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domingo, 7 de junio de 2015

259.-Literatura “Con los jóvenes hay una relación de Canibalismo ” .-a



-LITERATURA “CON LOS JÓVENES HAY UNA RELACIÓN DE CANIBALISMO” .


  


Umberto Eco: ''Con los jóvenes hay una relación de canibalismo''


Por Juan Cruz (Periodista y escritor. España. Publicado en  Página/12.)

''Uno come sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia'', señala el autor de El nombre de la rosa, que no puede dejar de expresar su preocupación por el nuevo ascenso de Berlusconi y la apatía de esos mismos jóvenes frente a la política. ''El 50 por ciento de los italianos vota a Berlusconi, que es un índice de una profunda inmadurez política.'' Umberto Eco.


Umberto Eco es un hombre casi feliz. Un profesor que disfruta de sus alumnos y que, jubilado a los 76 años de sus múltiples ocupaciones académicas, sigue trabajando ''más que antes'', impartiendo clases doctorales, escribiendo libros (''ni media palabra sobre el que hago ahora'', exclama), asistiendo a congresos, leyendo comics (''ahora son demasiado intelectuales'') y riendo como un chico. Vive en una casa llena de libros y de ejemplares antiguos, muchos de los cuales consigue en una librería cercana; cada tarde, cuando está en Milán, este hombre que ya se queja de que le quitan la sal de las comidas y ahuyenta los dulces, va a esa librería de libros viejos, repasa catálogos y procedencias, y luego se va a tomar el aperitivo a un café donde es il professore.

Sigue siendo ese hombre casi feliz que canta, recita, sabe de memoria citas enteras, se interesó antes que nadie por las nuevas tecnologías, las usó para sus trabajos (el último, Decir casi lo mismo) y las usa constantemente, aunque tiene el celular (sobre cuyo uso tanto escribió) casi siempre apagado, pero usa el mail obsesivamente. Charlando sigue siendo el hombre tímido que teme meter la pata -''si hablo demasiado es para llenar los tiempos muertos''-, pero cuando agarra un asunto que le divierte, su carcajada llena el escenario. Escribió El nombre de la rosa, un éxito mundial; El péndulo de Foucault; abrió las puertas de la fama como ensayista con Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, pero sigue confiando en que la comunicación sólo se digiere si el que la emite es ameno, capaz de ponerse a la altura del que oye.


- Hay una escena en su vida, cuando toca la trompeta para los partisanos, tiene trece años, está en la plaza de Alessandria. Esa escena transmite felicidad, y usted siempre parece feliz. Ahí hay dos cosas: aquel niño y la felicidad.

- Son diferentes, no pueden coincidir. Yo no creo en la felicidad, creo solamente en la inquietud; o sea, nunca estoy feliz del todo, siempre necesito hacer otra cosa. Admito que en la vida hay felicidades que duran diez segundos, o incluso media hora, como cuando nació mi primer hijo. Pero son momentos brevísimos. Alguien que es feliz toda la vida es un cretino. Por eso prefiero, antes que ser feliz, ser inquieto.


- Y cada día más cerca de Alessandria, de aquella familia suya...

- Mi padre era el primero de 13 hermanos. Era una familia enorme; hubo un primo que murió a los 20 años y que yo no conocí... Haga el cálculo: si cada hermano tuvo dos hijos, eran 26 primos, de modo que era difícil tener relación con todos. Mi relación más estrecha fue con mi abuela materna, que me inició en la literatura. Era una mujer sin cultura alguna, creo que hizo cinco años de primaria, pero tenía pasión por la lectura. Estaba suscrita a una biblioteca, así que traía un montón de libros; leía de manera desordenada. Un día podía leer a Balzac, y luego, una novelita de amor de cuatro mangos, y le gustaban las dos. Y así hizo conmigo: me daba a leer, a los 12 años, una novela de Balzac y una novela de amor de ínfima calidad. Pero me transmitió el gusto por la lectura.


- Y, aparte de la abuela, ¿quiénes fueron los otros maestros?

- El maestro de la escuela primaria aparece en mi novela La misteriosa llama de la reina Loana; era un fascista, que hizo la marcha sobre Roma, que les pegaba a sus alumnos más pobres. Y aunque conmigo se portó siempre bien, no era una buena persona. En cambio, tuve una educadora fabulosa, aunque sólo un año; era la señorita Bellini, que todavía vive, tiene 91 años, y cada vez que sale un libro mío se lo envío. Era una gran educadora; nos estimulaba a escribir, a contar, a ser espontáneos, y fue una de las personas que más influyeron en mi vida.


Il professore

- Pocas veces se habla de usted como profesor. ¿Qué aprendió para enseñar?
- Ante todo, sigo aprendiendo. El primer curso que di versó sobre la poética de Joyce, que aparece en Obra abierta. Conocía el argumento, pero al empezar a dar clase me di cuenta de que no sabía nada. Aprendí, y sigo aprendiendo... Cuando uno escribe un libro puede aparentar que sabe mucho, pero en clase es distinto. Lo que hice desde aquella primera experiencia es hablar a partir de los libros que iba a escribir, no de los libros que había escrito. Mi relación con los estudiantes siempre fue una relación de aprendizaje, porque enseñándoles aprendo yo también.


Una relación de ida y vuelta.

Una relación erótica, porque la de un profesor con un estudiante es como la relación de un actor con su público: cuando sales a escena es como si salieras por primera vez y tienes la sensación de que si no has conquistado al público en los primeros cinco minutos, lo perdiste. A eso llamo una relación erótica, en el sentido platónico. Además, hay una relación caníbal: uno come sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia. Hay gente infeliz que pasa los primeros años de su vida con gente más joven para poder dominarla, y cuando envejecen están con gente más anciana. A mí me pasó lo contrario: cuando era joven estaba con gente mayor para aprender, y ahora, teniendo estudiantes, estoy con jóvenes, una manera de mantenerse joven. Es una relación de canibalismo, nos comemos el uno al otro. Por eso, a pesar de mi jubilación, no dejé de tener una relación universitaria. Todo eso está en mis novelas, donde siempre hay una relación entre un joven y un maestro más anciano.


- Tantos estudiantes... A lo mejor recordándolos halle usted una historia de la evolución de la juventud en este último medio siglo.
- No se puede dar una respuesta porque a lo largo de los años el diálogo con los estudiantes cambia. La relación ideal entre maestro y alumnos es de 15 años de diferencia. Tú tienes 30 años, y el alumno, 20. Fue precisamente en ese período cuando tuve una relación más intensa con mis alumnos. Porque si los estudiantes tienen menos años no hay relación, y si la diferencia es más grande ya no podemos ser amigos. Con los estudiantes de los 60 salíamos a cenar, a bailar; con los de ahora no se puede, les da vergüenza ir con uno. En el 68 fue interesante, ahí coincidías con estudiantes que tenían 15 años menos; no podía ser como ellos, pero no me veían como su enemigo, por eso había una relación a veces polémica, a veces amistosa y continua.


- Ahora vivimos un momento raro, usted dice que como el fin del Imperio Romano. ¿Cómo está Italia?
- En uno de los peores momentos de su historia, con una clase política vieja que no se renueva. Hubo un extraño equilibrio que duró 50 años entre la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda. Ahora se rompió. El 50 por ciento de los italianos vota a Berlusconi, que es un índice de una profunda inmadurez política. Es un momento extremadamente triste, en el que los elementos de esperanza y de entusiasmo son muy pocos y donde emerge cada vez más la condena eterna de los italianos.


- ¿Cuál es esa condena?
- Una vez estaba en un taxi en Nueva York, y el conductor, que era paquistaní o indio, me preguntó de dónde era. El quiso saber dónde se encontraba Italia. Me di cuenta de que tenía ideas muy vagas, y siguió preguntándome: ''¿Qué idioma hablan?''. ''El italiano'', dije, y él me preguntó: ''¿Y cuál es vuestro enemigo?''. Le pregunté qué quería decir, y me contestó que cada país tiene un enemigo contra el que lucha desde hace siglos. Le contesté que no tenemos. Y me miró muy mal, porque un pueblo sin enemigo era poco viril. Pero luego reflexioné: nuestro enemigo es interno. A lo largo de nuestra historia nos masacramos unos a otros, y ésa es también nuestra manera de entender la política. Nuestra fragmentación es en doscientos mil partidos diferentes: el gobierno de Prodi cae por sus propios aliados, no por la oposición. Nunca como hoy cayó tanto Italia en su enemistad interna.


- ¿De dónde viene esto?
- Italia se convirtió en un Estado unitario hace 150 años, y España lo fue por lo menos desde 1300, y fueron unitarios Francia, Inglaterra. Italia era una pluralidad de tribus que hablaban un idioma diferente antes de que llegasen los romanos. Eramos cuatrocientos, cada cinco kilómetros había una diferencia como la que existe entre Cataluña y Galicia. El Imperio Romano unificó, pero no lo suficiente. Además, si no hubiera existido la Iglesia, quizá las ciudades italianas habrían encontrado una forma de Estado unitario para regirse. El único Estado que quedó es la Iglesia, y lo demás es una fragmentación de ciudades que hizo que en Italia no exista el sentido del Estado. Por ello existe la corrupción, porque la gente no paga impuestos, no existe el sentido del Estado.


¿Y por qué gana Berlusconi?
- ¡Porque dice que no hay que pagar impuestos! El fomenta la falta de sentido del Estado porque no lo tiene. Berlusconi consiguió instaurar un tipo de poder fundado en la desconfianza en la magistratura y la Justicia, por lo que puede gobernar a pesar de tener juicios pendientes. Berlusconi no es el efecto en este caso, sino la causa. Hizo unas leyes para permitir a los que están enjuiciados llegar al Parlamento, y ataca continuamente a la magistratura. Berlusconi pudo llegar al gobierno atacando a las fuerzas del orden, estimulando los instintos más bajos del italiano medio. Y ahora está cerca de tener el poder otra vez.


- Así que el futuro italiano...
- Depende de que mueran unas decenas de personas que ya son muy mayores; es un hecho biológico. Y luego tendría que venir una nueva clase política. Somos el país con la clase política más anciana del mundo.


- A lo mejor eso contribuye a que la gente dispare siempre contra la política, los jóvenes lo consideran algo ajeno.
- Los jóvenes de todas las épocas y países se excitan con las grandes ideas de transformación; son revolucionarios, pero se quedan dentro del famoso esquema ''todos nacemos incendiarios y morimos bomberos''. Con la globalización y el fin de las ideologías, ya no se presentan tantas posibilidades de transformación, porque la transformación es planetaria, y hay que esperar las grandes tragedias ecológicas. El gran error de las Brigadas Rojas en Italia fue tener una idea justa, aunque muchos pensaban que era delirante, que era atacar a las multinacionales del mundo, y otra idea equivocada, que había que hacer terrorismo para crear una revolución en Italia. Si existe el gobierno de las multinacionales, no lo arreglas haciendo la revolución en Italia. El proyecto terrorista estaba condenado al fracaso; ya existía la globalización, aunque no tan intensa. Ya no hay posibilidad de transformación planificable, a no ser que ocurra como cuando la caída del Imperio Romano, con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en un convento, e intentabas salvar lo poco de la espiritualidad y el conocimiento mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse. Por eso existe el desinterés por la política.


El tiempo es veloz

- Hace años usted dijo que iríamos rapidísimo, y ahora vamos a velocidades supersónicas...
- Y todo lo que ahora existe será obsoleto dentro de nada, hasta el mail, porque todo se hará con el celular. Quizá las nuevas generaciones se acostumbrarán a eso, pero hay una velocidad del proceso de tal calibre, que quizá la psicología humana no conseguirá adaptarse. Estamos a tal velocidad, que no hay ninguna bibliografía científica americana que cite libros de más de cinco años. El que está escrito antes ya no cuenta y ésta es una pérdida también de relación con el pasado.


La fe ciega en Internet crea monstruos, por otra parte.
- Sí, parece que todo es cierto, que tienes toda la información, pero no sabes cuál es buena y cuál equivocada. Esta velocidad provocará la pérdida de memoria. Y esto ocurre en las jóvenes generaciones, que ya no recuerdan quién era Franco o Mussolini. La abundancia de información sobre el presente no te permite reflexionar sobre el pasado. Cuando yo era chico podían llegar a la librería tres libros por mes, hoy llegan mil. Y ya no sabes qué libro importante fue publicado hace seis meses. Eso también es una pérdida de la memoria. La abundancia de información sobre el presente es una pérdida y no una ganancia.


La memoria es el olvido, como diría Mario Benedetti.
- Es la historia de Funes, el memorioso, de Borges. El que tiene toda la memoria es un estúpido.


Tanta información hace que los periódicos parezcan irrelevantes.
- Ese es uno de nuestros problemas contemporáneos. La abundancia de información irrelevante y la dificultad de seleccionarla, y la pérdida de memoria del pasado, no digo ya la histórica. La memoria es nuestra identidad, nuestra alma. Si perdés hoy la memoria, ya no hay alma, sos una bestia. Si sufrís un golpe en la cabeza y perdés la memoria, te convertís en un vegetal. Disminuir mucho la memoria es disminuir mucho el alma.


- ¿Cuál sería hoy el papel de la información?
- Yo creo que perdemos mucho tiempo en plantearnos estas cuestiones mientras las generaciones más jóvenes dejaron de leer los diarios y se comunican a través de SMS. Yo no puedo desprenderme de los diarios; para mí, la lectura de prensa es la oración de la mañana del hombre moderno. Pero a lo mejor somos los restos de una civilización, porque los diarios tienen muchas páginas, no mucha información. Sobre el mismo tema hay cuatro artículos que quizá dicen lo mismo... Existe abundancia de información, pero también abundancia de la misma información. Cuando estaba en las islas Fidji buscando información sobre los corales para La isla del día de antes, a mi hotel llegaba cada mañana el Fidji Journal, que tenía ocho páginas, seis de publicidad, una de noticias locales y otra de internacionales. Aquel mes estaba a punto de estallar la primera guerra del Golfo, y en Italia había caído el gobierno de Berlusconi. Me enteré de todo porque en una sola página de noticias internacionales, en tres o cuatro líneas, me daban las noticias más importantes.


Como Internet.

- Acudimos a Internet para conocer las noticias más importantes. La información de los diarios será cada vez más irrelevante, más diversión que información. Ya no dicen qué decidió el gobierno francés, sino cuatro páginas de cotilleo sobre Carla Bruni y Sarkozy. Los diarios se parecen cada vez más a las revistas que te daban en la peluquería.

- Usted escribió que ''Napoleón sólo vivió la Revolución Francesa, y yo he vivido la Segunda Guerra Mundial, la caída del fascismo, la guerra partisana, la bomba de Hiroshima, la caída de la URSS y la Guerra Civil Española''.

Hay una maldición china que dice: ''Espero que vivas en una época interesante''. Hay jóvenes generaciones que vivieron sólo épocas tranquilas, como la de la guerra fría. Ah, por cierto, eso que dije de Napoleón está equivocado, porque no sólo vivió la Revolución... ¡sino también la historia de Napoleón!



  Umberto Eco, Granada en la memoria




El intelectual italiano, fallecido el pasado 19 de febrero, fue el gran protagonista del Hay Festival de Granada en 2008, donde dejó patente su cultura y su fino humor

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ DARRO
17 Abril, 2016

Las enseñanzas que dejaron aquellos recuerdos vuelan a mi pensamiento tras la estancia por Granada del brillante escritor y entrañable ser humano, de cuya compañía y amistad disfrutamos durante los días de abril de 2008, en que se desarrolló uno de los encuentros literarios internacionales más reconocidos e importantes de la ciudad. 
El Mapfre Hay Festival Alhambra, dirigido por Sheila Cremaschi, y patrocinado por la Fundación Mapfre, con el buen hacer de su director en el Instituto de Cultura, Pablo Jiménez Burillo, y de su director de proyectos, Iñaki González Casasnovas, congregó a numerosos y destacados especialistas y personalidades de la Cultura, en una cita que puso de manifiesto el necesario diálogo cultural entre Oriente y Occidente. El éxito de esta "fiesta de la palabra", como se llegó a denominar al festival en los medios, se basó en la participación de celebridades y figuras de gran relevancia por sus sobresalientes aportaciones al mundo de las Letras y el Arte, como fue el caso del premio Nobel de literatura turco Omar Pamuk, el historiador e hispanista británico Paul Preston, el escritor y filósofo italiano Umberto Eco, a quien se rinde tributo en este homenaje escrito, el profesor de Literatura y escritor granadino Francisco Ayala (al que se le homenajeó durante la celebración del evento en el Carmen de los Mártires) o el poeta libanés Adonis, con la presencia también de escritores españoles como Almudena Grandes, Juan Goytisolo, Luis García Montero y el cantante Joaquín Sabina, además del ya desaparecido cantaor granadino Enrique Morente, que cerró con broche de oro el festival en un emotivo concierto en el Palacio de Carlos V.

Obtuve un singular aprendizaje al compartir unos inolvidables y aleccionadores días en compañía de Umberto Eco, ya que me sugirió con exquisita cortesía que hiciera de guía durante su estancia en Granada. Fue por eso que plasmé durante aquellas jornadas primaverales, con ilusión y de forma fugaz e irrepetible, en mi cuaderno de dibujos y notas, una especie de crónica personal, en la que dar testimonio de las experiencias que aquí relato y que tuvieron su reflejo en forma de breves apuntes añadidos. Paso a citar algunos de ellos, extraídos directamente de comentarios que el mismo Eco hiciera durante aquella visita a la Alhambra, también otros que fui intercalando como recuerdo de la lectura de una de sus obras más conocidas y que transcribí directamente junto con mis dibujos y algunas poesías.

La mañana del 4 de abril visitamos la Sabika, entre un claro despertar de los sentidos -el silbo aflautado de la oropéndola y un aroma violeta y malva evanescente de glicinias en cascada tapizaba muros de adobe en la calle Real-, lo que me hizo recordar los versos de Elena Martín Vivaldi, Glicinias con lluvia: "Puedo mirar y ver, y son ternura. Color tan derramado que pregona, si verde, gris; morado si abandona su cascada de luz…".

Nos encontramos con María del Mar Villafranca, directora de la Alhambra, para recoger los pases de protocolo de Renate Ramge, Umberto Eco, Pablo Jiménez Burillo, Jorge Lozano y el que escribe. Cabría destacar alguno de los momentos compartidos durante el paseo por los jardines y palacios del conjunto nazarí. Nuestra anfitriona ejerció de ilustre guía del monumento, mientras Umberto Eco aportaba su sabiduría y conocimiento de la cultura europea de aquel momento. El instinto literario del Professore Eco dio sus frutos en comentarios inteligentes y observaciones audaces. Se interesó mucho por el sistema hidráulico de abastecimiento al recinto palatino desde la Acequia Real. Ante la portada de Comares hicimos referencia a la traducción de la inscripción árabe que decora el frontispicio de este palacio del rey nazarí Muhammad V: "Mi posición es la de una corona y mi puerta una bifurcación: el Occidente cree que en mí está el Oriente". Muy acertadamente, Umberto Eco trajo a colación uno de LosCuatro Libros de la Medida de Alberto Durero, sobre el tema de aplicar los principios de la geometría a la arquitectura, la ingeniería y la tipografía, como respuesta a mi comentario acerca de la fachada del Cuarto Dorado en relación a las leyes armónicas de la proporción áurea. Renate sonrió levemente con complicidad al oír el nombre de aquel ilustre compatriota suyo mientras, en una esquina del patio, casualmente, unos matemáticos japoneses estudiaban los aciertos y las inexactitudes en las medidas del espacio arquitectónico.

Con posterioridad accedimos al patio de los Arrayanes. Caminamos hacia las sombras dibujadas tras los arcos y celosías que se perfilan en las mudas paredes que contemplan el indescifrable sueño del agua, sultana afable que destrenza su cabello junto al chisporroteo de la fuente de luceros. Los grises y verdes reverberaban en las estancias sustentadas en heridos mármoles por el exceso de abriles. Suspiros del cristal vivo en brillos de colores danzaban entre llantos de inciertos amaneceres. Entramos al Salón del Trono y Eco me hizo recordar mis últimas averiguaciones en referencia al desarrollo de la disposición de las estrellas de ocho puntas, características en los trazados decorativos nazaríes de sus muros y en la cúpula de los Siete Cielos. El firmamento de madera de Yusuf I, resultado de la inspiración artística y de la matemática, nos deleitaba con las más bellas formas, con los más diversos tipos de patrones geométricos, aquellos que a menudo provocan el éxtasis en el espectador a través de sus juegos, series de figuras, líneas y colores.

Los cuatro Árboles del Universo están en perfecta armonía con el trazado preciso de los astros del Salón del trono. La luz celestial -fulgor de la luz etérea en eterna emanación- queda plasmada a través del blanco más puro y radiante de la bóveda que envuelve el trono cósmico.

Umberto Eco, al observar este cosmos alegórico del Salón del Trono, nos comentó la posibilidad de escribir un relato ambientado en la Alhambra. Al ser un gran estudioso de la Italia contemporánea al conjunto monumental de la Fortaleza roja y del trecento italiano de Dante y Giotto, trataría de sumergirse en el mismo periodo histórico a través del Reino Nazarí.

En aquel momento fue como si Eco se transformara en Guillermo de Baskerville y me hiciera sentir como su joven discípulo Adso de Melk, al hacerle partícipe de un hallazgo cromático que fue un fascinante reto para el franciscano y arabista Darío Cabanelas, mientras realizaba su estudio y ordenación del paradisíaco espacio alhambreño; el mismo investigador que trabajó durante décadas en la cúpula y diseccionó las formas y zafates que giran en torno a la sura del reino. La composición geométrica de todas estas piezas tiene su origen en un octógono central en torno al cual giran las esferas de las estrellas fijas, que a su vez se dividen en múltiples círculos que se desplazan de una forma ordenada como si fuera el alma del Universo.

Mientras recordábamos al arabista y erudito Miguel Asín Palacios y su revelador análisis de la cosmovisión de Dante en La escatología musulmana de la Divina Comedia, entramos en el baño de Comares, percibimos un frío lunar, nos detuvimos en apreciar en sus bóvedas esquifadas las constelaciones que muestran los lucernarios de cerámica vidriada. El refinamiento de su caldarium y frigidarium le asombró tan seductoramente como a Borges cuando escribió su audaz poema Alhambra, inspirado en tan mágicos lugares.

Eco reconoció la diferencia entre las obras de restauración antiguas y las más recientes en el Patio de los Leones y comentó la ingeniosa solución de la arquitectura nazarí para que las estancias fueran más frescas y confortables al dotarlas de fuentes y surtidores, además de la singular apoteosis del mocárabe. En el Peinador de la Reina, María del Mar Villafranca nos mostró a su vez los detalles de la restauración destinados a la conservación de tan insigne lugar, que contiene grutescos relativos a pintores italianos de la escuela rafaelesca, quienes decoraron estas estancias imperiales que con el tiempo fueron remodeladas. A todos nos fascinó este espacio tanto por su funcionalidad y rica decoración a la par que como ejemplo destacado de la diversidad cultural que representa la Alhambra. Así mismo, a Eco le interesó el diseño de un paisaje natural recreado con rasgos de la estética y la simbología islámicas, en un tapiz de brotes vegetales y pigmentos multicolores.

Caminamos después todos juntos por los jardines en un tutti orquestal entre abejas y alegres flores, que destilaban un aroma de siglos indiferente a la escalera del tiempo que se entreabre al misterio, donde la luz y la pasión, la naturaleza y el agua se combinan para deleitar los sentidos. Ya en el palacio de Carlos V, el Professore pudo apreciar el buen estado de conservación del magno edificio sin necesidad de comentarios hasta llegar al zaguán, cruzar su patio circular y alcanzar la entrada del conjunto monumental.

Al día siguiente, 5 de abril, nos dirigimos al Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, compañero de las Torres Bermejas y que, con sus blancos volúmenes, destaca por su arquitectura modernista en este paraje excepcional. Allí nos recibió Miguel Rodríguez-Acosta y José María Luna. Esta visita estaba destinada a ser más íntima y nos citamos, a puerta cerrada, con Renate Ramge, Umberto Eco y su colega y gran amigo Jorge Lozano. Visitamos el jardín de Baco, el patio de la alberca de Venus y la sala de exposiciones del Instituto Gómez Moreno, prestando gran atención a la colección de exvotos ibéricos o la escultura de madera del franciscano San Diego de Alcalá, que en su hagiografía relata que, llevando el santo escondidos unos panes bajo el sayo para darlos a los pobres, propició su milagrosa conversión en flores.

Apreciamos la maestría de esta imagen tallada y policromada por Alonso Cano, o la pintura al óleo sobre lienzo de Virgen niña rezando de Francisco de Zurbarán, un tema inspirado en los escritos medievales, donde se afirmaba que la virgen pasó su juventud encerrada en el Templo de Jerusalén, cosiendo y rezando.

Una vez en la biblioteca, al aire de la imaginación danzaba Terpsícore, la que ilustrara Alonso Cano en la antología poética de Francisco de Quevedo Parnaso y Musas, uno de los tesoros de esta rica colección. Se invitó a Umberto Eco a firmar en el Libro de Honor de la Fundación. Ojeó el libro de oro de la principal embajada cultural granadina, donde grandes personalidades del mundo del arte, la cultura y la sociedad han reflejado su paso por el lugar. Miguel Rodríguez-Acosta le fue mostrando las páginas de los personajes más relevantes, y entre todas ellas, Umberto Eco se detuvo ante la firma del Dalai Lama, y en ese momento se le iluminó el rostro con un gesto de gozo. Su frente despejada, los ojos brillantes y rasgados y los largos lóbulos de sus orejas, recordaban la imagen del sabio Buda, que combinaba en sus facciones a Oriente y Occidente.

Mientras tanto, con su fértil barba de filósofo, mordía entre sus labios un pequeño puro toscano sin encender, protegiéndose de inhalar el perjudicial humo. Sus diestras y delicadas manos de hombre de letras trazaron su rúbrica en tan valioso testimonio de Granada en el tiempo. Se me concedió entonces el privilegio de realizar un dibujo a tinta para ilustrar aquella página junto a la firma del docto Professore, y allí quedó en tan magnífica compañía. Fueron unos momentos distendidos y de camaradería entre artistas, escritores y hombres de cultura, que compartimos de forma humilde y con muy buen humor.

Después estuvimos en el casco antiguo de la ciudad y recorrimos la Catedral, el Zacatín y la Plaza de Bibarrambla, lugar donde fueron incinerados tantos libros valiosos tras la toma de Granada. A requerimiento de Umberto Eco fuimos a una conocida librería de antiguo que le aconsejé propiedad de Ignacio Martín Villena. Le complacieron mucho los libros que ojeó y al final de sus indagaciones, dos fueron los ejemplares que se llevó: uno, un tratado del Conde Nolegar Giatamor titulado Assombro elucidado de las Ideas o Arte de Memoria, y el otro, un libro apolillado y muy ajado por el tiempo, regalo del propio Villena: un ejemplar del clásico español El Fénix de Minerva y Arte de Memoria, de Don Iván Velázquez de Azevedo. A Umberto no le importó la patología que padecía aquel volumen y lo aceptó con mucho gusto. Al salir de las callejuelas colindantes a la plaza, oímos a un niño del Albaicín decir a su madre, mientras se llevaba la mano al corazón: «¡Mama, mama, Umberto Eco en Graná!» (sic).

Como era mediodía, Eco quiso que fuéramos a un lugar para almorzar y nos dirigimos a la Plaza de la Pescadería, para beber unos vinos y degustar los deliciosos frutti di mare de litoral granadino. Entre diversas bromas y ocurrencias, pronunciadas desde el italiano más excelso al itañol más desenfadado, el ilustre Professore generosamente nos invitó a comer en el restaurante que regentan Aparicio y Ramón. Vislumbré a un Umberto Eco distinto al que mi mente había configurado a través de la lectura de su obra literaria, y disfrutamos juntos de la buena climatología primaveral que envolvía la terraza.

La conferencia coloquio entre Jorge Lozano y Umberto Eco tuvo lugar la tarde del día 4 de abril en el Auditorio Manuel de Falla. Compartimos asiento junto a Renate Ramge para escuchar aquellas sabias disertaciones de su marido en torno a signos, símbolos, fealdades y falsedades, profundizando tanto en la estética de lo abyecto y horroroso como en la de lo hermoso a través del arte y la literatura. Al final, cuando la conferencia concluyó, Umberto tuvo la amabilidad de dedicar muy cordialmente a Gloria, mi compañera, un volumen de La historia de la belleza.

Nos hallábamos entre el público acompañando a Renate, junto a un grupo de amigos formado por Juan Hita, de Román y Bueno editores, el arquitecto, Alejandro Muñoz Miranda, y el escritor, Francisco Sotomayor. La conversación con ella estaba resultando muy interesante, mientras el patio de butacas se llenaba a rebosar y no cabía un alfiler. Creo recordar también que, a una pregunta de Juan a Renate sobre los posibles estudios o libros que interesaban a Eco en relación a los antiguos árabes españoles, ésta sin dudarlo respondió que se encontraba en aquellos momentos releyendo a Averroes, una auténtica luminaria para la humanidad, de entonces y de ahora, y no nos sorprendió mucho su predilección por el cordobés, ya que en Italia no faltan las referencias directas sobre el autor en numerosas obras y lugares de interés artístico. Un buen ejemplo de ello sería el célebre fresco de Filippino Lippi en el altar de la capilla Caraffa, en la Iglesia de los dominicos de Santa María Sopra Minerva en Roma, donde aparece un Averroes acongojado, o el fresco de la Capilla de los Españoles en Florencia en la iglesia de Santa María Novella, siempre con Santo Tomás por encima, pero en este caso más gallardo frente a su contrario, como para despejar toda duda sobre la preeminencia de sus Comentarios a la obra de Aristóteles en la biblioteca del sabio dominico.

A Umberto Eco probablemente no se le escapara nada de lo que hubiera escrito santo Tomas de Aquino. Y este hecho, tan común en Italia, de unir a Santo Tomás y a Averroes por sus discrepancias, también tuvo una mención en la conversación cuando su mujer nos comentó que ella misma había trabajado durante años en el convento de las monjas ursulinas de Florencia, otra orden conventual muy cercana a los franciscanos. Teniendo en cuenta que Renate había elaborado un trabajo bibliográfico de ordenación en aquel convento, ella misma había tenido entre sus manos algunos de esos volúmenes del Ente y la Esencia que Eco debió haber manejado, o de la Summa Theologica, que en su concepción literaria, de alguna manera, aparecerían más tarde en El nombre de la Rosa, obra destacada que no le había abandonado del todo cuando vino a Granada, como pudo constatar al encontrarse junto a sus lectores, admiradores y amigos.

Por la noche nos quedaba acudir a un concierto en el Palacio de Carlos V a cargo de Enrique Morente, con Pepe el Habichuela a la guitarra. Llegamos con suficiente antelación, ya que Umberto Eco estaba muy interesado en conocer personalmente al gran maestro granadino del flamenco, al que tuve el gusto de presentarle. Nos habían reservado asientos en primera fila, privilegio que Umberto declinó para que nos fuéramos al fondo de butacas, a un lugar más lejano del escenario y al amparo de las cámaras, para gozar así en la más completa intimidad de aquel fantástico concierto.

El escenario se presentó austero y las luces imantaban de poesía el ambiente. Disfrutamos del recital, hubo bises y una aparición cameo del propio hijo de Morente, José Enrique. Ambos encarnaban a la Granada esencial, que es a la vez universal. Morente dijo: "Tengo el vicio de la lectura" y le dedicó, a su admirado maestro Umberto Eco, unas soleares cuyos azulados tonos se trocaron en violeta por medio de su voz. La Andalucía milenaria vibró con uno de los Poemas del Cante Jondo de Lorca.

Al finalizar el concierto, accedimos a los camerinos y Umberto Eco le agradeció a Morente su dedicatoria, y charlaron de diferentes temas acerca del cante y la literatura. La intensidad de la noche invitaba a contemplar desde el oculus imperial ese cielo estrellado e infinito que también nos recordaba lo insignificante del ser humano y su humilde intento por sintetizarlo en las abstracciones geométricas del techo de Comares. Mientras tanto, parpadeaba Venus y navegaba el cinturón de Orión sobre nuestras cabezas; memoria mítica del enamorado cazador de las bellas hijas de Pleione que, transformadas en Palomas, se elevaron hasta las Pléyades, protegidas por Tauro gracias a Zeus.

Ahora el alma luminosa de Umberto Eco vuela hacia la Luz más plena. En ella se habrá encontrado de nuevo con Enrique Morente, cuya incomparable voz lo envolverá en la eternidad con el ancestral velo palpitante del cante jondo.

Nota : Mapfre (acrónimo de «Mutualidad de la Agrupación de Propietarios de Fincas Rústicas de España») es una empresa multinacional española dedicada al sector del seguro y reaseguro, con presencia en 40 países. La matriz del grupo es la sociedad holding Mapfre España, S. A., cuyas acciones cotizan en las bolsas de Madrid​ y Barcelona.​




-Umberto Eco Biografía ; Conservar la ironía, un desafío (Traducciones de sus obras) 


  



Umberto Eco (1932-2016)


Biografía 

El escritor, crítico literario y profesor de semiótica Umberto Eco nació el 5 de enero de 1932 en Alessandria, una localidad cercana a Turín (Italia). Era hijo de Giovanna Bisio y del contable Giulio Eco.
Tras terminar sus estudios secundarios, Eco se trasladó a la Universidad de Turín para estudiar Derecho, carrera que abandonó por la de Literatura y Filosofía Medieval, época histórica de la que se convertió en un experto y que sirvió de base temporal para varias de sus futuras novelas.
En el año 1954 se doctoró con una tesis sobre el filósofo Tomás de Aquino, sobre el que dos años después escribió “El Problema Estético En Santo Tomás” (1956), su primer libro publicado.
A partir de mediados de la década de los 50, Umberto Eco trabajó como editor cultural para la RAI, dejando su puesto en 1959.
En 1962 contrajo matrimonio con la especialista en arte y artista alemana Renate Ramge, con quien tuvo dos hijos.
Una de las principales facetas como divulgador de Eco fue su erudición en semiótica, impartiendo clases en Florencia y Milán, y desde 1971 en la Universidad de Bolonia, y publicando diversos ensayos a lo largo de su trayectoria profesional, como “Obra Abierta” (1962), “La Estructura Ausente” (1968), “Una Teoría De Semióticas” (1976), “Un Panorama Semiótico” (1979) o “En Busca Del Lenguaje Perfecto” (1995).

Al margen de sus libros, Umberto Eco ha colaborado como columnista en múltiples periódicos y revistas, entre ellos el “Corriere Della Sera”, “L’Espresso” o “La Repubblica”.
En 1978 comenzó a escribir su primera novela, “El Nombre De La Rosa” (1980), un libro aparecido en los años 80 que logró un enorme éxito crítico y popular gracias a su intriga ambientada en la época medieval. El libro sigue las pesquisas detectivescas de un monje franciscano en una abadía en la cual se ha cometido un crimen. Seis años después de su aparición, el director Jean-Jacques Annaud, con Sean Connery como protagonista, estrenó una película basada en el libro.
En el año 1988 aparecerió su segunda novela, “El Péndulo De Foucault” (1988), libro centrado en un grupo de trabajadores de una editorial de Milán que se ven inmersos, entre otras organizaciones secretas, en los enigmas de los Templarios, desarrollando el asunto con un lenguaje erudito y una intrincada trama.

“La Isla Del Día Antes” (1995) fue su tercera novela. Cuenta con el protagonismo de un noble del siglo XVII llamado Roberto de la Grive, quien tras un naufragio encuentra una misteriosa embarcación desierta en los Mares del Sur. Es una obra de tipo aventurero que no evita disposiciones de carácter filosófico ni permite su desvinculación de profesor de semiótica, lo que afecta a su densidad narrativa.
Tras el ensayo “Kant y El Ornitorrinco” (1998), Eco recibió en el año 2000 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Un año después publicó “Baudolino” (2001), libro de mejor lectura que sus dos obras previas y que toma elementos de las novelas de aventuras y picarescas para retrotraernos de nuevo a la época medieval con las andanzas de Baudolino, un embustero y vago campesino que se convierte en hijo adoptivo de Federico Barbarroja.
umberto-eco-rosa-novelas“La Misteriosa Llama De La Reina Loana” (2005) cuenta la historia de Gianbattista Bodoni, un hombre de sesenta años que un buen día se despierta amnésico. Puede recordar momentos históricos pero no la memoria personal, ya que es incapaz de acordarse de su familia y de su profesión. Para intentar recuperarse su esposa Paolo le recomienda que pase un período de reposo en el caserón de Solara, un pueblo ubicado en las colinas del Piamonte, en donde pretende volver a reconstruir su vida.
En “Historia De La Fealdad” (2007) aborda el concepto de lo feo en diversos períodos históricos.
En “El Cementerio De Praga” (2010) narró la historia de un piamontés especializado en falsificar documentos que trabaja como espía para Garibaldi y para los franceses contra los prusianos.
Uno de sus últimos ensayos fue “Historia De Las Tierras y Los Lugares Legendarios” (2013). Su última novela fue “Número 0” (2015). Murió en Milán a los 84 años de edad el 19 de febrero del año 2016.


  

UMBERTO ECO.-Vida Académica.

Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín en 1954 con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título de El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Trabajó como profesor en las universidades de Turín y Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán. Después se convirtió en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios de semiótica Obra Abierta (1962) y La estructura ausente (1968), de sesgo ecléctico.
 Desde 1971 ocupa la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia. En febrero de 2000 creó en esta ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica sólo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal. También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la que es secretario.
Sin embargo, su nominación más popular es la de sátrapa del Colegio de Patafísica en 2001.
Toda su obra justifica esta nominación, pero sus escritos más patafísicos no son los más populares. Sin embargo, la tercera parte de Como viajar con un salmón expone de una manera particularmente lúdica y clara algunas de sus experiencias en la Patafísica.
Se consagró como narrador con El nombre de la rosa (1980), novela histórica culturalista susceptible de múltiples lecturas (como novela filosófica, novela histórica o novela policíaca). Se articula en torno a una fábula detectivesca ambientada en un monasterio de la Edad Media el año 1327; sonoro éxito editorial, fue traducida a muchos idiomas y llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud. 
Escribió además otras novelas como El péndulo de Foucault (1988), fábula sobre una conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos, La isla del día de antes (1994), parábola kafkiana sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas, Baudolino (2000), una novela picaresca -también ambientada en la Edad Media- que constituye otro rotundo éxito y su última obra, La Misteriosa Llama de la Reina Loana (2004). 
Ha cultivado también otros géneros como el ensayo, donde destaca notablemente con títulos como Obra abierta (1962), Diario mínimo (1963), Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La estructura ausente (1968), Il costume di casa (1973), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de semiótica general (1975), El super-hombre de masas (1976), Desde la periferia al imperio (1977), Lector in fabula (1979), Semiótica y filosofía del lenguaje (1984), Los límites de la interpretación (1990), Seis paseos por los bosques narrativos (1990), La búsqueda de la lengua perfecta (1994), Kant y el ornitorrinco (1997) y Cinco escritos morales, (1998).
Es miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la UNESCO y Doctor Honoris Causa por más de treinta universidades de todo el mundo, entre ellas, la Complutense (1990), la de Tel Aviv (1994), la de Atenas (1995), la de Varsovia (1996), la de Castilla-La Mancha (1997) y la Universidad Libre de Berlín (1998). En 2000 recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y es caballero de la Legión de Honor francesa.

Novelas 

Distinguido crítico literario, semiólogo y comunicólogo, Umberto Eco empezó a publicar sus obras narrativas en edad madura (aunque en conferencias recientes cuenta de sus experimentos juveniles, los que incluyen la edición artesanal de un cómic en la adolescencia). Hasta el momento ha publicado cinco novelas:
El nombre de la rosa (1980) - Novela de misterio ambientada en la edad media. Versión cinematográfica interpretada por Sean Connery, Christian Slater y Ron Perlman. 
El péndulo de Foucault (1988) - Novela de complot, esoterismo y magia ambientada en la actualidad. 
La isla del día de antes (1994) - Historia de un noble del siglo XVII que naufraga en la línea de cambio de fecha. 
Baudolino (2000) - Historia de un joven labriego del Piamonte adoptado por el emperador Federico I Barbaroja y de sus increíbles aventuras. 
La misteriosa llama de la reina Loana (2004) - Esta novela esta dominada por la niebla. En la niebla se despierta Yambo, después de sufrir un incidente que le hace perder la memoria. Acompañándole en la lenta recuperación, su mujer le convence de volver a la casa de campo donde se conservan los libros que leyó de niño, los cuadernos de escuela y los discos que escuchaba entonces. 
Tras la publicación de La misteriosa llama de la reina Loana, Umberto Eco aseguró que no volvería a publicar más novelas.

Libros sobre filosofía 

Umberto Eco ha escrito principalmente en las áreas de semiótica, lingüística, estética y moralidad.
“El problema estético en Santo Tomás” (1956), 
“Obra abierta” (1962), 
"Diario mínimo" (1963), 
“Apocalípticos e Integrados” (1964) Umberto Eco realiza un estudio sobre la cultura popular y los medios de comunicación. La obra parte de dos posiciones opuestas ante la cultura: la apocalíptica y la integrada. 
"La definición del arte" (1968), 
"La estructura ausente" (1968), 
"Las formas del contenido" (1971), 
Tratado de Semiótica General. Ensayo en el que intenta unificar sus investigaciones semióticas desarrolladas hasta hoy para elaborar una teoría global de todos los sistemas de significación y de comunicación. Editorial Lumen, Colección Palabra en el Tiempo. 1975. Quinta Edición 2000, 460 págs, España. 
"El superhombre de masa" (1976), 
"Lector in fábula" (1979), 
"Siete años de deseo" (1983) 
"Semiótica y filosofía del lenguaje" (1984), 
"De los espejos y otros ensayos" (1985), 
"Los límites de la interpretación" (1990), 
"El segundo Diario Mínimo" (1990), 
"La búsqueda de la lengua perfecta" (1993), 
"Seis paseos por los bosques narrativos" (1994), 
"Kant y el ornitorrinco" (1997). 
"Cinco escritos morales" (1997). 
"La bustina de Minerva" (2000). 
“La Historia de la Belleza”. Editorial: Lumen. Marzo 2005. 440 pg. ISBN: 84-264-1468-0 Clasificación: Arte, Arquitectura y Diseño. 
“La Historia de la Fealdad”. Editorial: Lumen. Marzo 2007 
“Decir casi lo mismo. La traducción como experiencia" (2008) 

Curiosidades 

Eco es considerado también un bondólogo, expresión creada en Escandinavia para designar al experto en James Bond. Es, en efecto, un destacado estudioso del agente secreto 007, el famoso personaje creado por Ian Fleming. Sobre Bond ha escrito "Il Caso Bond" (The Bond Affair) (1966), con Oreste Del Buono. 
Eco es también Trascendente Sátrapa del Colegio de Patafísica (elegido en 2001). 
Con E. Raimondi y otros ha dado inicio a la Cacopedia.
En 1961 el artista Piero Manzoni firma 71 esculturas vivientes entre ellas, Umberto Eco. 
El personaje de Bobo del dibujante italiano Sergio Staino se asemeja a Umberto Eco. 
Le interesa profundamente Sherlock Holmes y participó en el libro que trata sobre la técnica deductiva del detective, El signo de los tres: Dupin, Holmes, Peirce, además encontramos diversas referencias a Arthur Conan Doyle y sus personajes en muchas de sus novelas, principalmente en El nombre de la rosa. 
Es también un admirador confeso de Jorge Luis Borges, del que ha escrito varios textos, y quien inspiró, inclusive, al personaje de Jorge de Burgos, de "El Nombre de la Rosa". 

  

Traducciones de sus obras


Umberto Eco nunca salía a la calle sin su sombrero Borsalino. Con frecuencia caminaba de prisa y lo mismo se reunía con sus alumnos para comer pizza que con políticos e intelectuales en restaurantes de renombre. No se consideraba un hombre elitista. Sin embargo, uno de sus mayores placeres lo encontraba en las conversaciones brillantes que estaban condimentadas con chistes y juegos de palabras.
Otras veces optaba por el silencio de su biblioteca, ese laberinto donde también atesoraba su colección de libros antiguos, e indagaba todo lo que le causaba curiosidad. A menudo una búsqueda lo llevaba a otra y otra más, y tenía la capacidad de seguir esos hilos que alimentaban su erudición para explicar cualquier fenómeno cultural. Y cuando tenía tiempo, se escapaba a las librerías de ocasión en busca de más libros antiguos, cómics o de lo inesperado.

Así recuerda la traductora doña Helena Lozano Miralles al escritor Umberto Eco.

¿Cómo describiría su estilo de traducción?

 Como decía Italo Calvino, el traductor es el mejor lector de una obra. El problema es que cada lectura de una obra es una interpretación y una lectura diferente. Cada traductor selecciona los aspectos de la obra que le parecen más importantes, sin olvidar el respeto que se le debe al texto.
 En mis traducciones intento conciliar un respeto absoluto por el original, lo que significa, en el caso de las novelas, desentrañar su mecanismo, es decir, conservar el juego textual que plantea el autor.

¿Necesitaba conservar la ironía de Eco? 

La ironía y la posibilidad de mantener la ambigüedad para que pueda surgir más de una lectura. Eso siempre es un desafío. Eco siempre combinaba elementos de cultura alta y popular, y mezclaba cómics con series de televisión, poesía barroca, hermética y contemporánea y sus lecturas teóricas. 
"Él siempre guiñaba un ojo a todas las posibilidades culturales y eso evidentemente requiere un trabajo de documentación muy serio; muchas veces tenemos que ver cómo esos materiales culturales han sido recibidos en lengua española”.

¿No exigía una traducción literal? 

Habría que discutir lo que es exactamente la literalidad… Pero más que literal, yo digo que es un respeto absoluto por el texto. Hay que intentar que nuestras elecciones al traducir sean las más respetuosas, conservando la intención del texto.

¿A menudo usted vuelve a sus traducciones?

 Para un traductor responsable, no existe una versión definitiva. Así que ya no vuelvo a leer esos libros con la intención de traducirlos, porque seguiría cambiando cosas.

¿Realizará futuras traducciones? 

Queda muy poco por traducir, pero eso depende de las casas editoriales. Lo que resta son ensayos sobre la Edad Media, pero no tengo idea si esto se hará.

Para Helena Lozano, profesora en la Universidad de Trieste, ganadora del Premio Nazionale per la Traduzione de la República Italiana y quien también ha traducido Segundo diario mínimo, La misteriosa llama de la reina Loana, Decir casi lo mismo, El cementerio de Praga y Número cero, Umberto Eco era un genio que tenía una visión peculiar sobre el mundo y sus fenómenos culturales y políticos.

“No es una casualidad que fuera un semiólogo. Era una voz intelectual importantísima en este mundo. Imagine que él al teorizar la semiótica, decía que ésta debe analizar todo aquello que sirva para mentir. Y ahora que estamos en medio de las fake news, de la falsificación de la realidad desde las noticias, nos encantaría saber su opinión.

“Fue una persona con una lucidez y una capacidad de comunicar esa lectura suya que muy pocos intelectuales han tenido, con observaciones sobre los mecanismos profundos de cualquier comunicación. Para eso tuvo un papel absolutamente fundamental en su tarea como intelectual. Además, lo recuerdo como un profesor siempre volcado en sus clases y en la enseñanza, un hombre respetuoso de las ideas y propuestas de sus alumnos. Fue un gran maestro.”

¿Es acertado imaginar al autor de El nombre de la rosa aislado en una torre, leyendo un montón de libros a gran velocidad y en varios idiomas? 

 y no. Para él la biblioteca era un laberinto del cual había que salir, porque consideraba que la biblioteca debía usarse para leer el mundo. Él tenía esa capacidad de entrar y salir de la biblioteca a través de formas comunicativas, como el ensayo creado con rigor y mediante la narrativa con sus novelas.

¿A Eco le preocupaba la estrechez del lenguaje que priva en nuestros días? 

No puedo responder eso. Lo que sí puedo decir es que él tenía una actitud totalmente abierta hacia todo fenómeno comunicativo. Para él todo fenómeno comunicativo era bueno si servía a su propósito. El problema es cuál es el propósito del fenómeno comunicativo. Eso habría opinado.

Y añade:
 “Por ejemplo, él tiene una serie de columnas sobre el teléfono celular. Pero no en contra del objeto, sino del uso que se le da. Para él no era un problema la simplificación del lenguaje, sino la simplificación del pensamiento tras el lenguaje, es decir, que las carencias de lenguaje impliquen falta de ideas, de visión, de aprehensión, de cómo se capta el mundo”.

Como homenaje al gran autor y humanista, hacemos un repaso de sus 10 frases más celebres. Unas palabras que, por el peso de su significado, han pasado a la posteridad.

"El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee".

"Hay libros que son para el público, y libros que hacen su propio público".

"Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no se dejan explotar por sus dueños".

"Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración".

"Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera".

"El autor debería morirse después de haber escrito su obra. Para allanarle el camino al texto".

"La televisión se nos aparece como algo semejante a la energía nuclear. Ambas sólo pueden canalizarse a base de claras decisiones culturales y morales".

"El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?".

"Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz".

"Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia".

Umberto Eco.
Umberto Eco en 1984
.
Información personal
Nacimiento5 de enero de 1932
Alessandria (Italia)
Fallecimiento19 de febrero de 2016 (84 años)
Milán (Italia)
Causa de muerteCáncer de páncreas 
ResidenciaAlessandria, Milán y Urbino 
NacionalidadItaliana (1946-2016)
ReligiónAteísmo 
Lengua maternaItaliano
Familia
CónyugeRenate Ramge (desde 1962) 
Hijos2
Educación
Educacióndoctor en ciencias 
Educado enUniversidad de Turín 
(Laurea en Filosofía; hasta 1954) 
Información profesional
OcupaciónFilósofo, novelista, ensayista,
 pedagogo, guionista, traductor,
 profesor  universitario, semiótico, 
escritor, crítico literario, medievalista, especialista en literatura e historiador 
ÁreaFilosofía medieval, cultura de masas,
 Obra abierta, semiología, 
estructuralismo, literatura de no ficción, novela histórica, lingüística, semiótica,
 literatura italiana y crítica literaria 
Años activo1956-2012
Empleador
  • Universidad de Bolonia
  • Collège de France 
SeudónimoDedalus 
GéneroEnsayo y novela 
Obras notables
  • El nombre de la rosa
  • El péndulo de Foucault
  • Apocalípticos e integrados 
Miembro de
  • Colegio de Patafísica
  • Academia Nacional de los Linces
  • CICAP
  • Real Academia de Bélgica
  • Academia Estadounidense 
  • de las Artes y las Letras
  • Asociación Internacional 
  • de Semiología 
Sitio webumbertoeco.it 
Distinciones
  • Comendador de las Artes y las Letras
  • Gran Cruz del Mérito con Estrella 
  • de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania
  • Oficial de la Orden Nacional de la Legión de Honor
  • Orden del Mérito de las Ciencias y las Artes
  • Premio Strega (1981)
  • Caballero Gran Cruz de la 
  • Orden al Mérito de la República Italiana (1996)
  • Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000)
  • Premio Austriaco de Literatura Europea (2001)
  • Cesare Pavese Prize (2011) 



  


Alma mater: La Universidad de Turín (en italiano Università degli Studi di Torino) es una universidad pública ubicada en la ciudad de Turín, al noroeste de Italia. Fundada en 1404, es una de las universidades más antiguas de Europa y continúa siendo un importante centro de estudio e investigación.

  

Revista Mercurio.

 
EN VERSO
HORAS CRÍTICAS

Umberto Eco: la verdad está ahí dentro (de las bibliotecas)
Escrito por Bruno Padilla del Valle 
el 25 septiembre, 2023
«Umberto Eco: La biblioteca del mundo» (2022), de Davide Ferrario. / © Filmin — Fandango
«El total de las bibliotecas representa el conjunto de la memoria de la humanidad, de ahí que el problema de la memoria colectiva esté ligado al de la lectura»

La memoria vegetal es el concepto que acuñó Umberto Eco (1932-2016) para referirse a esa porción, podría decirse material, de la memoria cifrada en los libros, cuyo hábitat natural son las bibliotecas, tanto las públicas como las personales, que pueden estar muy abiertas a otros lectores. Según el escritor, semiólogo y filósofo italiano, la cuestión de la memoria, que tantos interrogantes plantea en esta era de virtualidades y nubes, fue adelantada por Isaac Asimov en su relato futurista 

La sensación de poder (1958), en el que un fallo general informático obliga a recurrir a la única persona en el mundo que aún es capaz de hacer operaciones matemáticas «de cabeza». 
El documental Umberto Eco: La biblioteca del mundo (2022), que estrenó en nuestro país el Atlántida Film Fest y que ahora puede verse en Filmin, tiene como asunto central ese vínculo entre literatura y memoria, que toma cuerpo en las estanterías de su famosa colección.




La película comienza con el propio autor flanqueado por decenas de estanterías llenas de libros mientras atraviesa un largo corredor y luego una amplísima estancia.

 «La biblioteca es a la vez símbolo y realidad de una memoria colectiva», dice, y a continuación cita a Dante cuando describe a Dios: «Vi en un único volumen lo que en el universo se desencuaderna». 

El escritor de la Comedia concibe al Altísimo como la biblioteca de todas las bibliotecas, siglos antes de que Borges imaginara su Babel. Esas declaraciones forman parte del encuentro en 2015, un año antes de la muerte de Eco, con el cineasta Davide Ferrario, con motivo de la grabación de una videoinstalación encargada por la Bienal de Arte de Venecia y titulada justamente Sulla memoria. Fueron apenas un par de días de entrevistas, pero bastaron para que el escritor piamontés invitara al equipo de rodaje a conocer su biblioteca. La escena resultante se convirtió en icónica cuando el 19 de febrero de 2016 se conocía la noticia de su muerte y los informativos de medio mundo la reproducían.

El documental de Ferrario se abre con ese eco internacional y el acontecimiento masivo que supuso en Italia. «Grazie, Prof.», leemos en una pancarta el día de su funeral, y en el film parece que asistamos a una clase magistral póstuma. Saltamos al verano de 2022 y la cámara nos sitúa de nuevo frente a la colección de libros que gestó durante tres décadas, y que su familia ha decidido donar a la Biblioteca Nacional Braidense (Biblioteca di Brera) de Milán y a la de la Universidad de Bolonia. Antes de ello, avisan a Ferrario para que, si lo desea, tome acta de ese legado en el lugar donde fue refugio para Eco. Le gustaba sobre todo atrincherarse en la sala de volúmenes antiguos, sin tecnología alguna, solo con su flauta y sus tesoros literarios. Tenía unos guantes, pero no los usaba: los libros hay que tocarlos.

No se dice en el documental, pero es sabido que Eco se enorgullecía de no haber leído la mayoría de esos 30.000 volúmenes y pico. Más que la acumulación, su pasión era la infinidad de posibilidades de conocer lo que no conocía. Esa ignorancia que crece conforme leemos, como buen amante de la paradoja, fascinaba al enorme pensador, narrador y creador de una suerte de antibiblioteca o bien, como él mismo la definía, una «biblioteca semiológica, curiosa, lunática, mágica y neumática». 

En ella se hallan temas tan diversos como la alquimia, los teatros químicos, el ocultismo, los jeroglíficos, la demonología, las lenguas universales o el alma de los animales (sic). «La fuerza del lenguaje no es decir lo que hay, sino describir lo que no existe», decía sobre estos libros excéntricos cuyo valor reside en que, partiendo de la periferia literaria, la diversidad o incluso la incongruencia, son capaces de recrear mundos completos, imposibles y, por tanto, mucho más interesantes.

Entre otros, el documental nos muestra los de Athanasius Kircher, jesuita del siglo XVII que escribió —o conjeturó— mucho, y sobre muchas cosas, sin necesariamente tener un gran conocimiento de ellas, pero valiéndose de un «hambre enciclopédica» y unas fascinantes imágenes que dan cuerpo a sus fantasías salvajemente delirantes con lenguaje científico, en una confusión entre lo cierto y lo falso que era otra de las debilidades de Eco. 
También descubrimos en su altar a Thémiseul de Saint-Hyacinthe, autor de un tratado de erudición sobre un poema banalísimo en torno al que despliega un ambicioso aparato crítico, dando pie al pensador italiano a reflexionar acerca del «murmullo artificial de los libros», aquel que nos exime de leerlos. 

Lo mejor de la película de Ferrario es cómo, al abrirnos las puertas de su biblioteca, nos abre también las de su mente y su imaginación, que releemos a la luz de estas fuentes originalísimas y de su (des)organización: los familiares desentrañan el aparente caos que responde, en verdad, a una muy personal coherencia ordenadora y a la labor de curaduría de toda una vida.

Eco defendía, precisamente, que las bibliotecas debían estar vivas, no solo porque uno las recorra y las repiense continuamente como él hacía, sino porque sean compartidas (como él hacía); cuestión que, a su juicio, diferencia a un bibliómano de un bibliófilo. Él, por descontado, se halló siempre en esa segunda categoría, y de ahí que en este documental admita que «sentimentalmente, el libro es insustituible» en su versión impresa frente a la electrónica o la memoria de silicio, que tiende cada vez a ser menos necesaria. Al creer que hemos conquistado una memoria inmensa, la hemos perdido por su inabarcabilidad, concluye, apelando a una imprescindible tarea de filtrado con su habitual lucidez:
 «Este mundo está sobrecargado de mensajes que no dicen nada».
Pero la literatura es otra cosa.

Por eso defiende que lo importante, en cualquier caso, es acercarse a los libros («La vida que se conquista con la lectura no discrimina entre la gran literatura y la de entretenimiento»), y reivindica también a dibujantes-pensadores tan brillantes como Charles M. Schulz o su adorado Quino. Sobre la habitual pregunta que concierne a los hábitos de lectura, sentencia:
 «Tener curiosidad intelectual significa estar vivos. Pero, créeme, no hay tanta gente viva en este mundo». 
Ese humor socarrón y punzante recorre los fragmentos de entrevistas y declaraciones de Eco que conforman el núcleo del documental y que muestran a un autor cómodo en las funciones de orador ante el público, de analista sin tapujos pero con mucho sentido del humor.

Pese a lo que la presencia de esas imágenes —y audios— de archivo pudiera suponer en términos cinematográficos para el documental, su puesta en escena resulta elegante y sofisticada. Además de una amplia carrera como documentalista, entre los cuales destaca el multipremiado La strada di Levi (2006), y de algunos films menores aunque interesantes como Dopo mezzanotte (2004), al cineasta Davide Ferrario (Casalmaggiore, 1956) cabe situarlo también por su trayectoria como escritor, crítico y distribuidor en Italia de títulos de Fassbinder, Wenders, Sayles o Seidelman. 

Umberto Eco: La biblioteca del mundo podría haber sido un documental estático al centrar el foco en estos templos de la literatura, pero en cambio se hace muy dinámico gracias a la presencia consciente de la cámara en su entrada a las estancias de la memoria literaria.

Bibliotecas antiguas o modernas, recónditas o amplias, pero todas grandiosas a su manera, como las arriba mencionadas y la Comunale de Imola, la Stadtbibliothek de Ulm, la Stiftsbibliothek de Saint Gallen, la Vasconcelos de Ciudad de México o la Binhai de Tianjin. 
Un paseo enriquecido por las músicas de Carl Orff (esa «Gassenhauer» que siempre nos retrotrae a la obra maestra de Malick, Malas tierras) y de Fabio Barovero, aunque como nos recuerda el propio Eco, la verdad solo está en el silencio. El silencio de la lectura, el silencio destinado a preservarse en las bibliotecas.


  

Umberto Eco y la sombra de Dios.



El intelectual laico y el cardenal Martini, figura clave de la Iglesia, mantuvieron en 1995 un diálogo epistolar sobre el sentido de la fe y los límites de la vida.


Pedro Ontoso
Miércoles, 24 de febrero 2016,


El filósofo y escritor Umberto Eco, un intelectual total que lo abarcaba todo, mantuvo un diálogo epistolar público con el cardenal Carlo María Martini, arzobispo de Milán y figura clave de la Iglesia, a mediados de la década de los noventa. El primero, representante de la cultura laica, y el segundo, el eterno papable, candidato del ala más progresista del catolicismo. 
Fue un intercambio de reflexiones entre hombres libres como escribió en su día el padre de la Semiótica sobre numerosas cuestiones, entre ellas el sentido de la fe y los límites de la vida. Los escritos se recogieron en un libro, '¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la ética en el final del milenio' (Temas de Hoy), de lectura obligada en estos tiempos de intolerancia y de pensamiento intrascendente, evanescente y mediocre.

La calidad de su obra y la calidad de sus trayectorias les llevó a converger en los premios Príncipe de Asturias de 2000. Martini, en el área de las Ciencias Sociales por primera vez en 20 años se reconocía a un miembro de la jerarquía católica , y Eco, en el de la Comunicación. Se valoraba, entre otros muchos méritos, su impulso al diálogo entre ateos y creyentes. 
Martini ya había mantenido varias conversaciones con el cardiólogo y senador del Partido Democrático Ignazio Marino sobre temas delicados como el inicio de la vida humana, la fecundación artificial, la donación de embriones y la homosexualidad, recogidos en el libro 'Credere e conoscere' (Creer y conocer). 
El cirujano italiano compitió por la alcaldía de Roma y ganó con el lema «La laicidad debe ser nuestro valor irrenunciable». Con Umberto Eco también había abordado temas fronterizos y sensibles para la Iglesia. Un diálogo entre fe y cultura en los tiempos de la modernidad, un tiempo que ellos diseccionaban con una mirada crítica. Cartas cruzadas. Vidas cruzadas.

El intercambio epistolar tuvo lugar en las páginas de la revista 'Litoral', ocho cartas entre marzo de 1995 y marzo de 1996, con periodicidad trimestral. Umberto Eco era ya un escritor reconocido. Su gran novela 'El nombre de la Rosa', leida por millones de personas, llevaba quince años en las librerías. Su vida era profundamente laica. No siempre había sido así. 
Fue militante activo en los movimientos juveniles de Acción Católica antes de matricularse en Filosofía en la universidad de Turín. Su tesis doctoral se centró en la estética (medieval) de Santo Tomás de Aquino, otra gran figura del pensamiento católico, que influiría en su producción literaria. Más adelante escribiría que Tomás de Aquino le había «curado milagrosamente de la fe»
Curiosamente, el libro póstumo que se publica este fin de semana, 'Pape Satan Aleppe. Crónicas de una sociedad líquida', analiza, entre otras cuestiones, la identidad del Papa Francisco, al que tenía una gran estima, según ha reconocido su editor. Era un inmenso humanista, como le ha descrito Francois Hollande, y en esa etiqueta cabe mucho.

El cardenal Martini también era una voz libre. Fue un jesuita brillante, un sabio. Una figura clave en la Iglesia, de hecho fue consejero en siete congregaciones 'ministerios' vaticanos. Del purpurado se ha dicho que pudo haber sido un gran Papa. Referente de la renovación eclesial era la bandera del sector más abierto y progresista.

  «La Iglesia se ha quedado 200 años atrás. ¿Cómo puede ser que la Iglesia no se mueva»?, clamó en una de sus últimas entrevistas, publicada en 2012 en el periódico milanés 'Corriere della Sera'.

 «¿Dónde están los héroes que nos inspiran?, dijo tras citar a monseñor Romero y a los mártires jesuitas de El Salvador. «De ningún modo nos hemos de limitar con los vínculos de la institución», proponía en lo que era su testamento espiritual.

En aquel cruce epistolar, muy seguido en la sociedad del momento, Martini y Eco hablaron de muchas cosas. Del fin del mundo: la obsesión laica por un nuevo Apocalipsis y la esperanza que hace del fin «un fin», según Martini. De las bases de la ética: ¿Dónde encuentra el laico la luz del bien?, se preguntaba Eco. 

Del aborto: ¿Dónde comienza la vida humana?. O de los hombres y las mujeres según la Iglesia. Dos grandes cerebros en plena acción. Toneladas de pensamiento denso. Nada que ver con la sociedad líquida de ella habla Eco en su libro póstumo y la ceguera moral que analiza Zygmunt Bauman. Ni con el pensamiento débil, sobre el que teoriza Giani Vattimo, filósofo del postmodernismo.

Surge el debate sobre el origen y el destino de nuestra sensibilidad moral. De las convicciones morales sin referencias religiosas o, quizás, por ellas. Martini escribe en una de sus reflexiones que «existe un humus profundo del que creyentes y no creyentes, conscientes y responsables, se alimentan al mismo tiempo, sin ser capaces, tal vez, de darle el mismo nombre». Eco escribe que «cuando los demás entran en escena, empieza la ética. Son los demás, en su mirada, lo que nos define y lo confirma». 

El Consejo Pontificio de la Cultura el 'Ministerio' de Cultura del Vaticano puso en marcha en su día a través del cardenal Ravasi la iniciativa Atrio de los Gentiles, un espacio moderno de lo que fue en tiempos del rey Herodes un lugar del Templo que todos podían atravesar y en el que todos podían permanecer sin distinción de cultura, lengua o profesión religiosa. Un espacio de encuentro para creyentes y no creyentes.

El debate epistolar entre Eco y Martini era de tal nivel que hubo otros pensadores, de muy distinto signo, que se incorporaron al diálogo. Como el filósofo Emanuelle Severino, especialista en Heidegger y la metafísica. 

Enseñó filosofía en la Universidad católica del Sacro Cuore de Milán, pero la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe estableció que su pensamiento no era compatible con el cristianismo. También el filósofo Manlio Sgalambra, autor de obras como 'La muerte del sol' o 'Tratado de la impunidad', y poeta y letrista del cantante Franco Battiato. El político, sindicalista y periodista Vittorio Foa, hijo de una familia judía y sobrino de un rabino. 

Es uno de los patriarcas de la izquierda italiana, una persona de un gran rigor moral: «Siemre pensar en los otros y no en uno mismo» era su lema. Y Claudio Martelli, periodista y ex ministro de Justicia, y en su día delfín de Craxi en el Partido Socialista Italiano.

Más periodistas en el cruce epistolar. Indro Montanelli, liberal conservador que debutó en el periodismo con un artículo sobre Lord Bayron y el catolicismo. Entrevistó a Pío XII. Estuvo condenado a muerte por la Gestapo por un artículo en el que relataba las relaciones del dictador Mussolini y su amante, Clara Petacci. Le salvó la vida otro arzobispo de Milán, el monje benedictino Ildefonso Schuster, beatificado luego por Juan Pablo II, que combatió el régimen fascista, perseguidor, por cierto, de la Acción Católica en la que crecería Umberto Eco. 

Maestro de periodistas en 'Il Corriere', dos pistoleros de las Brigadas Rojas le tirotearon en las piernas. Años después les dio la mano en la cárcel y les perdonó de manera pública. Un personaje singular.

Como Eugenio Escalfari, primer director y ahora editor de 'La Repubblica'. El veterano periodista se definió como «un no creyente interesado y fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret desde hace muchos años».

 A Escalfari siempre le ha gustado el diálogo epistolar. Escribió a través de su periódico al Papa Francisco preguntándole por la actitud de la Iglesia con los que no comparten la fe en Jesús. Y el Papa le contestó a través del mismo diario próximo a la izquierda.
 «La cuestión para quien no cree está en obedecer a la propia conciencia. Escucharla y obedecerla significa, de hecho, decidirse frente a lo que se percibe como bueno o como malo. Y en esa decisión se juega la bondad o la maldad de nuestras acciones», escribió Francisco.

 Esta reflexión también se encuentra en la doctrina de Umberto Eco.

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