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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

lunes, 3 de diciembre de 2012

130.-Orlando furioso.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán

Orlando furioso. 

  

Primera Impresión 

Orlando furioso es un poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto y cuya redacción definitiva se publicó en 1532.

La obra.

El poema y epopeya, extensísimo, se compone de cuarenta y seis cantos escritos en octavas (38.736 versos) por los que deambulan personajes del ciclo carolingio, algunos del ciclo bretón (gruta de Merlín, visita de Reinaldos de Montalbán a Inglaterra) e incluso algunos seres inspirados en la literatura clásica griega y latina. Es, y así la presenta el autor, una continuación del Orlando enamorado de Matteo Maria Boiardo. Allá donde dejó éste inacabada su obra, la derrota del ejército de Carlomagno en los Pirineos por los moros, es donde arranca el Ariosto la suya, que suele, al reintroducir los personajes de su predecesor, dedicar una o dos octavas a resumir las aventuras narradas por Boiardo en el Enamorado.
A pesar de su título, Orlando (o Roldán, si se prefiere) no es el protagonista absoluto del poema, sino uno de los personajes principales que aparecen en él: la obra es un continuo entrelazarse de historias de distintos personajes que van apareciendo y desapareciendo en la narración, encontrándose y distanciándose, según se le antoja a Ariosto; una tela que constituyen diversos hilos paralelos que hábilmente sabe tejer el autor:

Mas pues son menester de varias telas
varios hilos, que tanto urdir pretendo,
dejo a Reinaldo en suerte semejante
y vuelvo con su hermana Bradamante.
(Orlando furioso, II, 30, vv. 5–8)

No hay, pues, en la obra la unidad de acción que, posteriormente, tanto preocupó a los teóricos y poetas renacentistas y que llevó a Torquato Tasso a escribir de muy diferente modo su Jerusalén liberada. Pero a pesar de que un resumen de la obra sería un discurso muy largo, pueden establecerse tres puntos en torno a los que gira la obra:

El tema épico representado por la lucha entre moros y cristianos y los distintos combates que protagonizan entre sí los héroes del poema.
Las damas, héroes, armas y decoros,
amor y audaces obras ahora canto
del tiempo aquel en que cruzaron moros
de África el mar, y a Francia dieron llanto,
(Orlando furioso, I, 1, vv. 1–4)
El tema amoroso cuya figura central es Angélica y el secundario más sobresaliente Orlando. Uno de estos sucesos amorosos es el que da nombre a la obra, «cuando halló [don Roldán] en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas, e hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura», según nos cuenta don Quijote antes de emprender su penitencia en Sierra Morena.
Diré de Orlando en este mismo trino
cosa no dicha nunca en prosa o rima,
pues loco y en furor de amor devino
hombre que antes gozó por sabio estima;
(Orlando furioso, I, 2, vv. 1–4)
El tema laudatario de exaltación de la Casa d'Este, señores de Ferrara en tiempos de Ariosto. La obra, de hecho, está dedicada por Ariosto allo Ilustrissimo e Reverendissimo Cardinale donno Ippolito da Este, suo signore.
Os plegue, hercúlea prole generosa,
adorno y esplendor del siglo nuestro,
Hipólito, aceptar esto que osa
y daros sólo alcanza un siervo vuestro.
(Orlando furioso, I, 3, vv. 1–4)
No obstante se trate de un poema épico fabuloso e inverosímil, el Ariosto salpica el texto de aventuras que a veces se antojan casi bufonadas, como la fabulilla del canto XXVIII en que una reina retoza con un enano contrahecho; o de ironías punzantes, que devuelven al lector a la realidad más verosímil como el comentario aquel que vierte luego de haber Angélica sostenido ante Sacripante que después de todas sus aventuras se mantenía aún virgen:
Quizás era verdad, mas no creíble
para quien fuese de razón provisto
(Orlando furioso, I, 56, vv. 1–2)

Argumento.



Nota inicial: La trama del Furioso está salpicada de historias secundarias, fábulas, encomios a los duques de Ferrara, relaciones de hechos presentados como adivinaciones, etc. que interrumpen habitualmente las aventuras de los personajes principales y cuya inclusión en este apartado se ha evitado aquí deliberadamente.
Ariosto comienza la acción de su Furioso un poco antes del punto en que abruptamente termina la del incompleto Enamorado: Orlando acaba de regresar de sus aventuras por Oriente en custodia de la bella Angélica (de la que ha caído rendidamente enamorado), y se presenta en el campamento cristiano de los Pirineos donde Carlomagno pretende hacer frente a la invasión sarracena de Agramante, rey de África, y Marsilio, rey de Zaragoza. Se halla allí Reinaldo, que disputa también por el amor de Angélica, muy a pesar de ella que lo odia; a causa de haber bebido ambos de dos fuentes diversas: Reinaldo de la fuente del Amor y Angélica de la del Odio. La víspera de la batalla Carlomagno, para evitar litigio alguno entre Orlando y Reinaldo, confía la princesa a Námo, duque de Baviera, y promete que será de aquel cuyo valor más se distinga frente a los moros.
Pero los cristianos son completamente vencidos y Angélica aprovecha la confusión para huir a lomos de un palafrén. Durante su huida es descubierta y perseguida por Reinaldo, que ha perdido su caballo Bayardo y anda en su busca. A pesar de la desventaja de Reinaldo, que debe seguirla a pie, es alcanzada dos veces; pero primero Ferragús, sobrino de Marsilio, y luego Sacripante, rey de Circasia, (ambos también enamorados de Angélica) entorpecen la persecución de Reinaldo. Finalmente Angélica topa con un ermitaño que sabe nigromancia y al que cuenta su caso. 
El ermitaño invoca un demonio que en hábito de paje hace creer a Reinaldo que Angélica ha regresado a París junto a Orlando. Reinaldo, que en este punto recupera a Bayardo, regresa furioso a París, donde Carlomagno ya está preparando el previsible asalto de los vencedores moros a su capital. A poco de llegar Reinaldo y sin que tenga tiempo de indagar sobre el paradero de Angélica, el Emperador le encomienda que viaje a Inglaterra para recabar refuerzos. Reinaldo acepta de mala gana el encargo y durante la travesía en barco lo sorprende una tormenta.
Mientras tanto, Bradamante, hermana de Reinaldo, va en busca de Rogelio que, aunque hijo del cristiano Rogelio de Reggio, ha sido criado por el mago Atlante, y sirve al rey Agramante. En el Enamorado Rogelio quedó, junto a Gradaso, rey de Sericana, hecho prisionero por un caballero que monta un hipogrifo. 

Durante su búsqueda topa con el pérfido Pinabel, de la casa de Maguncia, enemiga secular de la casa de Claramonte a la que pertenecen Reinaldo y Bradamante. No obstante, no se reconocen y Pinabel promete decirle dónde hallar el castillo del caballero del hipogrifo para que pueda rescatar, a la par que a Rogelio, a su amada. De camino descubre Pinabel la identidad de su compañera y, de secreto, urde traicionarla. Finalmente, encuentra la ocasión propiciando que se precipite Bradamante al fondo de una caverna. No muere la doncella de la caída y la cueva resulta ser la tumba de Merlín, donde se halla la maga Melisa. 
Allí Melisa le hace conocer cuál será su descendencia con Rogelio, la casa da Este; y qué industria deberá seguir para poder rescatarlo del castillo inexpugnable. Para ello debe hacerse con el anillo de Angélica, que ahora lleva el enano y ladrón Brunelo. El anillo tiene un doble poder mágico: puesto en el dedo, deshace cualquier encanto; puesto en la boca, vuelve invisible al que lo lleva. Bradamante encuentra a Brunelo, lo engaña para que la conduzca al castillo y, a la vista de la fortaleza le arrebata el anillo y lo ata a un árbol. Con el anillo en el dedo logra ser invulnerable a la magia de Atlante, que es el caballero del hipogrifo, y lo vence.
 El castillo desaparece, porque era todo obra de los encantamientos de Atlante, y los caballeros y damas que allí están, quedan libres. Entre ellos Rogelio, que se reencuentra brevemente con Bradamante, pero que al montar en el hipogrifo es conducido de nuevo involuntariamente lejos de la dama franca.
El hipogrifo finalmente lleva a Rogelio hasta la isla de la maga Alcina, donde Astolfo, duque de Inglaterra, convertido en un mirto, le cuenta cómo ha sido amado de Alcina y, cómo después, lo ha reducido la maga a tal estado. Rogelio se propone abandonar la isla, pero acaba finalmente en la fortaleza de la maga. Allí queda prendado de los encantos de la encantadora y pierde memoria del mundo. Bradamante entre tanto, busca a Melisa, le da el anillo mágico y le pide que busque a Rogelio. Ésta cumple el cometido, le advierte a Rogelio de la falsedad de la maga y le aconseja usar el anillo. Rogelio hace tal, descubre el verdadero rostro de su seductora y se dispone a huir. Melisa por su parte devuelve a Astolfo su forma humana y junto a él marcha al reino de Logistila, donde después llegará también Rogelio.
Por su parte Reinaldo, después de atravesar Escocia, adonde lo había arrastrado la tormenta, llega a Inglaterra, recibe los deseados refuerzos del rey y con ellos toma el camino de París.
Giulio Bonasone: Rugiero en el jardín de Alcina. Buril. Biblioteca Nacional de España


Angélica, que quedó en compañía de un ermitaño, es conducida por éste a una playa solitaria, donde el viejo tiene el propósito de abusar de ella. No lo consigue por su avanzada edad y allí es raptada por el pueblo bárbaro de Ebuda que pretende darla viva en ofrenda a la Orca. En París, Orlando, consumido por el amor a Angélica tiene un sueño premonitorio que le advierte del peligro que corre su amada, y disfrazado abandona París en su búsqueda. Durante su camino tiene noticias del pueblo de Ebuda y sospechoso de que Angélica pueda estar allá, se embarca; pero una inoportuna tormenta lo arrastra a Holanda, donde socorre a la condesa Olimpia, que es hostigada por el rey Cimosco. Vence a este rey, repone a Olimpia y a su esposo Bireno en su primitiva dignidad, y se dispone a tomar rumbo a Ebuda. Sin embargo, Bireno se enamora de otra mujer y abandona a Olimpia a su suerte.
Vuelve la acción al reino de Logistila, donde Melisa instruye a Rogelio en la monta del hipogrifo. Éste lo cabalga y viaja con él atravesando Asia y Europa. Pasa Inglaterra y después Irlanda y cerca, en la isla de Ebuda, contempla como una desnuda Angélica espera ser devorada por el monstruo marino. Logra rescatarla y huye con ella a la Bretaña francesa. Allí descabalgan ambos y Rogelio queda prendado de la belleza de Angélica, pero ésta metiéndose en la boca el anillo que le había confiado previamente el caballero se vuelve invisible y huye de él y se determina a volver a su reino del Catay. A la vez que pierde a Angélica, pierde el hipogrifo al que había dejado atado a un árbol para poder hostigar a Angélica, Al poco Rogelio contempla cómo un gigante combate una mujer que le parece ser Bradamante y los sigue.
Olimpia, sola y abandonada. es capturada por las gentes de Ebuda que la ofrecen a la Orca a cambio de Angélica. Llega Orlando al fin a la isla, rescata a Olimpia y mata al monstruo. Llega también Uberto, rey de Irlanda, que se enamora de Olimpia, la toma por mujer y jura vengar la vileza de Bireno. Orlando, por su parte, decide continuar la búsqueda de Angélica, pero acaba engañado por Atlante que ha construido un palacio mágico en el que quien llega a él ve lo que más desea y pierde el tiempo persiguiéndolo en vano por sus habitaciones. Allí están ya presos de su propio deseo también Fierabrás, Sacripante, Gradaso y Brandimarte.
 Llega después Rogelio detrás del gigante y Bradamante, porque son éstas en realidad figuras contrahechas que forman parte del encantamiento. Angélica, por casualidad, llega también al palacio, aunque el poder del anillo la libra de sus engaños. Ve a Sacripante y a Orlando y, como necesita un caballero que la proteja en la vuelta a su tierra, elige que este sea Sacripante. Se hace visible ante él, pero Orlando y Ferragús que están cerca también la ven. Al darse cuenta, huye la princesa y van tras ella los tres caballeros alejándose del palacio y de su encantamiento. Allí muda de consejo Angélica y decide que el poder del anillo le basta para viajar segura, así que se lo mete en la boca y desaparece de la vista de los tres. Entre tanto Ferragús logra hacerse con el famoso yelmo de Almonte, que calaba Orlando.
Después de la pérdida del yelmo, se provee Orlando de otro y desbarata dos ejércitos de sarracenos. Tras ello, ve luz en una cueva y entra en ella. Dentro está prisionera la princesa Isabel hija del rey de Galicia y enamorada del príncipe Zerbino, hijo del rey de Escocia. Cuenta Isabel su historia y cómo ha sido que ha llegado a ser presa de unos malhechores en aquella horrible guarida. Llegan en esto los captores, Orlando los mata a todos y parte con Isabel a la que ofrece su protección. Por el camino topan con un caballero que va cautivo y en este punto, sin desvelar la identidad del caballero, vuelve su atención Ariosto sobre Bradamante.

Redacción.

Ariosto emprendió la continuación de la obra de Boiardo hacia 1505, diez años después de que la repentina muerte del conde de Scandiano hubiese dejado el Enamorado inconcluso. Pidió consejo a su amigo Bembo sobre cómo acometer la continuación y, a pesar de que este lo animó a proseguirlo en latín, desoyó el consejo y continuó la obra en el mismo metro (la octava) y con la misma lengua (el dialecto ferrarés) con los que Boiardo había escrito su obra. A los diez años, en abril de 1516 se publicó en Ferrara una primera versión del Furioso en cuarenta cantos dirigida principalmente a ser lectura de la corte ferraresa.
 No obstante, Ariosto no estaba del todo satisfecho con la primera versión de su obra, y, en 1521 publicó en Ferrara un segunda versión con pequeñas modificaciones y una lengua algo más toscana. Durante este tiempo, entre 1518 y 1519, escribió también cinco cantos (véase siguiente apartado), que no se resolvió a añadir a la obra.
La obra tuvo ya un considerable éxito con diez y siete reimpresiones, pero Ariosto se propuso aún hacerle una profunda revisión y acercarla más al público de toda Italia. Por aquella época bullía en Italia la «discusión sobre la lengua», esto es, la discusión sobre cuál debía ser la lengua culta italiana. Ariosto siguió la tesis defendida por Bembo, que publicó la considerada primera gramática del italiano (sus Prosas sobre la lengua vulgar) en 1524, y emprendió una profunda toscanización del texto siguiendo a Petrarca como modelo de lengua para su poesía. Además añadió seis cantos, con los que la obra llegó a los cuarenta y seis, y produjo notables modificaciones en el resto. Fruto de todo ello fue la tercera y definitiva versión de 1532.
El resultado de toda esta larga y dedicada elaboración es una obra singular, universalmente reconocida como una de las cumbre de la literatura europea. Con ella, las lenguas modernas logran al fin producir una poesía épica culta a la altura de las más admiradas de la Antigüedad Clásica; y la octava real se constituye definitivamente en las lenguas romances como la sucesora del hexámetro latino. Tal es la perfección formal que alcanza la octava del Ariosto, que suelen referirse a ella los críticos como octava de oro. Voltaire, rendidísimo admirador de esta obra, llegó a declarar en su Diccionario filosófico: «¡Cuán grande es el encanto natural de su poesía! Hasta el punto de que soy incapaz de leer uno solo de sus cantos traducido en prosa».

Traducciones.

La obra, como en el resto de Europa, gozó pronto de gran fortuna en España, y ha sido traducida en varias ocasiones, principalmente en el siglo XVI y en el siglo XIX. Si se distingue entre aquellas que respetan la métrica original (la octava) y aquellas que no lo hacen.

 

 ¿Qué veía Ariosto cuando cerraba los ojos?


Edgar Cherubini
14 enero, 2017
 

Mito y realidad se conjugan en Orlando furioso de Ludovico Ariosto (1474-1533). Este poema épico publicado en 1516, consta de 46 cantos y cuarenta mil versos endecasílabos escritos en octavas. Siendo un libro concebido para disfrute de la corte de los duques de Este, señores de Ferrara, se popularizó de inmediato, debido a que en italiano la rima adquiere un ritmo y una melodía tan prodigiosa, que inspiraba a los trovadores a cantar el poema en mesones, plazas y ferias para deleite de la población iletrada.
El poema, es una urdimbre en la que la trama va tejiendo un laberinto de situaciones y personajes que componen en su conjunto una descomunal ópera que va de lo real a lo fantástico, de la tragedia a la comedia, de leyendas y fábulas a personajes de carne y hueso de su tiempo. Todo esto se va entrelazando en una minuciosa y laberíntica estructura que se escenifica por todo el globo terráqueo y ¡…hasta en la Luna!.  
Ariosto, retrata al detalle las cortes de las ciudades-Estado italianas, propensas al refinamiento y al teatro social y a la vez versadas en el arte de la guerra, de allí la descripción pormenorizada de un sinfín de batallas. En el imaginario popular de la época, Orlando simbolizaba al caballero leal a su rey en la lucha contra el invasor musulmán y que con audacia y valor va en busca de una doncella y enloquece de amor por ella.


El Palazzo dei Diamanti (palacio de los diamantes) es uno de los monumentos más conocidos de Ferrara y del Renacimiento en Italia. Se encuentra en Corso Ercole I, en el Quadrivio degli angeli, justo en el centro de la Addizione Erculea.



El Palazzo dei Diamanti, en la maravillosa ciudad de Ferrara, sirve de escenario la exposición “Orlando furioso, 500 años” que muestra el entorno renacentista en que vivió Ariosto y que inspiró su magnífica obra literaria. La exposición fue organizada por la Fundación Ferrara Arte para conmemorar el quinto centenario de la primera edición del Orlando Furioso, una obra maestra de la literatura occidental y fuente inagotable de la literatura fantástica hasta nuestros días.

¿Qué veía Ariosto cuando cerraba los ojos? 

 Para dar forma al concepto y visión de la muestra, los curadores Guido Beltramini y Adolfo Tura, identificaron e inventariaron las obras figurativas y las cosas que Ariosto conoció y que nutrieron su imaginación. Más de ochenta obras maestras del Renacimiento de grandes artistas de la época como Mantegna, Bellini, da Vinci, Dossi, Rafael, Miguel Ángel, di Cosimo, Ucello o Tiziano, junto a objetos preciosos, libros incunables, planisferios, manuscritos, miniaturas, instrumentos musicales, monturas, yelmos y espadas que evocan el refinamiento y a la vez el rigor de la vida cortesana del mundo caballeresco donde se desenvolvió su autor.

¿Qué veo cuando cierro los ojos

 En el tren de regreso, rumbo a París, al cerrar los ojos para organizar mis pensamientos y escribir esta nota, reconstruyo el recorrido dentro de la muestra. Veo los mensajeros alados de La liberazione di Andromeda que Piero di Cosimo pintara en 1510 y la fabulosa Minerva che scaccia i Vizi dai giardino delle Virtú (1497) de Mantegna.  Veo los detalles de La batalla de Roncesvalle del 778, en el tapiz de seda que data de 1475, enviado por el Victoria and Albert Museum de Londres. Contemplo Il Baccanale degli Andrii (1518-19) de Tiziano, enviado por el Museo El Prado. Escudriño con la mirada un cuerno de marfil tallado en el siglo XI, Olifante, “Corno di Orlando”, instrumento de uno de los episodios célebres de la epopeya.  
Ariosto se inspiró por igual en fábulas del Medio Oriente, en mitos griegos y muy especialmente en las leyendas Carolingia y Arturiana, cantares de gesta de la Edad Media.  El influjo de Ovidio y su Metamorfosis y la de Paolo Ucello con su San Giorgio e il drago, 1440, también están presentes en sus páginas.

Cierro los ojos y entiendo el por qué Orlando enloquece de amor, al contemplar la sensual venus desnuda de Boticelli, Venere pudica (1485), pintura que le sirve de inspiración al autor para describir la belleza de Angélica, personaje principal de su poema: 
“Con bionda chioma lunga et annodata: Oro non è, che più risplenda e lustri” (VII, 11, 3-4).

Después de admirar esas y otras obras, recorro la colección de mapas antiguos, entre los que se encuentra la Cosmographia de Tolomeo (1462), para llegar finalmente al eje en torno al cual gira toda la exposición: el ejemplar de la primera edición del Orlando furioso, impreso en Ferrara en 1516 por Giovanni Mazzocchi. Esa primera versión constaba de 40 cantos, pero en 1532 se imprimió una segunda y definitiva con 46 cantos y 40.000 versos.

Cierro los ojos y veo el castillo de los duques de Este o Castello Estense, en el centro histórico de Ferrara, obra arquitectónica de Bartolino de Novara en el año 1.395. Es un edificio de planta cuadrada y muros de ladrillo bermellón, dotado de cuatro torres defensivas, rodeadas por un foso de agua.  La estructura urbanística de la ciudad, desarrollada dentro de regias murallas, se remonta al siglo XIV.  El primer plano urbanístico moderno de Europa tiene su origen en Ferrara, con el proyecto futurista realizado por Biagio Rossetti (1447-1516), una innovadora fusión que une el entramado de la ciudad medieval con el nuevo trazado renacentista. La ciudad fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1995, bajo la denominación “Ferrara, Ciudad del Renacimiento”.

Cierro los ojos y aun saboreo la inigualable sazón de la Cesarina, esposa de Luciano Vaccari, en su casa en Molinella, donde fui invitado a su tradicional almuerzo de Navidad: 
“I piatti in ordine di portata sono capeletti in brodo, il brodo fatto con cappone, guancia, un’altra pezzo di manzo, poi il lesso servito caldo con salsa e mostarda di senape, scaloppine con purea di carciofi, cotechino e salama di suga con pure’ …poi i dolci ! Torta di riso, di tagliolini, pesche sciroppate, panpapato, vino prodotto da Luciano e altre delizie”.
Cierro los ojos y recorro las estancias del antiguo palazzo situado en Via Camello 22, donde vivió Bartolino de Novara mientras construía el castillo Estense. Una parte del regio edificio pertenece a la familia Steiger Acciaro, quienes fueron mis anfitriones en Ferrara.  En esos mismos salones, Doménico Maria de Novara, descendiente del arquitecto, organizó importantes tertulias con intelectuales y científicos de la época.  Walter Steiger, extrae de su nutrida biblioteca el acucioso estudio de Antonieta Folchi “Copérnico e lo Studio di Ferrara” (2003), para señalarme las referencias sobre la amistad entre Doménico de Novara y Nicolas Copérnico, cuando este último estudiaba un doctorado en Derecho en la Universidad de Ferrara. 
Doménico de Novara, apasionado por la Astronomía y traductor de antiguas cosmogonías griegas, invitó al sabio a sus tertulias en esta casa y fue quien lo motivó a estudiar el movimiento de los astros. Al cabo de un tiempo, Copérnico expuso sus investigaciones sobre la teoría heliocéntrica en el tratado De revolutionibus orbium celestium, en el cual afirmaba que nuestro sistema planetario era heliocéntrico, la tierra y los restantes planetas giraban alrededor del Sol, una revolución que comenzó a cambiar la visión del hombre en el universo, contrariando dogmas y prejuicios arraigados en el oscurantismo.

Cierro los ojos y escucho las voces de mis contertulios reunidos en Il Brindisi, dicen que es la hostería y bodega de vinos más antigua de Italia, situada en la Via degli Adelardi, 11.  En esta misma mesa donde estamos degustando un buen vino del piedemonte toscano, conversaron Novara y Copérnico y en la mesa del fondo se reunían Ariosto y Tiziano. Desde ese entonces se remonta su tradición y sus vinos, provenientes de las mejores reservas de Italia.
La universidad de Ferrara, fundada en 1.391, un siglo antes del descubrimiento de América, se nutrió de brillantes humanistas y científicos. En sus aulas y tertulias promovidas en su seno se fraguaron las mentes más avanzadas del renacimiento. Ferrara fue por mucho tiempo el centro político, cultural y diplomático más importante de Italia y parte de Europa. Esa supremacía se logró gracias a que se convirtió en lo que hoy llamaríamos una sociedad del conocimiento.
Ariosto y tantos otros humanistas y científicos, lograron abrir nuevos caminos al pensamiento gracias a una sociedad cimentada en la cultura y en los valores humanos.
Sentir el espíritu que se respira en esos recintos, donde mentes brillantes revolucionaron su época, me hizo presentir que en medio de las amenazas oscurantistas que se ciernen sobre Occidente, se aproxima un cambio de paradigmas, un nuevo renacimiento. 
En el presente, en muchos centros de pensamiento tratan de sacudirse modelos obsoletos de economía y política, mientras ensayan nuevas tendencias para crear un futuro más humanista.

El pensador Buckminster Fuller afirma: 

“No podrás cambiar las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, debes construir un nuevo modelo que haga obsoleto el actual” y eso está ocurriendo, se están gestando nuevos modelos de desarrollo humano y una nueva visión del mundo, eso veo con los ojos bien abiertos.


  

La ciudad del 'Orlando Furioso'


En Ferrara compuso Ariosto su famoso poema. Historias de decapitaciones y calabozos, con un preso encerrado durante 53 años, pero también de bicis y sabrosos panes de cuatro puntas

Fernando Castanedo
05 jul 2013 

Ferrara, en la Emilia-Romaña, tiene 131.000 habitantes y una importante densidad de bicicletas. Rica por su agricultura, la artesanía de lujo, la gastronomía y el arte, fue uno de los ducados más poderosos de Italia. En su universidad estudiaron Copérnico, Paracelso y el temible monje puritano Savonarola —que acabó en la hoguera—. Sus duques se casaron con hermanas de emperadores, hijas de Papas y princesas de Francia, y les cupo el honor de ser los mecenas —aunque gastando poco o nada— de Ariosto, el autor del extenso, grandioso y fantasioso poema del siglo XVI Orlando Furioso.

Tres tristes historias.

Damas, armas, amor y empresas canto”, comenzaba su libro, y nosotros empezamos por el Castello Estense, que, como su nombre indica, fue la residencia de los Este, dueños de la ciudad entre los siglos XIII y XVI. Muestra de su riqueza es que tuvieran un foso con agua que, en contra de lo que suele creerse, era un lujo insólito. Los Este la canalizaron desde el río Po para defenderse mejor de las otras familias señoriales y de los habitantes de la ciudad, a los que cargaban todos los impuestos posibles. 
En 1385, los tributos fueron tantos que los ferrareses se levantaron contra el consejero de Niccolò II, Tommaso da Tortona, y asediaron el castillo. Niccolò II, viendo que pasaba el día y los ánimos no se apaciguaban, al hacerse de noche mandó confesar y dar la comunión a Tommaso antes de entregarlo a la masa, cuyo fin pueden imaginarse.

Javier Belloso

Pero los enemigos también estaban dentro, donde, además del jardín colgante, el salón de los juegos, despachos, capilla, cocinas y el patio de armas, se pueden visitar tres tristes calabozos. En los dos del sótano pasaron su última noche los desdichados amantes Parisina y Ugo, la esposa y el hijo (habido de otra mujer) de Niccolò III. Nada más descubrirlos, ordenó que los encerraran y los decapitasen al día siguiente. Corría 1425. Ella tenía 20 años; él, 19. El tercer calabozo, cerrado por tres portones de hierro sucesivos, fue la prisión de Giulio d’Este. 

Junto a su medio hermano Ferrante, organizó un complot contra el duque y también hermano Alfonso I, casado con Lucrecia Borgia, pero fueron descubiertos y condenados a muerte. Al final, el duque les conmutó la pena capital por la de cadena perpetua, y tras 53 años de cárcel, con Ferrante y Alfonso I ya muertos, Giulio fue liberado. En las calles de Ferrara la gente se giraba al verlo pasar con sus 81 años, erguido, apuesto y vestido a la moda de hacía 50.

Por la ciudad vieja

Muy cerca del Castello se encuentra la Piazza della Cattedrale, con su delicada fachada románica de mármol y un grandioso interior del XVIII. Enfrente, dos columnas flanquean el portal de entrada al Ayuntamiento. A la derecha, sobre una fina columna y un arco, la figura ecuestre de Niccolò III, el parricida de Parisina y Ugo.
Perderse por las calles y callejones de la ciudad vieja de Ferrara —¡cuidado con las bicicletas, no se oyen!— tiene lo suyo de andadura por un dédalo de ladrillos, cantos y tejas, iglesias pequeñas y palacios algo mayores. Lo que no hay que perderse es la graciosa Via delle Volte, cruzada cada tanto por soportales, y tampoco está de más caminar por la elegante Via Carlo Mayr  y la bulliciosa San Romano (6), el eje de un barrio que ha llegado hasta nosotros casi intacto.

 El palacio quitapesares

Sin salir del mismo, conviene acercarse a ver los gentiles frescos del Palazzo Schifanoia (7) —quitapesares, en español—, pintados en torno a 1470 por Francesco del Cossa. Aquí se encuentra el Salón de los Meses, con la famosa imagen del carro triunfal de Venus tirado por dos cisnes, una fantasía wagneriana convertida en cómic renacentista. En el mismo salón reconocerán la inconfundible papada del duque Borso, que también mandó representar aquí algunas escenas de su vida. No se pintó en el momento que con proverbial tacañería —estaba muy satisfecho del trabajo— se negó a pagar al pintor lo que le pedía, obligándole a marcharse a Bolonia. De los jardines hoy nos queda el prado, árboles y un merendero con pasteles salados y dulces, perfecto para almorzar y refrescarse a la sombra.

Modelo de urbanismo.

Si cruzamos el Corso Giovecca, nos adentraremos en la llamada Addizione Erculea, la primera ampliación de una ciudad que se realizó sirviéndose de un proyecto, con calles anchas, edificaciones suntuosas y áreas reservadas para los jardines. En 1492, Ercole I se la encargó a Biagio Rossetti, el cual, además de diseñar las nuevas murallas de Ferrara, trazó la retícula. Apenas recorridos cien metros del Corso Ercole I d’Este, a la derecha encontramos un primer ejemplo de lo que supuso el ensanche renacentista: la tapia de un jardín rematada con dos estatuas de Hércules. 
Un poco más adelante, a la izquierda, deslumbra el Palazzo dei Diamanti , con sus 8.500 sillares de mármol blanco en forma de punta de diamante. Hoy alberga la Pinacoteca Nazionale.

La casa de Ariosto
La frase latina Parva sed apta mihi , traducida literalmente, significa "Pequeña pero adecuada para mí"

Se trata de una inscripción colocada en la fachada de su casa por Ludovico Ariosto cuando, en 1525, regresaba de Garfagnana, donde era gobernador, a la ciudad de Ferrara , donde se instaló definitivamente. La frase completa es Parva, sed apta mihi, sed nulli obnoxia, sed non / sordida: parta meo sed tamen aere domus  (Casa pequeña, pero adecuada para mí, sobre la que nadie puede reclamar derechos, digna y comprada con mi propio dinero ).
Además del paseo entre jardines, palacios y parques, dentro de la ampliación merece la pena visitar la Certosa, la antigua Cartuja que hoy es cementerio, y para los letra heridos, la casa de Ludovico Ariosto (1474-1533). El escritor fue un protegido del cardenal Ippolito y de Alfonso I d’Este, aunque le pagaron siempre tarde y mal, como debían tener por costumbre. Esta casa de dos pisos, con patio, establo —“para dos caballos”, nos aseguran— y una huerta, perteneció al antiguo embajador del duque Alfonso en París. 
El diplomático se había marchado dejando muchas deudas en Ferrara, pero, como le correspondía correr con los gastos de la embajada, pensó que, al volver, el duque se las perdonaría. Gran error. Por eso, al construirse esta casa sencilla, hizo grabar en la fachada la inscripción que comienza:
 “Parva, sed apta mihi…”:“Pequeña, pero suficiente para mí, libre de deudas a nadie, limpia y pagada con mi dinero”. 
Cuando se puso en venta, Ariosto vio la leyenda, se acordó de la roñosería de sus protectores y dijo:
 “A mí también me cuadra”, y la compró.

Calabaza, mantequilla y salvia.

De vuelta en la ciudad vieja, en el número 26 de la angosta Via della Vittoria está la Osteria del Ghetto (13) (entre 25 y 60 euros; cierra los lunes), famosa por sus cappellacci di zucca, pasta rellena de calabaza, mantequilla y salvia, y servida en salsa de ragù (boloñesa). 
Para empujarlos, el pan ferrarés con sus cuatro cuernos, de ecos medievales y con denominación de origen; y para acompañarlos, un Lambrusco seco emiliano. El mejor sabor de boca que puede dejar Ferrara.

Giulio d'Este.

Giulio d'Este


Giulio d'Este (Ferrara, * 13 de julio de 1478 -ibídem, † 24 de marzo de 1561) fue el hijo ilegítimo de Hércules I de Este, duque de Ferrara.

Giulio d'Este y el cardenal Hipólito de Este, ambos hermanos de Alfonso I, albergaron rencores y tuvieron diferencias entre sí a lo largo de sus vidas. El 2 de enero de 1505, Ercole I, su padre, murió. Después de esto, Hipólito le arrebató a Don Reinaldo, un músico apreciado por su padre, (el derecho a presumir del siglo xvi). Al parecer, Giulio luego 'se robó' al cantante del castillo donde Hipólito lo mantenía. Haciendo uso de su influencia sobre Alfonso, Hipólito se aseguró de que Giulio fuera exiliado de Ferrara y puesto bajo arresto domiciliario.
Más tarde ambos se enamoraron de la misma mujer, Angela Borgia, prima de la duquesa de Ferrara Lucrecia Borgia. Esta doncella graciosa y muy cotizada eligió a Giulio, un día, declaró a Hipólito: 
"Monseñor, los ojos [de Giulio] de su hermano valen más que toda su persona [Hipólito] ..." 
Si antes estaba enojado, ahora Hipólito estaba furioso, por lo que planeó una emboscada.

Giulio estaba solo y no pudo hacer nada cuando el cardenal Hipólito ordenó a sus soldados tomar, apuñalar y matar a Giulio. La orden se cumplió parcialmente, ya que Giulio fue brutalmente golpeado y apuñalado en ambos ojos. Finalmente perdió la vista en un ojo y con visión borrosa en el otro.​ A partir de ese momento comenzó a tramar la muerte de Hipólito y Alfonso, y para tener éxito unió fuerzas con otro hermano, Ferrante, el cual quería eliminar al duque y tomar su lugar.
La conspiración se llevó a cabo torpemente: los conspiradores trataron de matar a Alfonso I en cuatro ocasiones diferentes con dagas envenenadas. En dos ocasiones perdieron a Alfonso, y en otras dos ocasiones fueron demasiado cobardes para matar a su propio hermano. Hipólito pronto descubrió su trama: todos los aliados de los dos perpetradores fueron condenados a muerte, mientras que para ellos, la pena fue reducida a cadena perpetua en las mazmorras del castillo de Este.
En 1506 los dos fueron encerrados en la prisión del castillo. Ferrante murió en la cárcel años más tarde a los 63 años. Giulio fue puesto en libertad por el nieto de Alfonso, Alfonso II, 53 años después de ser encarcelado. Nunca durante ese tiempo, fueron visitados por los miembros de la familia.
Se encuentra enterrado en el Monasterio del Corpus Domini, en Ferrara.

  

Ludovico Ariosto.


Retrato


(Reggio Emilia, actual Italia, 1474 - Ferrara, id., 1533) Poeta italiano. Con la figura de Ariosto llegó el Renacimiento italiano a su cenit. Miembro de una familia aristocrática, ya desde joven recibió el apoyo de la casa de Este, una familia de mecenas renacentista en cuya corte permanecería de 1503 a 1517.
Bajo la guía de su padre, que fue funcionario en la corte estense y desarrolló importantes funciones administrativas y militares, Ludovico Ariosto estudió con distintos preceptores y, por voluntad paterna, emprendió la carrera jurídica. Sin embargo, no tardó mucho en abandonarla para seguir su vocación, que le llevó a relacionarse con los principales representantes de la cultura del Humanismo. En esos primeros años de su juventud, época en la que, libre de obligaciones gracias a la acomodada posición de su familia, pudo frecuentar las fiestas y representaciones teatrales de la corte, empezó a cultivar la poesía, dedicándose en un primer momento a componer versos en latín.

Entre 1494 y 1503 escribió los Carmina, en los que retoma sobre todo los modelos de Tibulio y Horacio, pero desde 1503 versificó casi exclusivamente en lengua vulgar, y cuando Bembo le invitó a perseverar en el uso del latín, rechazó el consejo diciendo que más prefería "ser uno de los primeros escritores toscanos, que, con dificultad, un segundón entre los latinos". 
En las Rimas, casi todas compuestas también en ese período, experimentó con las reiteradamente imitadas formas de Petrarca en busca de una voz propia. En 1500, la muerte de su padre puso fin a esa vida despreocupada, ya que como primogénito tuvo que ocuparse de la administración de los bienes familiares y de la educación de sus hermanos. Las necesidades le obligaron a trabajar para el Estado de Ferrara y, entre 1501 y 1503, fue destinado como capitán al castillo de Canossa, lugar en el que nació su primer hijo.
Alfonso I de Este (Ferrara, 21 de julio de 1476 – ibídem, 31 de octubre de 1534) fue un noble italiano, duque de Ferrara, de Módena y de Reggio, que intervino en las Guerras Italianas firmando la Liga de Cambrai


De regreso a Ferrara, Ludovico Ariosto pasó a formar parte del servicio del cardenal Ippolito d'Este y, a pesar de que siempre lamentó que sus ocupaciones le robaran mucho tiempo, este cargo le permitió alcanzar una buena estabilidad económica para su familia y le dio la oportunidad de participar en las actividades políticas y diplomáticas de las cortes del siglo XVI. Como embajador estuvo en Mantua, Florencia o Roma, ciudad en la que en distintas ocasiones tuvo que entrevistarse con el papa Julio II, que no mantenía muy buenas relaciones con la familia d'Este.
Tuvo tiempo, no obstante, de componer sus primeras comedias, de imitación clásica y destinadas a las representaciones de corte: La Cassaria (1508) y Los supuestos (1509). También se dedicó pacientemente a la composición de la primera edición del Orlando furioso (1516), obra a la que está ligado su nombre y que lo convirtió en una de las principales figuras literarias del cinquecento italiano. En 1517 rechazó la invitación del cardenal Ippolito de acompañarle en su viaje a Hungría y, ante la agria reacción de éste, decidió dejar su cargo. Pocos meses después entró al servicio del duque Alfonso I, del que obtuvo un sueldo para que pudiese continuar sus estudios, pero también encargos y misiones no exentos de responsabilidad, como el de gobernar la turbulenta provincia de la Garfagnana entre 1522 y 1525.
Durante los años de colaboración con el duque, Ariosto escribió las comedias I Studenti (1518) e Il Nigromante (1520), así como las Sátiras (1517-1525), siete episodios de su vida, entre ellos el de su negativa a marchar a Hungría y su agitada estancia en la Garfagnana, con los que conformó un retrato del espíritu cortesano de su tiempo enriquecido con intensas y perspicaces observaciones morales. También consumó la segunda versión del Orlando furioso (1521), cuyo éxito fue tal que entre ese año y 1531 se llegaron a publicar 17 ediciones más, algunas de ellas sin su autorización.
De regreso a Ferrara decidió repartir el patrimonio familiar entre sus hermanos y se construyó su propia casa, la Parva Domus, donde pudo dedicarse casi exclusivamente a las letras. Además de reescribir sus viejas comedias, compuso una nueva, La Lena (1528), considerada la mejor de su producción y que fue representada por primera vez, un año después de su publicación, en un teatro del palacio ducal construido para la ocasión. También preparó y publicó una tercera edición del Orlando furioso (1532), que por los numerosos añadidos y correcciones apareció casi reescrito. 
En el momento de su muerte, cuando su fama se había extendido ya por toda Europa y había recibido numerosos reconocimientos, incluso por parte del emperador Carlos V, seguía trabajando para mejorar y modificar su poema.

Orlando furioso

De hecho, las tres ediciones del Orlando demuestran (más teniendo en cuenta que la primera la inició hacia el 1504) que se dedicó a él con total abnegación durante toda su vida. El Orlando furioso de Ariosto constituye una continuación del poema épico inacabado Orlando enamorado, del poeta italiano Matteo Maria Boiardo, y trata, en su parte más famosa, del amor del paladín Orlando por Angélica en el marco de las leyendas sobre Carlomagno y de la guerra de los caballeros cristianos contra los sarracenos.
Obra maestra del Renacimiento, se estructura en 46 cantos compuestos en ágiles octavas, y en él Ariosto hace gala de profundo lirismo, de extraordinaria imaginación y habilidad narrativas y de un finísimo sentido del humor. 
A pesar de la compleja estructura de la narración, humanísticamente medida y armoniosa, la obra se suele dividir en tres argumentos o episodios fundamentales: el primero situado en la guerra entre Carlomagno y los sarracenos, el segundo dedicado a las aventuras amorosas de Ruggero y Bradamante y el tercero destinado al amor y la locura de Orlando por Angélica, sin duda el más intensamente lírico.

Pero bajo esta trama épica, fabulosa y legendaria, la obra ofrece una consciente y aguda descripción de la civilización del renacimiento italiano, y todos los motivos poéticos, las aspiraciones literarias, los ideales humanos y las situaciones históricas de esa época se sintetizan en ella. Además, el poema, del que Maquiavelo dijo que era "hermoso en todo y en muchos lugares admirable", consiguió otorgarle a un género originariamente pobre y popular la medida y la calidad lírica de las obras clásicas.
Considerado por muchos críticos como uno de los mejores poemas de todos los tiempos por su vigor y dominio técnico del estilo, toda la obra pretende rendir tributo a la familia de Este, protectora del poeta, encarnada en la figura de su ilustre fundador Ruggero, cuya vida aparece transmutada y enaltecida en la figura del héroe, Orlando. Popular de inmediato en toda Europa a partir de su publicación en 1516, el poema influyó decisivamente en los poetas renacentistas; su huella se percibe especialmente en el portugués Luis de Camoens y en algunas obras de Lope de Vega.

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Titulo: ORLANDO FURIOSO. Traduzido en romance castellano por Hieronimo de Urrea, con muchos argumentos y alegorías en cada uno de los cantos muy útiles. Asi mismo se ha añadido una breve introducción para saber pronunciar la lengua castellana con una exposición en la thoscana de todos los vocables difíciles contenidos, hecho todo por Alonso de Ulloa.

Publicado: Guillaume Rouillé for Matthia Bonhomme, Lyon

Fecha de Publicación: 1550

Nota traductor 

Jerónimo Jiménez de Urrea (Épila?, Zaragoza, h. 1510-Nápoles?, antes de octubre de 1574) fue un militar y escritor español procedente del noble linaje aragonés de los Jiménez de Urrea.
En el Siglo de Oro Urrea gozó de contrastante fortuna: contemporáneos como Alfonso de Ulloa, Gregorio Hernández de Velasco, Hernando de Hoces, Juan de Mal Lara, Luis Zapata, y en Italia Ortensio Lando, lo citan elogiosamente; pero sobre su traducción del Orlando furioso pesa el reproche que Cervantes puso en boca del cura en el Quijote (I, 6): 

“Aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor”, si bien añadiendo acto seguido una suerte de disculpa:
 “Lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan, y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento”.
Palato d'azzurro e d'argento; alias: Palato d'azzurro e d'argento; capo d'oro caricato di un'aquila di nero coronata dello stesso; alias: Inquartato nel 1° e 4° l'aquila, nel 2° e 3° il palato.

Los Gli Ariosti, o Areosti o Ariosto , son una antigua familia aristocrática italiana, originaria de Bolonia y trasplantada a Ferrara a finales de la Edad Media. Eran nobles , patricios de Bolonia y Ferrara, patricios de San Marino , condes del Imperio, condes palatinos, condes de Mandria, de Castel Falcino, vizcondes de Argenta y señores de San Martino en Soverzano y San Próspero.


El lema de la casa Pro Bono Malum impreso al final de Orlando Furioso (P. Litta, Famiglie Celebri d'Italia , 1700). La hazaña retrata una colmena en la que las trabajadoras abejas se ven obligadas a huir porque el granjero ingrato ha prendido fuego a la colmena para obtener miel: Ludovico Ariosto quiso así significar la ingratitud humana hacia quienes hacen el bien.

Palazzo Ariosti Ferrara




Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 



Itsukushima Shrine.



  



Adriana Valdés Budge (Santiago, 3 de octubre de 1943) es una ensayista chilena​ y la primera mujer elegida como directora de la Academia Chilena de la Lengua y del Instituto de Chile.

Biografía

Estudió en la Universidad Católica y allí mismo enseñó literatura y estética hasta 1974. Poco después de la intervención de las universidades por parte de la dictadura militar, ganó un concurso público de las Naciones Unidas y se dedicó a la traducción por veinticinco años. Durante ese periodo fue miembro fundadora de varias iniciativas culturales contestatarias como la Revista de Crítica Cultural y la Academia Imaginaria. Era directora de publicaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) al finalizar su carrera de funcionaria internacional.
Adriana Valdés se convirtió en vicedirectora de la Academia (fue elegida el 2010 y reelegida el 2013); en la votación del 3 de diciembre del 2018 es elegida directora de la Academia Chilena de la Lengua y presidenta del Instituto de Chile a partir de 2019.​ Es la primera mujer en ocupar estos cargos en la historia de las mencionadas instituciones.
Escribe crítica de artes visuales y de literatura, por lo que ha obtenido diversos reconocimientos.
Funcionaria internacional durante veinticinco años -en un trabajo que describe como el sueño de todo traductor-, llegó a ser jefa de traducción y luego directora de publicaciones de la CEPAL, esto último durante diez años. Pero sus méritos empezaron a acumularse mucho antes, a través de sus estudios superiores de literatura y de la docencia ejercida entre 1965 y 1975 en el Instituto de Letras de la Universidad Católica, donde también colaboró en la fundación de la revista Taller de Letras.

ACADEMIA CHILENA DE LA LENGUA.

María Teresa Cárdenas

Adriana Valdés: “Ahora no hay ningún prestigio en ser una persona educada”

La ensayista y crítica literaria chilena reflexiona a sus 80 años sobre el deterioro uso del lenguaje -“estamos todos hablando como delincuentes”-, la literatura chilena actual y su familia



Adriana Valdés Budge, el 2 de enero de 2024.


Adriana Valdés Budge (80 años, Santiago) atiende esta entrevista en la terraza de su piso en Providencia, un rincón en el que devora libros como almendras. El último atracón fue Maniac, de Benjamín Labatut, que no lo pudo soltar ni para cumplir con su sagrado ritual de beber una taza de té a las cinco de la tarde. “Cuando abrí los ojos me di cuenta que no tenía 12 años”, sostiene la aguda intelectual chilena. Y es que los 80 años la pillaron sintiéndose más joven que en otras etapas de su vida y con su apetito literario intacto.
La primera mujer directora de la Academia Chilena de la Lengua y presidenta del Instituto Chile (2019-2022) está “perfectamente alerta”, con el ego arrinconado y la tranquilidad de haber construido una vasta trayectoria marcada por la docencia, la crítica literaria y su cuarto de siglo en las Naciones Unidas, durante la dictadura militar de Pinochet. 
He cumplido con muchas tareas. Ahora la principal es no morirme sin que el cerebro y el espíritu se hayan desarrollado lo más posible. Tener más experiencia de esto que voy a perder pronto”, afirma la ensayista.

Viene saliendo de un 2023 “lleno de altibajos”. Arrancó con la muerte repentina de uno de sus cuatro hermanos y continuó con la presidencia de su hija Verónica Undurraga en la Comisión Experta que redactó el borrador de la propuesta constitucional. Fue un año de alegrías, dolores, ilusiones y decepciones. 
“Me parece raro estar tan mayor y tener tanta oscilación de sentimientos”, comenta.


Pregunta. ¿Cómo vivió el proceso constitucional la madre de la presidenta de la Comisión Experta?

Respuesta. Yo no podía separar. Tenía un lado como de fanático, pero era afectivo. ¿Cómo lo viví? Encontrándole siempre la razón a ella y adorando a la gente que ella quería. Después vino el Consejo liderado por los Republicanos y, como dije en Twitter, se vivió un ambiente de meter por debajo [del texto] un sentido común de los años 50, que no es el de Chile.

P. Es muy activa en X, antes Twitter. ¿Qué es esa red social para usted?

R. Hay que tomar en cuenta que vivo sola, no interactúo como una persona en pareja. Trato de encontrar gente a la que le gusten las mismas cosas que a mí, porque no es tan fácil. Aparte, cuando tienes mi edad y facha, alguien te mira y cree que sabe exactamente lo que eres, por lo que no se me acercarían en un café. Previo a la pandemia, tenía una especie de amistad muy intensa con una tuitera que, como yo, escribía décimas. Teníamos un grupo simpático en el que nos contábamos de libros, chirigotas y versos. Organizamos un encuentro en mi casa y vino la gente más entretenida: Rodrigo Pinto, Ignacio Álvarez, Luis Barrales, Paula Loyola... Éramos más de 20 y teníamos mucha conversación. Si Twitter puede producir eso, es bastante milagroso.

P. Además se la ve muy atenta a la contingencia.

R. Después del golpe militar trabajé 25 años en la ONU. Tuve amistades entrañables con gente muy diferente que me sacó de la manera de pensar de los intelectuales de Chile de esa época, que era muy compartimentalizada. En esa época, mi jefa en la Cepal era la mujer de Edgardo Boeninger, quien, al ver lo que yo escribía, me invitó a almuerzos donde juntaban intelectuales que se tenían desconfianza para ir construyéndola. Fue algo que tardó años y por eso la Concertación lo cuidó tanto.

P. ¿Y qué pasó?

R. Todo se desgasta. Cuando yo estudiaba, había una clase media muy fuerte, intelectual, la mayoría de izquierda. Luego del golpe terminaron fuera de Chile y con mucho resentimiento hacia la gente que se quedó, nosotros –con Enrique Lihn [escritor, su pareja de entonces]– incluidos. Éramos vistos como traidores o cómplices. Nadie concebía que pudieras estar aquí en contra [de la dictadura]. Nadie pudo creer que ganara el No [en el plebiscito de 1988]. Enrique acababa de morir y una de mis grandes penas es que no lo haya visto. Las primeras escaramuzas fueron entre los retornados y la gente de acá. Después se empezaron a entender, pero los primeros encuentros fueron fatales.

P. ¿Qué le parece el trato en la clase política actual?

R. Antes había registros del habla. Ibas a una entrevista de trabajo y no decías “hola, weona”. Ahora está todo el mundo en un registro muy bajo. Estamos todos hablando como delincuentes. Lo que más me duele es que hace que los más débiles no dominen registros mejores del habla. Se igualó para abajo, pero los otros pueden subir cuando quieran. Ahora no hay ningún prestigio en ser una persona educada.

P. ¿Estamos más sensibles ante el lenguaje?

R. Bastante... Antes se decían algunas brutalidades, pero se mitigaba por la proximidad física. Se rían del senador, pero había una compostura que era fundamental para que las cosas funcionaran. Uno no creía que tenía derecho a tirar sobre la mesa tus dolores y sentimientos todo el tiempo. A veces siento que me están pidiendo que tolere que alguien me vomite encima.

P. ¿Qué piensa de la apertura de la intimidad de los personajes públicos a sus seguidores?

R. Intentan mostrarse lo más natural posible, pero uno no sabe lo que la cámara deja fuera. Las cámaras han hecho esta especie de psicología del show norteamericano. La encuentro muy falsa. Estamos entrando a una época de sentimientos falsos, por eso la gente es tan solitaria. Antonio Tabucchi dice que la vida es subrepticia: lo que está pasando por debajo de todo lo que está pasando. 
Al terminar un amor, uno reflexiona años después: ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué me interesé en esa persona? Esos son los sentimientos verdaderos. Mucho más sutiles, complicados, interesantes. No se manufacturan para la cámara.

P. ¿Está revisando sus historias de amor?

R. Sí. También mucho la historia familiar. Es muy interesante el amor infinito por los hermanos, prácticamente inexpresable. Llega un momento en que toda esta constelación de cosas, que para ti son muy importantes, también lo son para muy poca gente, que son los que tienen los mismos recuerdos, los que vivieron en la misma casa. Durante mucho tiempo uno le pone la proa a la familia porque es necesario transformarse en quien es. Cuando ya lo sabes, no tienes por qué.

P. ¿Cómo ve a la generación de sus nietos?

R. Mucho más solos que lo que era a esa edad y eso que yo era de profesión solitaria. Los seguidores no son amigos. Además, el Whatsapp, el computador, crean impaciencia. Todo es rápido. Mis nietos dejan las cosas como a medio decir. Pienso mucho en la palabra anomia, que es falta de objetivos y normas compartidas. Hoy no hay. Es tan duro tener que descubrir solos cuáles son sus normas.

P. ¿Cómo era antes?

R. Uno tiene que tener padres que le vayan en contra porque así define su personalidad. Así era mi generación, aunque no mi padre. De repente siento que ahora los niños no tienen eso que necesita un gato para afilarse las uñas. Hay una permeabilidad en que no estamos siendo realmente padres. Lo que el adulto imagina que el niño puede estar sintiendo se transforma en norma. Y eso al niño lo tiene que insegurizar de base para siempre. Los estamos protegiendo de sus propios sentimientos, dando pocas herramientas para manejarse.

P. Pero su padre no la educó como los padres de su generación…

R. No, mi padre era un hombre en la torre de marfil. Tenía los medios, se aislaba y leía muchísimo. Conversaba conmigo cuando era una niña como si fuese un adulto. Creo que la mitad de las cosas que sé son porque él las daba por sabidas. Me formó la cabeza porque me quería mucho. No era una cosa de exigencia, sino de diálogo.

P. Dice que es de profesión solitaria, ¿tiene que ver su afición a la lectura?

R. Claro, pero aparte de eso, creo que tengo hipersensibilidad. El escuchar demasiado, el tener una empatía muy pronunciada, hace que quedes muy agotado después de una reunión. Es como que te invaden los sentimientos de los otros. Uno necesita espacios de recuperación emocional larguísimos. Por eso la presidencia del Instituto y la dirección de la Academia fue una prueba muy fuerte para mí. Estoy muy contenta de haberlo hecho, pero me causó un estrés que tardé como un año y medio en soltarlo.

R. ¿Porque lideraba muchas reuniones?

R. Y en comunión. Mi misión era ser puente y veía que era muy difícil. Había disciplinas que no estaban acostumbradas a conversar unas con otras; había pocas mujeres y muchos hombres cuya manera de imponerse tenía que ver con el ego. Yo me rehusé a ser solemne porque no me la creo ni yo. Pude hacer actos súper decorosos, pero que al mismo tiempo tenían emoción.

P. Usted dice que su familia es donosiana [por el escritor chileno José Donoso]. ¿Por qué?

R. Porque eran latifundistas. Por los derrumbes de las casas, las 40 hectáreas de riego básico. Me crié en una casa muy grande camino a Melipilla en la que vivían tres familias: mi abuela, la de mi tío y la de mis padres. También había muchos empleados. Vivíamos allá de noviembre a abril.
Adriana Valdés, cálida y divertida, se levanta e invita a ver en su habitación una galería de imágenes en blanco y negro de la casa familiar mencionada, donde se grabó la película Julio comienza en Julio (1979). Enseña una foto de una mesa de ajedrez con un jaque mate. “Ese es mi lema de vida”, dice. Recuerda que la reforma agraria echó abajo el mundo que conocía su padre, quien la encontró “un poco traidora” por sus posturas en aquella época.

P. Ahí usted ya tenía clara su visión política.

R. Sí. Desde muy chica me costaba naturalizar las diferencias que veía en el campo y la ciudad. Eran los tiempos en que Sergio Larrain fotografiaba a los niños debajo del puente, de la camioneta del padre Hurtado. Veía mucho y preguntaba sobre las cosas que me parecían extrañas. Me decían no tiene que proyectar su sensibilidad porque esas personas están acostumbradas. Siempre he tenido mucho espíritu crítico. Puedo entusiasmarme con las cosas, pero hoy tengo un temperamento fanático y una cabeza escéptica y es una pésima mezcla.

P. Antes decía que estamos hablando mal. ¿Cómo estamos escribiendo?

R. Casi todo el mundo ya no está escribiendo para Chile, sino para ser traducidos. Eso se refleja bastante. Hay gente genial que hace eso, como Labatut, Alejandro Zambra.

P. ¿Cómo valora que escriban para ser traducidos?

R. En Chile está bien porque se empiezan a medir contra otros grandes. Lo más interesante es con quién te estás midiendo. Si tu rival o tu enemigo es bajito, tú también vas a serlo.

P. ¿Quién está contando Chile, dejando registro?

R. No sé. Lo de Cristóbal Jimeno con La Búsqueda es una práctica acendrada de la verdad. No del cuento que me puede servir. Hay muchas novelas actuales chilenas que me parece que no dan mucho. O que uno está fascinado con la historia y después caen en que esa historia entra dentro de la versión de las verdades oficiales que escuchas. Eso en una obra literaria es una decepción terrible. Estoy muy en contra de la literatura que sirve causas. Me gustan las novelas que abren y la poesía que me hace sentir que esa persona ha estado en lugares que vagamente reconozco, pero que no podría describir.

P. ¿Seguiremos siendo Chile, país de poetas?

R. Ahora hay mucha poesía. No todo es bueno, hay una cierta mistificación. Rosabetty Muñoz ha escrito de las cosas más lindas sobre mujeres. Es de Chiloé y estudió en la Universidad Austral. Cuando volvió a la isla, lo hizo con otros ojos. Vio el sufrimiento de las mujeres, de las niñas, la cantidad de incestos, de abortos. Y se mandó unos libros absolutamente extraordinarios. Son muy fuertes. Al mismo tiempo, es capaz de entender a las mujeres de una manera muy maternal. Diría que es una poesía de mujeres tan potente como la de la Gabriela Mistral.

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