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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

jueves, 22 de junio de 2017

447.-El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Francia Marisol Candia Troncoso; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 

Giuseppe Tomasi di Lampedusa.



Don Giuseppe Tomasi, 11º Príncipe de Lampedusa, 12º Duque de Palma, Baron de  Montechiaro, Baron de La Torretta, y  Grande de España de  primera clase.




El príncipe

Es una novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre finales de 1954 y 1957. Rechazada en un principio por las editoriales Einaudi y Mondadori, fue publicada póstumamente por la editorial de Giangiacomo Feltrinelli con prólogo de Giorgio Bassani. En 1959 obtuvo el Premio Strega, y en 1963 Luchino Visconti la adaptó al cine.

Argumentos.

El gatopardo narra las vivencias de Don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, y su familia, entre 1860 y 1910, en Sicilia (Palermo y Palma di Montechiaro). El título se refiere al leopardo jaspeado o serval (en italiano, gattopardo) que aparece en el escudo de armas de la familia Salina.
En mayo de 1860, tras el desembarco de Garibaldi en Sicilia, Don Fabrizio (personaje inspirado en Giulio IV di Lampedusa, bisabuelo del autor) asiste con distancia y melancolía al final de una época. La aristocracia, representada por el Príncipe Fabrizio, comprende que el final de su supremacía se acerca: es el momento de que se aprovechen de la situación política los burócratas y la burguesía, las nuevas clases sociales emergentes que sacarán provecho del nuevo régimen generado por la unificación italiana. Don Fabrizio, perteneciente a una familia de rancio abolengo, se indigna al saber que su sobrino Tancredi Falconeri, a pesar de combatir en las filas garibaldinas, es lo bastante oportunista para intentar aprovecharse de la situación y adaptarse al nuevo sistema político. No obstante, el Príncipe Fabrizio se tranquiliza al notar que al menos Tancredi no será reducido a la insignificancia política y social.
Cuando, como todos los años, el Príncipe se traslada con toda su familia a la residencia estival de Donnafugata, se encuentra a un nuevo alcalde, Don Calogero Sedàra, un prestamista y usurero burgués de origen humilde que se ha enriquecido y ha hecho carrera como político, junto a su hija Angélica, una joven de gran belleza. El joven Tancredi había manifestado interés en casarse con Concetta, la primogénita del Príncipe, pero es rechazado por Concetta cuando Tancredi narra en una cena, donde acuden el Príncipe, Don Calogero, y Angélica, una de sus aventuras con los camisas rojas de Giuseppe Garibaldi, cuando junto a un compañero llamado Tassoni incursionaron en un convento de monjas.
Al día siguiente la familia Salina acude a un convento de monjas, al cual tiene acceso privilegiado sólo el Príncipe Fabrizio y su confesor, el padre Pirrone. Repentinamente Tancredi solicita también entrar al convento, alegando que "una interpretación de sus palabras le permitiría la entrada" pero Concetta le comenta amargamente que él ha estado antes en un convento, recordando la "aventura" con Tassoni que había narrado en la cena. Desde entonces las relaciones ente Concetta y Tancredi se enfrían.

Poco después Tancredi pide a su tío Fabrizio que interceda ante Don Calogero para casarse con Angelica, fascinado probablemente por su gran belleza, pero sobre todo porque Tancredi ambiciona hacer carrera en la política del Reino de Italia y para ello precisa vincularse con un burgués cercano al nuevo régimen. Por su parte Don Calogero acepta el pedido de Tancredi para ganar "respeto" ante los campesinos que conocen de su origen pueblerino y le desprecian por su actividad de usurero, mientras que Angélica desea un esposo ambicioso con el cual "proyectarse" a una posición social superior a la de su padre, a quien menosprecia.
El Príncipe visita el pueblo de Donnafugata junto con el organista Don Ciccio, para conocer cómo se desarrollan allí las elecciones parlamentarias ordenadas por el Reino de Italia. El Príncipe Fabrizio se entera por Don Ciccio que la población ha votado "de forma unánime" por el candidato gubernamental, pero que tal resultado se debe a un masivo fraude electoral ejecutado por Don Calogero y sus colegas, deseosos de mantener buenas relaciones con el régimen a toda costa; el Príncipe Fabrizio reflexiona que esta conducta deshonesta destruye toda buena voluntad que la unificación italiana aún tenía entre el pueblo siciliano, conocedor del engaño tramado por los poderosos.
Otro episodio significativo es la llegada a Donnafugata de un funcionario piamontés, Aimone Chevalley de Monterzuolo, que ofrece a Don Fabrizio la posibilidad de ser senador del nuevo Reino de Italia. Sin embargo, el Príncipe rechaza esta oferta alegando que está demasiado ligado al antiguo régimen de los Borbones y que la Casa de Saboya desconoce la situación real de los sicilianos, tanto aristócratas como campesinos, diciendo que "su orgullo es más fuerte que su miseria".

Poco después Angélica y Tancredi visitan al Príncipe y se instalan por unos días en su amplia mansión, donde aún viven Concetta y sus hermanas, uniéndose poco despúés el Conde Carlo, amigo de Tancredi que vanamente corteja a Concetta. La acción pasa al año 1862 cuando la familia Salina acude a un baile en Palermo, donde se da cita la aristocracia siciliana junto a los burgueses ricos, en el cual el Príncipe reflexiona sobre su pasado, su vida con su esposa, y la felicidad fugaz de Tancredi con Angélica, sabiendo que su boda significa el fin de un mundo regido por la aristocracia y el inicio de una época "dominada por intereses más inmediatos" pues el Príncipe Fabrizio conoce las verdaderas ambiciones de Tancredi y las de Angélica.
La vida del Príncipe a partir de ese momento transcurre con monotonía y desconsuelo, hasta la muerte, que le llega en una anónima habitación de hotel en 1883, cuando regresaba de Nápoles, adonde había acudido para unas visitas médicas. En su casa permanecerán las tres hijas solteras, amargadas por su vida cerrada y solitaria, lideradas por Concetta, dedicadas a coleccionar falsas reliquias de santos.
 La acción se traslada a más de cuarenta años después, al año 1910, cuando repentinamente la ya anciana Concetta recibe la visita de Angélica; para esa fecha Tancredi ha muerto tras una agitada carrera política y la envejecida Angélica sufre problemas de salud. Angélica ofrece usar sus influencias para que el obispado de Palermo no ridiculice a las hermanas Salina por su colección de reliquias falsas y le indica que a la reunión se unirá el anciano senador Tassoni, viejo amigo de Tancredi y ex amante de Angélica.
Allí Tassoni revela que la broma de Tancredi sobre "entrar en el convento" era una forma de declarar su interés en casarse con Concetta, y que con los años Tancredi se arrepintió de su boda con Angélica. Ello causa que Concetta tome conciencia de su responsabilidad y se vea forzada a no culpar más a Tancredi y al Príncipe por su destino. Días después, Concetta, en un gesto decidido, dispone arrojar a la basura el cuerpo taxidermizado de la mascota de su padre, el perro Bendicó, el único recuerdo que hasta ese momento no le causaba ningún dolor. El perro pasa a ser así un símbolo del pasado que, definitivamente, se pierde, adoptando mientras es arrojado por la ventana la forma de un Gatopardo, el emblema de la familia. 
"Luego todo se apaciguó en un montoncito de polvo lívido".

El gatopardo está originalmente escrita en italiano, aunque aparecen frecuentemente frases en latín y francés.


«Gatopardismo» y política.

El personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio la conocida frase: 
"Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie" (en italiano: "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi"). 

Esta frase simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla, pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución unificadora para poder conservar su influencia y poder. El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar todo para que nada cambie", paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). La cita original expresa la siguiente contradicción aparente:

"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado". "…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".
Se basa en la cita de Alphonse Karr "plus ça change, plus c’est la même chose" ("cuanto más cambie, es más de lo mismo"), publicado en enero de 1849 en la revista Les Guêpes (“Las Avispas”).

Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar "gatopardista" o "lampedusiano" al político que inicia una transformación política revolucionaria pero que en la práctica sólo altera la parte superficial de las estructuras de pode, conservando intencionadamente el elemento esencial de estas estructuras.
 Así, la novela muestra cómo la aristocracia absolutista del Reino de las Dos Sicilias es expulsada del poder político para instaurar la monarquía parlamentaria y liberal del Reino de Italia pero ello no implica transformar las estructuras de poder: la burguesía leal a la Casa de Saboya simplemente sustituye a los aristócratas como nueva élite que acapara para sí todo el poder político, recurriendo incluso al fraude electoral bajo una apariencia democrática.
En otra frase, el protagonista expresa su insatisfacción por los cambios sociales ocurrido en Sicilia comparando el destino de la aristocracia nativa con el de los campesinos, totalmente distinto al de la nueva burguesía: 
"Nosotros somos leopardos y leones, quienes tomarán nuestro lugar serán hienas y chacales. Pero los leones, leopardos y ovejas seguiremos considerándonos como la sal de la tierra."

La novela no estuvo exenta de polémicas al momento de publicarse. De hecho, Tomasi di Lampedusa fue acusado de "reaccionario" por mostrar como arribistas deshonestos a los políticos que habían apoyado la unificación italiana, lo cual fue tomado como una grave ofensa por la historiografía oficial italiana. Sectores conservadores y derechistas condenaron la obra por presentar a la aristocracia y burguesía sicilianas como interesadas solamente en obtener (o mantener) privilegios sociales. Inclusive hubo críticas de intectuales de izquierda en tanto el autor mostraba al campesinado siciliano como "carente de conciencia de clase" al ser nostálgico del Reino de las Dos Sicilias y opuesto a la modernidad.
Palacio del príncipe.



El gatopardo (Il Gattopardo) es una novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre finales de 1954 y 1957.

Citas

"El amor. Claro, el amor. Un año de ardor y llamas, y luego treinta de cenizas."
"Un hombre de cuarenta y cinco años puede creerse aún joven, hasta que cae en la cuenta de que tiene hijos en edad de amar."
"Y Concetta, con todas sus virtudes pasivas, ¿sería capaz de ayudar a un marido brillante y ambicioso que quería subir por los resbaladizos escalones de la nueva sociedad? ¡Ella, que es tan tímida y reservada, tan retraída! Siempre sería la bella colegiala de entonces, es decir una bola de plomo encadenada al pie de su marido."
"Mientras hay muerte hay esperanza."
"Ce sont leur affaires, après tout, pensó en francés como siempre que sus reflexiones querían teñirse de malicia."
"De verdad estaban contentos: ella por haberse colocado y haber podido agenciarse aquel hermoso macho; él, por haber seguido los consejos del padre y haberse ganado una criada y medio almendral."
"Algo debe cambiar para que todo siga igual"


El Principado de Lampedusa.


El Principado de Lampedusa fue un título napolitano creado por Carlos II de España el 13 de agosto de 1667 a favor de Giulio I Tomasi, duque de Palma. Desde 1724 el título llevó aparejada la grandeza de España de primera clase.

La denominación del principado hace referencia a la isla meridional italiana de Lampedusa que estuvo en posesión de los Caro-Tomasi desde el siglo xv cuando Alfonso V le concedió su jurisdicción a los barones de Montechiaro hasta el siglo xix cuando fue enajenada por el rey de las Dos Sicilias.
Desaparecido el Reino de las Dos Sicilias en 1861, el título fue reconocido por decreto ministerial en el reino de Italia en 1903.

Historia.

A finales del siglo xvi, la baronesa de Montechiaro (última de los Caro y poseedora de la isla de Lampedusa) contrajo matrimonio con el siciliano Mario Tomasi. El primogénito de la pareja heredaría el título materno y procrearía dos hijos gemelos: Carlo y Giulio Caro Tomasi. Huérfanos, fueron adoptados por su tío Mario Caro Tomasi, gobernador de Licata, gracias a cuya intervención y recursos Felipe IV otorgó licentia populandi para la fundación de la ciudad de Palma en el feudo de Montechiaro en 1637.
 Al año siguiente, el rey creó duque de Palma a Carlo Caro Tomasi, quien, dedicado a los estudios teológicos, tomó el hábito teatino y siguió a su muerte el proceso de beatificación siendo proclamado siervo de Dios por la Iglesia. 
El ducado y la baronía de Montechiaro fueron cedidos a su hermano Giulio, a quien Carlos II le concedió el título de príncipe de Lampedusa en 1667. Conocido como el "Duque santo", a su muerte al igual que su hermano fue declarado Siervo de Dios. Todos sus descendientes se establecerían en Sicilia: primero, en la ciudad feudal de Palma y, luego, en Palermo. Entre ellos se destacaron Fedinando, VI príncipe de Lampedusa, quien sirvió a las órdenes de las casas de Austria y Borbón y fue creado grande de España; Isabella, beata Corbera; San Giuseppe Maria Tomasi, conocido como el "Príncipe de los liturgistas"; Giulio Fabrizio, VIII príncipe de Lampedusa, conocido por sus estudios de astronomía; Giuseppe, XI príncipe de Lampedusa, creador de El Gatopardo (novela ambientada durante la Unificación italiana e inspirada en el príncipe de Lampedusa); y Pietro, último príncipe de Lampedusa, quien siguió la carrera diplomática y ocupó el Ministerio de Asuntos Exteriores y la presidencia del Senado del Reino.
De azur, un leopardo leonado sostenido por un
 monte de tres peñas cosido de sinople.


El escudo de la familia se compone de un serval o gattopardo africano rampante en campo de azur sobre una montaña de tres espadas de sinople.

Giangiacomo Feltrinelli.


 (Milán, 19 de junio de 1926 - Segrate, 14 de marzo de 1972), apodado Osvaldo, fue un editor, político y activista comunista italiano. En 1954 fundó la exitosa casa editorial Giangiacomo Feltrinelli Editore. Varios años después, ya en 1970, fue el fundador y el comandante del grupo paramilitar Gruppi di Azione Partigiana (GAP). El GAP se convertiría -en orden cronológico- en la segunda organización terrorista en aparecer en Italia durante los denominados "Años de plomo" (Anni di piombo), aunque nunca alcanzaría el nivel de fama o de conocimiento público nacional que llegaron a poseer las Brigadas Rojas (Brigate Rosse).


Feltrinelli nació en el seno de una de las familias más ricas y acomodadas de Italia, originaria de Feltre, habiendo sido el progenitor de la dinastía un tal Pietro da Feltre, cuyo título nobiliario se puede presumir fue el de marqués de Gargnano.
Su padre, Carlo Feltrinelli, fue presidente de varias sociedades entre las cuales se encontraban el Crédito Italiano y Edison, además de haber sido propietario de empresas como Bastogi, la sociedad de construcción Ferrobeton Span y la maderera Feltrinelli Legnami, empresa líder en el sector del comercio de madera con la entonces Unión Soviética.
A la muerte de su padre, acaecida en 1935, su madre, Gianna Elisa Gianzana Feltrinelli, se casó en segundas nupcias con Luigi Barzini, entonces famoso corresponsal del periódico Corriere della Sera. Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia abandonó la villa Feltrinelli de Gargnano al norte del municipio de Saló, la cual se convertirá en residencia de Benito Mussolini, y se retiró a la villa La Cacciarella en Argentario.
Desde su juventud, Giangiacomo se comenzó a interesar por las condiciones de los trabajadores y de los pobres a partir de algunas discusiones que mantuvo con el personal que regentaba las propiedades de su familia. A partir de entonces llegó a creer que, bajo el capitalismo la vasta mayoría del pueblo nunca podría alcanzar los privilegios de los que él mismo gozaba, y que, por el contrario -tal como Karl Marx había denunciado-, debían limitarse a vender por un salario miserable su fuerza de trabajo a los industrialistas y terratenientes capitalistas.
En 1944 decidió enrolarse en el Comité de Liberación Nacional para así participar activamente en la lucha contra el fascista (un año antes, el dictador Benito Mussolini, que había sido rescatado de prisión por sus aliados nazis había fundado la República Social Italiana en el norte de Italia).
En 1948, en los primeros tiempos de la posguerra, comenzó a recolectar documentos sobre la evolución del movimiento obrero en Italia y la de las ideas del iluminismo hasta entonces, lo que daría origen a la biblioteca de uno de los principales institutos de investigaciones sobre la historia social de la capital lombarda de Milán. Así nacería la Biblioteca Feltrinelli, que luego daría paso a la Fundación del mismo nombre.

Ingreso en el Partido Comunista


Durante la última etapa de la Segunda Guerra Mundial, Feltrinelli se había unido a los partisanos izquierdistas, liderados por el entonces ascendente Partido Comunista Italiano (PCI), quienes desarrollaban una guerra de guerrillas contra el poderoso ejército nazi (Wehrmacht) y contra las fuerzas remanentes del régimen de Benito Mussolini. Se trató de un pequeño paso antes de su ingreso formal en las filas del PCI. Durante los años siguientes, el burgués Giangiacomo desempeñaría un papel clave en la financiación de algunas de las actividades del Partido.

En el período de posguerra, el entonces poderoso PCI comenzaría a ganarse una posición cada vez más importante ante el electorado italiano, obteniendo como consecuencia de ello, cada vez más votos. Parte de esa popularidad se debía a que en el pasado, el Partido se había opuesto a las políticas implementadas por el fascismo mussoliniano, las cuales en gran parte habían sido las responsables de la penurias económicas experimentadas durante aquellos primeros años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
 No obstante, los principales dirigentes de esta agrupación política italiana aún se encontrarían durante bastante tiempo bajo la pesada herencia del fallecido líder soviético Iósif Stalin, antes de comenzar a aceptar gradualmente el deshielo de Jrushchov y las tesis eurocomunistas y policentristas de su dirigente Palmiro Togliatti. La influencia del PCI llegaría a ser tal que en las elecciones parlamentarias de junio de 1976 (tan sólo unos cuatro años después de la súbita muerte de Feltrinelli), incluso después de varios años de que el país experimentara el denominado Miracolo italiano, el Partido lograría obtener un 34% de los sufragios).
Por otro lado, dado el evidentemente alto grado de radicalización política que había tenido lugar en la sociedad italiana (por momentos entre el comunismo y el neo-fascismo, en lugar de la mucho más habitual oscilación entre la centro-izquierda y la centro derecha), le hubiese sido relativamente fácil y asequible al PCI en ciertas ocasiones embarcarse en una lucha relativamente pacífica (y gramsciana en pos de la toma gradual o paulatina del poder (proceso que sólo parecía estar limitado debido al compromiso histórico (compromesso storico) entre los demócratas cristianos y el PCI de Enrico Berlinguer).
A partir de su influencia (derivada de su gran donación o inyección de fondos al PCI), el Partido se involucró en varios gobiernos de coalición, hecho que lo vería compartiendo el poder -junto a otros pequeños partidos izquierdistas progresistas- junto a la Democrazia Cristiana. Pero esto incluso ya era demasiado para muchos anticomunistas italianos, quienes temían que un eventual gobierno del PCI derivaría en el intento por parte de éste de desencadenar una “revolución desde arriba”.

Como editor


Hacia fines de 1954, Giangiacomo Feltrinelli fundó en Milán (región de Lombardía) la empresa editorial Feltrinelli Editore, que en pocos años lograría hacerse de cierto prestigio. El primer libro que publicaría sería una biografía del pandit Jawaharlal Nehru, el Primer Ministro indio que sería el sucesor del Mahatma Gandhi.

En 1956 Feltrinelli encargó al coresponsal italiano de Radio Moscú Sergio d'Angelo hacerse con el manuscrito de la novela Doctor Zhivago (Doktor Živago), escrita por el notable poeta soviético Borís Pasternak, y la publicaría a partir del 23 de noviembre de 1957 en una traducción al italiano realizada por Pietro Antonio Zveteremich. Con unas 150.000 copias vendidas para 1960, la obra se transformaría en un indudable éxito editorial. Ambientada en la Rusia prerrevolucionaria y revolucionaria (concretamente entre 1903 y 1943), abarca las vivencias y experiencias de sus personajes a través de las revoluciones de Febrero y de octubre de 1917, así como durante los períodos leninista, eslalinista y la Gran Guerra Patria (la invasión de la Unión Soviética por parte de los ejércitos nazis). Mientras que Feltrinelli vio una obra de arte en ella, el entonces líder soviético Nikita Jrushchov y los dirigentes del PCI vieron algo totalmente diferente y se negaron a permitir cualquier tipo de críticas hacia la Unión Soviética (Tan sólo basta recordar la frase del personaje Gordon, amigo de Zhivago: 

Ha ocurrido muchas veces en la historia. Lo que había sido concebido [originalmente] como noble y alto, se ha convertido en tosca materia. Así, Grecia se ha convertido en Roma; así, el iluminismo ruso se han transformado en la revolución rusa”). 

La novela sería publicada en ruso y traducida al italiano y otros idiomas, a pesar de los torpes intentos del régimen soviético de impedir la publicación de la misma.
No obstante, Doctor Zhivago se transformaría en un inmediato éxito internacional, al que se sucederían varias adaptaciones cinematográficas que también se volverían populares. Como resultado de su desafío a la línea ortodoxa ideológica, Feltrinelli fue expulsado del todavía prosoviético PCI (todavía faltaban algunos años para que eventualmente se impusiesen las tesis eurocomunistas de Enrico Berlinguer). Su entonces alejamiento estaría simbolizado por la pérdida de su carnet de miembro del Partido.
Feltrinelli Editore también daría otro temprano golpe editorial en 1958, al ser la primera en publicar El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Descrita como una de las grandes novelas del siglo, ésta se centra en la nobleza siciliana durante la etapa histórica del Risorgimento, cuando la entonces clase media italiana se levantó violentamente y logró la unificación del país bajo el liderazgo de Giuseppe Garibaldi y de la Casa de Saboya.
No sólo publicaría novelas prohibidas dentro de la Unión Soviética, sino también otras que sufrían de censura como por ejemplo la “obscena” Trópico de cáncer del estadounidense Henry Miller.
Al margen de sus propios gustos y hábitos de lectura, Feltrinelli siempre deseaba promover el avant-garde, incluyendo algunas obras del influyente círculo literario denominado “Grupo 63”.

Activismo político

Giangiacomo Feltrinelli pasó los siguientes años viajando alrededor del mundo y estableciendo vínculos con algunos líderes izquierdistas radicales del Tercer Mundo, así como con movimientos guerrilleros que decían luchar contra el imperialismo estadounidense.
En 1964, Feltrinelli se encontró con el ya devenido comunista líder de la revolución cubana Fidel Castro, quien a su vez sería durante los años siguientes uno de los principales apoyos de los movimientos de liberación nacional en América Latina y en el continente africano (en particular, en Angola y Etiopía).
No sólo publicaría algunos escritos de Castro, con quien deseaba trabar una amistad personal, sino también con otros dirigentes comunistas como el guerrillero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara (como su conocido “Diario de guerrilla”) y el norvienamita Ho Chi Minh. Además publicó una serie de panfletos sobre las revoluciones izquierdistas que estaban teniendo lugar en algunos países del Tercer Mundo, a veces como resultado del proceso de descolonización de las décadas de 1960 y 1970.
En 1967 tras realizar un viaje a la capital cubana de La Habana en busca de noticias sobre Ernesto “Che” Guevara, finalmente daría a conocer al mundo la célebre fotografía del mismo. La misma había sido tomada por el fotógrafo personal de Castro, Alberto Díaz Gutiérrez (más conocido por su seudónimo de Alberto Korda), durante una manifestación que tuvo lugar el 5 de marzo de 1960, tras el atentado explosivo que sufriese el buque francés La Coubre en el puerto habanero. Ese mismo año de 1967, Feltrinelli llegó a Bolivia siguiendo los pasos de Guevara y allí logró encontrarse con el entonces agente izquierdista francés Régis Debray, que por entonces vivía en la clandestinidad. Debido a eso el propio Feltrinelli sería arrestado.

Ideas políticas


Las ideas políticas de Giangiacomo Feltrinelli eran por momentos confusas y hasta contradictorias, pero es evidente que el marxismo y comunismo con el que había estado en contacto durante su juventud lo acompañarían durante el resto de su vida. Por otro lado, la guerrilla urbana marxista (y menos aún la rural) no parecía ser el medio más adecuado a desarrollar en Italia, la cual ya para esos años resultaba ser una sociedad capitalista avanzada.
Por el contrario, las acciones emprendidas por ésta harían que la opinión pública eventualmente rechazase a los elementos más radicalizados dentro del espectro político de las distintas corrientes izquierdistas del país e indirectamente podían contribuir a una merma en el caudal de votos hacia el propio PCI. Por el contrario, algunas acciones colectivas directas, como el eventual llamamiento a huelgas generales (supuestamente ) revolucionarias podrían haber tenido más efecto en el caso italiano en particular.

Paso a la clandestinidad


El 12 de diciembre de 1969 tras haber escuchado por radio las noticias sobre el atentado de Piazza Fontana (del cual pronto se sospecharía que había sido realizado por terroristas neofascistas, Feltrinelli -que en ese momento se encontraba en una cabaña en las montañas- decidió regresar a Milán. Durante bastante tiempo había temido un intento de golpe de Estado por parte de las fuerzas políticas de extrema derecha. Posteriormente pasaría a la clandestinidad desde la que enviaría una carta a su editorial, a su Biblioteca y a su Fundación explicándoles los motivos que lo habían llevado a tomar esa determinación.
Su nueva vida clandestina se debía en gran parte a las crecientes sospechas que pesaban sobre él respecto de su financiación de grupos de extrema izquierda y de sus contactos con Renato Curcio y Alberto Franceschini los fundadores de las comunistas Brigadas Rojas. En el contexto de ese enrarecido clima político, formaría personalmente parte en 1970 de la fundación de la pequeña organización guerrillera izquierdista Gruppi di Azione Partigiana (GAP).

Muerte

El 15 de marzo de 1972, Giangiacomo Feltrinelli fue encontrado muerto al pie de una columna de soporte de una línea de alta tensión, en la pequeña localidad de Segrate (en cercanías de Milán) aparentemente como resultado de los propios explosivos que estaba intentando instalar allí junto a otros pocos miembros de la GAP. En realidad, tanto esta pequeña organización de corta vida como las más conocidas Brigadas Rojas en poco contribuirían a la causa comunista y, por el contrario le darías excusas adicionales al Estado italiano para reprimir a las fuerzas de izquierda más combativas.
Por otra parte, al igual de lo que había sucedido previamente respecto del deceso de su padre, la muerte de Giangiacomo fue inmediatamente vista como sospechosa.
 Varios llegaron a creer que los propios servicios secretos italianos, los cuales tenían infiltrados a varios de sus agentes dentro de los grupos subterráneos, había tenido algo que ver con su fallecimiento. Todas estas sospechas fueron desmentidas en 1979 durante el proceso penal contra las Brigadas Rojas y la GAP, cuando los acusados - Renato Curcio, Giorgio Semeria y Augusto Viel - ​​leyeron el siguiente documento: Osvaldo no es una víctima, sino un revolucionario caído en combate. Él estaba involucrado en una operación de sabotaje de torres de alta tensión que iba a provocar un apagón en una amplia zona de Milán; con el fin de asegurar un mejor funcionamiento de los núcleos implicados en el ataque a varios objetivos. [...] Fue un error técnico cometido por él, es decir, la opción de usar relojes de baja fiabilidad transformados en temporizadores, subestimando los problemas de seguridad, para determinar el fatal accidente y el posterior fracaso de toda la operación.

Epílogo


Unas 8.000 personas, varias de las cuales eran jóvenes y obreros, asistieron al funeral de Feltrinelli. Sin lugar a dudas, la mayoría de ellos le estaban rindiendo homenaje al hijo de la burguesía que había decidido “romper filas” con su propia clase social o las jerarquía y buscado intransigentemente la meta de la revolución comunista, además de haber creado o fundado una valiosa editorial que publicaba -a precios asequibles- obras que tanto informaban como ilustraban.

Cita sobre Feltrinelli

“Feltrinelli actuó en perfecta buena fe y con un desinterés total, lo que merece el máximo respeto, su evolución política conspirativa terminó en el sacrificio personal de un hombre que creía en la inminencia de una reacción fascista en Italia”
Leo Valiani (periodista italiano)

Él era el símbolo de todo lo que pasó en esos años [años del 68]. A diferencia de Francia, éramos un país de broma, con una disputa de broma y revolucionarios de broma. Y Feltrinelli fue el representante más cualificado. [...] Hemos resultó ser una mezcla de prevaricación y guitteria. La disputa francés tenía ante sí un Estado, la disputa italiana tenía en frente de la gelatina. Nos hubiera gustado tener un Estado! La disputa italiana simplemente copiar los franceses y sabes porque? Porque este es un país de monos, copiar de todo y casi siempre copiar lo que es malo.”
Indro Montanelli (periodista italiano)



El gatopardo en el cine.



  




Esta novela de Lampedusa fue llevada al cine con el mismo nombre por el director italiano Luchino Visconti en 1963. La adaptación, de casi tres horas de duración, contó con un reparto encabezado por Claudia Cardinale, Burt Lancaster y Alain Delon. La película fue muy bien acogida por el público y la crítica.

Claudia Cardinale, Burt Lancaster y Alain Delon en un fotograma de la película.






[6 años de CyL] «El gatopardo»: O es todo o es nada.



PUBLICADO POR: CINE Y LITERATURA
 
Este filme —que le valió a Luchino Visconti, la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1963— supone un punto de inflexión en la carrera cinematográfica del también director de teatro y de ópera italiano: si bien muchos lo ubican en el comienzo de su trabajo como un artista imbuido en el neorrealismo, la verdad es que ya en su inaugural «La tierra tiembla» (1948), se perfilaba en sus obras una estética cercana al clasicismo romano y una nostálgica reflexión audiovisual en torno al paso del tiempo.

Por Horacio Ramírez
15 AGOSTO, 2023


«D’azzurro, al leopardo d’oro, illeonito, sostenuto da un monte di tre cime di verde cucito». Tal la descripción de heráldica del blasón de los Tomasi de Sicilia:

 «De azur, un leopardo leonado de oro sostenido de un monte de tres peñas cosido de sinople».

Sobre el animal —el gatopardo—, hay disputas acerca de a qué animal se refiere el apelativo. En heráldica, la única diferencia entre un leopardo leonado o gatopardo y un león es que el león está de perfil y el leopardo leonado mira de frente.

«De azur» refiera al campo donde se sitúa la figura del animal, que es el azul. El «oro» es el amarillo y el «sinople» es el verde. «Sostenido de un monte de tres peñas» refiere a que la figura del animal estilizado, que se posa sobre tres lóbulos que son las tres cimas de un monte verde.

Y lo de «cosido» remite al dato de que se ha puesto un cierto color sobre otro color, en este caso sinople, sobre un campo azur y tal término es como una manera de reconocer una suerte de «error» heráldico que, en este caso, es sobreponer un color sobre otro.

Para muchos, el gatopardo hace mención a un felino del sudeste asiático al que han relacionado con Pardofelis marmorata, un relativamente pequeño gato salvaje de las selvas de Sumatra y Nueva Guinea y también con el bellísimo Leptailurus serval, gatopardo africano o serval.

Pero en lo que a nosotros nos interesa, que es la heráldica de la familia, el gatopardo es el animal tótem de la estirpe a la que pertenecía Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1896 – 1957), autor de la novela llamada, precisamente Il Gattopardo publicada en 1958 y que sirviera de base al guion del filme homónimo de Luchino Visconti (1906 – 1976), nacido pocos años después: en 1963.

 

El último resplandor de una era moribunda

Acompañando a Senso de 1954 —primera película en colores de Visconti— y Ludwig de 1973, El gatopardo es otra versión de cómo el milanés enfocaba, tras los cortinados de la decadencia, lo concerniente al tiempo y a la muerte.

En un mundo bello, se ha desatado el poder del tiempo que todo lo envejece y donde sólo quién sabe ver, ve la decadencia, la caída de una casta más que una clase social, condenada a desaparecer, pero para ser reemplazada por otra.

Aunque el final de la película señala que eso no es del todo cierto, es una clase magistral el primer diálogo importante del filme: el príncipe Don Fabrizio Salina (un magnífico Burt Lancaster) se lo explica al párroco del palacio, el padre Pirrone (Romolo Valli): «¿Sabe lo que ocurre en el país? Nada sucede. Nada. Una inadvertible sustitución para ocupar nuestro lugar, de la manera más dulce, metiéndose en el bolsillo a un millón de tucanes. Y después todo quedará como está».

Sabemos que eso no es cierto y hasta el propio príncipe lo percibe de algún modo: los que vendrán no serán mejores sino, y esto sin dudas, peores. Aunque seguirá habiendo ley y los rebeldes garibaldinos se hubieran de plegar a un ejército regular y siguieran los fusilamientos y la persecución de riquezas, aunque pase todo eso para llevar a delante el reemplazo al que refiere Fabrizio, la nueva gente ya no valdrá por sí misma.

No habrá un gatopardo en ninguna heráldica. Nadie cercano al dominio social tendrá la misma certeza sobre la naturaleza de su ser: buscarán el poder y el dinero y la perpetuación, pero habrán perdido la noción de arraigo, de estirpe, es decir: serán frutos sin ramas, tronco ni raíces. No serán de la tierra.

En la larguísima escena final del baile (filmada en la Sala de los Espejos del Palacio de Valguarnera y Gangi, en Palermo), el príncipe ve pasar por delante de él todo un despliegue de vulgaridad y hasta de alarde por todo tipo de violencias, hasta por haber violado monjas.

La caballerosidad es ahora una máscara de cartón piedra a la que apenas soporta. El gatopardo de mirada feroz habrá quedado atrás: es el turno de las hienas.

La nueva verdad

Parte del dolor y la vergüenza del príncipe Fabrizio está en tener que contemporizar en sus últimos años con las nuevas generaciones. Su sobrino Tancredi Falconeri (Alain Delon) es el ejemplo de esa decadencia sin conciencia de su propia mediocridad. Lo ama y sabe que él lo quiere y respeta, pero es a la vez ejemplo de esa vida nueva.

Fabrizio los ve con estupor a él y a su prometida Angelica Sedara (Claudia Cardinale). Sabe que debe permitir esa unión porque su próximo consuegro, Don Calogero Sedara (Paolo Stoppa), es el nuevo dueño de las principales tierras de Sicilia.

Sedara es el burgués típico, el que quiere entrar a la fiesta portando una medalla «de la Cruz de los Caballeros de la Corona», pero que Tancredi se la arranca de la solapa del frac porque, sencillamente, está fuera de lugar. Él se va a ir dando cuenta de que cada vez encaja menos en ese ambiente pero igual se empecina en acceder. Se aburre y finalmente se duerme: no encaja pero tiene dinero, y mucho.

Tampoco, la protocolar actitud de distancia del Príncipe puede evitar un comentario como el de la escena en que ve riendo y saltando a las jóvenes miembros de las familias aristocráticas, sin que se le escape el ácido comentario:
 «la cruza entre primos no favorece a la raza… parecen monos dispuestos a colgarse de las lámparas usando sus colas».

El príncipe Visconti

El gatopardo —que le valió a Visconti la Palma de Oro de Cannes en 1963— supone un punto de inflexión en la carrera cinematográfica del también director de teatro y ópera. Si bien muchos lo ubican en el comienzo de su trabajo como artista imbuido en el neorrealismo, en su ópera prima La terra trema (1948) ya se perfila la estética del clasicismo romano.

Un clasicismo que El gatopardo se aprecia claramente —en tono de decadencia— al través de la escultórica de antiguas épocas, con estatuas derruidas —entre los créditos del comienzo— y con la llegada de los invitados al baile, colocando la cámara detrás de solemnes bustos que representan maravillosamente al pasado, contemplando a un triste y condenado presente hundido en la inconsciencia respecto del paso del tiempo.
Y, de hecho, aunque Visconti fuera un comunista declarado, siempre habló artísticamente desde la clase alta a la cual pertenecía. En El gatopardo, sin embargo, hace cierto hincapié en contrastes del tipo labradores al sol versus elegantes parejas bailando valses, o enormes palacios versus casas pobres y casi destruidas. Tancredi, que había llevado a Angelica hacia las habitaciones vacías y olvidadas de la ficticia mansión de Donnafugata, remarca la dimensión del pensamiento aristocrático: o es todo o es nada.

Cuando Angelica le pregunta cuántas habitaciones tiene el edificio, Tancredi le responde: 
«Nadie sabe… un edificio al que se le conozcan todas las habitaciones no merece ser habitado».
 A esta tendencia tan emblemática responden también Muerte en Venecia de 1971 o Ludwig.

Visconti apela en esta etapa a la pantalla ancha, sacando matices de lo más variados, apelando a los recursos estéticos y visuales, poseyendo espacio suficiente para narrar diferentes historias en simultáneo y conseguir que, a lo ancho de la pantalla, el relato principal del momento apenas ocupe un rincón marginal mientras el resto del espacio es acaparado por imágenes más dominantes y cercanas que trabajan, en dinámica paradoja, como fondo de lo que sucede detrás y plásticamente al margen.

La fotografía de Giusseppe Rotuno para El gatopardo es quizás uno de los mejores modelos para apreciar la búsqueda manierista de Visconti. La exquisita utilería con quinqués, graciosos jarrones, floreros y candelabros, sirven para guiar la mirada del espectador hacia las profundidades escénicas buscadas a través de caminos intrincados que serpentean entre decorados y los numerosos extras.

Parte de este trabajo se consigue combinando travelling con zoom, en un recurso de filmación que estaba «infestando» la producción de cine en el mundo. En cuanto a la iluminación, sin llegar al tenebrismo, convierte a cada pasaje en un cuadro animado con potentes claroscuros producidos por la multitud de velas y una calculadísima iluminación artificial que convertía a cada personaje que estuviera en un primer plano, en una obra más que pictórica, escultórica.

La banda sonora —arreglos y música original— estuvo a cargo de Nino Rota y la dirección orquestal de Franco Ferrara. Rota incluyó un hermoso vals, hasta ese momento inédito, de Verdi, y una música que frecuentaba y acompañaba no sólo la escena de la fiesta sino también la paisajística soleada de la campiña siciliana.

La estrella de la mañana

La larga escena de la fiesta tiene un cierre acorde, por contraste, con el silencio y la soledad de Fabrizio en una callejuela pobre. De rodillas ante el paso de un cura que seguramente va dar una extremaunción en la intimidad de la madrugada, la viril belleza de Lancaster mira al cielo y declama:

«¡Oh! Estrella… fidelísima estrella… ¡Cuándo te decidirás a darme una esperanza menos efímera, lejos de todo esto, en tu región de perenne seguridad..!».

Por su parte, la belleza casi diabólica de la Cardinale y sus ojos que parecen siempre mirar demasiado y la casi angelical prestancia de un joven Alain Delon, enmarcan a un Burt Lancaster que demuestra al extremo sus enormes dotes actorales.

Doblado al italiano por el actor Corrado Gaipa —en la versión en inglés, es la voz del propio Lancaster—, es quizás la culminación de su arte tan personal como lo es el de actor, siendo a su vez su pintura, su pincel y lienzo, como cuando se mira al espejo en completo silencio y con recia seriedad mezclada con piedad para consigo mismo.
Si bien se centra el filme en su figura calma, pero que trasluce la ansiedad, el miedo y el dolor, podemos ponernos frente a la enorme película como ante un cuadro y verlo todo desde fuera, fluyendo, como se ven las historias más profundas.
Quizás el final del filme pueda encontrarse en el travelling del comienzo sobre la escena de unción religiosa, donde todos están estáticos, casi polvorientos, casi a punto de desmoronarse como en un sueño y donde sólo los cortinados, como mortajas, nos hablan del inapelable paso del tiempo y de que aún sin saberlo, los allí presentes ya están todos muertos.

  

Luchino Visconti.
Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo


(Milán, 1906 - Roma, 1976) Director cinematográfico italiano. Procedente de una familia de la alta aristocracia de su país, Luchino Visconti recibió una esmerada educación. Tras estudiar música durante varios años, afición que conservaría a lo largo de toda su vida, inició su carrera trabajando como diseñador teatral.
En 1935 se trasladó a París, donde colaboró con el cineasta Jean Renoir. En 1942 dirigió Obsesión, su primera película, a la que siguió La tierra tiembla (1948) y Bellísima (1951). Cercano a los principios artísticos del neorrealismo, movimiento que aglutinaba a los más importantes cineastas italianos de la posguerra, dirigió Senso (1954) y Rocco y sus hermanos (1960).
Su obra más ambiciosa, sin embargo, y la que mereció los mejores elogios de la crítica, fue El Gatopardo (1963), en la que presenta un amplio fresco social de las convulsiones que agitaron la Italia del siglo XIX. En La caída de los dioses (1970) interpretó el nazismo desde una exploración intimista en el fenómeno del mal, de marcado signo esteticista.
Como director de teatro, Luchino Visconti introdujo en Italia la obra de Jean Cocteau, Jean-Paul Sartre y Arthur Miller. Por lo que respecta a sus producciones de ópera, protagonizadas en su mayoría por la soprano Maria Callas, cabe destacar La Traviata (1955) y Don Carlos, presentada en 1958 en el Covent Garden de la ciudad de Londres.

Hacia un cine de perspectiva histórica.

Atavismo impúdico o Sandra (Vaghe stelle dell'Orsa en el original) en 1965 era una adaptación libre de la Electra de Sófocles y seguía utilizando a Claudia Cardinale como su personaje fetiche —también era un nuevo ensayo de su cine de interioridad— y El extranjero —fiel reproducción de la novela de Albert Camus—, en 1967, sirvieron de antesala a La caída de los dioses, una metáfora sobre el mal y la corrupción moral de una familia alemana vinculada con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.

La caída de los dioses reflejó con realismo y crudeza una etapa negra en la historia de la humanidad, y fue catalogada por los críticos como una película de brillante minuciosidad histórica.

Muerte en Venecia fue considerado uno de los filmes más importantes de la década del 70, siendo su contenido fundamental la contradicción entre el artista —protagonista de la película— y su posición burguesa.

Ludwig (sobre Luis II de Baviera) significó una coherente continuación de la realización anterior, vale decir, una reflexión acerca de las relaciones de la vida y el arte, entre la estética y la ética.

En 1974 dirigió Confidencias o Retrato de familia en interior (Gruppo di famiglia in uno interno), declarando Visconti que se trataba de un film antifascista en el sentido crítico y en el sentido lato del término. Un retrato crepuscular de la incapacidad del intelectual coherente de hacer frente a su grupo social y de adaptarse a un mundo de valores culturales banales, con el que Visconti se veía muy reflejado, aunque el personaje protagonista era un trasunto del crítico de arte Mario Praz.

Poco tiempo antes de su muerte, y en un estado de salud bastante grave, logró concretar su última película, El inocente, adaptación de la novela homónima de Gabriele D'Annunzio.

Su fallecimiento se produjo el 17 de marzo de 1976 en la ciudad de Roma, cuando contaba 69 años de edad.

La colaboración artística entre Visconti y varios colegas (Claudia Cardinale, Alain Delon, Burt Lancaster, Nino Rota, Silvana Mangano, Suso Cecchi D'Amico, Alida Valli, Dirk Bogarde, Anna Magnani, Rina Morelli, Paolo Stoppa, Giorgio Albertazzi, Anna Proclemer y otros) suma prestigio al trabajo de uno de los más importantes directores de cine y ópera del siglo xx que, junto a los directores Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Mauro Bolognini, y más tarde Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Vittorio de Sica o los hermanos Taviani, situó al cine italiano en un puesto de honor.

Lonate Pozzolo es una localidad y comune italiana de la provincia de Varese, región de Lombardía, con 12.008 habitantes.
En el siglo XII fue propiedad de los condes de Biandrate y luego de los Visconti de Modrone hasta el siglo XVIII.



Itsukushima Shrine.


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