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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

miércoles, 17 de agosto de 2016

323.-JENOFONTE: Recuerdos de Sócrates (1772); Biblia. a.-


ΞΕΝΟΦΩΝΤΟΣ

ΑΠΟΜΝΗΜΟΝΕΙΜΑΤΩΝ

ΒΙΒΛΙΑ  Δ’.

Portada y frontispicio grabado por James Mynde (1702-1771)

XENOPHONTIS MEMORABILIUM SOCRATIS DICTORUM, LIBRI IV. Cum Notis H.Stephani, Leunclavii, Æ. Porti & Ernesti.

 Editio Quarta, emendatior. OXONII: E Theatro Sheldoniano. Impenſis  J. et

J. Fletcher, bibliopol. Oxon Et Joannus Rivington,  Lond. MDCCLXXII. 401 pag. ; in octavo. Encuadernación en piel de época, lomo con cinco nervios.

Texto bilingüe griego y latín.

Notas.- Nombre  J.W. Whiteside manuscrito y múltiples anotaciones marginales manuscritas a lápiz.

Jenofonte (401-354 a.C.)

“Dicen que, al encontrarlo en un callejón, Sócrates le extendió su bastón y le impidió pasar, preguntándole en dónde se vendería cada uno de los víveres; y luego de responderle, de nuevo le preguntó dónde se vuelven los hombres bellos y buenos. Y dado que [Jenofonte] no supo, [el filósofo le] dijo, “pues ven y aprende”. Desde entonces fue discípulo de Sócrates. También fue el primero que puso por escrito y entregó a los hombres lo que se decía, al redactar sus Memorables.” (Carolina Olivares Chávez, 2009, pág. 152)

Se considera a Jenofonte una de las fuentes que ha permitido el estudio de Sócrates , el filósofo que no dejó nada escrito, el filósofo ágrafo.

Son muchas las dudas en torno a la pertenencia de Jenofonte a los círculos socráticos y si en realidad fue discípulo o no de Sócrates (ca. 470-399 a.C.), lo que sí parece, según los estudiosos2, es que de alguna manera tuvo contacto con él, que no estuvo presente en el juicio y posterior muerte de Sócrates, y que los escritos en su defensa están basados en testimonios de discípulos del filósofo que estuvieron presentes durante el juicio.

Memorabilia (Memorables) figura junto a Apología, Simposio y Económico como escritos que Jenofonte dedicó a la figura de Sócrates.


Como defensor del filósofo,  Memorables está compuesto por cuatro libros, en los que trata de demostrar su inocencia y mostrar las ideas de Sócrates en relación a la educación, amistad, el esfuerzo, la gratitud, la ociosidad y el trabajo, entre otras.

El libro

Bolton Simpson fue el editor de esta  cuarta edición, en realidad reimpresión, de la segunda edición publicada en 1772.

La primera edición de la obra completa  de Jenofonte fue en 1525 en la imprenta de Aldo Manuzio (Venecia). En 1561, Henri Estienne realizó en Génova, la primera edición de Recuerdos.  En 1564, publica Johan Löwenclau (Leunclavii) una edición en latín, en la que por primera vez se escribe el título de Memorabilia, antes siempre se había llamado Recuerdos (Apomnémoneúmata).3

La presente edición salió de las prensas ubicadas en el Teatro Sheldoniano, que forma parte de la historia de la actual editorial Universitaria Oxford University Press, al haber alojado en los bajos del edificio la primera imprenta de la universidad de Oxford como editorial universitaria.

El edificio se utilizaba a su vez para diversos eventos: graduaciones, conciertos, etc., que obligaban a trasladar los trabajos de imprenta cada vez que se celebraba alguna ceremonia. Se construyó por este motivo, entre 1711 y 1715, el actual edificio Clarendon, que alojó la imprenta de la Universidad hasta que finalmente en 1830 fue trasladada a su ubicación actual en Walton Street.

Teatro sheldoniano (Marca de impresor)

Construido entre 1664 y 1669, el Teatro Sheldoniano fue financiado por Gilbert Sheldon, Rector de la Universidad en aquel momento. El diseño corresponde al arquitecto Christopher Wren y en la actualidad se utiliza para eventos  universitarios y conciertos.

Obra digitalizada→ Memorabilium

(1) OLIVARES CHÁVEZ, Carolina. Jenofonte y su recuerdo de Sócrates: algunos apuntes. En: Nova Tellus, 2009, 27 (2).

(2) SOUTO DELIBES, Fernando. La figura de Sócrates en Jenofonte (Tesis doctoral). Madrid: Universidad Complutense, 2000.

(3) JENOFONTE. Recuerdos de Sócrates: Economíco, Banquete, Apología de Sócrates.  Madrid: Gredos, 1993 (Biblioteca Clásica Gredos, 182).

The History of Oxford University Press: beginnings to 1780. Oxford: Oxford University Press, 2013

Nota sobre Jenofonte

(Atenas, c. 430 - Corinto, c. 355 a.J.C.) Escritor e historiador griego. Representante junto con Tucídides del estilo ático (fue conocido como "la abeja ática" por la dulzura de sus formas), intentó, al igual que Isócrates, orientar con su obra la confusión política e individual que siguió a la derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso. Sin embargo, Jenofonte no fue tanto un logógrafo como un hombre de acción que reflejó sus experiencias personales en sus obras o tratados.

En 401, su amigo Próxeno de Beocia le enroló en la expedición que Ciro el Joven emprendió contra su hermano Artajerjes II. Pese a lograr la victoria en Cunaxa, con la muerte de Ciro la expedición perdió su significado, dejando en difícil situación al ejército griego. La arriesgada retirada de los diez mil griegos supervivientes a través de la altiplanicie armenia en dirección al Mar Negro constituye el núcleo principal de su obra más perdurable, la Anábasis, narración en prosa en siete libros que contiene momentos memorables. Al igual que el resto de su producción, por falta de datos es difícil establecer la fecha de este libro.

Enfrentado con la democracia ateniense por su condena de Sócrates, de quien había sido discípulo, y desatada la guerra entre Atenas y Esparta, Jenofonte se retiró a vivir en una hacienda en Escilo, junto a Olimpia, cedida por los espartanos en reconocimiento de sus servicios. Fruto de su experiencia como dueño de una explotación agrícola fueron el Económico y las Rentas, donde propuso también medidas para remediar los males de Atenas. La derrota de los espartanos (371) le obligó a trasladarse a Lepreo y, más tarde, a Corinto, donde murió.

En sus obras se manifiesta hostil hacia la democracia ateniense y se orienta hacia formas más autoritarias, como las que conoció en Esparta y en Persia. Agradecido a la política espartana, compuso un desigual tratado sobre La república de los lacedemonios, alabando la educación y la constitución espartana. En la misma línea se inscribe su opúsculo Agesilao, dedicado a alabar la política del rey espartano, amigo del autor.

Su orientación aristocrática se manifiesta, sobre todo, en sus Helénicas, en las que pretendía continuar la obra de Tucídides, pero con una intención historiográfica muy alejada de la imparcialidad y del método de dicho historiador. Las Helénicas son una obra claramente filoespartana que narra en siete libros la historia griega desde la última etapa de la guerra del Peloponeso (411) hasta la batalla de Mantinea (362). Jenofonte supo utilizar en ella su gran experiencia y conocimiento de las cuestiones militares, hasta el punto de figurar como un precursor de la historiografía helenística en la eficaz descripción de escenas.

Sus ideas políticas, que acabaron cristalizando en la postulación de una monarquía moderada y fuerte, se plasmaron en obras como la Ciropedia, en la que, junto a la alabanza de la monarquía y a datos históricos, se puede leer toda una serie de historias y relatos de carácter novelesco que anuncian ya la novela helenística. La Ciropedia, historia de la juventud, ascensión y gobierno de Ciro el Grande, presenta los ideales educativos del autor, basados en parte en las instituciones espartanas. Los ocho libros que la componen abordan los hechos históricos con enorme libertad y abundan en discursos y episodios moralizadores destinados a la exaltación de la figura de Ciro.
 
Su aprendizaje intelectual al lado de Sócrates lo llevó a inmortalizar la figura de su maestro en obras como Recuerdos de Sócrates o Simposio, uno de los testimonios más importantes para la reconstrucción sobre bases reales de la filosofía y de la personalidad del Sócrates histórico. Jenofonte escribió, además, tratados técnicos como Hiparco o la Equitación, con vistas a aconsejar sobre tácticas militares concretas, como las de la caballería.

Sócrates

(Atenas, 470 a.C. - id., 399 a.C) Filósofo griego. Pese a que no dejó ninguna obra escrita y son escasas las ideas que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es una figura capital del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados presocráticos los filósofos anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones predominantes anteriores, su reflexión se centró en el ser humano, particularmente en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre los que se asienta la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue discípulo directo suyo, y Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.

Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En su juventud siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es posible que fuese discípulo de Anaxágoras, y también que conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela de Pitágoras.

Aunque no participó directamente en la política, cumplió ejemplarmente con sus deberes ciudadanos. Sirvió como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422), episodios de las guerras del Peloponeso en que dio muestras de resistencia, valentía y serenidad extraordinarias. Fue maestro y amigo de Alcibíades, militar y político que cobraría protagonismo en la vida pública ateniense tras la muerte de Pericles; en la batalla de Potidea, Sócrates salvó la vida a Alcibíades, quien saldó su deuda salvando a Sócrates en la batalla de Delio.

Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y austeramente, sin preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse al filosofar. Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez. En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. Jenofonte retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, 
Las nubes (423), donde es caricaturizado como engañoso artista del discurso y se le identifica con los demás representantes de la sofística, surgida al calor de la consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.

La mayéutica

Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas o a gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para sostener largas conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica.

El propio Sócrates comparaba tal método con el oficio de comadrona que ejerció su madre: se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.

En sus conversaciones filosóficas, al menos tal y como quedaron reflejadas en los Diálogos de Platón, Sócrates sigue, en efecto, una serie de pautas precisas que configuran el llamado diálogo socrático. A menudo comienza la conversación alabando la sabiduría de su interlocutor y presentándose a sí mismo como un ignorante: tal fingimiento es la llamada ironía socrática, que preside la primera parte del diálogo. En ella, Sócrates proponía una cuestión (por ejemplo, ¿qué es la virtud?) y elogiaba la respuesta del interlocutor, pero luego oponía con sucesivas preguntas o contraejemplos sus reparos a las respuestas recibidas, sumiendo en la confusión a su interlocutor, que acababa reconociendo que no sabía nada sobre la cuestión.

Tal logro era un punto esencial: no puede enseñarse algo a quien ya cree saberlo. El primer paso para llegar a la sabiduría es saber que no se sabe nada, o, dicho de otro modo, tomar conciencia de nuestro desconocimiento. Una vez admitida la propia ignorancia, comenzaba la mayéutica propiamente dicha: por medio del diálogo, con nuevas preguntas y razonamientos, Sócrates iba conduciendo a sus interlocutores al descubrimiento (o alumbramiento) de una respuesta precisa a la cuestión planteada, de modo tan sutil que la verdad parecía surgir de su mismo interior, como un descubrimiento propio.

Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus predecesores desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, inaugurando el llamado periodo antropológico. La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de Sócrates. Como se ha visto, el primer paso para alcanzar el conocimiento consistía en la aceptación de la propia ignorancia, y en el terreno de sus reflexiones éticas, el conocimiento juega un papel fundamental. Sócrates piensa que el hombre no puede hacer el bien si no lo conoce, es decir, si no posee el concepto del mismo y los criterios que permiten discernirlo.

El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo una conducta virtuosa, por otra parte, proporciona la felicidad. Y de entre todas las virtudes, la más importante es la sabiduría, que incluye a las restantes. El que posee la sabiduría posee todas las virtudes porque, según Sócrates, nadie obra mal a sabiendas: si, por ejemplo, alguien engaña al prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal. El sabio conoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le reporta (confianza, reputación, estima, honorabilidad) son muy superiores a los que puede reportarle el engaño (riquezas, poder, un matrimonio conveniente).

El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y no el engaño. En consecuencia, el hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues conocer el bien y practicarlo es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre ignorante es necesariamente vicioso. De esta concepción es preciso destacar que la virtud no es algo innato que surge espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella. Todo lo contrario: puesto que la sabiduría contiene las demás virtudes, la virtud puede aprenderse; mediante el entendimiento podemos alcanzar la sabiduría, y con ella la virtud.

De este modo, la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Conocer el bien nos lleva a observar una conducta virtuosa, y la conducta virtuosa conduce a la dicha. La felicidad no radica en el placer (la ética socrática no es hedonista), a no ser que se considere como placer algo mucho más elevado: la íntima paz y satisfacción que produce la vida virtuosa. En palabras de Sócrates citadas por Jenofonte, ningún placer supera al de «sentirse transformado en mejor y contribuir al mejoramiento de los amigos». La vida virtuosa lleva al equilibrio y a la perfección humana, a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo que nos esclaviza, y mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo imperturbable, la satisfacción interior que nos acerca a lo divino.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte de lo expuesto que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas. Si, como parece, las ideas éticas antes expuestas son del propio Sócrates, su filosofía se sitúa en la antípodas del escepticismo y del relativismo moral de los sofistas (Protágoras, Gorgias), pese a lo cual, y a causa de su pericia dialéctica, pudo ser considerado en su tiempo como uno de ellos, tal y como refleja la citada comedia de Aristófanes.

Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, Sócrates pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La serenidad y la grandeza de espíritu que demostró en sus últimos instantes están vivamente narradas en las últimas páginas del Fedón.

 


Itsukushima Shrine.


Los Evangelios “reconstruidos” en su idioma original.

RAFAEL SERRANO

25 ABRIL, 2019

Los Evangelios están escritos en griego, pero los testimonios que reúnen fueron expresados primero en arameo por personas de mentalidad judía. El biblista José Miguel García Pérez, profesor de la Facultad de Teología de San Dámaso (Madrid), no solo estudia las huellas semíticas presentes en los textos evangélicos; además, trata de descubrir las expresiones arameas de que proceden. Su último libro, La pasión de Cristo. Una lectura original (Encuentro), examina con esa perspectiva los relatos en torno a la muerte y resurrección de Jesús.
Indagar el sustrato arameo de los Evangelios facilita ver la proximidad que tienen con los hechos que narran y con los primeros creyentes. El Prof. García Pérez, autor de obras como Los orígenes históricos del cristianismo, no es el primer investigador en este campo.
 Tiene predecesores ya en el siglo XVII, por ejemplo, Juan de Alba, nos dice; pero “el estudio del trasfondo semítico de los Evangelios tuvo un desarrollo muy grande desde inicios del siglo XX, y con un debate muy vivo; entre otros estudiosos que han abordado esta cuestión podemos mencionar a C.C. Torrey, G. Dalman, M. Black, J. Carmignac, etc.”.
Hoy se sigue practicando esta disciplina, aunque no sale “en primera plana de los periódicos o revistas”.

Pero el tema tiene interés suficiente para darlo a conocer al público. La nueva obra del Prof. García Pérez brinda una ocasión.

José Miguel García Pérez
 

—¿Es posible detectar de alguna manera el sustrato arameo bajo el texto griego de los Evangelios, escritos años después de los hechos que narran?

— En principio, que Jesús y los primeros discípulos se expresaban en arameo, eso es claro porque era la lengua hablada en su época. De hecho, hay huellas en los textos evangélicos, no solo de palabras y expresiones, sino también de formulaciones, de ritmos, etc. Es más, en los Evangelios tenemos algunos términos y expresiones arameas.

“El recurso al sustrato semítico es para aclarar expresiones o formulaciones oscuras o paradójicas que hay en el texto griego de los Evangelios”

Así, la tradición evangélica se fija en arameo. Entre otras cosas, porque la tradición evangélica es también la enseñanza que Jesús da a sus discípulos; una enseñanza que en el mundo judío es una tradición fija, que se transmite de maestros a discípulos. La tradición oral de la enseñanza de Jesús a sus discípulos no consistía en cuatro ideas o sugerencias que ellos desarrollaban como querían; era una tradición fija, como se puede constatar en lo que ha sucedido con la literatura rabínica. Después del año 70, toda esa tradición oral judía, como consecuencia de los desastres de la guerra judía contra el poder romano, se pone en peligro para la continuidad de la transmisión oral y se decide comenzar a fijarla por escrito.

En el caso de los Evangelios, ¿Cuándo ocurre esa fijación por escrito? 

No lo sabemos a ciencia cierta, pero es claro que ya en Jerusalén hay comunidad cristiana de lengua griega y, por lo tanto, hay que transmitirle la predicación apostólica en griego, al mismo tiempo que a la comunidad judío-palestinense. De la existencia de esta comunidad cristiana de lengua griega tenemos datos en los Hechos de los Apóstoles, lo que nos lleva a afirmar que el paso de la lengua semítica a la lengua griega empezó ya en Palestina.

— Entonces, ¿se puede suponer que existían unos primitivos textos arameos que manejaron los evangelistas?

— Un dato en este sentido lo tenemos en el prólogo del Evangelio de Lucas. Allí dice Lucas que, antes de que él escribiera su Evangelio, otros muchos ya habían escrito. Luego, los estudiosos han identificado distintas fuentes. Una, que es muy clara, común a Mateo y Lucas, es la llamada fuente Q, o la fuente de los dichos de Jesús.

¿Ha habido otros escritos?

 Sí. ¿Cuándo se han generado y quién los ha generado? 
De eso, por desgracia, no nos han llegado más datos. Pero antes de los Evangelios hubo otros textos: en el caso de Lucas, porque lo afirma con claridad; en el de Mateo, también, porque depende de fuentes. Marcos es, según los estudiosos, el único que parece no depender de unas fuentes tan fácilmente identificables como los otros dos sinópticos. Pero probablemente también tuvo acceso a una tradición que le llegó de distintas maneras. Se suele decir que es el evangelio petrino por excelencia, porque recoge más la tradición oral evangélica que transmitía san Pedro.

Como Ud. menciona en su libro, algunos especialistas sostienen que los Evangelios son creaciones helenísticas muy posteriores, y por eso ponen en duda la fiabilidad histórica de los relatos. ¿Tal vez el trasfondo semítico revela otra cosa?

—La escuela que principalmente propuso, hace ya muchos años, esa teoría sobre la redacción de los Evangelios, era la historia de las formas, sostenida fundamentalmente por exegetas alemanes. En ese contexto –estamos hablando del siglo XX–, surge más tarde la escuela escandinava, que sobre todo identifica un punto que es muy importante, y es que la tradición evangélica nace y se fija en un ámbito judío con características judías, y no, por supuesto, en una comunidad creativa como decía la historia de las formas, sino por parte de tradentes y responsables de esa tradición, como es normal en el pueblo judío. Por otra parte, el mismo Lucas lo dice, porque él se apoya en los que fueron testigos y servidores de la palabra: o sea, aquellos que tienen una autoridad de transmisión de toda la tradición evangélica. El contexto en el cual se escriben los Evangelios, y las fuentes de las que dependen, son claramente judío-palestinenses.

En cuanto a las fechas, durante el siglo XX se ha dicho –aunque ahora se matiza bastante–, y algunos manuales siguen diciéndolo, que los Evangelios fueron escritos después del año 70, sobre todo –aunque no solo– apoyándose en el famoso discurso escatológico apocalíptico que contienen los tres Evangelios sinópticos y que habla de la destrucción de Jerusalén. Por eso, no pocos estudiosos han considerado que los evangelistas pusieron ese discurso en boca de Jesús porque ya había ocurrido el hecho desastroso del año 70. Si es una profecía post eventum, evidentemente estamos después del año 70. Como el evangelio de Juan siempre se ha considerado que es el último (hay algunos autores que opinan que no necesariamente es el último), entonces la redacción va del año 70 a finales de la década de los 90.

A mi modo de ver, todos los Evangelios han sido escritos antes: todos, hasta el de Juan, porque el mismo Juan no hace ninguna referencia a la destrucción de Jerusalén, ni en su evangelio se perciben en absoluto huellas de aquel hecho. Y tampoco en los tres sinópticos los modos de expresión suponen que ya se había producido la destrucción de Jerusalén por el ejército romano. Reflejan formas de atacar y destruir al enemigo en el mundo oriental, que vemos en otros relatos, también en el Antiguo Testamento. Probablemente, las imágenes que Cristo usa para aludir a la destrucción de Jerusalén son las típicas acciones bélicas que se han dado en el mundo oriental.

De la traducción al original

— ¿Cómo se puede llegar a descubrir una expresión aramea original a partir de las huellas que ha dejado en el texto griego?

— El griego de la versión llamada Septuaginta, o de los Setenta, el griego del Antiguo Testamento, es evidente que traduce unos libros escritos en lenguas semíticas, sobre todo en hebreo. Es muy interesante, porque en ese griego se detecta clarísimamente la influencia, en muchos modos y formas, de las lenguas semíticas originales.

“La tradición evangélica nace y se fija en un ámbito judío con características judías”

En el Nuevo Testamento podemos percibir fenómenos semejantes. La única diferencia es que no tenemos esos textos originales. Por lo tanto, hay que reconstruirlos o imaginarlos, o formular hipótesis sobre por qué este griego está escrito de esta manera o por qué tiene esta forma tan oscura, o por qué hay estas diferencias entre unos y otros textos. Pero son hipótesis de un texto arameo reconstruido que permite diferentes traducciones según qué lectura se haga. No olvidemos que la escritura de las lenguas semíticas –el arameo, el hebreo– es consonántica, no hay vocales; aparte de que se escribían sin las precisiones con que escribimos nosotros los occidentales: con puntos, con las palabras bien separadas… eso en la antigüedad no existe. Por tanto, permiten distintas lecturas, fenómeno que se detecta también en la traducción de los Setenta.

— ¿Qué aporta en especial la investigación del sustrato semítico a la comprensión de los Evangelios?

— En primer lugar, el recurso que se hace al sustrato semítico es para aclarar expresiones o formulaciones oscuras o paradójicas que hay en el texto griego de los Evangelios, que no siempre es un texto muy claro. Los estudios del sustrato arameo aportan luz para solucionar a veces expresiones oscuras, contradictorias o perplejas.

Un ejemplo: ¿por qué Jesús, cuando resucita a la hija de Jairo, manda que no lo digan a nadie? (cf. Mc 5, 43). No tiene ningún sentido. Abajo están las plañideras, la casa está llena de gente, todo el mundo sabe que ha muerto y que el cadáver está arriba. Resucitada la niña, no va a estar encerrada en la habitación: en cuanto le den de comer –y eso también dice Jesús–, bajará y la verán todos. ¿Qué sentido tiene que Jesús ordene que no lo digan a nadie? 
Está puesto así en griego. Este pasaje y otros semejantes, desde el sustrato semítico se aclaran: da una luz, una interpretación razonable de lo que ahí se quiere decir. Es verdad que es hipotética, porque no tenemos el texto; pero la validez de estos estudios, a mi modo de ver, se manifiesta en la media en que iluminan o resuelven dificultades que tenemos en el texto griego.

— Pero no nos deje con la curiosidad insatisfecha. ¿Qué diría el original arameo de ese pasaje?

— Es una afirmación donde Jesús dice que el Hijo del hombre no sea agradecido por lo que ha hecho, sino Dios. O sea, viene a decirles que den gloria al Señor. Es Dios Padre quien ha hecho posible esta resurrección. No es un mandato de silencio.

— En su reciente libro, propone soluciones a textos oscuros, o a divergencias entre los evangelistas, en los relatos de la pasión de Cristo, recurriendo al sustrato arameo. ¿Podría mencionar algún caso?

— Por ejemplo, un tema que ha sido muy debatido es el famoso privilegio pascual, el derecho que tenía el pueblo judío cada Pascua de que le liberaran el preso que pidiera. No tenemos ningún testimonio en las fuentes judías o paganas. Que no lo haya en las paganas, pase; pero que tampoco aparezca en las judías es muy sorprendente. Los únicos que hablan de este privilegio pascual son los evangelios, en el texto griego. Lucas no dice nada, pero Mateo, Marcos y Juan lo afirman.

“En los textos evangélicos hay huellas, no solo de palabras y expresiones, sino también de formulaciones, de ritmos, etc.”

Desde la lectura semítica se ve con claridad que no se alude a una costumbre, sino a un hecho concreto, y Marcos, cuando menciona una costumbre, se refiere a la que tenía el pueblo de presentar al prefecto o gobernador ciertas peticiones o exigencias. El pueblo se reunía en el pretorio y gritaba exigiendo que se les concediese tal o cual cosa. Y de eso sí tenemos muchos ejemplos en las Antigüedades judías de Flavio Josefo. En el libro muestro que, desde el sustrato semítico, tal costumbre de liberar un preso cada Pascua tampoco existe.


Un manuscrito bíblico.


Un manuscrito bíblico es una copia escrita a mano de una porción de texto de la Biblia. La palabra biblia proviene del griego biblia (libros); manuscrito viene del latín manu (mano) y scriptum (escrito). El manuscrito original (el pergamino original que físicamente escribió el autor) es llamado autógrafo. Los manuscritos bíblicos varían en tamaño: desde los diminutos rollos que contienen versos individuales de escrituras judías hasta los grandes códices políglotas (libros multilenguajes) que contienen ambos, la Biblia hebrea (Tanaj) y la griega cristiana (Nuevo Testamento), así como las obras extracanónicas.


El estudio de los manuscritos bíblicos es importante porque las copias manuscritas de los libros pueden contener errores. La ciencia de la crítica textual intenta reconstruir el texto original de los libros, especialmente de aquellos publicados antes de la invención de la imprenta.


Los manuscritos de la Biblia Hebrea (o Tanaj)


El Códice de Alepo (c. 920 d.C.) y el Códice de Leningrado (c. 1008 d.C.) son los manuscritos más antiguos en lenguaje hebreo del Tanaj. En 1947 se encontraron en Qumrán los rollos del Mar Muerto y con ese descubrimiento los códices manuscritos completos más antiguos del Tanaj se dataron de un milenio antes (ver Tanaj en Qumrán). Antes de este descubrimiento, los manuscritos existentes más antiguos del Antiguo Testamento estaban en griego en manuscritos como el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico. De los aproximadamente 800 manuscritos encontrados en Qumrán, 220 son del Tanaj. Se representan todos los libros del Tanaj, excepto el Libro de Ester; sin embargo, la mayoría son fragmentos. Notablemente existen dos rollos del Libro de Isaías, uno completo (1QIsa), y uno aproximadamente un 75% completo (1QIsb). Esos manuscritos generalmente datan entre 150 a. C. a 70 d. C.

Los antiguos escribas judíos desarrollaron muchas prácticas para proteger las copias de sus escrituras de los errores.


Manuscritos del Nuevo Testamento.

Las partes del Nuevo Testamento han sido preservadas en más manuscritos que cualquier otra obra antigua, teniendo más de 5800 manuscritos griegos completos o fragmentados, 10000 manuscritos en latín y 9300 manuscritos en muchos otros lenguajes antiguos incluyendo siríaco, eslavo, gótico, etíope, copto y armenio. Las fechas de esos manuscritos oscilan desde 125 (el manuscrito de John Ryland, P52; el fragmento más antiguo de una copia del Evangelio de Juan) hasta la introducción de la imprenta en Alemania en el siglo XV.

 La gran mayoría de esos manuscritos datan de después del siglo X. Porque hay más manuscritos del Nuevo Testamento que cualquier otro escrito (solamente tenemos 10 copias de 'Las Guerras Gálicas' de Julio César), los Apologistas cristianos como Josh Mcdowell y Norman Geisler afirman que para cualquier literatura, el Nuevo Testamento es un testimonio confiable al texto original.
El Erudito textual Bart D. Ehrman no está de acuerdo: 
"Es verdad, claro, que el Nuevo Testamento es abundantemente atestiguado en los manuscritos producidos a través de las edades, pero la mayoría de esos manuscritos son de muchos siglos después de los originales, y ninguno de ellos es perfectamente fiel. Todos ellos contienen errores - en total muchos miles de errores. No es tarea fácil reconstruir las palabras originales del Nuevo Testamento...".​ 

En referencia a la evidencia textual del Nuevo Testamento, Bruce M. Metzger escribió,
En evaluación a esas estadísticas significantes... se debe considerar, por el contrario, el número de manuscritos que presentan el texto de los clásicos antiguos. La Ilíada de Homero... esta conservada en 457 papiros, 2 manuscritos en Unciales, y 188 manuscritos en Minúscula. Entre las tragedias, los testimonios de Eurípides son los más abundantes; sus obras existentes están preservadas en 54 papiros y 276 manuscritos en pergamino, casi todos de fecha posterior a partir del período bizantino... el tiempo entre la composición de los libros del Nuevo Testamento y las primeras copias existentes es relativamente breve. En lugar de un lapso de un milenio o más, como es el caso de unos cuantos autores clásicos, se conservan varios manuscritos en papiro de las porciones del Nuevo Testamento las cuales fueron copias dentro de un siglo o más después de la composición de los documentos originales".
Cada año, se descubren varios manuscritos escritos en el formato original griego. Uno de los últimos hallazgos importantes fue en 2008, cuando fueron descubiertos 47 manuscritos nuevos en Albania; por lo menos 17 de ellos desconocidos por los eruditos occidentales.
Cuando se compara un manuscrito con otro, con la excepción de los fragmentos más pequeños, no existen dos copias totalmente de acuerdo en todo. Nótese, sin embargo, que una única diferencia impide un acuerdo. Se ha registrado un estimado de entre 400.000 variaciones entre todos estos manuscritos (del siglo II al siglo XV), que son más que palabras en el Nuevo Testamento. Esto es menos importante de lo que parece, ya que es una comparación a través de las fronteras lingüísticas. Las estimaciones más importantes se centran en la comparación de los textos en idiomas. 
Esas variaciones son considerablemente menos. La gran mayoría de estos son errores accidentales realizados por los escribas, y son fácilmente identificables como tales: una palabra omitida, una línea duplicada, una falta de ortografía, un reordenamiento de palabras, etc. Algunas variaciones implican cambios aparentemente intencionales, que a menudo hacen más difícil la determinación de si fueron correcciones de ejemplares mejores, armonizaciones entre las lecturas, o motivaciones ideológicas. Paleografía es el estudio de la escritura antigua, y la crítica textual es el estudio de los manuscritos con el fin de reconstruir un texto original probable.

La dificultad en todo esto, sin embargo, es de donde vienen los manuscritos. A menudo, y especialmente en los monasterios, un conjunto es poco menos que un centro de reciclaje de manuscritos antiguos en donde las copias imperfectas e incompletas fueron almacenadas mientras el monasterio o escritorio decidió que hacer con ellas. Existieron varias opciones. La primera era simplemente "borrar" el manuscrito y reusarlo. Esto era muy común en el mundo antiguo e incluso hasta en la Edad Media; tales manuscritos eran llamados palimpsestos. El palimpsesto más famoso es probablemente el Palimpsesto de Arquímedes. Si esto se hacía dentro de un período corto de tiempo después que el papiro era fabricado, entonces el borrado era menos posible, ya que el papiro podría deteriorase y por lo tanto ser inservible. Cuando el lavado no era una buena opción, la segunda opción era quemarlo (puesto que contenía las palabras de Cristo y los apóstoles, profetas y santos, ellos pensaron que habían tenido un nivel más alto de santitad que la literatura secular.9​) Quemarlos era considerado más reverente que simplemente tirarlos en el basurero más cercano, a pesar de que no era algo inaudito como en el caso del Oxirrinco 840). 
La tercera opción era simplemente dejarlos en lo que se conoce como una tumba de manuscritos. Cuando los eruditos vienen a los depósitos de manuscritos, por ejemplo aquel en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí (la fuente del Códice Sinaítico), o el Monasterio San Sabbas más allá de Belén, no encuentran bibliotecas, pero si almacenes de textos rechazados9​ (en ocasiones, curiosamente, los guardan en cajas o estantes de las bibliotecas, debido a las limitaciones de espacio). Esos textos fueron inaceptables por sus errores escribas y contenías correcciones entre las líneas10​ lo que es una posible evidencia de que los escribas del monasterio los compararan a lo que debería haber sido un texto maestro. Luego, los textos considerados completos y correctos, se habrían deteriorado debido a un uso intensivo y/o habían desaparecido folios, entonces serían colocados en esos depósitos. Una vez en un depósito, los insectos y la humedad contribuirían mucho al deterioro continuo de los documentos.
Los textos copiados completa y correctamente por lo general serían puestos en uso, y así generalmente se desgastarían con bastante rapidez, lo que requeriría recopiado repetitivo. Además, porque el copiado de los manuscritos era altamente costoso cuando requería atención de un escriba por extensos períodos, un manuscrito podría hacerse solo por encargo, en estos casos la medida del pergamino, la escritura usada, algunas ilustraciones (elevando el costo efectivo), o si se trataba de un libro o una colección de varios, etc. sería determinado solo por los comisionados al trabajo. La idea de almacenar copias adicionales, probablemente habría sido considerada como el mejor desperdicio e innecesario, ya que la forma y la presentación de un manuscrito fueron más veces no personalizado a los gustos estéticos del comprador. Esto es parte de la razón por la que es más probable que los eruditos encuentren segmentos incompletos de manuscritos incompletos, y a veces contradictorios, más bien que obras grandes consistentes y completas.

Distribución de los manuscritos griegos por siglo

Manuscritos del Nuevo TestamentoLeccionarios
SigloPapirosUncialesMinúsculasUncialesMinúsculas
II2----
II/III51---
III282---
III/IV82---
IV1414-1-
IV/V88---
V236-1-
V/VI410---
VI751-3-
VI/VII55-1-
VIII828-4-
VII/VIII34---
VIII229-22-
VIII/IX-4-5-
IX-53131135
IX/X-14-1
X-1712410838
X/XI-3834
XI-142915227
XI/XII--33-13
XII--5556486
XII/XIII--26-17
XIII--5474394
XIII/XIV--28-17
XIV--511-308
XIV/XV--8-2
XV--241-171
XV/XVI--4-2
XV--136-194


Transmisión


La tarea de copiar manuscritos generalmente fue hecha por los escribas, quienes fueron calificados profesionales en las artes de escritura. Algunos manuscritos también fueron corregidos, y los eruditos que examinan cuidadosamente un texto pueden a veces encontrar lo original y las correcciones comparadas con manuscritos confiables. En el siglo VI, una sala especial dedicada llegó a utilizar la práctica de escritura de manuscritos e ilustraciones llamada Scriptorium, típicamente dentro de lo monasterios medievales europeos. A veces un grupo de escribas harían copias al mismo tiempo como una lectura individual del texto.​


Construcción de los Manuscritos


La preservación es una cuestión importante. Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento fueron escritos en papiro, hechos de una caña que creció abundantemente en el Delta del Nilo egipcio. Esta tradición continuó hasta finales del siglo XVIII.​ El papiro eventualmente se convierte en frágil y se deteriora con la edad. El clima seco de Egipto permite que algunos manuscritos en papiro sean preservados parcialmente, pero, con la excepción del P77, no existen manuscritos en papiro del Nuevo Testamento completos; muchos consisten en una única hoja fragmentada.​ No obstante, a principios del siglo IV, el pergamino (y en ocasiones la vitela, un tipo particular de pergamino) vino a ser el medio común para los manuscritos del Nuevo Testamento.​ No fue hasta el siglo XII que el papel (hecho de algodón o fibras de plantas) fue inventado en el siglo I en China, comenzó a ganar popularidad en los manuscritos bíblicos.​

De los 476 manuscritos no-Cristianos fechados al siglo II, el 97% de los manuscritos están en la forma de rollos; sin embargo, los 8 manuscritos cristianos son códices. De hecho, la mayoría de los manuscritos del Nuevo Testamento son códices. La adaptación de la forma de códice en los textos no Cristianos no se convirtió en la dominante hasta los siglos IV y V, mostrando una preferencia de esta forma entre los Cristianos primitivos.​ El considerable tamaño de algunos libros del Nuevo Testamento (como las Epístolas de Pablo), y el mismo Nuevo Testamento, no fue adecuado al limitado espacio disponible en un rollo; en contraste a un códice que podría ser expandido a cientos de páginas.


Letra y otras características.


La escritura encontrada en los manuscritos del Nuevo Testamento varía. Una manera de clasificar la escritura es por formalidad: libro-a-mano contra cursiva. Lo más formal, las obras griegas literarias fueron frecuentemente escritas incluso con un estilo distintivo, letras capitales. Menos formal la escritura consistió de letras cursivas, las cuales podrían ser escritas rápidamente. Otra manera de dividir la escritura es entre uncial (o mayúscula) y minúscula. Las letras unciales fueron consistentemente altas entre la línea de la base y la línea más alta, mientras las letras minúsculas tenían ascendentes y descendentes que se trasladaron entre la línea de la base y la asta ascendente. Generalmente hablando, las mayúsculas eran más antiguas que las minúsculas, con una línea divisoria aproximadamente en el siglo XI.


Los manuscritos más antiguos tuvieron difícilmente, si acaso, puntuación o marcas. Los manuscritos también carecían de espacios entre palabras, así que las palabras, oraciones y párrafos serían una cadena continua de letras (escritura continua), frecuentemente con saltos de línea en la mitad de las palabras. Se reducían los esfuerzos costosos, y era una manera de reducir el número de páginas que eran usadas para ahorrar espacio. Otro método empleado fue abreviar las palabras frecuentemente, como la nomina sacra. Sin embargo se envolvió el palimpsesto, un manuscrito que era reciclado de un manuscrito más antiguo. Los eruditos utilizando un cuidadoso examen a veces pueden determinar que fue originalmente escrito en el material de un documento antes de que fuera borrado para prepararlo para un texto nuevo (por ejemplo el Códice de Efrén Reescrito y el Palimpsesto Sinaítico


Los libros originales del Nuevo Testamento no tienen títulos, encabezamientos, o divisiones en los versículos y capítulos, Esos fueron desarrollados años después como "ayuda para los lectores". Las Secciones Amonianas fueron un sistema antiguo de división escrita al margen de muchos manuscritos. Los Cánones de Eusebio fueron una serie de tablas que agruparon historias paralelas entre los evangelios. Después 400 fueron usados κεφαλαια.


Los manuscritos vinieron a ser más floridos en los últimos siglos, desarrollaron una tradición rica los manuscritos ilustrados incluyendo los famosos Evangelarios irlandeses, el Libro de Kells y el Libro de Durrow.


Catalogación.


Erasmo de Rotterdam compiló la primera edición impresa del Nuevo Testamento en Griego en 1516, basando su trabajo en varios manuscritos porque el no tenía una obra única completa y porque cada manuscrito tenía pequeños errores. En el siglo XVIII Johann Jakob Wettstein fue uno de los primeros eruditos bíblicos que inició la catalogación de manuscritos bíblicos. El dividió los manuscritos basado en la escritura utilizada (uncial, o minúscula) o formato (leccionarios) y basados en contenido (Evangelios, Cartas de Pablo, Hechos + Epístolas generales, y el Apocalipsis). Le asignó las letras unciales y minúsculas y números leccionarios a cada grupo de contenido, lo cual resultó en que los manuscritos estivieran asignados a la misma letra o número.


Para los manuscritos que contienen todo el Nuevo Testamento, como el Códice Alejandrino (A) y el Códice de Efrén Reescrito (C), las letras corresponden a agrupaciones. Sin embargo, de manera significativa, un manuscrito antiguo tal como es el Códice Vaticano Griego 1209 (B), el cual no contiene Revelación, la letra B también se le asignó a un manuscrito de finales del siglo X, creando así confusión. Constantin von Tischendorf encontró una de las copias completas de la Biblia más antiguas, el Códice Sinaítico, más de un siglo después fue introducido el sistema de catalogación de Wettstein. Porque sintió que el manuscrito era muy importante, Von Tischendorf le asignó la letra hebrea álef (א). Eventualmente fueron encontrados muchos unciales en los que todas las letras del alfabeto latino habían sido usadas, y los eruditos se pasaron primero al alfabeto griego, y empezaron reutilizando caracteres agregándoles una letra superíndice. También existió confusión en las Minúsculas, en donde hasta siete manuscritos diferentes podrían tener el mismo número o un manuscrito individual del Nuevo Testamento Completo podría tener 4 números diferentes para describir las diferentes agrupaciones.


Von Soden


Hermann, Freiherr von Soden publicó un sistema de catalogación complejo para los manuscritos en 1902-10.​ El agrupó los manuscritos basados en el contenido, asignándoles un prefijo griego: δ para el Nuevo Testamento completo, ε para los Evangelios, y α para el resto de partes. Esta agrupación, sin embargo, fue deficiente porque algunos grupos de manuscritos en δ no contenían Revelación, y varios manuscritos agrupados en α contenían ya sea las epístolas generales o las Epístolas de Pablo, pero no ambas. Después el prefijo griego, Von Soden le asignó un numeral que aproximadamente correspondía a la fecha (por ejemplo en δ1-δ49 estaban antes del siglo X, δ150-δ249 para el siglo XI). Este sistema resultó ser problemático cuando los manuscritos eran re-fechados, o cuando eran descubiertos más manuscritos que el número de espacios asignados a un siglo exacto.


Gregory-Aland


Caspar René Gregory publicó otro sistema de catalogación en 1908 en Die griechischen Handschriften des Neuen Testaments, el cual es el sistema aún en uso hoy. Gregory dividió los manuscritos en 4 grupos: papiros, unciales, minúsculas y leccionarios. Esta división es en parte arbitraria. El primer grupo está basado en el material físico (papiro) usado en los manuscritos. Las segundas dos divisiones están basadas en escritura: uncial y minúscula. El último grupo está basado en contenido: leccionario. La mayoría de los manuscritos en papiro y los leccionarios antes del año 1000 eran escritos en unciales. Sin embargo, existe algo de coherencia en que la mayoría de los papiros son muy antiguos porque el pergamino vino a reemplazar al papiro en el siglo IV (aunque el último papiro data al siglo XVIII). De manera similar, la mayoría de los unciales datan antes del siglo XI, y la mayoría de las minúsculas después.


Gregory le asignó a los papiros un prefijo de la letra P, frecuentemente escrita en escritura de letra gótica (n), con un número superíndice. A las unciales se les dio un prefijo del número 0, y las letras establecidas para los manuscritos mayores, conservadas por la redundancia (p.ej. el Códice Claromontano está asignados a ambos 06 y D). A las minúsculas se les dio números simples, y los leccionarios fueron pecedidos con la l frecuentemente escrita el carácter (). Kurt Aland continuó la catalogación de Gregory a través de los 1950s y más allá. Por ello, el sistema de numeración frecuentemente se refiere a "la numeración Gregory-Aland". Los manuscritos más recientes agregados a cada grupo son 12403182882, y  2281. Debido al legado y porque algunos manuscritos que inicialmente eran numerados separadamente se descubrió que eran del mismo códice, hay algo de redundancia en la lista (por ejemplo el Papiro Magdalena tiene ambos números  y ).


La mayoría de la crítica textual del Nuevo Testamento concuerda con los manuscritos griegos porque los eruditos creen que los libros originales del Nuevo Testamento fueron escritos en griego. Sin embargo, el texto del Nuevo Testamento también se encuentra, a la vez traducido en manuscritos de muchos diferentes idiomas (llamados versiones), y citado en manuscritos de los escritos de los Padres de la Iglesia. En el aparato crítico del Nuevo Testamento griego, se le asigna una serie de prefijos designados a versiones diferentes de idiomas (it para latín antiguo, letras minúsculas para los distintos manuscritos en latín antiguo, vt para la Vulgata, lat para latín, sys para Palimpsesto sinaítico syc para los evangelios curetonianos, syp para la Peshitta, co para Copto, ac para Akhmimic (Panápolis), bo para Bohairic, sa para Sahidic, arm para Armenio, geo para Georgiano, got para Gótico, aeth para Etíope, and slav para el Eslavo Eclesiástico antiguo.)


Fechado de los manuscritos del Nuevo Testamento.


Los libros de Nuevo Testamento parecen haber sido completados en el Siglo I. Sin embargo, los manuscritos originales de los libros del Nuevo Testamento no sobrevivieron hasta hoy. Los Autógrafos fueron perdidos o destruidos hace mucho tiempo. Los que sobreviven son copias de los originales. Generalmente hablando, esas copias fueron hechas siglos después de las originales, de otras copias más bien que de las autógrafas. La Paleografía, una ciencia para fechar los manuscritos por medio de análisis tipólógicos de sus escrituras, es la más precisa y objetiva conocida para determinar la edad de un manuscrito. 

Los grupos de escritura pertenecen tipológicamente a su generación; y los cambios pueden ser notados con gran precisión dentro de períodos de tiempo relativamente cortos. La datación de un material manuscrito por una prueba de radiocarbono requiere que una pequeña parte del material sea destruido en el proceso; es menos preciso que el fechado de la paleografía. Ambos fechados, radiocarbono y paleográfico únicamente dan un rango de fechas posibles, y aún es objeto de debate hasta que punto puede ser este rango. El fechado establecido por la datación de radiocarbono puede presentar un rango de 10 a 100 años. De manera parecida, el fechado establecido por la paleografía puede presentar un rango de 25 a 125 años.​


Primeros manuscritos existentes.


El primer manuscrito de un texto del Nuevo Testamento es un fragmento del Evangelio de Juan del tamaño de una tarjeta de visita, el Papiro 52 de la Biblioteca de Rylands, el cual data de la primera mitad del siglo ii. Las primeras copias de un libro del Nuevo Testamento aparecen cerca del año 200, y la copia completa más antigua del Nuevo Testamento, el Códice Sinaítico data del Siglo IV.

La siguiente tabla enlista los testimonios manuscritos primitivos existentes de los libros del Nuevo Testamento.


Libro

El Manuscrito
más antiguo existente

Fecha

Condición

Mateo

P, P,P

c. 200

Fragmentos

Marcos

P

c. 250

Fragmentos 

grandes

Lucas

P, P

c. 200

Fragmento

Juan

P

c. 125-160

Fragmento

Hechos

P, P, P P

Principios del siglo III

Fragmento

Romanos

P

c. 175-225

Fragmentos

1 Corintios

P

c. 175-225

Fragmentos

2 Corintios

P

c. 175-225

Fragmentos

Epístola a los gálatas

P

c. 175-225

Fragmentos

Epístola a los efesios

P

c. 175-225

Fragmentos

Epístola a los filipenses

P

c. 175-225

Fragmentos

Epístola a los colosenses

P

c. 175-225

Fragmentos

1 Tesalonicenses

P

c. 175-225

Fragmentos

2 Tesalonicenses

P

Siglo III/IV

Fragmento

1 Timoteo

א

c. 350

Completo

2 Timoteo

א

c. 350

Completo

Tito

P

c. 200

Fragmento

Filemón

P

Siglo III

Fragmento

Hebreos

P

c. 175-225

Fragmentos

Santiago

PP

Siglo III

Fragmento

1 Pedro

MS 193

Siglo III

Fragmentos

2 Pedro

P

Siglo III/IV

Fragmentos

1 Juan

P

Siglo III

Fragmento

2 Juan

0232

Siglo III/IV

Fragmento

3 Juan

א

c. 350

Completo

Judas

P

Siglo III/IV

Fragmentos

Revelación

P

Siglo ii

Fragmento

Revelación

P

Siglo III

Fragmento


Crítica textual


La necesidad de aplicar la crítica textual a los libros del Nuevo Testamento surge por dos circunstancias: ninguno de los documentos originales es exacto, y las copias existentes difieren una de otra. La crítica textual pretende comprobar de diversas copias cual de los textos debería ser considerado como el más cercano conforme al original.​ El Nuevo Testamento ha sido preservado en tres manuscritos tradiciones de manuscrito principales: los del siglo IV tipo textual alejandrino, el tipo textual occidental, también muy cercano, pero propenso a parafrasear y a otras corrupciones; y el tipo textual bizantino, el cual incluye cerca del 80% de todos los manuscritos, la mayoría comparativamente avanzada en la tradición.

Desde mediados del siglo XIX, el eclecticismo, en el que no hay una prioridad parcial a un solo manuscrtito, ha sido el método dominante de edición al texto griego del Nuevo Testamento (actualmente, Las Sociedades Bíblicas Unidas, 4a. ed. y Nestle-Aland, 27a ed.). En la crítica textual, el eclecticismo es la práctica de examinar un número amplio de testimonios textuales y seleccionar la variante que parece mejor. El resultado del proceso es un texto con lecturas elaboradas de varios testimonios. En un enfoque puramente eclético, no es favorecido teoréticamente un solo testimonio. En cambio, la crítica forma opiniones sobre testimonios individuales, se apoya en ambas evidencia, interna y externa. Aun así, el manuscrito más antiguo, siendo los del tipo textual alejandrino, son los más favorecidos, y el texto crítico tiene una disposición alejandrina.​ Las traducciones modernas del Nuevo Testamento se basan en esas copias.



Manuscritos existentes del Tanaj.






Versión

Ejemplos

Lenguaje

Fecha de Composición

Antigua Copia

Rollos del Mar Muerto

Tanaj en

 Qumrán

Hebreo, 

paleohebreo

 y Griego (Septuaginta)

c. 150 a. C. - 70 d. C.

c. 150 a. C. - 70 d. C.

Rollo En-Gedi                                    Hebreo                                                                  150-350


Rollo de Levitico Hebreo 50 EC 100-250 EC

En-Gedi

Septua-

ginta

Códice 

Vaticano,

 Códice 

Sinaítico y

 otros papiros antiguos

Griego

300-100 a. C.

Siglo ii a. C. (fragmentos)

Siglo IV d. C.(completo)


Peshitta


Siríaco


principios

 del Siglo V d. C.


Vulgata

Códice

 Amiatino

Latín


principios 

del Siglo V d. C.

principios

 del Siglo viii d. C. (completo)


Masorético

Códice

 de Alepo, Códice de Leningrado y otros manuscritos incompletos

Hebreo

ca. 100 d. C.

Siglo X d. C.


Penta-

teuco sama-ritano


Alfabeto

 samaritano

200-100 a. C.

El manuscrito más antiguo existente se data del Siglo XI d. C., el manuscrito más antiguo disponible a los eruditos se data del Siglo XVI d. C.


Targum


Arameo

500-1000 d. C.

Siglo V d. C.



Caligrafía hebrea. 

Una letra y otra no pueden tocarse y deben tener
 la separación mínima del ancho de un cabello


El sofer 


(en hebreo: סופר סת”ם) es un escriba judío que tiene la facultad de transcribir la Torá y los textos religiosos. 


Los soferim son expertos en el uso de la caligrafía hebrea, y su labor conlleva la observancia de ciertas normas de escritura muy precisas en todo aquello que está relacionado con las formas y el trazado de las letras hebreas, así como con los instrumentos que se emplean.

Una mayoría de los sofrim locales se forma en Israel, donde se otorgan los títulos oficiales válidos en todo el mundo. En la ortodoxia, no hay mujeres escribas por argumentaciones de “purificación ritual”.


Diccionario.


sofer

1. Hist. En la tradición judía, persona que sabía leer y escribir.

De su significado inicial pasó, más tarde, a designar al escribano real, encargado de los archivos y redacción de documentos, para finalmente ir denominando a los que interpretaban la ley.

2. Hist. Durante la Edad Media, escribano o notario de las aljamas de los judíos, dotado de conocimientos en el derecho hebreo y encargado de redactar las escrituras relacionadas con la ley judía, especialmente las relacionadas con los matrimonios y los testamentos.



Mendy Yanklewicz: “La pluma debe ser de pavo; la tinta, vegetal, y el cuero, vacuno”.


Mendy Yanklewicz es rabino en el Hogar LeDor VaDor, integrante de la Fundación Jabad Lubavitch y escriba especializado actualmente en mezuzá y tefilín. Durante una época, se dedicó a la restauración de libros de la Torá. “La labor del escriba siempre es la copia de las escrituras de la Torá, partes bíblicas, una tradición escrita de copia de lo anterior. Sofer viene de la palabra mispar, que significa número, porque en su trabajo hay que contar si el texto tiene una letra de más o de menos, y si están bien. Sería un contador”, explica el experto.

Las normas de escritura varían entre las distintas comunidades judías y hay varias caligrafías para cada artículo religioso, que depende de dónde estuvo el judío por su paso diaspórico. “La letra en hebreo asirio tiene diferentes interpretaciones en relación a cómo escribirlo. Yo me especializo en la escritura cabalística, parte mística de la Torá”, explica Mendy, que es uno de los principales referentes de su comunidad.

Aficionado al dibujo desde chico, trabaja sobre un tablero inclinado o una mesa. Asume la labor, como sus colegas, como un ritual. Frente al tintero y sobre el cuero preparado para recibir la tinta (si tiene algo de pelo, se lo lija para emparejarlo), pronuncia una frase en hebreo antes de entregarse, con concentración y bajo el llamado “precepto” o intención, al copiado del texto.

Yanklewicz lleva casi la mitad de sus 40 años dedicado al oficio. La mano se despliega y escribe desde cada renglón, trazado previamente sobre el pergamino, hacia abajo, de derecha a izquierda. “Toda la escritura sacra tiene que ser escrita por una persona. Tiene que haber una concentración en aras del precepto”, señala.

La escritura de una mezuzá puede llevar de dos a cuatro horas. El texto se revisa dos veces cada siete años, tras guardarse sellado, para comprobar si las letras no se unieron por el pliego del cuero o se borraron por la humedad y si es necesario restaurarlas. Hay situaciones en que se pueden corregir y otras en que no.

En la casa de Mendy, se multiplican los libros de caligrafía. “Se debe saber cómo tiene que ser la letra, qué pasa si está medio rara. No es solo copiar figuritas, y hay que conocer las formas de las letras, cómo se hace el cuero, la tinta, bases teóricas, cómo es el tema del nombre de dios, si se puede borrar o no”, señala. Y explica que hay siete nombres para referirse a dios, según sus cualidades: “El nombre especial de dios es muy largo y no se pronuncia, de 26 letras. Los siete nombres no se pueden borrar”, apunta.


Escribir un Sefer Torá, con sus 250 columnas, puede llevar un año. Es kasher (a diferencia de una torá impresa) y se conserva en los templos. Con el tiempo, se deteriora, por lo que un sofer especializado verifica si puede restaurarse o si pueden reescribirse aquellos fragmentos sustituibles mediante el cosido al conjunto del libro de nuevas hojas de pergamino. “Cuando la letra se pone roja ya no sirve, cuando se empiezan a unir las letras y se forman otras letras, tampoco. Hay una forma de poder arreglarlas, a vece se van cayendo”, explica el escriba.


Un Sefer Torá es un encargo costoso, por el tiempo que se le dedica y la inversión en materiales. Puede rondar los 30.000 dólares. “Se puede tardar un año en escribirlo si hacés una columna por día. Algunos son más ágiles y en seis meses lo terminan, pero una vez que lo finalizás, otro sofer lo revisa con una especie de escáner, letra por letra. Cuando se entrega a una institución, se hace una fiesta, porque el texto entra en vigencia”, explica Mendy. Y comenta que se ha estudiado la posibilidad de que un brazo robótico ejecute la escritura, descartándose generalmente esta opción por el requisito de que debe ser un ser humano quien lo realice, “con su fuerza, intención y movimiento”.


Los sofer escriben con plumas de pavo talladas (se dice que hacerlo con una de metal acorta la vida) y la tinta debe proceder de insumos vegetales. El soporte siempre es cuero vacuno, no puede ser papel. A ese cuero los escribas le hacen renglones, por un tema de ley. Se calcula cada renglón con seis espesores y medio de pluma, para que no se una el techo de una letra con el cielo de la de abajo. Entre letra y letra la distancia debe ser “de un pelito como mínimo”, y entre palabra y palabra, de un espesor de pluma. Se sigue una caligrafía establecida y, si hay una letra que “salió medio rara o no se puede ver bien, se le lleva a un chico de siete años y él determina. Puede ser que esté mal y se pierde todo el trabajo”.


Mendy recibe numerosos encargos, también del extranjero. En algunos casos, los escribas venden a través de Internet, para particulares y comercios. “Uno pone el alma en esto, porque son artículos religiosos que influyen sobre otras personas. La escritura manual de libros se perdió, pero hay tradiciones que se conservan. Es parte de nuestro ADN como pueblo y tiene algo que no tiene una máquina: espiritualidad y misticismo. Lo místico siempre habla de un pensamiento (hacer un artículo religioso), un habla (el precepto) y una acción (la escritura manual), no sería lo mismo que presionar enter. Creo que la tradición va a seguir por los siglos de los siglos. Un escriba es un canal hacia lo sagrado. El primero fue Moisés, que bajó del monte Sinaí y legó sus escrituras”, explica el experto.


Sebastián Grimberg: “Hay un elemento que no puede faltar: la intención”


Sebastián Grimberg, de 43 años, es director comunitario y líder espiritual de la comunidad Bialik de Villa Devoto, especialista en la copia a mano de rollos de la Torá. Cuenta que, dentro del movimiento conservador al que pertenece, solo hay “dos escribas en el mundo” en actividad. Uno es él. Trabaja para distintos países y también escribe tefilín.


“El año pasado fue un boom en filacteria porque la pandemia le dio a mucha gente un giro hacia la espiritualidad. Me lo han pedido mucho para sus rezos cotidianos y los que no rezaban lo empezaron a hacer comprando este objeto”, cuenta quien lleva más de 15 años como sofer, es estudiante del Seminario Rabínico Latinoamericano y quien recorrió el continente con proyectos en distintas comunidades.


“La tarea de un sofer no es solo la de un copista, sino que en los últimos 3.300 años se fue transmitiendo de generación en generación nuestro libro fundante: cómo leerlo, cómo interpretarlo y cómo escribirlo, entonces hay cerca de cuatro mil leyes que los sofrim debemos manejar o conocer a los efectos de poder escribir de acuerdo a las normas que hacen a un texto sagrado”, apunta.


En su caso, estudió primero en Argentina y terminó de formarse en Israel. Sobre las leyes para escribir un Sefer Torá, según la comunidad a la que pertenece, apunta que “se debe reconocer el mejor pergamino, tienen que estar marcados los renglones con un punzón y el objeto con el que se escribe debe ser una pluma de algún ave kosher -apta para consumo-, caña u otros materiales. Luego la computadora se usa para revisar lo escrito mediante un software especializado que saca imágenes a columnas y hace reconocimiento de texto para indicar posibles errores”.


Sin embargo, recalca, hay un elemento que es “tan importante como todos los demás”: lo que en hebreo se conoce como kavaná, la intención, “tener la conciencia de la sacralidad de lo que se está haciendo”. Sobre ello, Sebastián señala: “Yo hoy escribo un libro de la Torá que va a ser utilizado por cientos de años y por miles de personas en sinagogas. Se dicen bendiciones sobre ese rollo, un chico dentro de cincuenta años celebrará su ceremonia al cumplir los 13, leerá de lo que yo estoy escribiendo hoy. Cada Sefer Torá puede durar unos cien años, aunque debe someterse a un mantenimiento. Las hojas de pergamino van cosidas con un hilo especial, que puede cortarse o romperse, pero se arregla, lo mismo que una zona donde se ha saltado o desvanecido una letra”, apunta.


El escriba indica que a finales del siglo XIX, cuando muchos judíos perseguidos llegaban a Argentina, venían en los barcos con una muda de ropa “y abrazados a los rollos de la Torá que traían de sus pueblos natales, lo más sagrado que tenían”. Hoy esos rollos están en las sinagogas, no se escribieron tantos desde entonces. En Bialik hay ocho, de los cuales uno fue escrito por Sebastián, el resto llegó con la inmigración. En Argentina, se calcula que puede haber cientos. Entre otros, destaca el Sefer Torá de Rodas, un histórico manuscrito que se conserva en el Museo del Holocausto y que sobrevivió a la Inquisición y al nazismo.


“No hay un máximo de vida útil para un Sefer Torá. Se puede ir corrigiendo y, si una hoja se dañó, se puede reemplazar por otra y puede llegar un momento en que no tenga nada del original, pero puede durar 150 o 200 años tranquilamente si está bien cuidado y mantenido. Los pergaminos más antiguos conocidos hoy son los famosos rollos del Mar Muerto”, añade el escriba.


El sofer explica que la fórmula de la tinta también es milenaria y el escriba puede fabricar su propia tinta, aunque generalmente se utilizan las producidas en tres o cuatro fábricas de Israel, “donde ya está probada la robustez que tienen y que se hacen con ingredientes parecidos a la tinta china, como goma arábiga, con productos naturales vegetales, principalmente con agallas de roble y otros árboles que, trituradas y mezcladas con otros elementos, generan el color con un brillo particular y eso las diferencia de la tinta china y de otras, perdura”.


Sobre el pergamino, que mide de medio a un tercio de milímetro, apunta que es cuero de vaca especial, no cualquier curtiente. Los hay de distintos tamaños, hoy ya más estandarizados, de más de 20 centímetros de alto.


En cuanto a la caligrafía, él mismo reconoce que su propia letra no es la misma a la de sus escritos de hace cinco años. “Cambia la motricidad fina”. Por otro lado, apunta que una letra y otra no pueden tocarse y deben tener la separación mínima del ancho de un cabello, pero no estar demasiado separadas como para que en el medio entre una letra chica. “Además, en hebreo hay letras parecidas unas de otras y no es lo mismo un sofer que recién empieza. Si se quieren letras más hermosamente formadas, se necesitará más tiempo”.


Grimberg, que se inició en el oficio en 2006, estima que dio vida a un total de unos seis millones y medio de letras tras copiar trece Sefer Torá, más de 3.000 mezuzot y unos 60 tefilín. “Se sigue escribiendo a mano porque una computadora carece de todo eso que el ser humano le puede aportar. Cada letra tiene una historia y el Sefer Torá une a la comunidad. Dentro de cien años, no voy a estar y, sin embargo, esto va a seguir de modo ritual”, expresa.


¿Qué diferencias percibe respecto al trabajo de un escriba de hace 500 años? “En sí, es exactamente igual, quizás cambia el acceso a determinadas herramienta”. Sebastián abre el tintero y, antes de escribir, pronuncia una intención en voz alta y repite oraciones cada vez que aparece en el texto a copiar el nombre de dios. La tinta tarda unos minutos en secarse y hay que prestar atención, porque si se corre, ya pasa a ser errónea. En su caso, prefiere escribir a la mañana o muy tarde a la noche, cuando logra mayor concentración. Trabaja con luces y lupas, bajo la mirada de un escriba de tiempos pasados que hace su trabajo a la luz de las velas en un retrato que cuelga en su lugar de trabajo.


Moshe Dahan: “Mi trabajo es el de curar un texto que está enfermito”


Moshe Dahan pertenece a la comunidad Jabad Lubavitch, de la línea ortodoxa, y explica que hay dos tipos de sofer, el que escribe y el que, además, revisa los textos que se deterioran con el tiempo y necesitan de restauración. Este último es su caso. En la práctica, se especializó en el revisado, hace años que no escribe. Su labor no incluye el uso de software. Revisa mezuzot y otros textos. No llegó a escribir Sefer Torá, pero ha revisado muchas, y cuenta con un título superior al de sofer, que requiere de mayores conocimientos de la ley.


A sus 54 años, lleva casi treinta de actividad y dedica unas seis horas diarias a la revisión de textos. Muchas veces es convocado por escuelas para enseñar a los más jóvenes la tarea del sofer. “Les digo que es el doctor que cura las mezuzot, que tengo un texto que está enfermito y lo curo”, menciona.


El escriba trabaja, asimismo, sobre un tablero, sobre el que extiende los textos con luz apropiada. “Reviso, miro letra por letra, tengo mis herramientas y con la tinta corrijo los caracteres. Reviso el pergamino y, en el tefilín, también las cajas. El Sefer Torá, cuando es muy viejo y hay daños irreparables, hay que reemplazar el paño por otro nuevo y, en las mezuzot, cuando tienen errores reparables, se reparan, cuando no, hay que mandar a escribir otro texto”.


Desde un plano místico, Moshe considera que su trabajo “puede ayudar a personas a corregir o resolver problemas de sus vidas. Los textos que revisamos tienen montones de palabras y a veces éstas o las letras están con un error y de pronto tienen relación con algo que le está pasando a la persona. Mi tarea es chequear que esté todo bien”, señala.


 


El Tanaj.


(del acrónimo hebreo תַּנַךְ tanaj), también conocido como Mikrá,nota 1​ es el conjunto de los veinticuatro libros sagrados canónicos en el judaísmo. Se divide en tres grandes partes: la Torá (Ley), los Nevi'im (Profetas) y los Ketuvim (Escritos). Los textos están escritos mayoritariamente en hebreo antiguo, aunque también hay pasajes en arameo antiguo (Libro de Daniel, Libro de Esdras, y otros). El texto hebreo tradicional recibe el nombre de texto masorético. El Antiguo Testamento católico y ortodoxo contiene siete libros no incluidos en el Tanaj, llamados Deuterocanónicos. Las traducciones de la Biblia que utilizan los grupos cristianos protestantes se adhieren al canon hebreo, o sea, solo treinta y nueve libros del Tanaj. Para los católicos y los ortodoxos, sin embargo, el Antiguo Testamento lo componen 46 libros en lugar de 24. Las Iglesias protestantes incluyen 39 libros en el Antiguo Testamento, omitiendo 7 libros conocidos como Deuterocanónicos. En ambos casos, las cifras derivan, al menos en principio, de una diferente repartición del conjunto del texto original.


I.-Torá.


Torá (תּוֹרָה Torah, lit., «instrucción, enseñanza, doctrina») es el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío; es llamada Pentateuco en el cristianismo;​ y At-Tawrat por los musulmanes, constituye la base y el fundamento del judaísmo. El término proviene de la raíz hebrea .י.ר.ה (Y.R.H.), que significa «acometer» y se halla etimológicamente ligado a las nociones de ley, enseñanza e instrucción Para el judaísmo, la Torá es la Ley. Según la tradición judía, involucra la totalidad de la revelación y enseñanza divina otorgada al pueblo de Israel. Considerando la importancia de Moisés en este proceso, ambas denominaciones a veces se refieren a la Torá como la Ley de Moisés, la ley mosaica, e incluso ley escrita de Moisés: dado que en el judaísmo, la Torá comprende tanto la ley escrita como la ley oral. Ello no es arbitrario dado que su sentido estricto, el término Torá se refiere específicamente a los cinco primeros libros bíblicos, el Pentateuco, al que se conoce también como los cinco libros de Moisés.​ En hebreo se denominan Jamishá Jumshéy Torá (חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה—"Los Cinco Quintos de la Torá"), más habitualmente se emplea la forma abreviada de esa expresión y se llaman y conocen entonces como el Jumásh (חֻמָּשׁ-"Quinto"). En su sentido más amplio, cuando el término Torá implica todos los libros de la Biblia hebrea, los judíos suelen denominarla "Tanaj" (תַּנַ"ךְ). Se trata de un acrónimo para designar a los 24 libros de la Biblia hebrea. El mencionado acrónimo es formado por tres consonantes, T-a-N-a-J, que son a su vez las iniciales de los términos hebreos que designan las tres secciones que forman la Biblia hebrea: T de Torá (Pentateuco), N de Nevi'im (Profetas) y J de Ketuvim (Escritos).


II.-Los Nevi'im


Los Nevi'im (del hebreo נְבִיאִים, ‘profetas’) es la segunda de las tres partes en que se divide el Tanaj (la Biblia hebrea, paralela al Antiguo Testamento de los cristianos); luego de la Torá hebrea (o Pentateuco, para los cristianos), y antes de los Ketuvim.


División de los libros de los profetas


Primeros libros mayores de los profetas


Libro de Josué

Libro de los jueces

Libro de Samuel (un solo tomo) 

Primer libro de Samuel

Segundo libro de Samuel

Libro de los reyes (un solo tomo) 

Primero libro de los reyes

Segundo libro de los reyes

 

Últimos libros mayores de los profetas


Libro de Isaías

Libro de Jeremías

Libro de Ezequiel


Doce libros menores de los profetas


Libro de Oseas

Libro de Joel

Libro de Amós

Libro de Abdías

Libro de Jonás

Libro de Miqueas

Libro de Najum

Libro de Habacuc

Libro de Sofonías

Libro de Hageo

Libro de Zacarías y

Libro de Malaquías.



III.-Ketuvim


Los Ketuvim (en hebreo: כְּתוּבִים, «Escritos») es la tercera de las tres partes en que se divide el Tanaj, luego de la Torá y los Nevi'im. Corresponde a los libros sapienciales del Antiguo Testamento cristiano más algunos libros históricos y proféticos.


División de los escritos


Los tres libros poéticos (o "Libros de la Verdad") (del hebreo סִפְרֵי אֱמֶ"ת, Sifrei Emet, también acrónimo de los nombres de los tres libros en hebreo):


Libro de los Salmos

Proverbios

Job

 

Los cinco rollos (meguillot), leídos cada uno en una festividad judía:


Cantar de los Cantares (se lee en Pésaj)

Rut (leído en Shavuot)

Lamentaciones (leído en el ayuno de Tish'á Be'av)

Eclesiastés (leído en Sucot)

Ester (leído en Purim)


Los libros históricos:


Daniel

Esdras y Nehemías

Crónicas (1º y 2º)

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