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domingo, 19 de agosto de 2012

108.-El juego de los abalorios o El juego de abalorios.-a


  

(título completo: El juego de los abalorios. Ensayo de biografía de Josef Knecht, 'magister ludi', seguido de los escritos que dejó; en alemán: Das Glasperlenspiel. Versuch einer Lebensbeschreibung des Magister Ludi Josef Knecht samt Knechts hinterlassenen Schriften) es una novela escrita por Hermann Hesse y publicada en 1943. Fue la última de sus obras editada en vida del autor, tres años antes de recibir el Premio Nobel de Literatura.
Ambientada en un tiempo futuro (en el siglo XXV o XXVI, dos mil años después de la existencia de san Benito de Nursia) en una provincia llamada Castalia dedicada por entero a la actividad intelectual, está narrada por un biógrafo que cuenta la vida de Josef Knecht, magister ludi (maestro de juegos) de la Orden del Juego de los Abalorios, un ejercicio intelectual que pretende relacionar todos los saberes de la humanidad. La obra tiene rasgos de novela utópica y también de novela de formación (en la tradición alemana de la bildungsroman).

El juego de los abalorios” de Hermann Hesse
.
Es ésta una novela…, iba a escribir “extraña”, pero prefiero el adjetivo de “curiosa”. Realizada cuando el nazismo triunfaba con todo su esplendor bélico, editada el año 1943. La novela se sitúa tres siglos y medio después. Tal perspectiva es importante tenerla en cuenta. También su contenido de índole ético al contraponer, sin que aparezca implícitamente la Tercer Reino Espiritual al Tercer Reich. Hermann Hesse fue un escritor comprometido con su sociedad, y es difícil pensar que se abstrajo más allá de un recurso literario. Sitúa la novela en una época posterior a la Era de las Guerras, época salvaje, de ardientes delirios y de odios bárbaros. Fueron días babilónicos. Fue necesario superar el caos, establecer una lengua común para lograr un orden nuevo.
Me ha parecido una obra monótona, que al final adquiere cierta emoción, da un “volantazo”, un giro y una reconsideración a toda la trama, pero sí veo en ella un gran valor literario, pues es capaz de crear el ambiente dentro de la novela, en la que se forma una atmósfera propia a la que el lector puede meterse. Algo en sí meritorio. Como hacer que algo inexistente aparezca como real, tal es el juego de abalorios, que en ningún momento aparece cómo es, en qué consiste, porque no es nada, pero crea todo un contexto en torno a él que lo da existencia, incluso hace que sea algo especial, fundamental para el mundo de Castalia.
Esta novela fue elegida para la tertulia anual que se celebra en León cada comienzo de verano, sobre una novela amplia. Expuse que me parece una novela con pocas aristas interpretativas, que da poco para el debate. Que se lee y bien, pero no mucho más. Entretiene, lleva consigo una reflexión, pero que se estira demasiado. Poco que ver con la intensidad narrativa y de ideas en las novelas de Hesse:
  “Demian”; “Sidharta”, “El lobo estepario”.
Los abalorios son piezas de colores, de un material trasparente, cristal o plástico, que se engarzan en un hilo uniendo las piezas. Tal parece que pueda ser una de las metáforas del juego, que veremos, aunque se trate de pasada en una obra tal alargada, extensa, pero en demasía. Se plantea que se ha llegado a tener demasiados conocimientos, pero aislados unos de otros. La ciencia va por su cuenta, la ética y filosofía por otros derroteros, menos experimentales y más teóricos, la biología por un lado, la Historia por otro. 
Lo que se plantea es relacionar todo ello. Mediante el hilo en el que se colocan las piezas una al lado de la otra. Por eso Hermann lo propone como una forma de conocimiento, a modo de metáfora. Es más un juego literario. Porque de otra manera no es posible asimilar todo este basto mundo de saber, que además nos plantea lo que somos y lo que podemos ser. De hecho advierte quien cuenta la historia de la mano de los manuscritos que encuentra:
 “Tampoco aspira nuestro ensayo a ser un manual de juego”.
 Genera así una sensación literaria. Se narran los apuntes tomados por un discípulo de José Knechet, que recogen la pequeña historia de este maestro del juego de abalorios, que fue atípico.
En todo esto podemos observar una de las causas de la destrucción del mundo más avanzado en ciencia, en tecnología a mediados del siglo XX y al comienzo, cuando la ciencia penetra en la dimensión del átomo, de la energía dando lugar a la visión de la relatividad del tiempo, de un universo que trasciende a la extensión y tiene forma, curvatura, y demás. Los avances en la medicina por el conocimiento desde la biología, en psicología, cuyos contenidos había que asimilar sobre el inconsciente, la conducta como un mecanismo que puede ser dirigida desde fuera del individuo. Hacía falta pensar, relacionar unas visiones con otras, la de occidente con el pensamiento oriental al que lleva la nueva física nuclear. El resultado de tal desquiciamiento fue la bomba nuclear y la destrucción.
«Las ideologías de todo ámbito sirven para “atar” el pensamiento, para “guardar” la realidad y no salirse de ella». 
La religión yo no servía como sí tuvo una función antaño para ofrecer una visión del mundo y de la existencia.

Alguien, dentro de la novela encuentra unos manuscritos, de un tal José Knecht, que ocupó un alto grado en una escuela de pensamiento cuyo nombre es Castalia. Llegó a ser maestro del juego, magister ludi. A través de las notas que se recuperan iremos conociendo su historia y la manera en que funciona ese lugar y cómo desde el mismo se ven los acontecimientos de siglos atrás, aquellos en las que se escribió la novela, para ver la violencia de lejos, como algo pasado y del pasado.
“Tan necesario de poner ante los ojos de los hombres como ciertas cosas cuya existencia no puede demostrarse ni es verosímil… acercarse al ser y a la posibilidad de nacer”, de esta manera se hace un preludio de lo que quiere guiar la historia que cuenta.
 Parte de que hay un orden general, sólo que no lo define. Lo va a ir construyendo a medida que la escuela de conocimiento espiritual, pero no metafísico lo va presentando.
Habla de una prehistoria espiritual, de la que evoluciona el juego de los abalorios. Éste lo define de varias maneras que iremos desentrañando:
 “Un juego con todos los contenidos y valores de nuestra cultura”
. Ayuda para la vida contemplativa. Los abalorios cuentan con “cuentas de vidrio de diversos tamaños y de varios colores y formas”; “los alambres corresponden a las rayas del pentagrama”. 
Con los abalorios se construían pasajes de obras musicales. El juego perdió influencia en los estudiantes de música, pero la adquirió en los que estudiaban matemáticas. De ahí el juego matemático astronómico. Y de arquitectura. Puede ser un idioma para cada ciencia. Pero desembocó en una disciplina austera monacal. Se imparten residuos de lo que fue una antigua cultura superior.
Este juego fue el poder de la universalidad. Si bien fue algo que le faltó en un principio. En torno a él quisieron crear un nuevo alfabeto y una filosofía total. Algo para los verdaderos hombres de espíritu que vale para la filosofía, la música, las matemáticas y el arte. Es ciencia y es arte a la vez. Para los jóvenes empezó a ser un entretenimiento. Algunos jugadores fueron religiosos de la iglesia católica que afrontó su realidad. 
Algún Papa intentó prohibir este juego. En cada país hubo un Consejo del Juego, coordinados por La Comisión Mundial de los Magistri. Fue la iglesia católica la potencia más antigua con la misión histórica de cuidar del espíritu y la paz, pero Castalia aparece ante la decadencia de la cultura para el cuidado de las ciencias y la educación.
Un anciano de la Escuela advierte al joven José de que no todos están de acuerdo con el juego de abalorios: 
“Hay quienes dicen que es un sucedáneo de las artes y que los jugadores son como literatos, que no deben ser considerados como intelectuales sino a modo de artistas que fantasean libremente y se divierten así”. Pero al mismo tiempo aman el juego porque ofrece peligros. 
Es la manera que tiene el autor de convertir algo inexistente en un contenido literario, al que el lector sigue el juego. Cristina Flanstain planteó en el trascurso de la tertulia (30 – VI – 2018 / León) sobre esta obra, que la novela es en sí un juego de abalorio. Por mi parte no lo veo así. Es una buena pista, pero pienso que le sirve de apoyo para plantear un mudo espiritual que sólo existe si es creado. Como dijera Unamuno:
  “Fe no es creer lo que no vemos, sino crear lo que no vemos”.
Otra característica del juego de abalorios es su universalidad y que sirve para conciliar la ciencia y las artes. ¿Cómo? A tal pregunta no se responde. Quien se haga esta pregunta verá una respuesta insolente, pero no por ello menos certera: Relaciónalo tú. Su sentido último en Castalia se enseña a muy pocos. Quieren preservar algo, pero quedan aislados: 
“Los castalios llevamos una vida de pájaros cantores criados artificialmente”.“Castalia es patria y destino”. 
Es lo que el protagonista va a querer romper. Otra cuestión que salió a lo largo de la tertulia es que el mundo de fuera no queda definido. Se presenta como una nebulosa, hasta el punto de que no se habla en aquel lugar de temas de actualidad política. Poco desvela la discusión o conversación-debate, entre Knecht y un antiguo compañero y amigo de éste. Ni siquiera se entrevé.
Para Plinio el juego de abalorios son asociaciones psíquicas. Es algo esteril. Sin embargo la ciencia lo incluye. Matemáticas, música y meditación. “Nuestro juego regio es en realidad una lingua sacra”. Habla de la vertiente esotérica del juego, su aspecto íntimo. Esto lo apunto Flanstain y yo lo contradice. Tuvo razón ella. Sin embargo no punta nada al respecto. Lo refiere de pasada. ¿Qué nos quiere sugerir con tantas contradicciones el autor y tanto señalar sin recalar en algo concreto? Tampoco abstracto.
Pasa a ver la experiencia del juego como algo deportivo, un divertimento para ciertas vanidades. Pero se pretende que abarque el universo entero.
 Incluso se plantean que en este juego “debe ser todo posible, incluso eventualidades de que determinada planta hable con el señor Linneo”.
 “Nuestro juego no es filosofía ni religión”.
De esta manera Hesse hace que el juego exista literariamente. “Constituye una disciplina propia”. Hay una asociación en Alemania que intenta reconstruir este juego, con lo que cuenta el libro. 
“No debemos convertir el juego de abalorios en quimeras cerebrales”.
El juego tiene una vertiente formal y otra psicológica, que incluye el aspecto pedagógico. Está relacionado con todas las demás disciplinas, siendo un símbolo y misterio, que también esconde su demonio al conducir al vacío y a la vanidad. Sus tres principios son:
  “La ciencia, el culto a la belleza y la meditación”
Es el juego de abalorios lo único que han inventado como propio en Castalia, por su estilo espiritual. ¿En qué consiste este juego? Relacionar distintos aspectos de la realidad, pero ¿cómo se hace? No hay respuesta porque para el autor lo importante no es la materialidad, sino la espiritualidad. Entra en un planteamiento zen, oriental, en el que los hechos se contemplan, pero no se ejecutan, no hace falta conocer, se miran sin más. Como en el Tao Te King, que Hesse ha leído y meditado sobre él: 
“El que hace no hace; quien no hace, hace”. 
Lo importante no es la forma de lo material, sino la oquedad, el vacío, como el vacío entre los radios de una rueda es lo que es útil. Es el vacío de la casa lo que hace que se pueda habitar, más que los muros y puertas. 
“El juego de abalorios es la parte terminal y más amenazada de nuestro edificio”, algo que José considera que se perderá en caso de conflictos, “aunque no se olvide, nadie podrá devolverlo a la vida”.
Por erigirse esta escuela de pensamiento y vida ese orden universal es una Orden. Como pilares de sus enseñanzas están la música y las matemáticas. Las leyes han de ser un poder que domine las almas y a los pueblos. Evitar así que desencadenen guerras, que parece se han extinguido. En verdad poco se sabe del mundo de fuera, sino algunas pinceladas al final, pero muy difusas. Llega a apuntar que es algo inferior.
De los tiempos pasados, nuestro presente, plantea de incertidumbre y falsedad de la vida espiritual. De la inautenticidad del arte, la decadencia moral, la corrupción. ¿Nos suena? Exceso de producción en el arte por aficionados. Inflación de los conceptos.
Una de las respuestas de esta nueva evolución es “la renuncia a la producción de obras de arte”. Algo que vemos entra en una carrera de vanidades y de especulación del precio, más que del valor de las obras. “La música perfecta proviene del equilibrio”. Otra cosa es “rumoroso efecto sonoro” como consecuencia de ignorar la esencia de la música. Debe fundamentarse en sus orígenes y sentido verdadero.
“No consiste sólo en el puro espíritu vibratorio”
Harán falta nuevos instrumentos. Para la música hacen falta las manos, no sólo el cerebro.
Lo externo de la civilización y la técnica necesitan una ética y honestidad de espíritu. La música clásica fue el extracto y la sustancia de Castalia. Este nombre viene de “Fuente Castalia”, cuyas aguas inspiran el genio poético. De niño el protagonista sobre el que se cuenta su vida estudió violín y laúd. 
“Para que dos personas se hagan amigas la vía más fácil es la música”. 
Llega a pensar en sus años de estudio en Castalia en fugarse para volver al mundo como músico y tocar en las bodas.
Consideran que escribir HISTORIA es literatura, a pesar de que se quiera ser objetivo:
 “El historiador no puede hacer otra cosa que juntar su obra con su vida, al ser dos mitades inseparables”. 
Por eso contar la historia de Knecht lleva una dosis de interpretación. De esta manera Hesse atrapa al lector, más allá de su contenido en la misma historia que narra, como si fuera verdadera. La Historia es algo odioso, vulgar demoníaco. 
“Su contenido no es otro que el egoísmo humano y la lucha por el poder, por el poder material, brutal, salvaje”; Es el avasallamiento de los más débiles por los más fuertes.
 Las artes y las religiones son fachadas ideológicas de la Humanidad.
La VOCACIÓN es una exigencia, pero a su vez lleva consigo cierto grado de culpabilidad. A veces ésta hizo que los discípulos se aficionasen tanto a ciertas artes, incluso al juego de abalorios, que hubo que prohibirlo para pudieran evolucionar y no quedarse atados a su quehacer. Hubo que echar a algunos de la escuela. El mundo de fuera no queda claro. A pesar de adquirir un protagonismo máximo al final de la novela, queda muy difuminado. Echar a alguien fue vivido como si muriera. Esto que sitúa como reflexión al comienzo adquiere relevancia al ir acabando la historia. Pero sucede sin emoción, con sorpresa sí, pero sin intensidad dramática.
Parece que no puedan convivir juntos. Lo de fuera, el llamado mundo “real” (este termino lo pone entre comillas el autor del libro.) Suceden en ellas ternuras materno-filiales, existen hambrientos y pobres, hay periódicos y se hacen campañas electorales. Parece que dice algo, pero se ve cómo acontecen estas cuestiones. Cada lector se podrá retrotraer a su presente particular, peros e supone que han pasado más de tres siglos. Puede que no haya cambiado nada de una manera especial. Pero entonces ¿qué pinta Castalia?

La LIBERTAD queda reducida a elegir una carrera, luego desaparece. Todo son normas, reglas. Al fin consideran que es aparente. Fuera es muy valorada, pero se reduce a ganar dinero, tomar parte en contiendas entre castas de partidos, familiares, de periódicos. Apunta el autor muchas ideas, abre expectativas, pero todo se mantiene en una nebulosa. 
“El término “libre” adquiere cierto matiz de sorna”.
“De todo hay que hacer caso, porque todas las cosas admiten interpretaciones”.

 Hesse construye toda una historia que luego deshace y finalmente se desvanece. El juego no existe, pero ¿qué existe en verdad? En este sentido sí puede haber razón en lo que Flanstain plantea y la novela sea la creación de este juego, hecho con palabras de múltiples formas y colores. Desde mi punto de vista la novela es un intento de descubrir la espiritualidad como fondo, con la que se ha de formar el mundo, para el autor en un futuro. Pero sin que sea suficiente por sí misma. En este sentido, Miguel Ángel el pintor alcalaíno plantea que es una novela que da pistas, sin más. ¿Qué busco cuando leo una novela?, ¿por qué he de buscar algo? 
Según Octavio Paz todo lector busca algo en lo que lee. Y lo suele encontrar, porque lo lleva dentro. Trato de convencerme, pero no, ara mí esta novela es superficial, acaba siendo un juego de palabras. ¿Son éstas los abalorios? Pudiera ser, pero no lo veo como tal. Le dice el anciano a José:
 “Acaso te hayas formado conceptos en torno al juego de abalorios y esos conceptos asignen al juego más valor del que tiene, o a caso sea lo contrario”.
Como el hilo de la novela son unos escritos encontrados, que están incompletos, quedan abiertas las incógnitas como parte de la historia que Hermann narra.
En las almas grandes no existen las pasiones, según la experiencia de castalia. He aquí algo que se defiende como superador de lo mundano, pero luego es lo que el mismo protagonista ha de buscar. 
“Lo que llamas pasión no es la fuerza del alma, sino el roce del alma con el mundo”.
 Esta fuerza se dirige a algo falso e individual.
La verdad existe, se plantea, pero lo que no existe es su doctrina.
“La verdad se vive, no se enseña”
De esta manera adquiere como forma de aprender la meditación.

La poesía se consideraba en Castalia algo inconcebible, algo ridículo y mal visto. Algo que lleva más a la vanidad y al ego. 
Hay que llegar a la almendra de los problemas”.
 Apuna que en los años anteriores a Castalia “en las universidades pululaban jóvenes de temperamento faústico, que experimentan los naufragios de un un dilettantismo desenfrenado”.
Plinio Designori quiere irse de la escuela, volver al mundo, desde donde hacen chistes de ellos. Lo considera un mundo a medias, sin savia, artificial, esterilizado.
“La pobre humanidad azuzada vive la verdadera vida y hace el verdadero trabajo”.
 José le recrimina su corazón lleno de rencor. Plinio ha ido al mundo, bebió, estuvo con mujeres venales. También quedó desengañado de su paso por la Universidad. Se pasó de la raya para convertirse en un hombre “del mundo”. Le responde su amigo y maestro que la serena alegría de aquel lugar le tortura: 
“No rechaces los pensamientos y sueños que acaso acudan a ti”.

José va creciendo en la escuela. Otra cuestión que nos llamó la atención es la falta de sentimiento en la novela, de las pasiones o impulsos del adolescente cuando pasa de los dieciséis años a los diecinueve. Designori en su crítica a Castalia manifiesta que él los envidió, pero luego: 
“Son despreciables, como castrados, retenidos artificialmente en una infancia perpetua en un cosmo sin pasiones y pulcramente cercado”. 
Los castalios estudiosos “no conocen el matrimonio ni la mojigatería de épocas pasadas”. No funcionan con dinero, por lo cual no compran amores. No se casarán. Pasa a los treinta y cuatro años.
Aparece, de pasada, el juego del oráculo I Ging. A esto se refirió la tertulia un rato. Yo no lo vi relevante. Lo ve como algo racional. Knech pretendió incorporarlo al Juego de abalorios. Su maestro le contesta si es posible encajar un pequeño jardín de bambúes con el mundo. En realidad está sugiriendo. Pienso que el autor escribe sobre su propia confusión. Pretende encontrar un hilo conductor a todo aquello que ha leído y estudiado. Unir piezas: el espíritu con la religión; la investigación con el ascetismo. 
¿No es esto un juego de abalorios? Que al final va a hacer como lo que sucede con los mandalas: deshacer lo realizado. Sin embargo esta interpretación sucede en todas las novelas, pues todo se relaciona con todo. Para mí Hermann Hesse desarrolla una ocurrencia y hace la novela en torno a ella, siendo el núcleo central la espiritualidad, que en su época se entiende de manera más intensa y fuera de la religiosidad, a la vez que se muestra escéptico, ¿vale para algo? ¿Y participar en el mundo?
Sin embargo no desemboca en el nihilismo, sino en la búsqueda: “La fe y la duda se corresponden recíprocamente”.
“La Historia consiste en una serie de amos que han empezado bien y terminado muy mal. Han apetecido el Poder de buena voluntad, para terminar siendo poseídos y embotados por el poder llegando a amarlo por sí mismo”. 
La misma Castalia se va enmarañando por una serie de normas y trazados burocráticos. Creen que están fuera, pero son lo mismo en el fondo.

El año 1933 Hermann Hesse había escrito en su diario:
“En teoría soy un santo que ama a todos los hombres, y en la práctica un egoísta, que quiere que lo dejen en paz”. 
Creo que hay una dicotomía entre la fortaleza intelectual de este escritor y su debilidad social, en una época en que crece el nazismo. Su desencanto y desesperanza es el ánimo con que escribe esta obra, la última novela, editada tres años antes de que le dieran el Premio Nobel, pero aun así debió de entrar en una depresión para escribir, lo que le hizo no escribir más libros, sino poemas y relatos cortos. ¿Para qué se preguntaría?

Al protagonista de la novela le encargan una misión especial, que es ir a un monasterio benedictino. A sus superiores les pretenden enseñar a usar el juego de abalorios. Le piden que haga de confidente. Desde mi punto de vista es una secuencia novelesca, que no aporta nada. Dependen del mundo, carecen de poder. Parece que describe un no sé qué, dentro de un no se sabe. Quieren tener información de primer orden sobre la sabiduría escolástica. Los católicos del monasterio, alguno, quiere aprender el I Ging chino. Parece que las dos Órdenes se hacen amigas.
Los matemáticos y los jugadores de abalorios hacen la Historia del Espíritu y el Arte. Pero añade que su Historia carece de sangre y realidad. Llega un momento en que parece que la novela se deja llevar por las palabras, como una barca suelta que es arrastrada por las olas, sin saber nadie adonde se dirige.
 “Ocuparse de la Historia significa abandonarse al caos”, es lo que parece que sucede en la novela. Parece que se da cuenta y lo interioriza en lo que escribe, como ver que la Historia es intentar hacer algo imposible y, nno obstante, necesario: “Historia significa abandonarse al caos”. Se deja en el aire si José se ha convertido o no al catolicismo, cuando no hay razón ni se vea nada que lo permita suponer. Vio el hábito como un disfraz.

¿Se puede trasformar a los seres humanos a través del espíritu y del alma? Es lo que se han propuesto los castalios, como otras órdenes religiosas. Se convirtió en un Estado dentro de otro Estado, para salvaguardar el pensamiento. Pero “¿como podemos alvar algo que no siente en sí mismo el deseo de ser salvado?” ¿No se estaba convirtiendo en un rito falto de vida? No pueden evitar la decadencia y la evolución, a pesar de “seleccionar a los mejores, bajo el principio de la élite”. No hay un punto final de su desarrollo

Knecht tiene treinta y siete años cuando sale del convento después de haber pasado dos años en él. Va a formar parte de la jerarquía. Había logrado predisponer al abad benedictino en favor de Castalia. De tal proceso no se sabe nada. Parecen hechos destilados que aparecen a lo largo de la novela. ¿Qué relación va a seguir habiendo?

José es elegido maestro del juego de abalorios: Magister. Había desechado la vanidad. Sin enemigos declarados. Habrá de mostrarse vigilante, pensar siempre en la totalidad. Uno de sus ayudantes será un yoghi. Y cultivar la meditación, incluso como algo terapéutico. Debía dominar a la élite, amansar a los ambiciosos, ganarse a los indecisos e imponerse a los soberbios. Se convertía en un instrumento y un servidor. Le agarraba y absorbió. Fue un buen profesor, paciente. Todo comienzan a ser normas, ceremonias. Hubo quien consideró aquel juego ampuloso, decadente y deshumanizado.
 “El juego se había practicado durante dos decenios como si se realizara de verdad con abalorios”.
 ¿Cómo, entonces, de otra manera?, ¿acaso es un juego mental? El autor pretende llevar al lector a lo que no tiene sentido, pero que se lo damos, y se convierte en algo real de esta manera, como la realidad que él estaba viviendo con la guerra y el nazismo en todo su esplendor. Acaso sea el resultado de cómo es el mundo, incluso para lo más espiritual y perfecto, al menos en teoría.

El 1 de febrero de 2019 leí en la revista «El Semanal» un reportaje muy interesante, en relación a contextualizar esta obra. Informa de las Escuelas Baushaus, fundadas en 1919, recién finalizada la I Guerra Mundial, en Alemania. En ellas se plantea la formación para crear u nuevo Hombre, un espíritu nuevo y una estética racional. Con elementos de esoterismo. Su fundador fue un pintor suizo, Johannes Itten, que crea un monasterio artístico, con el fin de crear una conciencia de artista en los jóvenes. Este magma, junto a la Antroposifía de Rudolf Steinner y la propagación de la Teosofía (H. P. Blavasky) es lo que critica Hesse en esta novela que comentamos. El paralelismo es claro. Tales corrientes influyen e inspiraron la base ideológica y cultural del nazismo. Hesse abre un interrogante en todas ellas y es un legado para el futuro.

Contra el fanatismo no son católicos ni taoístas. Son maestros, de escuela. Los hubo adictos al juego. La Orden tiende a perpetuarse, sin embargo Knecht se da cuenta de que acabará desapareciendo, como toda construcción humana, hundida en sí misma. Castalia no dejaba de ser una pequeña parte del mundo.

Plinio Designori, personaje problemático, dejó Castalia, se casó y tuvo un hijo. Va a discrepar con José, que le quiere hacer ver el valor de Castalia. El primero va a hablar por sí mismo. El Magister en nombre de la Orden. Aplicará una lógica incontestable. Presentará unas pautas irrefutables. Pero todo caerá en él como consecuencia de esa perfección que no deja que escape ningún pensamiento, ninguna emoción, las cuales están ausentes.

Esa relación de las religiones, del espíritu con el conocimiento, de la ética con la conducta va a ser una pose una construcción abalórica que ni siquiera la novela lo logra porque todo queda en lo superficial. Incluso cuando intenta relacionar las diferentes religiones: católica, hindú, budista. Es muy de pasada. No hay pautas, sino caminos a la nada, sea cual sea. Desde la literatura, pienso, que va a impulsar el existencialismo venidero. Hermann no le considero un nihilista, pero sí parte de la Nada. Es en verdad lo que construye en esta novela, es el jugo que podemos sacar de ella.

“Vamos hacia una desesperitualización”; “No todos pueden respirar comer y beber exclusivamente abstracciones”. ¿debían ser una comunidad militante?

El matrimonio de Plinio no fracasó, pero estuvo lleno de tensiones. Su hijo Tito fue motivo de conflictos en la pareja. El amigo de juventud de Knecht había cambiado. ¿Se debe seguir manteniendo la ficción de Castalia? Hay en ella una serena alegría. José va a visitar la casa de Plinio. Se planteó ser educador de su hijo, para lo cual tenía que renunciar al voto prestado a la Orden. Es algo que nunca había sucedido. En la tertulia salió a colación el paralelismo de la renuncia del Papa Ratzinger, su dimisión como Papa. Había leído a Hermann Hesse, siendo sus tres libros favoritos, según cuenta en una entrevista la Biblia, las confesiones de san Agustín y “El lobo estepario”. 
“El juego de abalorios” es una novela que leyó y que pudo influir en la decisión. No podemos sacar ninguna conclusión, pero al menos quedó planteado el paralelismo, que también lo es la casual coincidencia del nombre del protagonista y el de él. “Vivimos en la ficción de que ese mundo ha existido siempre y de que somos consustanciales con él”. Hubo milenios anteriores, y siglos, sin Castalia, reflexiona.

Knecht decide irse. Si bien comunicó a las autoridades de Castalia su decisión, pero no aceptaron su dimisión. Advierte de que se avecina una crisis, siendo Castalia un lujo que sale caro al país. Parece que todo lo que ha construido y justificado el autor en la novela lo desmonta, después de pretender convencer al lector. El mundo acabará eligiendo, otra vez, el desmoronamiento. Considera que se han convertido en aristócratas de espíritu, no de sangre. Les importa más la contemplación que la acción, por lo que no son aptos para mandar. No han de intervenir en política. Se remonta a la “era folletinesca” en que se exigió a los intelectuales que se pronunciaran.

Esta novela plantea una tesitura que no queda resuelta, porque toda ella es una divagación, en la que apunta a. Como dijo Miguel Ángel, el pintor de Alcalá de Henares, se limita a dar pistas. ¿Para que adivinemos algo? Insisto en que es una gran obra literaria, pero el fondo de la novela es difuso. Hay una novela de Thomas Mann que es una lección del uso del lenguaje, una muestra de escribir y hacer descripciones, pero que no dice nada, sino la relación cotidiana con su mascota: “Perro y yo”.

En una recopilación de ensayos políticos, Hesse, cuestiona el pacifismo, su defensa de la no violencia, ante una situación como la que vive Alemania yel mundo, ante una fuerza violenta que conquista naciones y oprime a poblaciones enteras, y hasta ese momento amenaza con exterminarlas, lo que luego llevará a la práctica. Reniega de ese pacifismo consentidor, cobarde al no hacer nada. Él huyó a Suiza, se aleja del “mundo”, y quizá sea esto lo que le hace escribir desde la distancia. No todas sus obras han sido prohibidas por los nazi. Intelectuales coetáneos suyos se han implicado más en la crítica y choque contra el totalitarismos que se hizo implacable. Hesse actuó desde la palabra. Me da la impresión de que escribe esta novela desde un estado de profunda tristeza vital.
 Es algo que se trasmite en la lectura de la misma. El falso entusiasmo, la inercia en la defensa de valores espirituales, más como una construcción del lenguaje y tal cual lo incorpora en la novela. Él estuvo difuminado en sí mismo. Y no volvió a escribir ninguna novela más, no tuvo fuerza para ello. Ya el año 1931 escribió a Thomas Mann que ni siquiera le apetece leer la prensa. Fuera de este estado de ánimo no es posible entender la novela. Y su adiós a la escritura literaria, excepto escritos cortos, pero muy de pasada, quizá lo encontremos una década antes cuando aquel mismo año escribe:
 “A los auténticos artistas y poetas, los reconoceréis, si alguna vez os preocupáis de ellos, en que tienen un afán indomable de independencia y dejan de trabajar cuando se les dicta su propia conciencia; No se venden por mazapán ni por apetitosos altos cargos, prefieren que se les mate antes que ser objeto de abuso”.
Volvemos a la novela, a una parte que tiene que ver con esto que venimos diciendo. A pesar de conseguir crear una atmósfera propia en ella, la contamina de sí mismo el autor, de su experiencia y la traslada. Por poco espacio, pero quizá el más intenso de toda la historia, que construye para luego deshacer. 
Es cobarde aquel que se sustrae a los servicios y sacrificios y peligros con que se enfrenta su pueblo”; “Si ante los intereses y las frases de moda, la verdad corre peligro de quedar despreciada, desfigurada y oprimida como el individuo, nuestro único deber es salvar la verdad, la aspiración a ésta”; “El castalio no debe convertirse en político. En caso de fuerza mayor sacrificar su persona, pero nunca la fidelidad al espíritu”. 
En todo esto que plantea el protagonista de la novela el autor pretende justificar su actitud ante los acontecimientos sociales que le sobrepasan, ya no tiene el ímpetu de la juventud, como cuando en la novela “Demián” escribe: 
“Hay que romper el cascarón. El cascarón es el mundo”.
 El mundo, su mundo se ha convertido en una amenaza, se siente impotente. ¿Es la espiritualidad un refugio? Tal pregunta es el quid de la cuestión.

José Knecht quiere pasar de ser el cargo de enseñanza más importante, Magister ludi, a ser maestro de escuela primaria. Incluso para un sólo alumno, que elegirá al hijo conflictivo, de su amigo que renegó de la Orden. “Maestros necesitamos más que otra cosa”. Supone un cambio copérnicano dentro de la novela. Porque han de serlo para lo mundano. Quiere convertir en carne y sangre de los jóvenes del mundo los principios de Castalia. Pide ser relevado de su cargo.

Sale al mundo, se escapa, pues la norma no deja que se pueda ir. Recupera José, el impulso de comenzar algo, recupera unos versos de juventud que le animan cuando ava a comenzar una nueva etapa: 
“Todo comienzo tiene su encanto personal / Todo comienzo esconde un hechizo / que nos protege y ayuda a vivir”. 
Castalia le atrapó en su inercia. Reacciona, pero sus compañeros no le comprende. Unas normas invisibles atenazan su conducta, su pensamiento, lo que siente, igual que a los demás, sin que nadie se dé cuenta. Algo parecido experimenté al participa en una secta de la que me fui. Todo es armonía, una situación perfecta en la que todo ha de encajar. Nada tiene que ver lo que hace ir a ella y entrar, con lo que luego se hace. Lo que te han enseñado se apodera de la conciencia, se cumple, no se actúa, se sabe y reopiten frases, no se piensa, pero todo es apariencia y se compensa con “felicidad”, satisfacción”. 
Salir es volver a la duda, a la incertidumbre, a tener que decidir, a elegir, a relacionarse con los demás de tú a tú, sin la guía de lo aparente. El mundo no es fácil, es engañoso, perverso en ocasiones, amable en ocasiones, pero es lo que nos hace ser. Lo demás es la renuncia al yo, a nuestro ser. A ser yo soy.

Al recordar José su poema primerizo lo considera un llamamiento a la vida, a ¡vivir! No se trata de que aquellos versos fueran buenos o malos, sino la vivencia de los mismos. “Despertar” es llegar al corazón del mundo, centro de la verdad:
 “Tengo hambre de realidad”.
Enseñar a Tito no iba a ser fácil. Con benevolencia, sin precipitar nada ni forzar su aprendizaje. Avivaría su noble curiosidad. Va con él al campo. El chaval se lanza a nadar a un lago. Él lo sigue.
 “El maestro lo había seguido al agua”. 
Pero dejó de verle. Se siente culpable de su muerte. Sin embargo el Cosaco, en la tertulia observa que “desaparece”. El lector, al igual que Tito creen que ha muerto. Pero ¿y si se fue, simplemente? ¿Y si hacérselo creer fue una lección, la que necesitaba ante tanto orgullo y prepotencia juvenil? :
 “La culpa le trasformaría, cambiaría su vida y le exigiría cosas mucho más grandes que las que él jamás se había exigido a sí mismo”.
 Una buena observación. Lo bueno de las tertulias es que permiten ver desde diversos puntos de vista. No hay respuesta. Pero Knecht dejó tres escritos, uno de los cuales trata sobre la apariencia de las cosas. ¿Morir y se acabó?, ¿de manera tan simple? Podría ser.
Aparecen poesías de juventud. Pueden dar alguna clave “Nos empuja siempre la sed de ser”; “Parece nuestra vida como la de las hadas / danzar con leves giros en torno a la nada”. “Empuñemos la pluma”. Y poemas que escribió en su devenir:
 “Los abalorios ruedan, se caen de la mano / se pierden en la arena…”. 
Deja entrever en unos versos que Adán y Eva tuvieron prohibido no sólo comer del Árbol del Bien y del Mal, sino del de la Vida. ¿Y si comieron de él?, se podrá ser inmortal.
El primer cuento trata de un hombre que produce la lluvia. Es el regidor del clima. Un mozo quiso aprender este arte y ciencia, para lo cual no hay textos, ni métodos, ni maestros. Tan sólo unas pocas palabras. Debía someterse a la Naturaleza y al mundo de los espíritus. El alumno empezó a buscar los aplausos, a dominar a los demás con su conocimiento y quiso enriquecerse. El maestro dejó de enseñarle. Se hicieron enemigos.
 Este alumno se convirtió en un prestidigitador. Ninguno debía servir al otro, sino que ambos al espíritu. Para evitar el maleficio que cayó sobre la tribu el maestro le pide a su alumno que lo mate. El Hacedor de Lluvia quiere que su primer alumno lo haga. éste fue Turu, su hijo, que luego fue el seguidor suyo, y será quien deba ejecutar la ceremonia del sacrificio, pero no se atreve, entonces la anciana de la tribu ordena a uno de los ancianos que con el hacha decapitase a quien regía el clima. 
Fue el primer acto oficial de Turu”.
 Lo ceremonioso y el rito, parece enseñar e este cuento, acaba con el fondo que ha hecho que surjan. Se desvirtúa convirtiéndose en una cáscara vacía, al margen de lo que en su origen tuvo un sentido. Lo que es un medio de trasmisión de un misterio, un saber, o lo que sea, se convierte en un fin en sí mismo.
En el segundo cuento que dejó escrito Knecht un ermitaño que abandonó su vida mundana luchó contra las tentaciones del cuerpo. Pero también contra los bienes del alma que encierran tentaciones y trampas. Creyó que la creación fue obra del demonio, no de Dios. Descubre que los pecadores son inocentes los mundanos no son verdaderos pecadores. Son como niños. Los ermitaños huyen del mundo, lo cuales el verdadero pecado. He aquí la cuestión que se dilucida en lo contado anteriormente, como parte de la novela. Su discípulo lo enterró plantando un árbol sobre su tumba. Le dio tiempo a comer, con los años, sus frutos.
El tercer cuento es el que más me ha llenado. Es, desde mi punto de vista, una de las partes de la novela más valiosa. Un príncipe cree llegar a la perfección cuando se hace yogui y adquiere grandes poderes. La habían hecho pastor para que heredase el trono su hermano. Logró criar vacas sagradas, pero no le da la felicidad. Puso su amor en una sola cosa, su esposa de la que gozó de su amor, hasta que ella se fue con otro hombre: 
“Todo se derrumbó dentro de él y su pobre alma se convirtió en ruinas”. 
Mató al que se relacionó con ella. Huyó. Vivió oculto y errante. Descubre que hace falta poco para vivir. Con los años olvidó lo sucedido. Descubre que el mundo, la realidad es Maya, es el placer, el amor, la vida toda: una farsa, una ilusión, nadería. Pravati, su antigua mujer se reencuentra con él, vuelven a estar juntos y le hacen rey. Es educado en la política. El pueblo le quiere. Tuvo un hijo. Es dichoso. Tuvo que emprender una guerra que no quiso hacer, pero no debía consentir los saqueos y la violencia contra su gente. 

¿Es la espiritualidad un refugio?

Se vio en aquella trampa de la que culpó a su mujer, pero aprendió que ella no es culpable de su belleza, ni de su amor, que es un átomo en un rayo de sol. Dejó el camino del solitario misticismo. Ella le dio un hijo. Cayó prisionero. Murió su hijo. Su esposa estaba en el bando enemigo. Todo aquello que vivió había sido un sueño. Se vio a sí mismo en las aguas de una fuente. No había perdido a su hijo, ni sufrió batalla alguna, ni su mujer le traicionó. Lo vivió como tal. “¡Todo había sido Maya!” “Ahuyentó los pensamientos inútiles de la mente”. No volvió a abandonar el bosque, vivió más allá de toda imagen, más allá de todo relato.

¿Podemos concluir que el juego de abalorios es una ilusión?, algo que no existe, pero que el relato de la novela nos ha hecho creer que es real. Ahora bien en ese camino ilusorio, en ese andar por Maya hemos aprendido algo: A relacionar nuestro pensamiento, con los sentimientos, con la realidad, los sueños, la vida, la ausencia, el conocimiento, el mundo, la conciencia, porque nada es lo que es sin relacionarse con los demás.
Sin el último cuento la novela habría quedado coja, de esta manera al menos tiene un bastón.



  

Biografía  de Hermann Hesse.



(Calw, 1877 - Montagnola, 1962) Novelista alemán cuya obra indagó en temas como la búsqueda de la autorrealización y la espiritualidad. Destacada figura de la narrativa alemana de la primera mitad del siglo XX, de relevancia comparable a la de Alfred Döblin y Thomas Mann, recibió el premio Nobel de Literatura en 1946; utilizó en ocasiones el seudónimo de Emil Sinclair.
Vástago de una familia de misioneros pietistas, fue destinado al estudio de la teología y enviado en 1891 al seminario de Maulbronn. De allí se fugó en 1894 e hizo el aprendizaje de relojero en Calw. En 1895 fue aprendiz de librero en Tubinga y trabajó como tal en Basilea a partir de 1899. Después del éxito de Peter Camenzind (1904) se instaló a orillas del lago de Constanza dedicado a la literatura. En 1911 viajó a la India, más tarde se fue a vivir a Berna y finalmente a Montagnola, cerca de Lugano. Peter Camenzind (1904) puede ser considerada un arquetipo del género conocido como "novela de formación", de escritura reflexiva y melancólica, sobre un joven que llega del campo a la ciudad para acabar huyendo de la cultura urbana y regresar a la naturaleza y la vida sencilla. En esa misma línea, Bajo la rueda (1906) expresa la rebelión contra la autoridad.

Pero el título que marca el paso del ecuador dentro de la obra de Hesse es sin duda Demian (1919), cuyas primeras ediciones se publicaron bajo el seudónimo Emil Sinclair y con el significativo subtítulo "Una historia de juventud": escrita en medio de una profunda depresión, la novela es sin embargo un canto a la amistad, al arte y a la vida. Siddharta (1922), diametralmente distinta, recoge la experiencia del autor en la India y se convertiría, una generación más tarde, en el libro de cabecera de los primeros "hippies", difusores del budismo y de la cultura oriental en Occidente.
El lobo estepario (1927) es acaso el más célebre de los títulos de Hesse e inicia sin duda la etapa de madurez de su obra: está construido a partir de las notas póstumas del artista Harry Haller, introducidas por los comentarios de un editor, y es un lúcido análisis sobre la locura de una época en la que muere lo viejo sin que haya nacido algo nuevo. Narciso y Goldmundo (1930), situada en una imprecisa alba del Renacimiento, presenta la contraposición de Narciso, el monje ascético, y Goldmundo, el artista, en una escuela monástica, donde traban amistad. Es la confrontación entre el mundo paterno, encarnado en el logos y la ciencia, y el arte maternal, que no representa una certeza sino una búsqueda de por vida.

El juego de los abalorios (1943), cierra lo que puede entenderse como una trilogía de culminación de la obra de Hesse, a través de un nuevo intento de reunión (los abalorios) del mundo de las artes y de las ciencias: un auténtico resumen de los esfuerzos anteriores del autor por reflejar la inquietante dualidad entre el pensamiento y el espíritu.
Siguieron luego colecciones de cuentos, relatos y meditaciones, y en 1951 la antología literaria de este educador humano, que une la interioridad de la lucha sostenida para la existencia del espíritu, consciente de su propia responsabilidad, con la advertencia dirigida a su misma época en peligro y al pueblo alemán. La edición completa de las obras de Hermann Hesse, en seis tomos, apareció en 1952.


Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.


IL Blasone in Sicilia.
















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