la Cruz y Bahamonde; abogado Manuel de Salas Corbalán ( Santiago19 de junio de 1754 -  28 de noviembre de 1841 ; abogado Juan Egaña Risco (Lima31 de octubre de1769 - Santiago20 de abril de 1836 ; abogado José Teodoro Sánchez (¿-1812) ;José Antonio de Rojas (Santiago de Chile1732 -Valparaíso1816), criollo y patriota chileno. ; la del obispo de Santiago, don Santiago Manuel de Alday y Aspée (Concepción,14 de enero de 1712 – † Santiago19 de febrero de 1789), heredada de su tío abuelo Francisco Ruiz de Berecedo que contaba de 2058 libros,que se conserva en el Museo del Carmen de Maipú; y la de rector de universidad de San Felipe, don  José Valeriano de Ahumada y Ramírez de Carvajal, de 1419 volúmenes.


escudo de armas

Esas bibliotecas contaban con volúmenes valiosos, obras de los mejores autores, antiguos y modernos.

Siglo XIX

 Durante el primer siglo de la república fueron celebre la Biblioteca privada del bibliófilo, investigador, coleccionista e impresor don  José  Toribio Medina, quien la lego en testamento a la  Biblioteca Nacional de Chile, el gobierno como reconocimiento, la coloco en una sala especial del edificio central que hoy se denomina en su honor Biblioteca Americana José Toribio Medina. 
La Biblioteca Americana fue donada en el año 1925, reúne una valiosa y abundante documentación inédita que el bibliófilo e investigador recopiló en sus largas estancias en los archivos y bibliotecas de muchos países de América y Europa. Entre las materias que concentró sus principales esfuerzos se encuentran: fuentes referidas a la imprenta; al Tribunal del Santo Oficio; viajes de descubrimiento; expediciones de conquista; historiografía colonial americana, historia literaria y cartografía, entre muchas otras. Por esto, la colección de la Biblioteca Americana, resulta ser un material de consulta indispensable para cualquier estudioso o persona interesada en el período colonial americano.
Con aproximadamente 32.000 títulos, y reúne una gran cantidad de impresos coloniales americanos -en particular relativos a Perú y México-, así como las obras más importantes relativas a América editadas a partir del siglo XVI.
Entre ellas destacan antiguas ediciones de los primeros cronistas de América y Chile tales como Bartolomé de las Casas, Cieza de León, Bernal Díaz del Castillo, Antonio de Herrera y Tordesillas,José de Acosta, Alonso de Ercilla, Alonso de Ovalle e Ignacio Molina y de navegantes o viajeros como Francis Drake, La Pérouse, Louis Antoine de Bouganville, Alexander von Humboldt, y Robert Fitz-Roy, las que contienen una deslumbrante iconografía.
La Biblioteca Americana José Toribio Medina reúne también más de 400 volúmenes de manuscritos que Medina copió en distintos archivos españoles relativos a la historia colonial de Chile. Asimismo, se encuentran todas las grandes recopilaciones de documentos y de cronistas relativos al período colonial y la Independencia, que fueron publicados por el eruditos  en la Colección de historiadores y de documentos relativos a la historia nacional , la Colección de historiadores i de documentos relativos a la independencia de Chile  y la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile (1888-1902), entre otras.
Anécdota: Cuenta historia que don José Toribio Medina compro muchos libros peruanos a los militares chilenos se llevaron como trofeo de guerra, después de la guerra del pacifico.


José Toribio Medina

Otra biblioteca famosa fue la Biblioteca Americana de don Diego Barros Aran
a. Esta colección se compone de un selecto conjunto de volúmenes relativos a América y Chile, que abarcan desde el siglo XVI al XIX y que constituyeron un significativo apoyo en la elaboración de su obra historiográfica, fue donada a Biblioteca Nacional. La donación fue efectuada en año 1929  por los herederos del historiador, contiene una importante colección de obras relativas a la América colonial y republicana, así como más de 12.000 manuscritos distribuidos en 118 volúmenes, empleados por Barros Arana para elaborar los dieciséis tomos de su Historia General de Chile. 
Entre estos, destacan cartas y documentos de  Bernardo O´Higgins, José Miguel Carrera, José de San Martín, Thomas Cochrane y Camilo Henríquez.


  

Bibliófilos chilenos y su culto a los libros
GRACIELA ALMENDRAS

Apreciar el libro más allá de la lectura, como un objeto de culto por su valor patrimonial, es lo que tienen en común los bibliófilos. Un gusto apasionante e incondicional por los libros, sobre todo por aquellos curiosos, raros, valiosos o inéditos, que para la mayoría tuvo su comienzo en el hábito de la lectura inculcado por sus padres, o bien desde que un ejemplar especial llegara a sus manos, o desde que heredaran la biblioteca familiar. Es un gusto que con los años se va transformando en una búsqueda perseverante por completar colecciones, por conseguir documentos inéditos, por encontrar un ejemplar de una primera edición o un soñado incunable (impreso antes del año 1500). Con paciencia, recorren antiguas librerías y remates de coleccionistas, tanto en Chile como en el extranjero, y escarban en internet. Para ellos, junto con la historia propia que acompaña a cada ejemplar, el papel, la encuadernación, el diseño y la tipografía hacen del libro un objeto único.
En 1945 se creó la Sociedad de Bibliófilos Chilenos (SBCh), entidad a la que han pertenecido y pertenecen diversas personalidades del mundo de la política, la cultura y las artes; entre muchos otros, Gabriel González Videla, Eduardo Frei Montalva, Agustín Edwards Budge, Agustín Edwards Eastman, Domingo Edwards Matte, Juvenal Hernández, Alamiro de Ávila y Cristián Zegers Ariztía, entre otros. Pero, sin duda, ha sido su socio número 80, Pablo Neruda, su más connotado integrante, quien alcanzaría el Premio Nobel de Literatura en 1971. Cada uno de los miembros de esta entidad ha sido invitado a participar en este grupo por otro socio que conocía su afición, y consagrados a conservar la cultura del libro en Chile para las futuras generaciones, han reeditado libros únicos de valor histórico.
Este año no han podido reunirse para compartir las historias de sus libros. Sin embargo, para conmemorar sus 75 años ofrecerán una exposición virtual sobre tesoros de Pablo Neruda —manuscritos, primeras ediciones, telegramas y otras joyas inéditas—, aportados por coleccionistas nerudianos, también miembros de la entidad. La muestra, que estará disponible en Bibliofilos.cl a partir de este 10 de diciembre, es el primer proyecto en conjunto con la Società Bibliografica Toscana, con la que firmaron un acuerdo de cooperación en 2019, el primero de este carácter para la sociedad chilena.
A continuación, algunos de sus integrantes cuentan cómo surgió en ellos esta afición.

Pablo Neruda, socio desde la etapa inicial, tuvo valiosos ejemplares, desde incunables hasta libros de inicios del siglo XVI. En 1954, el poeta donó 5.107 volúmenes a la Universidad de Chile.
Dos veces al año, los integrantes de esta sociedad se reúnen, idealmente, entorno a una mesa redonda y bien servida, donde todos puedan compartir la historia del libro que han escogido llevar para cada ocasión. La misión consiste en contar las particularidades del ejemplar, es decir, si cuenta con alguna dedicatoria, si se sabe el nombre de su anterior dueño, si cuenta con algún manuscrito, si se trata de un original, las rarezas propias de su diseño o cómo llegó a sus manos.
En 1976, la sociedad reeditó, en versión facsimilar, el primer incunable chileno, “Modo de ganar el jubileo santo”, que data de 1776 (la imprenta llegó a Chile en 1811). En la otra imagen, el primer libro de cocina publicado en Chile, de 1851, y que también fue reeditado por la sociedad para mantener vivo el patrimonio cultural nacional escrito.
Ricardo Couyoumdjian, historiador, presidente de la SBCh.
“Uno va a buscar un libro determinado y compra también el libro que está al lado porque le pareció interesante, nos vamos entusiasmando, la casa se va llenando de libros y así uno se encuentra metido en el vicio. La bibliofilia es amistad con los libros, uno les tiene cariño, aprecio”, dice. Respecto de la entidad que preside, explica que “uno va a aprender del otro y del cuento que tiene cada libro, que es lo que realmente vale, porque la gracia de cada ejemplar está en la edición, en su encuadernación, si sus tapas son de cuero repujado, si tienen canto dorado o de bronce, si cuentan con ilustraciones, en fin, se trata de aprender a apreciar verdaderas obras de arte”.

Exequiel Lira, asesor financiero. 
Me ha servido mucho en la vida tener hábito de lectura, algo que aprendí de niño porque mi abuelo, Adolfo Ibáñez, tenía una biblioteca maravillosa”, cuenta.
 “Adiós al Séptimo de Línea” es el libro que más lo marcó y que lo motivó a leer más. Gran parte de su colección está conformada por libros relacionados con Sudamérica, Chile, viajes, mar y navegantes. 
“Esta sociedad ha tenido y tiene coleccionistas fantásticos, de una cultura enorme, con quienes es un agrado conversar”, dice.

Lo que más aprecio de mis colecciones son libros que sus autores me han dedicado en manuscritas. Tuve la fortuna de conocer a Neruda (con él en la foto) y conservo libros que él me regaló conociendo mi afición por el coleccionismo. Son libros que tienen mayor valor sentimental y que quiero heredarles a mis hijos”, cuenta Inda, vicepresidente de la Fundación Pablo Neruda.

Norma Alcamán, escritora, recuerda que su fascinación por los libros comenzó cuando su madre le regaló el “Cantar de Mio Cid” en español antiguo a los 12 años. Ha investigado y publicado obras chilenas, como la obra completa de Luis Alberto Heiremans, rescate muy valorado y por el que fue invitada a unirse a la SBCh.
 
“Nuestro objetivo como sociedad de bibliófilos es conservar la cultura del libro para las futuras generaciones, rescatando esos libros que están en extinción, valorándolo como un objeto de gran registro histórico y de máxima expresión cultural”, enfatiza Norma, la primera mujer en integrar el directorio de la entidad.

 En la foto, junto al presidente de la Società Bibliografica Toscana, Paolo Tiezzi Maestri, coleccionista italiano de libros del siglo XVI, en 2019 cuando visitó Chile. Ambos se fotografiaron en la Biblioteca Nacional, junto a la primera imprenta de Chile, en la que fray Camilo Henríquez publicó “La Aurora de Chile”, en 1812.

Nurieldín Hermosilla, abogado, es un bibliófilo especializado en la obra de Pablo Neruda, de quien conserva manuscritos, primeras ediciones, fotos, cartas familiares, postales, objetos personales (como caracolas) y libros curiosos. “Yo colecciono a Neruda como ser, como una significación histórica, literaria, humana”, explica. Respecto de su afición como bibliófilo, cuenta que surgió de niño, cuando en los recreos, en vez de ir a jugar, iba a la biblioteca, interesado en conocer más sobre las luchas políticas y las guerras mundiales.
 “La gracia que tiene esta sociedad de bibliófilos es que respeta el pasado; el coleccionista ayuda a otros a reproducir la historia, con el afán de que esto en el mañana será un aporte cultural importante”, dice.

Tamara Minaeff es médico oftalmóloga. Descendiente de una familia rusa que llegó a Chile tras la revolución de 1917, cuenta que su afición comenzó a los 5 años. “Luego de tanto leer, quise comenzar a escribir para compartir las cosas que me impactan”. En 2019 publicó su primera novela, “Por quién llora la estepa de ojos claros”, por la que acaba de ser premiada en Italia y que trata de la historia de su familia y las migraciones forzadas por una guerra. Integrar esta sociedad “nos permite compartir ideas y aprendizajes; es un diálogo de personas muy preparadas, en los que cada uno tiene una historia interesante que contar”, explica.

Enrique Inda, arquitecto: 
“Comencé a leer incentivado por mis padres, quienes leían mucho y tenían sus propias bibliotecas, principalmente literatura universal. Del gusto por la lectura uno pasa a querer los libros como objetos y cuidarlos. En la universidad me interesé por la poseía y partí coleccionando las primeras ediciones de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas; también cuentos y novelas de autores chilenos, como Alberto Blest Gana y José Victorino Lastarria, entre otros”.

Juan Guillermo Prado, periodista y escritor, recuerda que su interés por la lectura comenzó desde niño leyendo enciclopedias. Ya como profesional ingresó a trabajar en la Biblioteca del Congreso Nacional, a cargo de la sala de libros raros y valiosos, lo que lo acercó aún más a su afición.
 “A través del tiempo uno atesora libros, publicaciones que no están en el mercado, que son escasos e interesantes”, comenta. “El valor que tiene la sociedad de bibliófilos es fundamental, reúne a gente que sabe sobre diversas materias, lo que ayuda a ampliar el horizonte de lo que uno conoce”, explica.

Jaime Antúnez, doctor en Filosofía y Letras, se apasionó leyendo obras de teatro a los 11 años y a los 34 comenzó a recuperar libros de su familia. Por su trabajo, primero como editor de Artes y Letras de “El Mercurio” y luego fundador de la revista Humanitas, reconoce que se vinculó aún más con los libros.
 “Tengo muchos libros autografiados con dedicatorias, de Octavio Paz, de Mario Vargas Llosa, del Papa Benedicto XVI, de Gabriel García Márquez, como también de presidentes como Arturo Alessandri Palma o cartas escritas a mano entre Aníbal Pinto y su padre, Francisco Antonio Pinto”, los dos últimos, ascendientes de Antúnez. 

Su libro más preciado es un ejemplar de la primera edición de “Apologia Pro Vita Sua”, de John Henry Newman:
 “Lo considero el mayor pensador cristiano del siglo XIX, y este libro, que es una de las grandes piezas de la literatura inglesa, además está autografiado por él”
Como tercera generación de su familia en pertenecer a esta sociedad, asegura que “es absolutamente indispensable recuperar y posicionar el valor del libro, como también el de las bibliotecas, porque hoy la gente lee menos; el libro de por sí es cultura y es irreemplazable”.

Ignacio Swett, ingeniero civil. 

“De escolar leía un libro a la semana y así fui formando mi biblioteca. Me devoré todos los tomos de ‘Adiós al Séptimo de Línea' en un verano. La afición hoy también es por los libros mismos, por conservarlos”, dice. Parte de su colección incluye primeras ediciones de libros de historia de Chile, como también de poetas como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Vicente Huidobro, entre otros. “Este bichito bibliófilo no se cura, por lo menos para quienes conocemos el valor de los libros. Por esa razón, no me atrae para nada una biblioteca digital; tener un iPad no se compara con tener un libro en la mano”, explica. Sobre cómo llegó a integrar la Sociedad de Bibliófilos Chilenos, cuenta que en un remate de libros se le acercó una persona y lo invitó a participar: 
“Lo paso muy bien, todos tenemos este amor común por los libros, y en los encuentros cada uno comparte el libro más curioso que tenga”.

Franco Brzovic, abogado, heredó de su padre el gusto por los libros. “Lo vi escribir toda la vida y esas cosas motivan, hacen que uno le tome valor a los libros”, cuenta. “Con los años he ido coleccionando libros y documentos autografiados; dentro de mis tesoros guardo un libro de 1571 sobre los reyes de Castilla y León”, agrega. Este martes cumplió uno de sus más grandes anhelos: inaugurar el primer museo del libro en Chile.

 
“Nuestro país necesita un lugar donde se puedan exponer libros antiguos, incunables, de historia, de música, de religión, aquellos escasos, con valor histórico, de autores famosos, libros que hay que conservar y que la gente los guarda en sus casas y nadie más los conoce. Queremos que la gente los pueda ver, y en el Puerto de San Antonio se dio la oportunidad de contar con un espacio para destinarlo a biblioteca y museo”, destaca.

Sociedades en el mundo

Otras sociedades reconocidas internacionalmente son el Aldus Club de Milán (fundada en 1989) y la Société Bibliographique de France (en 2015). La que tiene más historia es la británica Roxburghe Club, fundada en 1812 luego de la subasta de la biblioteca de John Ker (en la foto), duque de Roxburghe, cuando 18 coleccionistas se reunieron y liderados por el conde George Spencer, antepasado lejano de Diana de Gales, formaron la entidad.
Entre los bibliófilos chilenos más prominentes del siglo XX estuvieron Agustín Edwards Budge y Agustín Edwards Eastman, quien fue miembro de la SBCh y también integrante activo del Roxburghe Club. En 2017, los socios de esta prestigiosa entidad británica recibieron el libro “Hipólito Ruiz: Un botánico en el fin del mundo”, publicación encargada por Agustín Edwards E. como legado a esta sociedad.


  

Bibliófilos españoles.
Los duques de T'Serclaes estuvieron muy vinculados a las ciudades de Sevilla y Jerez de los Caballeros, donde tuvieron sendos palacios. En uno y otro ubicaron sus bibliotecas el segundo duque, Juan Francisco, y su hermano gemelo Manuel Pérez de Guzmán y Boza, creado marqués de Jerez de los Caballeros, fue famosa sus bibliotecas privadas.

Juan Pérez de Guzmán y Boza, Duque de T'Serclaes (1852-1934)

Armas: De azur, un león de plata, armado, lampasado y coronado, de oro, cargado del acusón de los Bygaerden, de oro, con el jefe jaquelado de plata y sable, en 5 x 2 órdenes, que es T’Serclaes. Por soportes, dos leones de oro. El todo bajo manto de Grande de España, cimado de corona ducal, y por cimeras: a la diestra, un águila naciente y exployada, de plata, y a la siniestra, otra águila, igualmente naciente, bicéfala y exployada, de sable, coronada de la Imperial.


Las cimeras: Existe coincidencia con la que trajeron los Pickman, que por estos años emparentaron con los duques de T’Serclaes, al casar D.ª Adelaida Pickman y Pickman, hija del I Marqués de Pickman (1873) con D. Manuel P. de G. y Boza, hermano gemelo del II Duque de T’Serclaes. De las tres cimeras del escudo del Marqués de Pickman, Carlos Pickman y Jones Alnut, y Stowe, la de la diestra (brazo armado) es de Pickman, la central (águila naciente) es de Alnut y la de la siniestra, curiosamente , es una cabeza de leopardo, de plata, puesta de frente, sostenida de un vuelo de águila, de sinople, que es Stowe que pudo haber inspirado al V M. de Lede para su cimera. Anales de la Nobleza de España, op. cit., 1883, pág. 236.


Se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla, pero no ejerció como abogado, puesto que su pasión fue siempre la bibliofilia y la bibliografía. Desde jóvenes, Juan y su hermano gemelo Manuel, fueron adquiriendo conjuntos bibliográficos con los cuales fueron completando una biblioteca extraordinaria. Aunque al principio las aficiones de ambos iban hacia lo andaluz y más aún hacia lo sevillano, poco a poco el campo quedó repartido: Juan se orientó a los temas históricos, mientras Manuel se especializaba en literatura y poesía. En la casa sevillana de Juan había tertulia diaria, allí se emitían juicios acerca de la importancia y el mérito de los libros, se discutía sobre puntos oscuros de la Historia, se presentaban o se daba noticia de documentos interesantes recién hallados o de obras rarísimas recién adquiridas, se proyectaba la publicación de otras, se juzgaban y comparaban los trabajos de los impresores y encuadernadores, etc. En los años 1886-1887, costeó y dirigió la revista bimestral Archivo Hispalense y participó en la fundación de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces que publicó obras destacadísimas. 
Fue Senador por la provincia de Badajoz en 1891-1893. Se trasladó a Madrid, junto a su biblioteca, en 1891, y continuó comprando libros y pliegos sueltos, e invitando amablemente a los investigadores que deseaban consultar sus libros. Ingresó en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en 1897 con su discurso:
  "Historias e historiadores de Sevilla hasta fines del siglo XVIII, y necesidad de conocer y estudiar la bibliografía histórica Sevillana para poder escribir con acierto la historia de esta ciudad"
De nuevo fue Senador por Derecho Propio en la legislatura de 1900-1901. Desde 1908 participó como presidente en el Concurso anual de Bibliografía en la Biblioteca Nacional. Ingresó en la Real Academia de la Historia en 1909 con su discurso: "Libros españoles que de su historia tratan del antiguo Reino de Sevilla". 

Garcilaso de la Vega. La Florida del Ynca. En Lisbona : impresso por Pedro Crasbeeck, 1605. BH FG 2172.-Verso de la cubierta con ex libris del Duque de T'Serclàes

En 1902, Archer M. Huntington compró la biblioteca de su hermano Manuel, el Marqués de Jerez de los Caballeros, y quiso comprar también la biblioteca del Duque, pero si bien la primera se vendió entera y se conserva en la Hispanic Society of America, la segunda se vendió poco a poco en las subastas y librerías madrileñas, y algunos de sus libros, pliegos sueltos y manuscritos se depositaron en la Biblioteca Nacional.

Manuel Pérez de Guzmán y Boza 
Marquesado de Jerez de los Caballeros. Escudo de Manuel Pérez de Guzmán y Boza (†1929) casado con Adelaida Pickman y Pickman (†1942), I Marqués de Jerez de los Caballeros, Caballero de Alcántara y Académico de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla.


(Jerez de los Caballeros, 1852-Sevilla, 1929) fue un bibliófilo, editor y político español. Hermano de Juan Pérez de Guzmán y Boza, ostentó el título de marqués de Jerez de los Caballeros.

Biografía
Era hermano gemelo de Juan Pérez de Guzmán y Boza, que heredó el título de duque de T'Serclaes.​ Nació en Jerez de los Caballeros en 1852, el día 7 de abril,2​ y al igual que su hermano se trasladó a Sevilla para cursar la carrera de Derecho, en la que José Cascales Muñoz cree que no llegó a licenciarse, o bien lo hizo tardíamente. Se aficionó a la bibliografía y a los estudios literarios y no tardó en figurar a la cabeza de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces. Pronto logró reunir en su notable biblioteca una colección de Romanceros y Cancioneros, digna en opinión de Cascales de competir con las mejores del mundo. En 1902 vendió a Archer Milton Huntington su colección de libros, que terminó en los fondos de la Hispanic Society of America.​ Ostentó el título de marqués de Jerez de los Caballeros.

A imitación de su hermano Juan, costeó numerosas ediciones de libros raros o curiosos, así como también de otros nuevos y originales, de escritores contemporáneos, a quienes con frecuencia protegía, pudiendo citarse entre estas publicaciones los siguientes títulos: Panegírico por la Poesía; Panegírico al chocolate, por el capitán Castro de Torres; Don Sancho el de Peñalén, leyenda tradicional de la historia de Navarra, por Santos Landa; Décimas á la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, de diferentes autores; Glosa de Jorge de Montemayor á las coplas de Jorge Manrique; Lágrimas de San Pedro, por Rodrigo Fernández de Rivera; Mesa florecida de romances, coplas y villancicos al Santísimo Sacramento, por Jusepe Auñón; Tratado de la caza del vuelo, por el capitán Fernando Tamariz de la Escalera, con un discurso, un apéndice y unas notas de José Gutiérrez de la Vega; Descripción de varias fiestas de toros, por Fermín de Sarasa y Arce; Soliloquios amorosos de un alma á Dios, por Félix Lope de Vega Carpio; Anfiteatro de Felipe el Grande, por José Pellicer de Tovar, con un discurso preliminar de José Gutiérrez de la Vega; Los perros de caza españoles, apuntes cogidos al vuelo, por José Gutiérrez de la Vega, con un apéndice sobre las Chasses á Mallorca; Cancionero de Nuestra Señora para cantar la Pascua en la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, compuesto por Rodrigo de Reinosa, nueva edición dedicada al Niño Jesús; Cántico en acción de gracias á la Virgen del Sagrario de Toledo, por haber cesado la peste en dicha ciudad el día en que salió en procesión hasta Zocodover, 23 de Agosto de 1885, poesías selectas de Juan Nepomuceno Justiniano y Arribas; Historia de muchos Juanes, romances por Luis Montoto y Rautenstrauch; Algunas rimas castellanas de el Abad D. Antonio de Maluenda, natural de Burgos; Chávala, historia disfrazada de novela por J. López Valdemoro, conde de las Navas, y Glorias sevillanas, noticia histórica de la devoción y culto que la muy Noble y muy Leal ciudad de Sevilla ha profesado á la Inmaculada Concepción de la Virgen María desde los tiempos de la antigüedad hasta la presente época, por el presbítero Manuel Serrano y Ortega.
En su carrera política ejerció los cargos de diputado y senador, además del de concejal en Sevilla.​ Falleció en Sevilla en junio​ de 1929.

  

La Sociedad Hispánica de América (Hispanic Society of America) es un museo gratuito y biblioteca de investigación para el estudio de las artes y cultura de España, Portugal, Iberoamérica y Filipinas, que se encuentra en la ciudad de Nueva York.
Fundada por Archer Milton Huntington el 18 de mayo de 1904, abrió sus puertas en su edificio estilo Beaux-Arts, que es aún hoy su sede, en 1908, en la llamada Audubon Terrace, situada en la avenida Broadway entre las calles 155 y 156 de Nueva York. La Sociedad Hispánica cuenta con un museo, una biblioteca y el seminario de estudios hispánicos medievales (Hispanic Seminary of Medieval Studies), que es considerado como una de las más prestigiosas editoriales en su campo. Aunque su nombre se refiere a una «sociedad», y el fundar una sociedad dedicada al estudio de España fue una de las metas de Huntington, jamás ha funcionado como tal. Los miembros de la sociedad —completamente honorífica— los escogen los bibliotecarios.

Biblioteca

La biblioteca alberga más de 15.000 libros impresos antes de 1701, de los cuales hay 250 incunables; uno de ellos es la editio princeps de La Celestina (Burgos, 1499). Entre los libros que custodia, se encuentra una rica colección de la escritora novohispana sor Juana Inés de la Cruz, la primera edición del Quijote e infinidad de rarísimos impresos españoles.
La colección de manuscritos de la Sociedad Hispánica es la más destacada fuera de España, con documentos como el primer Fuero Real de Castilla, el de Aguilar de Campoo (Palencia), y dieciséis privilegios rodados de los siglos XIII al XV. Por esta razón es un centro de documentación esencial para investigadores de la cultura hispánica de todo el mundo y paraíso de bibliófilos. Entre los manuscritos más preciados se encuentra el original de El alguacil endemoniado, uno de los Sueños de Quevedo, y otros documentos medievales.
Excepcional es el conjunto de cartas de personajes célebres, desde el emperador Carlos V e Isabel I de Inglaterra hasta Francisco de Goya, pasando por Rubens y una rarísima carta autógrafa de Diego Velázquez, escrita pocas semanas antes de fallecer.
Lo más significativo de la sección de manuscritos y libros raros —que reúne 200.000 ejemplares de los siglos xi al xx— es la colección de Manuel Pérez de Guzmán y Boza, primer Marqués de Jerez de los Caballeros. Cuando Huntington la adquirió en 1904 al marqués, se decía que era la mejor biblioteca de libros españoles de todo el mundo. Son 10 000 obras, entre impresos y manuscritos, y cuando salieron de España, Marcelino Menéndez Pelayo dijo que se trataba de «una pérdida peor que la de Cuba». Destaca el mapamundi realizado por Juan Vespucio —sobrino del navegante Américo Vespucio— en 1526 que incluye la representación más temprana y precisa del Golfo de Florida y el Manual de instrucciones para los pilotos de mar, un libro de la Universidad de Mareantes de mediados del xvi. También posee la primera edición de Tirant lo Blanch (1490) y obras de Alfonso X el Sabio, Antonio de Nebrija, el Marqués de Santillana o la ya citada primera edición de El Quijote.
Otra parte de los fondos de la biblioteca de la Hispanic Society pertenece a autores del xx que fueron amigos personales de Huntington: cartas, manuscritos y ediciones firmadas de Rubén Darío, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Emilia Pardo Bazán o Antonio Machado y, aunque Huntington no llegó a conocer a Federico García Lorca, se conserva la versión original a máquina con anotaciones manuscritas de Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, que formaba parte de la donación que realizó Mildred Adams, estudiosa de Lorca.



Itsukushima Shrine.


  

 Thomas Poole Griesa.











Thomas Poole Griesa (nacido el 11 de octubre de 1930- 24 de diciembre de 2017) es juez federal senior, en la corte de Distrito Federal de  Nueva York Sur.

Nacido en Kansas City, Missouri, Griesa recibió un Bachelor of Arts en la Universidad de Harvard en 1952 y sirvió en la Guardia Costera de los EE. UU. de 1952 a 1954, recibiendo posteriormente un LL.B. ( Bachelor of Laws, Latín: Legum Baccalaureus; LL.B) de la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford en 1958. 
Fue abogado de la Sección del Almirantazgo y Transporte Marítimo del Departamento de Justicia de Estados Unidos de 1958 a 1960, y luego ejerció la práctica privada en la ciudad de Nueva York de 1960 a 1972.
Richard M. Nixon lo nominó  juez federal de  distrito el 15 de junio de 1972, confirmado por el Senado de los Estados Unidos el 28 de junio de 1972 y recibió su investidura  el 30 de junio de 1972. Se desempeñó como juez jefe de 1993 a 2000 y asumió el estatus juez senior el 13 de marzo de 2000.
Casos importantes.



Griffin Bell

En 1978, Griesa emitió una orden acusando por desacato al fiscal general de los Estados Unidos (United States Attorney General), Griffin Bell, por negarse a entregar registros del FBI sobre dieciocho "informantes" del Partido Socialista de los Trabajadores. Esta fue la primera vez que un fiscal general de los Estados Unidos fue declarado culpable de desacato por conducta durante el procedimiento previo al juicio. 
Aunque Griesa rechazó una solicitud para encarcelar inmediatamente a Bell por desacato, sí indicó que si Bell no cumplía la orden dentro de un plazo de una semana, Griesa "presentaría una moción para sanciones más drásticas". De hecho, Bell se negó a cumplir y fue declarado culpable de desacato, aunque esta orden quedó pendiente de revisión en apelación.
En la apelación,la Corte Federal de Apelaciones del Segundo Circuito  sostuvo que "fue claramente erróneo que el tribunal de distrito determinara que los expedientes son tan centrales para el caso de los demandantes que el desacato es la única sanción apropiada por el hecho de que el Gobierno no los haya revelado". ", y ordenó a Griesa considerar sanciones alternativas."

Construcción de la autopista de Westway
Juez.
En 1982, Griesa paro la construcción de autopista Westway, una propuesta de autopista de seis carriles en el lado oeste del distrito de Manhattan, al dictaminar que el permiso para  el proyecto no era válido porque el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. no había cumplido con los requisitos para una adecuada declaración sobre el impacto ambiental.
 Aunque su decisión desestimó varios otros demandas que los grupos ambientalistas estaban utilizando para detener el proyecto en una serie de demandas, dejó un tema crítico y dijo que la carretera podría dañar la lubina rayada atlántica (Morone saxatilis.
Su orden fue confirmada unánimemente por un panel de tres jueces de la Corte Federal  de Apelaciones del Segundo Circuito.
En 1985, después de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército completara otra revisión ambiental, Griesa nuevamente criticó sus métodos y mantenimiento de registros, anuló su permiso y continuó su orden judicial contra la construcción de Westway. Su decisión fue nuevamente confirmada por la Corte federal de Apelaciones del Segundo Circuito. La autopista Westway nunca se construyó.
Juicio entre los fondos buitre y Argentina
Juez.
En 2001 la Argentina declaró el default de su deuda externa, luego años más tarde realizó dos restructuraciones con quita de deuda al que entraron el 93% de los tenedores de títulos. Sin embargo en 2003 uno de los bonistas NML Capital, Ltd inició un juicio en el Distrito sur de Nueva York siendo Thomas Griesa el juez a cargo. Los bonistas buscaban el pago total de los títulos de deuda sin aceptar quita. Durante el juicio la corte se basó en que tenía jurisdicción ante lo cual Argentina expuso su inmunidad de país soberano.
Los fondos buitre se basaron en la cláusula pari passu que significa que Argentina debe pagar a todos los tenedores de bonos no solo los que entraron en la restructuración de la deuda —esto es el 93% de los tenedores de bonos—. La corte falló a favor de NML Capital, Ltd en seis casos sumando un total de 900 millones de dólares y un total de 1600 millones en daños. Como Argentina se rehusó al fallo, NML pidió a la corte el descubrimiento de los bienes Argentinos en Estados Unidos y el exterior argentino buscando embargar propiedades argentinas en el exterior.
En 2010 NML utilizando la cláusula subpoenas buscó el descubrimiento de las cuentas bancarias pertenecientes a Argentina en el Bank of America (Banco de América) y el Banco Nación Argentina en búsqueda de embargar las cuentas de la República Argentina en el exterior, siendo estos dos bancos no-partes en el de las acciones de default en el juicio contra Argentina. Ambos bancos dieron la objeción a las subpoenas.
En 2011 la Corte logró que el banco de América diera información sobre las cuentas argentinas en este banco, mientras que el Banco de la Nación argentina no proporcionó esta información a NML. La Argentina apeló a la Corte Suprema de Estados Unidos.​ Sin embargo la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó la apelación dejando fija la sentencia del juez Griesa dada en febrero de 2012.
El 27 de junio de 2014 Argentina afrontaba vencimientos de pagos a los bonistas que entraron en el canje, ese día la Argentina pagó los vencimientos​ al Bank of New York Mellon (BoNY) un banco en Nueva York para que repartiera los pagos entre los distintos bonistas restructurados. Sin embargo Griesa congeló los pagos, y los dejó en suspenso. 
En una medida 'severa' según el periódico The Wall Street Journal y que recibió la desaprobación del Fondo Monetario Internacional y del mismo gobierno estadounidense.​ La medida colocaba a la Argentina en una situación de default técnico al "no realizar" los pagos para el 30 de julio de 2014. La Argentina estaba presionada por la ya caduca cláusula RUFO​ que no permitía ofrecer una mejor oferta a los que quedaron afuera del canje —incluidos los fondos buitre— que a los bonistas restructurados.
Falleció en las últimas horas del 24 de diciembre de 2017 a los 87 años de edad. Tiempo antes, se había jubilado por problemas de salud, delegando las causas referidas a deuda de Argentina a la juez Loretta Preska.

MAN IN THE NEWS

MAN IN THE NEWS; METICULOUS JUDGE IN WESTWAY CASE


By E. R. Shipp
April 22, 1982
MAN IN THE NEWS; METICULOUS JUDGE IN WESTWAY CASE
HOMBRE EN LAS NOTICIAS

HOMBRE EN LAS NOTICIAS; JUEZ METICULOSO EN EL CASO WESTWAY

Por ER Shipp
22 de abril de 1982
HOMBRE EN LAS NOTICIAS; JUEZ METICULOSO EN EL CASO WESTWAY
In his nearly 10 years on the Federal bench in New York City, Thomas P. Griesa has presided over many dramatic cases. There have been celebrity contract disputes, a challenge by drug addicts to a hiring ban by the Transit Authority, the conviction of Frank Tieri as the boss of a Mafia family, the fraud conviction of Michele Sindona in the collapse of the Franklin National Bank and the Socialist Workers Party's nine-year-old, $40 million lawsuit against the Federal Government.

His latest case is no exception. Judge Griesa has blocked construction of the Westway. He has ruled that the Army Corps of Engineers has failed to consider adequately how striped bass in the Hudson River would be affected by the landfill portion of the project.
En sus casi 10 años como juez federal en la ciudad de Nueva York, Thomas P. Griesa ha presidido muchos casos dramáticos. Ha habido disputas contractuales con celebridades, un desafío por parte de drogadictos a una prohibición de contratación por parte de la Autoridad de Tránsito, la condena de Frank Tieri como jefe de una familia de la mafia, la condena por fraude de Michele Sindona en el colapso del Banco Nacional Franklin y la La demanda de nueve años de duración del Partido Socialista de los Trabajadores por 40 millones de dólares contra el Gobierno Federal.

Su último caso no es una excepción. El juez Griesa ha bloqueado la construcción de Westway. Ha dictaminado que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército no ha considerado adecuadamente cómo la lubina rayada del río Hudson se vería afectada por la parte del proyecto sobre el vertedero.

Contempt Ruling Recalled

Those who know the 51-year-old judge say this ruling is comparable in public interest to his one in favor of the Socialist Workers Party four years ago at one stage of its lawsuit. At that time he threatened to hold the United States Attorney General, Griffin B. Bell, in contempt for refusing to turn over certain Federal Bureau of Investigation files.
Friends and lawyers who have practiced before him say that he has a ''damn the torpedoes, full speed ahead'' resolve in deciding cases. At the same time he has had his share of reversals by higher courts.
Thomas Poole Griesa (pronounced Gri-SAY) is a soft-spoken man who devotes himself to what he calls ''a very intense day.'' When his day is over, his main form of relaxation is music. A harpsichordist and pianist, he often performs chamber music with friends. He and his wife, Christine, also enjoy concerts and the ballet, and he likes to play tennis. They have been married nine years, have no children and live in Manhattan.
A tall, thin man who favors pinstriped suits, Judge Griesa appears to be years younger than his age. There are stories of how he used to be mistaken for a law clerk by other judges in the Foley Square Courthouse; the judges took it as an affront that their exclusive elevator was being invaded.
His conferences with lawyers over the law have been described by one as ''arduous and almost philosophical.'' He makes copious notes during a trial and will often take over the questioning of witnesses. Can Be Stern in Court
Most lawyers note that while Judge Griesa is personable off the bench, he has a stern approach in court. He has been known to criticize witnesses sharply when he felt they were less than candid, and he has rebuked lawyers he felt were being dilatory.
He plunges into learning every facet of a case before him, sometimes even touring the sites involved. In one case a question arose over whether police officers could tell when a person was loitering for prostitution, which is prohibited by law. Judge Griesa took a late-night tour of a mid-Manhattan area where prostitutes congregated. Similarly he has visited the area that would be affected by the Westway.

Se retira sentencia de desacato

Quienes conocen al juez de 51 años dicen que este fallo es comparable en interés público al que dio a favor del Partido Socialista de los Trabajadores hace cuatro años en una etapa de su demanda. En ese momento amenazó con procesar al Fiscal General de los Estados Unidos, Griffin B. Bell, por desacato por negarse a entregar ciertos archivos de la Oficina Federal de Investigaciones.
Amigos y abogados que han ejercido antes que él dicen que tiene una resolución de "malditos torpedos, a toda velocidad" a la hora de decidir los casos. Al mismo tiempo, ha tenido su parte de revocaciones por parte de tribunales superiores.
Thomas Poole Griesa (pronunciado Gri-SAY) es un hombre de voz suave que se dedica a lo que él llama "un día muy intenso". Cuando termina el día, su principal forma de relajación es la música. Clavicordista y pianista, suele tocar música de cámara con amigos. A él y a su esposa, Christine, también les gustan los conciertos y el ballet, y a él le gusta jugar al tenis. Llevan nueve años casados, no tienen hijos y viven en Manhattan.
El juez Griesa, un hombre alto y delgado que prefiere los trajes a rayas, parece tener años menos que su edad. Hay historias de cómo otros jueces del tribunal de Foley Square lo confundían con un asistente legal; Los jueces tomaron como una afrenta que su ascensor exclusivo estuviera siendo invadido.
Sus conferencias con abogados sobre derecho han sido descritas por uno como "arduas y casi filosóficas". Toma abundantes notas durante un juicio y, a menudo, se hace cargo del interrogatorio de los testigos. Puede ser severo en la corte
La mayoría de los abogados señalan que, si bien el juez Griesa es afable fuera del tribunal, tiene un enfoque severo en el tribunal. Se sabe que criticó duramente a los testigos cuando consideró que no eran tan sinceros, y reprendió a los abogados que consideraba que estaban siendo dilatorios.
Se sumerge en aprender cada faceta del caso que tiene ante sí, a veces incluso recorriendo los sitios involucrados. En un caso surgió la pregunta de si los agentes de policía podían saber si una persona estaba merodeando por la prostitución, lo cual está prohibido por la ley. El juez Griesa realizó un recorrido nocturno por una zona del centro de Manhattan donde se congregaban prostitutas. De igual forma ha visitado la zona que se vería afectada por el Westway.
In his 94-page Westway decision on March 31, Judge Griesa detailed his arguments against the Corps of Engineers. He contended that the corps had based its decision to issue a landfill permit on a report it knew to be wrong, a report that said that the Hudson ''is so polluted and so lacking in oxygen that virtually no fish life can be supported.''

The judge said the corps had ignored recommendations by other Federal agencies that the permit be denied. He argued that it had ''acquiesced in the urgings of the Federal Highway Administration and the New York State Department of Transportation that the facts and issues about fishery resources be withheld.'' And he said it had exhibited ''an almost fixed predetermination to grant the Westway landfill permit.'' Known to Take His Time.

Critics, and even some admirers, contend that in his efforts to be thorough, Judge Griesa often takes too long to arrive at a decision. He was born in Kansas City, Mo., on Oct. 11, 1930. His father, Charles, was a bank vice president who died in 1970. His mother, Stella, lives in Walnut Creek, Calif., with his brother, Scott.
En su decisión de 94 páginas sobre Westway el 31 de marzo, el juez Griesa detalló sus argumentos contra el Cuerpo de Ingenieros. Sostuvo que el cuerpo había basado su decisión de emitir un permiso de vertedero en un informe que sabía que era incorrecto, un informe que decía que el Hudson "está tan contaminado y tan carente de oxígeno que prácticamente no puede sustentarse ninguna vida de peces". '

El juez dijo que el cuerpo había ignorado las recomendaciones de otras agencias federales de que se le negara el permiso. Sostuvo que había "accedido a las insistencias de la Administración Federal de Carreteras y del Departamento de Transporte del Estado de Nueva York de que se ocultaran los hechos y cuestiones sobre los recursos pesqueros". Y dijo que había mostrado "una predeterminación casi fija para otorgar el permiso de vertedero de Westway". Conocido por tomarse su tiempo.

Los críticos, e incluso algunos admiradores, sostienen que en sus esfuerzos por ser minucioso, el juez Griesa a menudo tarda demasiado en llegar a una decisión. Nació en Kansas City, Missouri, el 11 de octubre de 1930. Su padre, Charles, era vicepresidente de un banco y murió en 1970. Su madre, Stella, vive en Walnut Creek, California, con su hermano, Scott. .
The jurist studied classical languages and ancient history at Harvard College, graduating cum laude in 1952.

 Three years later, after a stint in the Coast Guard and employment with an aviation company, he entered Stanford Law School. 
He then returned east to Washington to participate in an honors graduate program and to work as a litigator in the admiralty and shipping unit of the Justice Department.

In late 1961 he joined the Manhattan law firm of Davis Polk & Wardell and was made a partner in 1970. Two years later he was appointed to the Federal bench by President Richard M. Nixon.

Judge Griesa plays down the pressure of daily decision-making. ''It's your job,'' he says. ''It's nothing superhuman.''
El jurista estudió lenguas clásicas e historia antigua en la Universidad de Harvard, donde se graduó con honores en 1952. 
Tres años más tarde, tras un paso por la en la Guardia Costera y trabajar en una empresa de aviación, ingresó a la Facultad de Derecho de Stanford. 
Luego regresó al este, a Washington, para participar en un programa de posgrado con honores y trabajar como litigante en la unidad de almirantazgo y transporte marítimo del Departamento de Justicia.
A finales de 1961 se incorporó al bufete de abogados Davis Polk & Wardell de Manhattan y fue nombrado socio en 1970. Dos años más tarde, el presidente Richard M. Nixon lo nombró miembro del tribunal federal.
El juez Griesa resta importancia a la presión de la toma de decisiones diaria. "Es tu trabajo", dice. "No es nada sobrehumano".


Judge Griesa in his chambers in 1989 at the United States Court House on Foley Square in Manhattan.Credit...William F. Sauro/The New York Times

Judge Thomas P. Griesa, Who Ruled Against Westway, Dies at 87


Dec. 26, 2017

Thomas P. Griesa, a federal judge whose far-reaching, environmentally based rulings helped kill the bitterly contested plan to build the Westway superhighway in Manhattan along the Hudson River but cleared the way for a huge redevelopment of Times Square, died on Sunday at his home in Manhattan. He was 87.
El juez Thomas P. Griesa, que falló en contra de Westway, muere a los 87 años.

26 de diciembre de 2017

Thomas P. Griesa, un juez federal cuyas sentencias de gran alcance y basadas en el medio ambiente ayudaron a frustrar el plan muy cuestionado para construir la superautopista Westway en Manhattan a lo largo del río Hudson, pero allanaron el camino para una enorme remodelación de Times Square, murió el domingo en su casa en Manhattan. Tenía 87 años.
His death was confirmed by Edward A. Friedland, the court executive for the United States Court for the Southern District of New York in Manhattan, where Judge Griesa had worked for four decades. He did not give the cause.
Among the many cases presided over by Judge Griesa, who was appointed by President Richard M. Nixon, were two of the most ambitious development proposals in the history of New York City.
The Westway plan, adjudicated in the 1970s and ’80s, presented one of the fiercest clashes between environmental and development forces the city had ever seen. The Times Square redevelopment proposed to transform one of the most storied, if tattered, urban districts in the United States.
Westway was to run from the Battery, at the tip of Manhattan, to 42nd Street, replacing the West Side Highway, whose dilapidated state was underscored when a truck fell through an elevated section. With about half the road running through a tunnel, the projected cost was $2 billion (about $5.7 billion in today’s money), and the federal government was to foot 90 percent of the bill.
Environmental groups as well as mass transit and other civic organizations mobilized to stop the road from being built. In lawsuits, they contended that Westway would be a harmful boondoggle for highway and construction interests. The tunneled portion was to be built through new landfill topped by parkland and commercial development.
The lawsuits asserted that Westway traffic would increase air pollution and harm the Hudson’s fish, disputing a federal finding that the landfill would not significantly affect marine life.
They further said that there had not been a thorough examination of an option to trade in the earmarked federal funds for a less expensive road combined with projects to improve mass transit.
Westway’s supporters, including the federal, state and local governments, said that the highway would actually help curb pollution by relieving traffic congestion, and that the fish study had been sound. The project would create jobs and needed waterfront parkland, they said, whereas trade-in benefits were uncertain.
In 1981, Judge Griesa (pronounced grih-SAY) dismissed all the plaintiffs’ objections except the one involving the fish study, which he said required a further hearing.
After that hearing’s conclusion, he ruled in July 1982, using unusually strong language, that federal and state agencies had “colluded” to mask key data about the potential harmful impact of the proposed landfill area on the Hudson’s striped bass, which he noted was one of the nation’s most popular and commercially lucrative fish.
He then barred the use of all federal money for Westway, effectively blocking it.
After a further study, completed in 1984, also forecast only minor harm to the striped bass, Judge Griesa refused to reverse his earlier ruling, saying that this study, too, had been deficient. He called an explanation of how its conclusion was reached “sheer fiction.”
“Two failures to justify the Westway landfill and federal funding for Westway under the applicable legal standards should bring the matter to an end,” he said. And it did.
After an appeals court upheld his findings, the state and city abandoned Westway to pursue a trade-in, under which a more modest surface boulevard was created.



Su muerte fue confirmada por Edward A. Friedland, ejecutivo del Tribunal Federal para el Distrito Sur de Nueva York en Manhattan, donde el juez Griesa había trabajado durante cuatro décadas. No dio la causa.
Entre los muchos casos presididos por el juez Griesa, quien fue designado por el presidente Richard M. Nixon, se encontraban dos de las propuestas de desarrollo más ambiciosas en la historia de la ciudad de Nueva York.
El plan Westway, adjudicado en las décadas de 1970 y 1980, presentó uno de los enfrentamientos más feroces entre fuerzas ambientales y de desarrollo que la ciudad jamás haya visto. La reurbanización de Times Square propuso transformar uno de los distritos urbanos con más historia, aunque andrajoso, de Estados Unidos.
Westway iba desde Battery, en la punta de Manhattan, hasta la calle 42, reemplazando a la West Side Highway, cuyo estado ruinoso quedó de manifiesto cuando un camión cayó por un tramo elevado. Con aproximadamente la mitad de la carretera atravesando un túnel, el costo proyectado era de $2 mil millones (alrededor de $5,7 mil millones en dinero actual), y el gobierno federal debía pagar el 90 por ciento de la factura.
Grupos ambientalistas, así como organizaciones de transporte público y otras organizaciones cívicas se movilizaron para detener la construcción de la carretera. En las demandas, sostuvieron que Westway sería un despilfarro perjudicial para los intereses de las carreteras y la construcción. La parte del túnel se construiría a través de un nuevo vertedero coronado por zonas verdes y desarrollo comercial.
Las demandas afirmaron que el tráfico de Westway aumentaría la contaminación del aire y dañaría a los peces del Hudson, cuestionando una conclusión federal de que el vertedero no afectaría significativamente la vida marina.
Dijeron además que no había habido un examen exhaustivo de una opción para canjear los fondos federales asignados por una carretera menos costosa combinada con proyectos para mejorar el transporte público.
Los partidarios de Westway, incluidos los gobiernos federal, estatal y local, dijeron que la carretera en realidad ayudaría a frenar la contaminación al aliviar la congestión del tráfico, y que el estudio sobre los peces había sido sólido. El proyecto crearía empleos y necesitaría zonas verdes frente al mar, dijeron, mientras que los beneficios del intercambio eran inciertos.
En 1981, el juez Griesa (pronunciado grih-SAY) desestimó todas las objeciones de los demandantes excepto la relacionada con el estudio de los peces, que, según dijo, requería una audiencia adicional.
Después de la conclusión de esa audiencia, dictaminó en julio de 1982, utilizando un lenguaje inusualmente fuerte, que las agencias federales y estatales habían "coluído" para enmascarar datos clave sobre el potencial impacto dañino del área de vertedero propuesta sobre la lubina rayada del Hudson, que según él era uno de del pescado más popular y comercialmente lucrativo del país.
Luego prohibió el uso de todo el dinero federal para Westway, bloqueándolo efectivamente.
Después de que un nuevo estudio, completado en 1984, también pronosticara sólo daños menores a la lubina rayada, el juez Griesa se negó a revocar su fallo anterior, diciendo que este estudio también había sido deficiente. Calificó la explicación de cómo se llegó a su conclusión como “pura ficción”.
"Dos fallas para justificar el vertedero de Westway y el financiamiento federal para Westway bajo los estándares legales aplicables deberían poner fin al asunto", dijo. Y así fue.
Después de que un tribunal de apelaciones confirmó sus conclusiones, el estado y la ciudad abandonaron Westway para realizar un intercambio, en virtud del cual se creó un bulevar de superficie más modesta.
Westway’s supporters said the striped bass had been “red herrings” that anti-development forces had fed the judge. The proposed highway’s opponents, however, said his ruling had been meticulous — a description often applied to Judge Griesa himself, a soft-spoken man who was also known to be firm from the bench.
Months later, the judge began presiding over the last legal challenge in the way of the multibillion-dollar project to redevelop Times Square and a nearby stretch of 42nd Street with high-rise office buildings, a hotel and the conversion of seedy movie houses to legitimate theaters and shops.
Numerous other suits, claiming wrongs including antitrust violations and the unlawful taking of private property, had been dismissed by other judges. The suit before Judge Griesa argued that the state and city had failed to adopt sufficient provisions to mitigate the increased pollution expected from the added traffic and commercial activity.
But the judge rejected the claim, finding acceptable “the commitment by the city to assure the necessary mitigation measures” through steps like revising no-standing regulations and traffic-light timing and providing drop-off space for taxis to reduce pollution-enhancing traffic congestion.
In another widely noted decision, Judge Griesa, after 13 years of litigation, ruled in 1986 that the Federal Bureau of Investigation had violated the rights of the Socialist Workers Party, a Trotskyist group, from the 1950s to the ‘70s by planting informants, surreptitiously entering party-related premises and engaging in other spying activities.
Where the Justice Department had listed the party as a subversive communist organization as far back as 1948, the F.B.I.’s actions had been directed “against entirely lawful and peaceful political activities” of the party, the judge found.
In 1978 he had held Attorney General Griffin Bell in contempt of court for refusing to turn over confidential F.B.I. informant files. An appeals court later overturned the contempt citation.
In 2010, Judge Griesa drew attention by ordering the irreverent online publication Gawker to remove images of parts of 12 pages from “America by Heart,” a forthcoming book by Sarah Palin, the former governor of Alaska and Republican vice-presidential candidate. The book’s publisher had charged copyright violation; Gawker, which has since shut down, called it permissible “fair use.”
Judge Griesa ruled that the posting exceeded fair use because it involved a “substantial portion of the book,” and that Gawker’s action would cause the publisher economic harm. Gawker agreed to remove the material.

Los partidarios de Westway dijeron que la lubina rayada había sido “pistas falsas” que las fuerzas antidesarrollo habían alimentado al juez. Los oponentes de la carretera propuesta, sin embargo, dijeron que su fallo había sido meticuloso, una descripción que a menudo se aplica al propio juez Griesa, un hombre de voz suave que también era conocido por su firmeza desde el tribunal.
Meses más tarde, el juez comenzó a presidir el último desafío legal en el camino del proyecto multimillonario para remodelar Times Square y un tramo cercano de la calle 42 con edificios de oficinas de gran altura, un hotel y la conversión de salas de cine de mala muerte en legítimos teatros y tiendas.
Otros jueces habían desestimado muchas otras demandas, alegando injusticias, incluidas violaciones de las leyes antimonopolio y apropiación ilegal de propiedad privada. La demanda ante el juez Griesa argumentó que el estado y la ciudad no habían adoptado disposiciones suficientes para mitigar el aumento de la contaminación esperada por el aumento del tráfico y la actividad comercial.
Pero el juez rechazó el reclamo y consideró aceptable "el compromiso de la ciudad de garantizar las medidas de mitigación necesarias" a través de medidas como revisar las regulaciones vigentes y los horarios de los semáforos y proporcionar espacio para que los taxis bajen y reduzcan la congestión del tráfico que aumenta la contaminación. .
En otra decisión ampliamente conocida, el juez Griesa, después de 13 años de litigio, dictaminó en 1986 que la Oficina Federal de Investigaciones había violado los derechos del Partido Socialista de los Trabajadores, un grupo trotskista, entre los años 1950 y 1970 al plantar informantes, subrepticiamente entrar en locales relacionados con el partido y participar en otras actividades de espionaje.
Mientras que el Departamento de Justicia había catalogado al partido como una organización comunista subversiva ya en 1948, las acciones del FBI habían estado dirigidas “contra actividades políticas enteramente legales y pacíficas” del partido, concluyó el juez.
En 1978, acusó al fiscal general Griffin Bell de desacato al tribunal por negarse a entregar información confidencial del FBI. archivos de informantes. Posteriormente, un tribunal de apelaciones anuló la citación por desacato.
En 2010, el juez Griesa llamó la atención al ordenar a la irreverente publicación en línea Gawker que eliminara imágenes de partes de 12 páginas de “America by Heart”, un libro de próxima publicación de Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y candidata republicana a la vicepresidencia. El editor del libro había acusado de violación de derechos de autor; Gawker, que desde entonces cerró, lo llamó "uso justo" permisible.
El juez Griesa dictaminó que la publicación excedía el uso legítimo porque involucraba una “parte sustancial del libro” y que la acción de Gawker causaría daño económico al editor. Gawker acordó retirar el material.
In another well-publicized case, which had dragged on for a decade and drawn deep interest in international securities markets, Judge Griesa, in decisions handed down in 2011 and 2012, ruled that Argentina had to pay the full value of billions of dollars worth of bonds to American hedge funds that had bought them at a deep discount when Argentina defaulted on its debts in 2001. The hedge funds had sued for payment at full value.
The Argentine government called the plaintiffs “vulture funds,” but Judge Griesa, in a ruling upheld by an appeals court, said that “after 10 years of litigation, this is a just result.”
In a settlement, bondholders were said to have been paid more than $8 billion.
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En otro caso muy publicitado, que se prolongó durante una década y despertó un gran interés en los mercados de valores internacionales, el juez Griesa, en decisiones dictadas en 2011 y 2012, dictaminó que Argentina tenía que pagar el valor total de miles de millones de dólares en bonos a fondos de cobertura estadounidenses que los habían comprado con un gran descuento cuando Argentina incumplió sus deudas en 2001. Los fondos de cobertura habían demandado el pago del valor total.
El gobierno argentino llamó a los demandantes “fondos buitres”, pero el juez Griesa, en fallo confirmado por un tribunal de apelaciones, dijo que “después de 10 años de litigio, este es un resultado justo”.
En un acuerdo, se dijo que los tenedores de bonos habían recibido más de 8.000 millones de dólares.
Thomas Poole Griesa was born in Kansas City, Mo., on Oct. 11, 1930, to Charles and Stella Griesa, both fervent Republicans. His father was a bank vice president. After graduating in 1952 from Harvard, where he studied classical languages and ancient history, he served in the Coast Guard and earned a law degree at Stanford Law School.
He then returned east, to Washington, to be a litigator in the admiralty and shipping unit of the Justice Department. He joined the Manhattan law firm Davis Polk & Wardwell in 1961 and was made a partner in 1970.
President Nixon appointed him to the federal bench two years later. Judge Griesa served as chief judge from 1993 to 2000, when he gained senior status.
A harpsichordist and pianist, he often performed chamber music with friends. His wife, the former Christine Meyer, died in 2015. He leaves no immediate survivors.

Daniel E. Slotnik contributed reporting.
Thomas Poole Griesa nació en Kansas City, Missouri, el 11 de octubre de 1930, hijo de Charles y Stella Griesa, ambos fervientes republicanos. Su padre era vicepresidente de un banco. Después de graduarse en 1952 en Harvard, donde estudió lenguas clásicas e historia antigua, sirvió en la Guardia Costera y obtuvo una licenciatura en derecho en la Facultad de Derecho de Stanford.
Luego regresó al este, a Washington, para ser litigante en la unidad de almirantazgo y transporte marítimo del Departamento de Justicia. Se unió al bufete de abogados Davis Polk & Wardwell de Manhattan en 1961 y fue nombrado socio en 1970.
El presidente Nixon lo nombró miembro del tribunal federal dos años después. El juez Griesa se desempeñó como juez superior de 1993 a 2000, cuando obtuvo el estatus de mayor rango.
Clavicordista y pianista, a menudo tocaba música de cámara con amigos. Su esposa, la ex Christine Meyer, murió en 2015. No deja supervivientes inmediatos.

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