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lunes, 5 de diciembre de 2016

350.-Historia de Roma por Tito Livio.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Francia Marisol Candia Troncoso; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 


Historia de Roma  por Tito Livio.

  

Tito Livio es el único de los grandes historiadores de Roma que se mantuvo alejado de la vida pública. Eso le permitió dedicarse varias décadas a escribir su gran obra "Historia de Roma" ("Ab urbe condita"). Este monumental proyecto constaba de ciento cuarenta y dos libros, de los cuales solo se conservan treinta y cinco. La parte que ha llegado hasta nosotros refleja los mejores momentos de la Roma heroica con una prosa de innegable encanto en la que se exaltan las virtudes republicanas y el amor por la libertad. El segundo volumen de "Historia de Roma" recoge los libros IV-VII, que abarcan los años 445-342 a. C. Es un periodo de constante evolución que bascula, por un lado, entre las luchas contra otros pueblos (ecuos, volscos, galos, etruscos, samnitas) por abarcar más territorio o recuperarlo, y, por otro, los progresos políticos y sociales que se van afianzando en el seno de la sociedad romana.

Ab Urbe condita (literalmente, «Desde la fundación de la Ciudad») es una obra monumental escrita por Tito Livio que narra la historia de Roma desde su fundación, fechada en el 753 a. C. por Marco Terencio Varrón y algunos investigadores modernos. El libro fue escrito por Tito Livio (59 a. C.–17) y es frecuentemente referido como Historia de Roma o Historia de Roma desde su Fundación. Los primeros cinco libros fueron publicados entre los años 27 a. C. y 25 a. C.

Plan de la obra

Originalmente escrito en 142 libros, sólo 35 han sobrevivido hasta nuestros días. El primer libro comienza con el desembarco de Eneas en la península itálica y la fundación de Roma por Rómulo y Remo y termina con la elección de Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino como cónsules en el año 502 a. C. (según la cronología de Tito Livio; Varrón lo data en el año 509 a. C.). Los libros II a X cuentan la historia de la República romana hasta las Guerras Samnitas, mientras que los libros XXI a XLV narran la Segunda Guerra Púnica y el final de la guerra contra Perseo de Macedonia.
Los libros restantes son preservados por un índice sumario del siglo IV, llamado Periochae, salvo por los libros CXXXVI y CXXXVII. Sin embargo, ese índice no partió del texto original de Tito Livio, sino de una edición posterior que se ha perdido. Hay un índice similar en un papiro encontrado en la ciudad egipcia de Oxirrinco y que hoy se encuentra en el Museo Británico, y que recoge el contenido de los libros XXXVII a XL y XLVIII a LV. Sin embargo, se trata de un documento dañado e incompleto.
Los libros XLVI–LXX tratan la época hasta la Guerra Social de 91 a. C. El libro LXXXIX incluye la dictadura de Sila en 81 a. C. y el libro CIII contiene una descripción del primer consulado de Julio César. El libro CXLII termina con la muerte de Nerón Claudio Druso en 9 a. C.
Mientras que los primeros diez libros abarcan un periodo de más de 500 años, una vez que Tito Livio comenzó a escribir sobre el siglo I a. C. dedicó casi todo un libro a cada año.
Entre sus páginas se encuentra la primera ucronía conocida: Tito Livio imaginando el mundo si Alejandro Magno hubiera iniciado sus conquistas hacia el oeste y no hacia el este de Grecia.

Valor y conservación

La colección es vital para muchas descripciones, retratos, historias y otros proyectos referentes al Reino y a la República de Roma. Aunque se trata de una obra con un cierto sesgo, contiene muchas referencias a fuentes, y presenta una historia general de Roma en un buen estilo literario que facilita su comprensión y lectura. Sin embargo, la fiabilidad de la obra ha sido cuestionada a menudo, puesto que Tito Livio era un romano y sus relatos muchas veces parecen tender a glorificar a su propio pueblo. A pesar de ello, los libros son de un incalculable valor, puesto que reflejan las reacciones de los propios habitantes de la antigua Roma ante los acontecimientos históricos, sus intereses y sus diversas costumbres y tradiciones. 
Otras fuentes, como Las vidas de los doce césares de Suetonio, suelen coincidir con Tito Livio cuando tratan periodos de tiempo que estuviesen cubiertos por la Historia de Roma.
A finales del siglo IV, los políticos Virio Nicómaco Flaviano y Apio Nicómaco Dexter produjeron una edición corregida de la obra de Tito Livio. Todos los manuscritos de los primeros diez libros de Ab Urbe condita que fueron copiados a través de la Edad Media parten de este manuscrito único, gracias al cual los libros han sobrevivido.

ódice del siglo XV que recopila los libros 21 al 30 de la Historia. La obra de Tito Livio continuó siendo muy popular durante la Edad Media y el Renacimiento. Colección Duque de Calabria, Universidad de Valencia, Biblioteca Histórica.

Temas / Biografías

LA HISTORIA DE ROMA DESDE SU FUNDACIÓN

El historiador Tito Livio dedicó cuarenta años a escribir la mayor obra sobre la historia de Roma: Ab Urbe condita, de cuyos 142 libros solo se conservan 35

Biografías

De entre todos los autores romanos, pocos pueden compararse con Tito Livio en lo que se refiere al volumen de su producción. Este historiador dedicó alrededor de cuarenta años de su vida a escribir la obra más ambiciosa que se había hecho nunca sobre la historia de Roma: Ab Urbe condita, “Desde la fundación de la Ciudad”, más conocida como Historia de Roma desde su fundación.

A pesar de su importancia en la historiografía romana, se conoce muy poco sobre la vida de Tito Livio. Se sabe que nació en Patavium (actual Padua), alrededor del año 59 a.C. según otro historiador posterior, Suetonio; y que murió en la misma ciudad en el 17 d.C. Aunque no pertenecía a la aristocracia es indudable que poseía una gran riqueza, tanta como para dedicarse a la escritura a tiempo completo durante la mayoría de su vida; según afirma él mismo algunos de sus antepasados habían ocupado magistraturas importantes, pero él no hizo carrera política.
Tito Livio y Virgilio jugaron un papel clave para convertir el latín en lengua literaria, acercar a los romanos a su propia historia y crear un relato glorioso sobre los orígenes de Roma
En el año 30 a.C. o poco después se trasladó a Roma, donde conoció a Augusto, que acababa de asegurar su poder tras la victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra. A pesar de que Tito Livio era de ideas republicanas siempre mantuvo una buena relación con el nuevo hombre fuerte de Roma, tanto que muchos años más tarde este le encargó la educación de su nieto, el futuro emperador Claudio: parece ser que el historiador causó una honda impresión en el joven Claudio, que antes de subir al poder se dedicó él mismo a escribir tratados de historia.
Aunque dominaba el griego -que hasta entonces era la lengua culta- optó por escribir en latín para que su obra pudiese llegar a los ciudadanos comunes. Junto con Virgilio, el gran poeta que escribió la Eneida, jugaron un papel clave para convertir el latín en lengua literaria, acercar a los romanos a su propia historia y crear un relato glorioso sobre los orígenes de Roma.
Lo cierto es que la obra de Tito Livio no se ajusta a los criterios de rigurosidad que hoy exigiríamos en un trabajo histórico. En la Historia de Roma desde su fundación, el autor muy a menudo mezcla elementos históricos con mitos, incluso dando diversas versiones contradictorias sobre los mismos eventos. Esto se debe a dos factores: en primer lugar, al no tener un cargo público tampoco tenía acceso a documentos oficiales y se basaba en fuentes de segunda mano; y en segundo lugar, su intención no era elaborar un relato fiable, sino recopilar toda la información que había disponible para ponerla al alcance del lector. En algunos momentos entra incluso en la ucronía imaginando, por ejemplo, qué hubiera sucedido si Alejandro Magno se hubiera lanzado a la conquista del occidente romano en vez del oriente persa.
La Historia debía estar compuesta de 142 libros recopilados en grupos de cinco (pentadas) y diez (decados) que cubrían determinados arcos temporales (los orígenes de Roma, las diversas guerras, los grandes personajes de cada momento, etc.). De estos solo se conservan los libros que van del 1 al 10 y cubren desde la fundación de la ciudad hasta la Tercera Guerra Samnita (años 753 a 290 a.C.); y del 21 al 45, desde la Segunda Guerra Púnica hasta los albores de la Tercera Guerra Macedónica (años 218 a 171 a.C.). Los demás se conocen gracias a referencias o sumarios.

Ab Urbe condita

Tito Livio empezó a trabajar en la Historia alrededor del año 27 a.C. y prosiguió casi hasta su muerte, como mínimo hasta el año 12 d.C. Esto supone un ritmo de tres libros y medio por año, a lo que hay que añadir en los años finales su trabajo como preceptor de Claudio. No se le conocen otras ocupaciones durante el tiempo que dedicó a esta obra, por lo que es de suponer que contaba con una gran fortuna o tierras de las que vivir.
Lo que hizo tan célebre la Historia fue que no se trataba de una mera recolección de datos, sino de un texto pensado para llegar a la gente común.

Lo que hizo tan célebre la Historia fue que no se trataba de una mera recolección de datos, sino de un texto pensado para llegar a la gente común. El escritor hablaba a los romanos de su propio pasado, de los grandes personajes de su historia pero también de sus leyendas y mitos, mezclando el saber oficial con el popular. Ya en vida cosechó una gran fama: célebre es la anécdota, recogida por Plinio el Joven, acerca de un hombre que viajó desde Gades (Cádiz) en Hispania hasta Roma solo para poder ver a Tito Livio en persona.

La Historia también tenía una clara intención moral, al presentar los valores que habían hecho grande a Roma y que el autor creía que estaban siendo olvidados. Esa podría ser una razón por la que Augusto toleraba su filorepublicanismo, puesto que el emperador era también un promotor de los valores romanos tradicionales. Así como la Eneida de Virgilio legitimaba el principado desde el punto de vista histórico, la obra de Tito Livio lo hacía desde el punto de vista moral. Ese apego por la tradición, junto con el desprecio que el historiador mostraba por la corrupción, seguramente influyeron en la decisión de Augusto de confiarle la educación de Claudio.

Plinio el Joven recoge la anécdota de un hombre que viajó desde Gades (Cádiz) en Hispania hasta Roma solo para poder ver a Tito Livio en persona

Tito Livio murió sin terminar su gigantesca obra, que habría querido hacer llegar hasta su propia época. Aun así se trata de un trabajo nada desdeñable, puesto que nadie hasta entonces había intentado narrar la historia completa de Roma con todos sus matices. Como el propio autor reconocía: 
Puede que la tarea que me he impuesto de escribir una historia completa del pueblo romano desde el comienzo mismo de su existencia me recompense por el trabajo invertido en ella, no lo sé con certeza, ni creo que pueda aventurarlo. (...) Aunque esto sea así, seguirá siendo una gran satisfacción para mí haber tenido mi parte también en investigar, hasta el máximo de mis capacidades, los anales de la nación más importante del mundo”.

  

Biografía deTito Livio.



(Patavium, hoy Padua, Italia, h. 64 a.C. - id., 17 d.C.) Historiador latino. Instalado en Roma probablemente a partir del año 30 a.C., se interesó por la retórica y escribió diálogos morales, que después dejó de lado para consagrarse a la redacción de una gran historia de Roma, Ab urbe condita libri (más conocida como las Décadas), que le valió el favor del emperador Octavio Augusto. Sólo se conservan 35 libros de los 142 que componían la obra, que cubre desde la fundación de la ciudad hasta el año 9 a.C. 
Pieza cumbre de la prosa latina del final del período clásico, para su composición se sirvió de archivos y de historiadores antiguos a los que rara vez cita (por lo que su obra carece de fiabilidad respecto a algunas épocas) e intercaló pequeñas reflexiones en medio de la narración, marcada por un tono épico y dramático. Livio concebía la historia desde un punto de vista moral, y, más que una obra científicamente construida, la suya es la aportación de un poeta que canta con entusiasmo el esplendor del pueblo romano. Muy admirado por sus contemporáneos, sirvió de modelo a historiadores posteriores e influyó en los poetas épicos.

Descendiente de una familia acomodada, Tito Livio adquirió una buena formación cultural en Grecia, y estudió retórica y filosofía en Padua y más tarde en Roma. Su infancia coincidió con los últimos acontecimientos que precipitaron la crisis republicana hacia la monarquía cesariana; asumió la toga viril cuando Padua, junto con toda la Galia Cisalpina, fue incorporada por Augusto a los dominios de Roma. En adelante, el futuro historiador vería en Roma a la madre común. La "patavinitas" ("paduanidad" o peculiaridades propias de Padua) que en Tito Livio o más probablemente en su lenguaje vislumbraba Asinio Polión permite creer que su cultura debió de formarse sobre todo en la ciudad natal; en ella habría madurado el espíritu conservador debido al cual mantendría ciertas simpatías pompeyanas y afirmaría no saber si el nacimiento del César había de considerarse un bien o un mal para Roma.

Con todo, tal inclinación conservadora, poco personal y todavía menos partidista, no fue sino consecuencia de una ética patriótica que le sitúa en la misma tradición de Horacio y Virgilio, como cantor de las antiguas glorias republicanas y, al mismo tiempo, de la paz restaurada por el príncipe. Livio fue amigo de Octavio Augusto, quien le llamaba "pompeyano" por el espacio que dedicó en su obra a las grandes figuras de la República. De su fama y prestigio dan cuenta Plinio el Joven y Plinio el Viejo, Séneca, Quintiliano, Marcial y Tácito. Se han perdido sus obras filosóficas, recordadas por Séneca, y la carta al hijo donde habla de Cicerón como modelo de oratoria.
En su madurez, Livio vivió al margen de la política, dedicado a redactar, entre el 28 a.C. y el 17 d.C., su extensa obra histórica Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad). En ella desarrolló la historia de Roma desde su fundación hasta el año 9 a.C. De los 142 libros que originalmente la componían sólo se han conservado los diez primeros, que abarcan desde Rómulo y el período de los siete reyes hasta el año 293 a.C., y los comprendidos entre el libro XXI y el XLV, que tratan sobre las campañas de Aníbal, la segunda guerra púnica, la tercera guerra macedónica y los sucesos ocurridos hasta el año 170 a.C.

Livio ordenó la historia año por año, siguiendo la técnica analítica, y articulando el relato en bloques de cinco libros o "péntadas". Se basó en historiadores como Polibio de Megalópolis, utilizó numerosos recursos formales y de contenido, y usó la lengua latina posterior a Cicerón. Alternó, sin mezclarlos, hechos civiles de carácter político y social con episodios militares o diplomáticos, y aunque a menudo se valió de un estilo propangandístico y moralizante para exaltar el pasado de Roma, logró a lo largo de la obra una admirable unidad y una cuidada organización. Para conseguir viveza en la narración recurrió al relato, a los discursos, a la descripción de personajes y a determinados episodios dramáticos, logrando una magistral exposición de los hechos.

Fue al parecer al día siguiente de la batalla de Actium, que devolvió la paz y concordia al imperio romano agitado por un siglo de guerras civiles, cuando Tito Livio concibió el proyecto de narrar la historia de Roma en una obra que por su amplitud de líneas, elevación de miras y nobleza de forma fuese digna de la grandeza del tema; de estas cualidades carecían las narraciones, por lo demás extensas, de los analistas de la época ciceroniana. En el 27 o 26 a. de C., Livio publicaba los primeros libros de su obra, que le granjearon la admiración universal; y ya después consagró a su gigantesco empeño el resto de su vida. Los 142 libros que llegó a componer constituyen la obra más voluminosa de toda la literatura latina. De la parte perdida de la obra se conservan poquísimos fragmentos, y, de todos los libros, los sumarios (Periochae) hechos bastante tarde, quizá sobre un epítome del siglo primero, del que se valieron escritores como Paulo Orosio y Julio Floro.

Livio, que tenía educación de retórico, como la mayoría de los historiadores romanos, estaba lejos de una concepción científica del trabajo historiográfico: su ideal no era la búsqueda ni la crítica de documentos, sino la fusión de la tradición literaria existente en una unidad armónica. Por esto el valor histórico de la narración de Livio depende del valor de las fuentes, que reelaboró libremente según sus exigencias artísticas, sin tener en cuenta su valor intrínseco. Allí donde descubría contradicciones o falsificaciones, indicaba las distintas opiniones ajenas o sus propias dudas, pero no entraba en discusiones, que habrían turbado la unidad artística de su obra o habrían retrasado su continuación. A las obras más antiguas, pero pobres de materiales, prefirió, pues, las producidas por la más reciente analítica, llenas de invenciones pero difusas, y pasó sin entretenerse sobre las épocas arcaicas.

Los diez primeros libros de Ab urbe condita comprenden desde los orígenes hasta el año 293, mientras que los otros que han llegado hasta nosotros (del XXI al XLV, este último incompleto) van desde el 218 hasta 167; la narración va ampliándose más y más a medida que el autor se aproxima a su tiempo. Y esto se verificaba también en la parte ahora perdida, con real ventaja para el valor histórico del relato. Por lo demás, Livio no experimentaba por las edades más remotas la curiosidad del arqueólogo, sino más bien una sensación entre romántica y religiosa de admiración, que le hacía encontrar un arcano significado de amonestación en las leyendas sobre la infancia de un imperio amado por los dioses.

La romántica contraposición de la vida heroica y sencilla de un Lacio remotísimo con las pompas y los vicios de su edad, junto con la firme convicción de un designio divino, infunde a su exposición de la historia arcaica una emoción poética tanto más comunicativa cuanto menos se expresa en efusiones retóricas; puede a lo sumo notarse algún eco de poesía en el léxico o en la gramática. Con sólo su propia emoción, Livio consiguió los medios para infundir una insuperable vitalidad artística a los héroes de la leyenda: Coriolano (Libro II), Cincinato (L. III), Camilo (L. V). Y también a las heroínas en las que se compendiaban las virtudes de una estirpe: Lucrecia (L. I), Clelia (L. II), Virginia (L. III). El autor no quiere recrear a estos y otros personajes prestándoles una individualidad personal, que forzosamente habría sido ficticia y nada convincente (como las prolijas y vacuas prosopopeyas de Dionisio de Halicarnaso), sino que, con el lenguaje que les presta, los reviste de una nobleza de sentimientos toda ella romana que, si bien los hace algo impersonales, los eleva de la realidad cotidiana a la región de la poesía y la leyenda.

Pero la parte más inspirada de toda la obra es la tercera década, dedicada a la guerra de Aníbal. Livio participa con intensa emoción en los dramáticos hechos de esta guerra: el historiador, que por su viva fe en el destino dominador de la ciudad no se para a buscar una causalidad terrena, ve cumplirse más claramente la voluntad divina en la heroica resistencia de Roma. Su lenguaje, siempre elevado, retrata hombres y acontecimientos en toda su grandeza. El paso de Aníbal a través de los Alpes helados, las grandes batallas en las que perecía la flor de la juventud de Italia, y el cambio gradual de las suertes hasta que, gracias al genio de Escipión el Africano, del repentino hundimiento del sueño de Aníbal salió la fortuna imperial de Roma, hallan en Livio un narrador apasionado que sin hechizo de artificios, con su misma sobriedad de expresión, arrastra al lector a compartir su fe en Roma.
La emoción llega quizás a su punto culminante en la narración del primer gran éxito conseguido en Italia sobre los cartagineses en la batalla del Metauro. Con dramática rapidez, el escritor pasa de la temeraria marcha de Claudio Nerón a la expectación que se apodera de Roma, a la aglomeración del pueblo a lo largo de las calles recorridas en su fantástica marcha por los legionarios: votos, plegarias y loores expresan cuánta esperanza de salvación pone en ellos la patria. Y, después de la batalla, llegan a Roma las primeras noticias. El pueblo, desde la aurora al ocaso, durante días y días había permanecido en el Foro, ansioso de nuevas, y el Senado había aguardado, en sesión permanente en la Curia, el anuncio de la victoria después de tantas derrotas. La noticia del triunfo no fue creída en un primer momento, por lo que más ardientemente estalló luego al confirmarse la alegría y la gratitud hacia los dioses y los hombres que, por fin, recibían con la victoria el premio de tan largos y tenaces sufrimientos.
En el campo enemigo, Aníbal, al serle presentada la cabeza cortada de su hermano Asdrúbal, tiene en su inmenso dolor el presentimiento de la catástrofe y exclama que reconoce el destino de Cartago. Desde aquí empieza, en efecto, el desquite romano, culminado en Zama. Si el relato de esta batalla, al igual que el de las precedentes, carece en Livio de brillantez e interés, debido ya sea a las fuentes, ya a la poca competencia del escritor en temas militares, el arte con que Livio hace sentir al lector la grandeza del momento que decide la historia del Mediterráneo y del mundo alcanza en compensación las más altas cimas de la fuerza dramática.
El relato termina con la contraposición de la risa desesperada de Aníbal ante el ruin egoísmo de sus conciudadanos y el triunfo de Escipión el Africano; pero sobre el consuelo de este instante tan esperado proyectan una sombra las palabras de Aníbal a los cartagineses:
 "Ninguna gran ciudad puede descansar por mucho tiempo; si no tiene enemigos en el exterior, los encuentra dentro de sí misma, como los cuerpos más robustos, que mientras parecen protegidos contra toda fuerza exterior, son atacados por su propia vitalidad". 
Tal es el destino que aguarda a Roma cuando haya triunfado de todos los pueblos del Mediterráneo.

La cuarta década comienza con un parangón famoso, en el que Livio se compara a sí mismo con el que, entrando en el mar, va avanzando hacia adentro; a cada paso que da, el agua va subiendo, lo que hace cada vez más difícil su avance. De igual modo para el escritor, el material que le ofrecía la historia de Roma parecía aumentar continuamente, y más ahora que se disponía a narrar la conquista del mundo. En esta parte (en la que Livio, sobre las grandes guerras orientales, reproduce sustancialmente a Polibio, de quien conservamos extensos fragmentos) aparece a lo vivo su método de trabajo. Traduce la fuente con bastante fidelidad, enriqueciendo el relato con un bello ropaje de estilo que en vano había buscado Polibio. Pero es también notoria la preocupación de Livio por no ofuscar la visión de la grandeza romana. En efecto, no sólo omite todo lo que no atañe directamente a Roma, sino también los hechos, a veces bastante importantes para la comprensión histórica, por los que la conducta o los hombres de Roma podrían aparecer, en guerra o en política, mezquinos.

Exceptuadas estas omisiones, la elaboración personal no es profunda. La excelencia de las fuentes disuadía ciertamente a Livio de modificar demasiado sus datos. Pero son excesivamente ligeros los discursos puestos, como en las otras partes de la obra, en boca de hombres de estado, generales, etc. En estos discursos libremente construidos no sólo hace Livio trabajo de retórico, sino que expresa en forma objetiva las condiciones en que se desarrollaron los hechos, ya que hace decir a los personajes aquello que la situación le parece cada vez exigir, con lo que da así a la narración un fundamento pragmático.

Es de observar cómo, al lado de los grandes éxitos de la política y de las guerras externas, aparece siempre en mayor contraste la corrupción de costumbres, consecuencia de la misma prosperidad fruto de las conquistas. Livio, que desde el prólogo ha establecido la comparación entre la grandeza moral antigua y las miserias del presente, en el que los romanos no pueden soportar los males que los afligen ni sus remedios, siente con dolida intensidad, como efecto de su misma elevación moral, la doctrina ni original ni profunda que, indicando la razón de los cambios de los estados en los cambios de las costumbres, anunciaba para Roma una próxima decadencia, puesto que las riquezas de la conquista habían hecho olvidar, junto con la sobriedad, la disciplina y la devoción a la patria, el secreto de la victoria.

Incluso la parte menos feliz de la obra de Livio, la narración de las más antiguas guerras, que las fuentes habían modelado sobre las luchas de los gracos, está animada por el presentimiento de la lejana catástrofe que precipitaría a Roma en las guerras civiles. Del mismo modo que en la parte correspondiente a la guerra de Julio César y Pompeyo, hoy perdida, no temía expresarse en favor del segundo, Livio no podía simpatizar con los demagogos e innovadores al tratar de las luchas de clase. Pero ni aquí ni en ningún otro lugar puede sorprendérsele falseando deliberadamente los hechos; tan profundos y sinceros eran en Livio el entusiasmo y la fe en el destino de Roma.

Su estilo, armonioso y fluido, sabe alejarse sin esfuerzo de toda monotonía, adaptándose mediante imperceptibles transiciones a las más diversas situaciones: ora nervioso y dramático, ora solemne, ora evocativo y escultórico, ora abundante, coloreado y pintoresco. La obra de Livio fue verdaderamente digna de la grandeza de Roma por el sentido religioso y el ethos que la anima, no menos que por sus bellezas artísticas y por su probidad histórica.

Como historiador, Tito Livio aparece inserto hasta cierto punto en la tradición de los antiguos analistas, cuyos procedimientos repite en varias partes sumarias, en la división del relato por años, en la indiferencia respecto a los datos documentales, en la ingenua reconstitución de las fuentes y en su actitud frente a las leyendas; sin embargo, tales principios de cronista, en realidad sólo externos, provienen de una consideración ideal del Imperio romano como fruto de un proceso fatal cuya razón se halla en la religiosidad y el tradicionalismo del pueblo de Roma, fiel a sus dioses y celoso custodio del "mos maiorum", y en la fortaleza de su espíritu, sereno ante las adversidades y generoso en el uso de la buena fortuna.

Así, la distribución por períodos queda superada por la concepción parabólica del curso de la historia de Roma con relación a sus costumbres, el punto culminante de la cual sitúa el autor en las guerras púnicas, en tanto que considera la expansión hacia Oriente como inicio de la decadencia y del relajamiento de la antigua severidad latina. Este lugar común de una tendencia conservadora que evoca la polémica de Catón el Censor no concuerda, en Livio, con el sentimiento nacionalista que, en la tradición de los poetas de Augusto, exalta en los triunfos militares de Roma el cumplimiento de una misión en el mundo.

En Livio se da la contradicción entre el historiador opuesto a las supersticiones del vulgo y el analista que registra escrupulosamente prodigios y acontecimientos maravillosos, hasta el punto de que, si bien el autor reivindica a veces los derechos de la razón y de la realidad, en otras ocasiones confiesa una mentalidad antigua frente a ciertos relatos legendarios y el escrúpulo de callar lo que los antepasados admitieron como verdadero y transformaron en motivo inspirador de un conducto político. Lo maravilloso, sin embargo, es también un elemento poético; y así, conviene recordar que se ha llamado "poeta de la historia" a Livio. Para él, el mito conserva una verdad ideal y perenne en el símbolo, en él encerrado, de la virtud romana personificada en las distintas figuras legendarias. El mito, en definitiva, adquiere en este autor un valor normativo y educativo, adecuado al concepto de la historia como "magistra vitae" y a la misión del historiador antiguo, que, según Cicerón, consistía en dar color "rhetorice et tragice" a los hechos para la mejor consecución de tal objetivo.

Con todo, Tito Livio es un historiador esencialmente honrado y ajeno a las audaces exageraciones de ciertos analistas; su imparcialidad sólo cede al sentimiento cuando aparecen enfrentados romanos y extranjeros. En vano se ha intentado hallar en él a un filósofo de la historia; se halla demasiado envuelto en el fatalismo del Imperio de Roma para profundizar en las causas humanas y en las conexiones de los acontecimientos a la manera de Polibio, quien, no obstante, fue una de sus fuentes.
 Más que razonados, Livio ofrece los hechos dramatizados y bajo tonos patéticos; o, también, nos introduce en la psicología de los personajes a través de sus mismas palabras y actuaciones. En él, pues, hay que buscar no crítica histórica o política, sino la evidencia del relato y el noble idealismo animador de la obra.

  

Antigua Roma.

Definición

Según la leyenda, la fundación de Roma en el año 753 a. C. se debió a los hermanos Rómulo y Remo, quienes habían sido amamantados por la loba Luperca.

Según la leyenda, la Antigua Roma fue fundada por dos hermanos y semidioses, Rómulo y Remo, el 21 de abril del 753 a.C. La leyenda afirma que durante una discusión sobre quién gobernaría la ciudad (o, en otra versión, dónde estaría situada), Rómulo asesinó a Remo y nombró la ciudad tras sí mismo. Esta historia de la Fundación de Roma es la más conocida, pero no la única.

Otras leyendas afirman que la ciudad fue nombrada en honor a una mujer, Roma, quien viajó con Eneas y otros sobrevivientes de Troya, después de la caída de la ciudad. Al desembarcar en las orillas del río Tíber, Roma y las otras mujeres se opusieron al deseo de los hombres de seguir avanzando. Ella lideró a las mujeres en la quema de los navíos troyanos y, de manera efectiva, dejó varados a los sobrevivientes troyanos en el lugar que eventualmente se convertiría en Roma. Eneas de Troya aparece en esta leyenda y también, notoriamente, en la Eneida de Virgilio, como el fundador de Roma y ancestro de Rómulo y Remo, uniendo así a Roma con la grandeza y el poder que tuvo alguna vez Troya.

Otras teorías sobre el nombre de la famosa ciudad sugieren que viene de Rumon, el antiguo nombre del río Tíber, y fue simplemente un nombre dado al pequeño centro comercial establecido en sus orillas, o que el nombre derivó de una palabra Etrusca que pudo haber designado uno de sus asentamientos.

Roma temprana

Originalmente un pueblo pequeño en las orillas del río Tíber, Roma creció en tamaño y fuerza desde temprano a través del comercio. La ubicación de la ciudad proporcionó a los comerciantes una vía fluvial por la que mover sus bienes. La ciudad fue gobernada por siete reyes, desde Rómulo hasta Tarquinio, a medida que crecía en tamaño y poder. La cultura y civilización griega, la cual llegó a Roma desde las colonias griegas en el sur, proporcionó a los primeros romanos un modelo a seguir para construir su propia cultura. De los griegos tomaron prestados la educación y la religión, así como los fundamentos de la arquitectura.
Los Etruscos, al norte, dieron un modelo de comercio y lujo urbano. Etruria estaba igual de bien ubicada para el comercio y los primeros romanos o aprendieron las habilidades comerciales de los etruscos o estas fueron enseñadas directamente por estos, quienes incursionaron en el área alrededor de Roma en algún momento entre el 650 y el 600 a.C. (aunque su influencia se sintió desde mucho antes). El alcance del papel que jugó la civilización etrusca en el desarrollo de la cultura y sociedad romana es debatido, pero parece no haber duda de que tuvo un impacto significativo en una etapa temprana.
Desde el inicio, los Romanos demostraron talento para tomar prestadas y mejorar las habilidades y los conceptos de otras culturas. El Reino de Roma creció rápidamente de un pueblo comerciante a una ciudad próspera entre los siglos VIII y VI a.C. Cuando el último de los siete reyes de Roma, Tarquinio el Soberbio, fue depuesto en el 509 a.C., su rival por el poder, Lucio Junio Bruto, reformó el sistema de gobierno y estableció la República Romana.

Aunque la ciudad debía su prosperidad al comercio en sus primeros años, sería la guerra la que haría a Roma una poderosa fuerza en el mundo antiguo. Las guerras con la ciudad norteafricana de Cartago (conocidas como las Guerras púnicas, 264-146 a.C.) consolidaron el poder de Roma y ayudaron a la ciudad a crecer en riqueza y prestigio. Roma y Cartago eran rivales por el comercio del Mediterráneo occidental y, con Cartago derrotada, Roma sostuvo una dominancia casi absoluta de la región; aunque aún habían incursiones de piratas, que impidieron el completo control romano del mar.
Mientras la República Romana crecía en poder y prestigio, la ciudad de Roma empezó a sufrir los efectos de la corrupción, codicia y la dependencia en mano de obra esclava. Bandas de romanos desempleados, sin trabajo por la afluencia de esclavos traídos gracias a las conquistas territoriales, se ofrecieron como matones para cualquier rico senador que les pagara. La élite adinerada de la ciudad, los patricios, se volvió más adinerada que nunca a expensas de la clase trabajadora, los plebeyos.
En el siglo II a.C., los hermanos Graco, Tiberio y Gayo, dos tribunos romanos, lideraron un movimiento en pro de una reforma agraria y política en general. Aunque ambos fueron asesinados por esto, sus esfuerzos estimularon reformas legislativas y se redujo la corrupción desenfrenada del Senado romano (o al menos los senadores se volvieron más discretos con sus actividades corruptas). Para el momento del Primer Triunvirato, tanto la ciudad como la República de Roma estaban en pleno florecimiento.

Aún así, Roma se encontró dividida entre clases. La clase dominante se llamaba así misma optimates (los hombres excelentes), mientras que las clases bajas, o quienes simpatizaban con estas, eran conocidas como los populares (el pueblo). Estos nombres se aplicaron simplemente a aquellos que tenían cierta ideología política; no eran partidos políticos, tampoco eran todos los gobernantes optimates ni las clases bajas populares.
En general, los optimates se sostuvieron con valores, políticos y sociales, tradicionales que favorecían el poder del Senado romano, y el prestigio y superioridad de la clase gobernante. Los populares favorecieron la reforma y democratización de la República romana. Estas ideologías opuestas chocarían notoriamente en la forma de tres hombres que, sin saberlo, provocarían el fin de la República.
Marco Licinio Craso y su rival político, Cneo Pompeyo Magno (Pompeyo el Grande) se unieron con otro joven político, Cayo Julio César, para formar lo que los historiadores modernos llaman el Primer Triunvirato de Roma (aunque los romanos de la época nunca usaron el término, ni siquiera los tres hombres que lo componían). Craso y Pompeyo mantenían una línea política optimate, mientras que César era un populare.
Los tres hombres eran ambiciosos por igual y, compitiendo por el poder, pudieron vigilarse mutuamente mientras ayudaban a hacer a Roma próspera. Craso era el hombre más rico de Roma, tan corrupto al punto de forzar a ciudadanos adinerados a pagarle dinero de "seguridad". Si el ciudadano pagaba, Craso no quemaría su casa, pero si el dinero no llegaba, el incendio empezaría y Craso cobraría una tarifa para enviar hombres a apagarlo. Aunque el motivo detrás de estas brigadas de bomberos estaba lejos de ser noble, Craso creó efectivamente el departamento de bomberos que eventualmente se probaría valioso para la ciudad.
Tanto Pompeyo como César eran grandes generales quienes, a través de sus respectivas conquistas, habían hecho rica a Roma. Aunque fuese el hombre más rico de Roma (e incluso se ha argumentando que de la historia romana), Craso anhelaba el mismo respeto que la gente le concedía a Pompeyo y César por sus éxitos militares. En el 53 a.C., Craso lideró una fuerza considerable contra Partia y fue derrotado en la Batalla de Carras, en la Turquía moderna, donde fue asesinado cuando las negociaciones de tregua se rompieron.
Con Craso muerto, el Primer Triunvirato se desintegró y Pompeyo y César se declararon la guerra el uno al otro. Pompeyo trató de eliminar a su rival a través de medios legales y logró que el Senado ordenara que César fuese a Roma para ser juzgado por diversos cargos. En vez de volver a la ciudad con humildad para enfrentar estos cargos, César cruzó el río Rubicón con su ejército en el 49 a.C., entrando en Roma a la cabeza de este.
Se negó a responder por los cargos y se concentró en eliminar a Pompeyo como rival. Pompeyo y César se encontraron en la Batalla de Farsalia en Grecia, en el 48 a.C., donde el ejército numéricamente inferior de César venció a Pompeyo. El mismo Pompeyo huyó a Egipto, esperando encontrar refugio, pero fue asesinado a su llegada. Las noticias de la gran victoria de César contra números abrumadores en Farsalia se extendieron rápidamente y muchos antiguos amigos y aliados de Pompeyo prontamente se pusieron del lado de César, creyendo que estaba favorecido por los dioses.

Hacia el Imperio

Ahora, Julio César era el hombre más poderoso de Roma. Terminó efectivamente el período de la República al hacerse proclamar dictator por el Senado. Su popularidad entre la gente era enorme y sus esfuerzos para crear un gobierno estable y central significaron una inmensa prosperidad para la ciudad de Roma. Fue asesinado por un grupo de Senadores en el 44 a.C., precisamente, por estos logros.
Los conspiradores, Bruto y Casio entre ellos, temían que César se volviese muy poderoso y eventualmente aboliera el Senado. Después de su muerte, su mano derecha y primo, Marco Antonio, se unió en armas con el sobrino y heredero de César, Cayo Octavio Turino (Octaviano) y el mejor amigo de César, Marco Emilio Lépido, derrotando las fuerzas de Bruto y Casio en la Batalla de Filipos en el 42 a.C.

Octaviano, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato, pero como en el primero, estos tres hombres eran igual de ambiciosos. Lépido fue neutralizado cuando Antonio y Octaviano decidieron que debería gobernar Hispania y África, manteniéndolo así fuera del juego de poder de Roma. Se decidió también que Octaviano gobernaría las tierras romanas en el Occidente y Antonio en el Oriente.
Sin embargo, la relación de Antonio con la reina egipcia Cleopatra VII, trastornó el equilibrio que Octaviano había esperado mantener y los dos fueron a la guerra. Las fuerzas combinadas de Antonio y Cleopatra fueron derrotadas en la Batalla de Actium, en el 31 a.C. Los dos se suicidaron después. Octaviano emergió como el único poder en Roma. En el 27 a.C. le fueron otorgados poderes extraordinarios por el Senado y tomó el nombre de Augusto, el primer Emperador de Roma. Los historiadores coinciden con que este es el punto en el que la historia de Roma termina y la del Imperio Romano comienza.

El vencedor ulterior de todas estas guerras civiles, César Augusto, abolirá de facto la República y consolidará un gobierno unipersonal y centralizado conocido como el Imperio romano. A partir de este momento, la estabilidad política del Imperio quedará ligada al carácter de los emperadores que sucederán a Augusto, alternándose los periodos de paz y prosperidad con las épocas de crisis.
Augusto, que inaugura la dinastía Julio-Claudia, representa el periodo de máximo esplendor del Imperio. A esta dinastía, terminada en el año 68 por el infame Nerón, le seguirá el periodo de inestabilidad conocido como el año de los cuatro emperadores. Esta terminará con el ascenso de Vespasiano, que inauguró la dinastía Flavia, de origen no patricio.​ Les seguirán del año 96 al 180 los llamados «cinco emperadores buenos» (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio), el periodo considerado como el máximo apogeo de Roma.
Con Septimio Severo comienza un periodo distintivamente militar y monárquico, y el fin de su estirpe llevará al periodo conocido como la anarquía militar, que se prolonga durante el resto del siglo iii hasta la llegada de Diocleciano. La crisis del siglo iii fue un largo periodo de luchas internas por el poder donde los emperadores, nombrados por sus legiones, se sucedieron ininterrumpidamente.




Biblioteca personal 

Tengo un libro en mi colección. 


Itsukushima Shrine.

La filosofía persa o filosofía iraní.

La filosofía persa o filosofía iraní​ se remonta a tiempos de tradiciones filosóficas y pensamientos que se originaron en la antigua persia con raíces indo-iraníes y fueron influenciadas considerablemente por las enseñanzas de Zoroastro. La cronología de la materia y de la ciencia de la filosofía comienza con los indo-iraníes, que datan este evento a 1500 a. C. La filosofía de Zaratustra ingresó a influir la tradición occidental a través del Judaísmo, y por lo tanto en el platonismo medio.
A lo largo de la historia iraní y debido a los cambios políticos y sociales notables tales como conquista musulmana de Persia y las invasiones mongolas de Persia, un amplio espectro de escuelas de pensamiento mostraron una variedad de puntos de vista sobre cuestiones filosóficas que se extienden desde antiguas tradiciones iraníes y sobre todo relacionadas al zoroastrismo, a las escuelas que aparecen en las finales de la era preislámica, como el maniqueísmo y el Mazdakismo, así como varias escuelas post-islámicas.
 La filosofía iraní después de la invasión árabe de Persia, se caracteriza por diferentes interacciones con la filosofía persa antigua, la filosofía griega y con el desarrollo de la filosofía islámica. La escuela de iluminación y la filosofía trascendente son consideradas como dos de las principales tradiciones filosóficas de la época en Persia.

Filosofía antigua iraní.

Zoroastrismo

Las enseñanzas de Zaratustra (Zoroastro) aparecieron en Persia en algún momento durante el período de 1700 a 1800 a. C.​ Su sabiduría se convirtió en la base de la religión zoroastrismo, y generalmente influenció el desarrollo de los pueblos iraníes rama de la filosofía indo-iraní. Zaratustra fue el primero que trató el problema del mal en términos filosóficos.​ Se cree que también es uno de los más antiguos monoteístas en la historia de la religión. Él defendía una filosofía ética basada en la primacía de los buenos pensamientos (Pendar-e-nik), buenas palabras (goftar-e-nik), y buenas obras (kerdar-e-nik).
Las obras de Zoroastro y el zoroastrismo tuvieron una influencia significativa en la filosofía griega y la filosofía romana. Varios escritores antiguos griegos como Eudoxo de Cnido y escritores latinos como Plinio el Viejo elogiaron la filosofía zoroástrica como "la más famosa y más útil". Platón aprendido de la filosofía zoroástrica a través de Eudoxo e incorporó gran parte de ella en su propio realismo platónico.​ En el siglo tercero a C, sin embargo, Colotes acusó que la obra de Platón República plagiaba partes de En la Naturaleza de Zoroastro como El mito de Er.
Zaratustra fue conocido como un sabio, mago y hacedor de milagros en la cultura occidental post-clásica, aunque casi no se sabía nada de sus ideas hasta finales del siglo xviii. En ese momento su nombre fue asociado con la sabiduría antigua perdida y fue apropiado por masones y otros grupos que reclamaban el acceso a esos conocimientos. Él aparece en la ópera de Mozart La flauta mágica ("Die Zauberflöte") bajo el nombre de variante "Sarastro", que representa el orden moral en oposición a la "Reina de la Noche". Escritores "iluminados" como Voltaire promovieron investigaciones del zoroastrismo, en la creencia de que se trataba de una forma de racional de deísmo, preferible al cristianismo.

En 2005, el Diccionario Oxford de Filosofía clasificó a Zaratustra número dos en la cronología de los acontecimientos filosóficos. El impacto de Zaratustra perdura hoy debido en parte al sistema de ética racional que él fundó llamado Mazda-Yasna. La palabra Mazda-Yasna es Avesta y se traduce como "La adoración de la Sabiduría" en español.
El filósofo persa Osthanes también estaba bajo la influencia de las ideas y la filosofía de Zaratustra, que posteriormente afectaron a la filosofía griega a través de Demócrito, su alumno. Zoroastrismo probablemente tuvo tanta influencia en la formación del cristianismo como lo hizo el judaísmo y las religiones de las religiones mistéricas griegas.

Época Greco-Persa

Poco se sabe de la situación de la filosofía persa en los antiguos filósofos griegos. Sabemos que la cultura persa tuvo influencia en la creación de la escuela del pensamiento estoico, también sabemos que los grandes filósofos como Sócrates realizaron viajes por Persia.

Maniqueísmo

El Maniqueísmo, fundado por el profeta Mani, fue influyente desde África del Norte en Occidente, hasta China en el Este. Su influencia continúa sutilmente en el pensamiento cristiano occidental a través de San Agustín de Hipona, que se convirtió al cristianismo desde el maniqueísmo, él apasionadamente denunció en sus escritos, y cuyos escritos continúan siendo influyente entre los teólogos católicos, protestantes y ortodoxos.
 Un principio importante del maniqueísmo fue su cosmología/teología dualista, que compartió con el Mazdakismo, una filosofía fundada por Mazdak. Bajo este dualismo, había dos principios originales del universo: la luz, el bueno; y la Oscuridad, el maligno. Estos dos habían sido mezclados por un accidente cósmico, y el papel del hombre en esta vida era a través de buena conducta para liberar las partes de sí mismo que pertenecieron a la luz. Mani vio la mezcla del bien y del mal como una tragedia cósmica, mientras Mazdak vio esto de una manera más neutral, incluso optimista.

Mazdakismo

Mazdak (524/528 dC) fue un reformador proto-socialista persa que ganó influencia bajo el reinado sasánida del rey Kavadh I. Él afirmó ser un profeta de Dios, e instituyó las posesiones comunales y programas de bienestar social.
En muchos sentidos, la enseñanza de Mazdak puede entenderse como un llamado para el desarrollo de una revolución social, y se ha referido como principios "comunistas".​ o proto-socialistas.

Zurvanismo

El Zurvanismo se caracteriza por el elemento de su primer principio que es el "Tiempo Zurvan", como creador primordial. Según Zaehner, el Zurvanismo parece tener tres escuelas de pensamiento las cuales tienen el Zurvanismo clásico como su fundamento:

Zurvanismo Estético
Zurvanismo Estético, que al parecer no era tan popular como el tipo materialista, consideró Zurvan como tiempo indiferenciado, que, bajo la influencia del deseo, dividido en razón (principio masculino) y la concupiscencia (principio femenino).

Zurvanismo materialista
Mientras que Ormuz de Zoroastro creó el universo con su pensamiento, el Zurvanismo materialista desafió el concepto de que nada podría hacerse de la nada.

Zurvanismo fatalista
Zurvanismo fatalista es el resultado de la doctrina de tiempo limitado, con la implicación de que nada podría cambiar este curso preordenado del universo material y que la trayectoria de los cuerpos astrales de la "esfera celestial" era representante de esta Por supuesto condenada de antemano. De acuerdo con el trabajo escrito en persa medio por Menog-i Khrad: "Ormuz asignó felicidad al hombre, pero si el hombre no la recibió, se debe a la extorsión de estos planetas".

Época islámica clásica

La tradición intelectual en Persia continuó después del Islam y fue de gran influencia en el desarrollo posterior de la filosofía iraní. Las principales escuelas para tales estudios fueron, y para algunas extensiones siguen siendo, Shiraz, Jorasán, Maragheh e Isfahán, Teherán.

Avicenismo

En la Edad de Oro islámica, debido a la reconciliación exitosa de Avicena (de Ibn Sina) entre el aristotelismo y el neoplatonismo junto con Kalam, el avicenismo finalmente se convirtió en la escuela líder de filosofía islámica para el siglo xii. Avicena había convertido en una autoridad central la filosofía por entonces, y varios estudiosos en el siglo xii, comentaron su fuerte influencia en el momento:

"La gente hoy en día [cree] que la verdad es todo lo que [Ibn Sina] dice, es inconcebible para él errar, y que quien le contradice en cualquier cosa de lo que dice no puede ser racional."
El Avicenismo también influyó en la Europa medieval, especialmente sus doctrinas sobre la naturaleza del alma y su existencia - distinción esencia, junto con los debates y la censura que se crio en la escolástica europea. Este fue especialmente el caso de París, donde el avicenismo fue después proscrito en 1210. 
Sin embargo, su psicología y la teoría del conocimiento influyeron a Guillermo de Auvernia y a Alberto Magno, y su metafísica tuvo un impacto en el pensamiento de Tomás de Aquino.

Illuminacionismo

La filosofía illuminacionista era una escuela de filosofía islámica fundada por Shahab al-Din Suhrawardi en el siglo xii. Esta escuela es una combinación de la filosofía de Avicena y la antigua filosofía iraní, junto con muchas nuevas ideas innovadoras de Suhrawardi. A menudo se describe que fue influenciado por el neoplatonismo.

Teosofía Trascendente

La Teosofía trascendente es la escuela de la filosofía islámica fundada por Mulla Sadra en el siglo xvii. Mulla Sadra compró "una nueva visión filosófica en el trato con la naturaleza de la realidad" y ha creado "una transición importante de esencialismo a existencialismo" en la filosofía islámica, varios siglos antes de que esto ocurriera en la filosofía occidental.

Filosofía iraní contemporánea

La filosofía era y sigue siendo un tema popular de estudio en Irán. Anteriormente a las universidades de estilo occidental, la filosofía era un importante campo de estudio en los seminarios religiosos. Comparando el número de libros de filosofía publicados actualmente en Irán con la de otros países, Irán, posiblemente, ocupa el primer lugar en este campo, pero se encuentra definitivamente en la cima en términos de libros de filosofía publicados.
Por la diversidad y la expansión de la filosofía en Irán, Khosrow Bagheri ha declarado que "Una parte de la actividad filosófica en Irán hoy en día, y tal vez la principal, tiene que ver con la filosofía local, que está dominada por la escuela de Mulla Sadra. Él ha proporcionado una filosofía en consonancia con la vieja inclinación metafísica sino en la función de una combinación de misticismo, la filosofía y los puntos de vista religiosos islámicos. Por otro lado, un relativamente fuerte movimiento de traslación se ha formado en la que se proporcionan a los lectores iraníes por algunas de las fuentes importantes de la filosofía contemporánea en persa, incluyendo tanto la analítica y las tradiciones continentales. En el primero, Wittgenstein, Searle y Kripke, y en el segundo, Nietzsche, Heidegger y Foucault se pueden mencionar. También ha habido concentraciones en un contraste polar local entre Popper y Heidegger, y, debido a la atmósfera religiosa, en la filosofía de la religión ".

Entre las revistas que se publican en Irán en la filosofía se encuentran: FALSAFEH-El Revista iraní de filosofía (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última). publicada por el departamento de filosofía de la Universidad de Teherán desde 1972. Hikmat va Falsafeh publicada por la Universidad Allamah Tabataba'i en Teherán. Marifat-e Falsafeh publicado por el Imam Jomeini Educación y el Instituto de Investigación en Qom, y muchas otras. 
También digna de mención es la revista Naqd o Nazar publicada por de Daftar Tablighat en Qom, que a menudo incluye artículos sobre temas filosóficos y otros temas de interés para los pensadores religiosos e intelectuales.
Es importante señalar que el sufismo ha tenido una gran cantidad de influencia en la filosofía iraní/persa.

Lista de escuelas y filósofos

Antigua filosofía persa


  

Zoroastrismo
Zaratustra (Zoroastro)
Jamasp, antiguo noble iraní, considerado como uno de los primeros filósofos iraníes, libro en persa medio Jamasp Namag.
Ostanes
Tansar, influyente sumo sacerdote persa (Mobad) considerado una de las figuras fundamentales en el desarrollo de la filosofía política del Estado sasánida basado en el concepto de vohu Kshathra o huxwadāīh ("Buena Soberanía")
Mardan-Farrux Ohrmazddadan
Adurfarnbag Farroxzadan
Adurbad Emedan
Azar Kayvan
Avesta
Gathas

Anacarsis, un filósofo escita
Mazdakismo, proto-socialismo iraní en el Imperio sasánida
Mazdak
Mazdak el Viejo
Maniqueísmo
Mani
Zurvanism
Universidad de Gundishapur
Borzouye, filósofo persa, médico y canciller (visir) de la corte persa, inventor del Backgammon. Borzouye escribió varios libros, como la traducción del Panchatantra al persa medio y las citas de Burzoe. Sus ideas filosóficas fueron descritos por Ibn al-Muqaffa.
Bakhtshooa Gondishapuri

 Cosroes I, rey persa y filósofo

Pablo el persa
Literatura Pahlavi

Época islámica

 Lista de filósofos musulmanes.

Al-Farabi
Abu Bakr Razi
Miskawayh
Avicena
Imam Mohammad Ghazali Tusi
Abd al-Qahir al-Jurjani
Iranshahri
Kateb Qazwini
Zakaria Razi
Qutb-al-din Razi
Baba Afdal filósofo persa del siglo xii
Fajr al-Din Razi conocido como el Imam Fakhr Razi
Nasir al-Din Tusi
Zakariya Qazwini
Farid al-Din Attar (Attar Nishapuri)
Umar Suhrawardi
Omar Khayyam
Semnáni
Ali Hamedani
Mowlana Jalal ad-Din Balji (Rumi)
Mahmud Shabestari
Shams al-Din Lahiji
Nematollah Vali Kermani
Abdol-Rahman Jami
Noor Ali Shah

Shahab al-Din Suhrawardi y Eacuela de Iluminación
Sadr al-Din Dashtaki Escuela de Shiraz
Mir Damad y Escuela de Isfahán
Mulla Sadra y su Filosofía Trascendente
Jabir Ibn Hayyan
Rajab Ali Tabrizi
Qazi Sa'id Qumi
Escuela de Teherán y Escuela de Qom
Escuela Khorasan
Mulla Hadi Sabzevari y Escuela de Neyshabor
Allama Mohammad Iqbal de Asia del Sur
Jala ai-din Ashtiyani
Reza Davari Ardakani
Mahmoud Khatami
Abdolkarim Soroush
Ahmad Fardid


En la historia de la filosofía islámica, había algunos filósofos persas que tenían sus propias escuelas de filosofía: Avicena, al-Farabi, Shahab al-Din Suhrawardi y Mulla Sadra. Algunos filósofos no ofrecieron una nueva filosofía, sino que tenían algunas innovaciones: Mirdamad, Khajeh Nasir y Qutb al-Din Shirazi pertenecieron a este grupo. Algunos filósofos tenían nueva narración de filosofías existentes: Agha Ali Modarres es un ejemplo de tales filósofos.

Filosofía bahá'í iraní

`Abdu'l-Bahá, hijo y sucesor del fundador de la Fe Bahá'í, ha explicado la filosofía bahá'í en la obra Respuestas a algunas preguntas.

  

Avicena

(Abu'Ali al-Husayn ibn'abd Allah ibn Sina; Bujara, actual Irán, 980 - Hamadan, id., 1037) Médico y filósofo persa considerado, junto a Averroes, la más destacada figura de la filosofía árabe medieval. Los trabajos de ibn Sina (Avicena es una latinización de su nombre) abarcaron todos los campos del saber científico y artístico de su tiempo, e influyeron en el pensamiento escolástico de la Europa medieval, especialmente en los franciscanos.

Educado por su padre en Bujara (pasó toda su vida en las regiones del centro y el este de Irán), a los diez años ya había memorizado el Corán y numerosos poemas árabes. Estudió medicina durante su adolescencia, hasta recibir, con sólo dieciocho años, la protección del príncipe Nuh ibn Mansur, lo cual le permitó entrar en contacto con la biblioteca de la corte samánida.
Su vida sufrió un brusco cambio con la muerte de su padre y la caída de la casa samánida por obra del caudillo turco Mahmud de Ghazna. Necesitó echar mano de su gran capacidad de concentración y de su enorme fuerza intelectual para continuar su extensa labor con una meritoria consistencia y continuidad.
Durante el siguiente período de su vida ejerció la medicina en diversas ciudades de la región de Jorasan, hasta recalar en la corte de los príncipes Buyid, en Qazvin. En estos lugares no encontró el soporte social y económico necesario para desarrollar su trabajo, por lo que se trasladó a Hamadan, ciudad gobernada por otro príncipe Buyid, Shams ad-Dawlah, bajo cuya protección llegó a ocupar el cargo de visir, lo que le valió no pocas enemistades que le obligaron a abandonar la ciudad tras la muerte del príncipe.
Fue en esta época cuando escribió sus dos obras más conocidas. El Kitab ash-shifa' (Libro de la curación) es una extensa obra que versa sobre lógica, ciencias naturales (incluso psicología), el quadrivium (geometría, astronomía, aritmética y música) y sobre metafísica, en la que se refleja la profunda influencia de Aristóteles y, en ciertos aspectos y a través del neoplatonismo, de Platón.
El Al-Qanun fi at-tibb (Canon de medicina), el libro de medicina más conocido de su tiempo, es una compilación sistematizada de los conocimientos sobre fisiología adquiridos por médicos de Grecia y Roma (fundamentalmente, los de Hipócrates y Galeno), a los que se añadieron los aportados por antiguos eruditos árabes y, en menor medida, por sus propias innovaciones. Por último se trasladó a la corte del príncipe 'Ala ad-Dawlah, bajo cuya tutela trabajó el resto de sus días.

Doctrina filosófica

Avicena pertenece a la escuela de Bagdad. Su línea principal de actuación se basa en la conciliación entre el discurso racional y la religión. En parte, adapta los trabajos de Al-Farabí para hacerlos compatibles con el Corán, y también incorpora elementos tradicionalmente teológicos a la filosofía, como los ángeles, a los cuales otorga un papel clave en su relación con los seres humanos, sobre todo con los profetas. A nivel general, reconoce el Oriente como fuente de luz, e intenta revalorar la filosofía oriental y transmitirla a Occidente; a pesar de todo, muchas obras sobre este tema se han perdido.
Para explicar la realidad, Avicena adopta un sistema emanatista, propio del neoplatonismo.​ Sin embargo, mantiene un esquema de conocimiento que recoge de la tradición naturalista aristotélica: distingue entre sensación, imaginación, intelecto posible e intelecto agente, que se corresponde a una gradación desde la primera abstracción posible, seguida por las ideas particulares no sensibles, y que culmina en las ideas generales. Esta triple jerarquía también se aplica a los seres. También profundiza en la relación entre esencia y existencia: una cosa que es sólo existe si su existencia es necesaria. La creación hecha por Dios correspondería a esta necesidad.
Avicena adapta la separación de Aristóteles entre el intelecto posible (paciente, pasivo), y el intelecto agente (activo), y hace una interpretación más espiritualista. Así, el intelecto activo en realidad lo considera como perteneciente a Dios, y que se comunica en el tiempo al ser humano, mientras que el intelecto pasivo pertenece al ser humano, pero no muere en el cuerpo, puesto que cree en la inmortalidad de la alma. Según la visión de Avicena, el intelecto paciente no puede hacer nada sin el agente, de forma que el intelecto humano es tan sólo en potencia. La existencia del intelecto agente se tiene que hacer por vía espiritual.
Avicena es especialmente relevante en la historia de la filosofía por haber facilitado la lectura de Aristóteles a los escolásticos.

  

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.                                             

ZEFERINO GONZÁLEZ (1831-1894)                                                                                                              
Historia de la Filosofía –Tomo I – LA FILOSOFÍA DE LOS PUEBLOS ORIENTALES
§20 – LA FILOSOFÍA EN LA PERSIA

Al hablar de la Filosofía en la Persia, no nos referimos sólo a la Persia propiamente dicha, sino también a la Sogdiana, la Margiana, la Susiana, con otras varias provincias ocupadas por los Iranios, y sobre todo a la Bactriana, patria de Zoroastro y foco primitivo  del mazdeísmo (la ciencia universal), o sea de la religión por él iniciada, o al menos difundida y afirmada.

A juzgar por algunos indicios históricos y por afinidades védico-doctrinales, el mazdeísmo y el brahmanismo encontráronse en contacto en las llanuras de la Bactriana, y el primero representa una especie de reforma religiosa y como una regeneración progresiva del segundo.

La oposición de principios y tendencias que se observa entre el mazdeísmo y el brahmanismo, confirma y explica a la vez la ruptura violenta entre estas dos concepciones. Enfrente del panteísmo enseñado en los Vedas, los Naçkas o libros sagrados del mazdeísmo, proclaman el dualismo. Mientras que Brahma es la esencia única, y, por consiguiente, el principio del bien y del mal, para el mazdeísmo, Dios, o sea el Ormuzd de los escritores griegos y latinos, es principio del bien, pero no del mal, el cual es sólo un accidente, una cosa completamente extraña con respecto a Ahouramazda u Ormuzd, que es el Dios verdadero de la teología mazdeista. Enfrente del panteísmo emanatista de la India, aparece en el mazdeísmo Ormuzd, como principio creador de todas las demás cosas, las cuales, así como tuvieron principio, todas tendrán igualmente fin, incluso el mismo Ahriman, a pesar de que éste no procede ni recibe el ser de Ormuzd, como lo reciben las demás cosas.

Excusado parece advertir que esto se refiere al mazdeísmo, considerado en su pureza primitiva y antes de ser adulterado, como lo fue en tiempos posteriores, con la concepción panteísta de Zerván-Akéréné, o sea el tiempo eterno, como principio y substratum común de Ormuzd y de Ahriman. En los fragmentos auténticos y antiguos del Zend-Avesta no existen vestigios de esta concepción verdaderamente monstruosa, y que se halla en evidente contradicción con el papel de creador que se atribuye allí al citado Ahouramazda. Así es que la ciencia moderna sospecha, con sobrado fundamento, que el Zerván-Akérené o tiempo ilimitado, como ser anterior y superior a Ormuzd y Ahriman, es una concepción extraña al primitivo mazdeísmo iránico. Spiegel, Lenormant, Oppert, con otros historiadores y orientalistas, opinan también que aquella idea es una infiltración del panteísmo materialista de la Caldea y como una verdadera superfetación en la idea religiosa mazdeista.

§ 21 – FILOSOFÍA O DOCTRINA ZOROÁSTRICA

El mazdeísmo o reforma religiosa de que acabamos de hablar, debió su origen, o al menos su nombre y consolidación, al Zoroastro de los griegos, que es el Zarathustra de los persas y de los Naçkas. Casi todos los historiadores convienen en que este célebre legislador religioso nació y vivió en la Bactriana; pero no sucede lo mismo cuando se trata de fijar su carácter social y la época de su nacimiento; pues mientras algunos suponen que no tuvo representación alguna política, considerándole como un simple reformador religioso, otros añaden a este último carácter el de jefe y hasta rey de la Bactriana, haciendo de él una especie de Moisés de la raza iránica; no faltando quien dice que pereció de muerte violenta en una invasión de las tribus touránicas, enemigas del mazdeísmo.
No es menor la discordancia de opiniones en orden a la época en que floreció. Remotísima es la antigüedad que le atribuye San Justino, quien habla de sus guerras con Nino. Eusebio de Cesárea y San Agustín le suponen contemporáneo de Abraham. Según Aristóteles, Hermipo, Plutarco y algunos otros, floreció cinco mil años antes de la guerra de Troya. La opinión más probable, y la que siguen Burnouf, Spiegel Oppert con otros críticos modernos de los más acreditados, es que Zoroastro vivió dos mil quinientos años antes de Jesucristo, con corta diferencia.
Ya queda indicado que el punto culminante y capital de la doctrina de Zoroastro es la negación del panteísmo brahmánico. El Ormuzd del legislador bactriano tiene bastante analogía con el Jehovah de los hebreos, a juzgar por varios pasajes de los Naçkas o libros canónicos del mazdeísmo que conocemos, en los cuales Ahoura-Mazda (el Ormuzd de los griegos y latinos) es apellidado luminoso, resplandeciente, eminente en grandeza y en bondad, perfectísimo y muy poderoso e inteligentísimo, y sobre todo es denominado espíritu santísimo, creador de los mundos existentes. Así es que la doctrina zoroástrica acerca del origen de las cosas es la que más se acerca a la creación del Génesis mosaico.
Otra de las analogías y, pudiéramos decir, reminiscencias que presenta el mazdeísmo con respecto a la revelación primitiva consignada en el Pentateuco mosaico, es la afirmación de la caída originaria del hombre. En el Boundehesch, uno de los libros o fragmentos canónico-religiosos del mazdeísmo, después de narrar la tentación y caída del primer hombre y la primera mujer, en términos bastante parecidos en el fondo a la narración de Moisés, se dice:
 «El Dev (el genio o espíritu malo) que habla la mentira, hecho ya más atrevido, se presentó por segunda vez, y les trajo frutos que comieron, y por esto, de cien ventajas que antes tenían, sólo les quedó una.»

En un cántico o himno, considerado por los orientalistas como uno de los fragmentos más auténticos de Zoroastro, las ideas principales de éste se hallan resumidas en los siguientes términos: «Hay o existen dos Genios, que son el bueno y el malo, los cuales son igualmente libres, y reinan sobre el pensamiento, la palabra y la acción. Es preciso elegir entre los dos: elegid, pues, al Genio bueno. Por medio, y a causa de su oposición, estos dos Genios producen todas las acciones humanas; el ser y el no ser, el primero y el último, son los efectos que corresponden a estos dos Genios o Dioses.
   »Los hombres mentirosos serán desgraciados; los verídicos serán salvos. Escoged: siguiendo al Genio mentiroso y malo, os preparáis una suerte infeliz: los que siguen el partido y la dirección de Ahoura-Mazda, el Dios santo y verdadero, deben honrarle por medio de la verdad y de acciones santas…. 
»¡Oh, Mazda! Cuando la virtud es desgraciada en la tierra, tú eres el que acudes a su socorro; tú das al hombre piadoso el imperio de la tierra, y tú castigas al hombre sus palabras cuya promesa es mentira. Procuremos merecer esa vida feliz por medio de continuos esfuerzos. Practicad las máximas salidas de la boca misma de Mazda (el Dios bueno, creador y omnisciente), máximas que son mortales para los mentirosos, pero favorables al hombre sincero: en estas máximas debéis buscar vuestra salvación.»

El mazdeismo hacía consistir la moral en la pureza del pensamiento, de la palabra y de las obras; admitía la existencia de penas y recompensas en la vida futura, y rechazaba la idolatría y el antropomorfismo. Así es que, según el testimonio de Herodoto, no tenían templos, ni altares, ni estatuas de los dioses. El culto que daban al fuego era sólo un culto simbólico, dirigido a Ormuzd como dios del bien y de la luz, o sea como dios verdadero y único; pues es cosa sabida que Ahriman no posee todos los atributos de la divinidad propiamente dicha, puesto que le falta la eternidad.
Todo esto, sin embargo, debe entenderse del mazdeísmo propiamente zoroástrico o primitivo, según dejamos indicado ya; porque, andando el tiempo, y después de las guerras entre medos y persas, y, sobre todo, merced al contacto con las tribus asirio-caldeas, el mazdeísmo sufrió grandes alteraciones en la parte filosófica o especulativa, y más todavía en la parte práctica, por medio del magismo y del culto de las divinidades asirías y caldeas.
La dificultad de comprender y explicar el origen y la existencia del mal, fue lo que arrastró a Zoroastro a abandonar sus tendencias y, como si dijéramos, sus sugestiones monoteístas, que aparecen claramente en sus libros y en sus concepciones, para abrazar el dualismo, error fundamental de su doctrina. Al lado de Ormuzd, principio del bien, aparece como independiente, y enfrente del dios bueno, Ahriman, principio y causa del mal. La lucha entablada entre estos dos seres representa y causa las vicisitudes de los seres y el movimiento de la historia, hasta que en el fin de los tiempos el dios del mal sea vencido y anulado por el dios bueno y eterno.

Así y todo, y tomada en conjunto la concepción zoroástrica, bien puede ser considerada como una de las más nobles y perfectas que produjo la razón humana abandonada a sus propias fuerzas, o, al menos, sin el auxilio de la revelación divina conservada en toda su pureza; porque en el mazdeísmo se descubren vestigios evidentes, aunque obscuros, de esa misma revelación divina. Las siguientes palabras de Lenormant contienen, en nuestro sentir y en resumen, la crítica general más exacta del mazdeísmo zoroástrico o primitivo. 
«La doctrina de Zoroastro es, sin contradicción, el esfuerzo más poderoso del espíritu humano hacia el espiritualismo y la verdad metafísica, sobre el cual se ha ensayado fundar una religión, prescindiendo de toda revelación y por las fuerzas solas de la razón natural: es la doctrina más pura, más noble y más próxima a la verdad entre todas las del Asia y de todo el mundo antiguo, excepción hecha de la de los hebreos, basada en la palabra divina. Es la reacción de los más nobles instintos de la raza jafética, raza espiritualista y filosófica por excelencia entre los cuencia inevitable, que se habían introducido paulatinamente en las creencias dedescendientes de Noé, contra el panteísmo naturalista y el politeísmo, su conse los Aryas, adulterando los recuerdos de la revelación primitiva. En su indignación contra el politeísmo y la idolatría, Zoroastro transporta por un procedimiento semejante al de los Profetas de Israel y Padres de la Iglesia, los nombres de los personajes divinos de la religión védica a los malos espíritus. Los dioses de esta religión, Devas, se convierten en demonios; dos de los más importantes, Indra y Siva, son transformados en ministros del principio del mal. Zoroastro en su doctrina religiosa tiende al monoteísmo puro; se eleva con poderoso vuelo hacia este dogma de la verdad eterna; pero apelando a las fuerzas solas de su razón, privado del auxilio sobrenatural de la revelación, Zoroastro tropieza con el formidable problema del origen del mal: este es el escollo que detiene su vuelo; incapaz de salvarlo, cae en la concepción funesta del dualismo.»

La doctrina zoroástrica, en efecto, considerada en su pureza primitiva y con anterioridad a su amalgama con el magismo y con las teorías y prácticas asirías y caldeas, responde a la elevación y profundidad de ideas, y, sobre todo, a la tendencia espiritualista que caracteriza y distingue a la raza arya. En el fondo de la concepción zoroástrica dominan y sobrenadan, por decirlo así, la conciencia moral y la razón, la idea de lo verdadero y de lo bueno, la tendencia ético-espiritualista y la especulación metafísica. Es probable que esta elevación y pureza de la doctrina zoroástrica fueron debidas en parte a la revelación primitiva, o sea a una reacción y restauración de la misma; pero no por eso debemos rechazar ni negar la parte legítima de influencia que corresponde a la fuerza nativa del genio de los aryos.
Por lo demás, la obra de Zoroastro, como todas las obras humanas, adoleció de graves defectos, principalmente desde el punto de vista religioso. Además de su monstruosa concepción de los dos principios, o sea del dios-principio del mal, Zoroastro, o no supo, o no se atrevió a romper con el politeísmo naturalista de sus conciudadanos, contentándose con modificar y moderar sus prácticas y supersticiones populares. Así es que, andando el tiempo, la religión de Zoroastro, relativamente pura y elevada en su origen, degeneró fácilmente hasta quedar reducida al culto del fuego y a las fórmulas ridículas y supersticiosas de la magia.

  

El Zoroastrismo. 

Origen, filosofía y religión.

Isra Poudereux
3 septiembre, 2022
 

Origen del Zoroastrismo

Se cree que las raíces del zoroastrismo se encuentran en un sistema religioso indoiraní prehistórico, que se remonta a principios del 1.000 a.C. Muchos historiadores modernos piensan que el profeta Zoroastro fue un reformador de la religión politeísta iraní que vivió en el siglo X a.C.
Las historias de Heródoto son una fuente principal de información sobre el periodo temprano de la era aqueménida, en particular con respecto al papel de los magos. Según Heródoto, los magos eran la sexta tribu de los Medos y ejercían una considerable influencia en las cortes de los emperadores médanos.
Tras la unificación de los imperios Medo y persa en el 550 a.C., Ciro el Grande y más tarde su hijo Cambises II redujeron los poderes de los magos después de que intentan sembrar la disidencia tras su pérdida de influencia.
En el 522 a.C., los magos se rebelaron y establecieron un aspirante rival al trono. El usurpador, haciéndose pasar por el hijo menor de Ciro, Smerdis, tomó el poder poco después.
Debido al gobierno despótico de Cambises y su larga ausencia de Egipto, todo el pueblo, persas, medos y todas las demás naciones, reconocieron al usurpador, especialmente porque concedió una condonación de impuestos durante tres años.
Darío I y los emperadores aqueménidas posteriores reconocieron su devoción a Ahura Mazda en inscripciones y parece que continuaron en el modelo de coexistencia con otras religiones.

La llegada de Alejandro Magno a la región

Según la leyenda Zoroástrica posterior, muchos textos sagrados se perdieron cuando las tropas de Alejandro Magno invadieron Persépolis y posteriormente destruyeron la biblioteca real.
Las conquistas de Alejandro desplazaron en gran medida al zoroastrismo con creencias helenísticas, aunque la religión continuó practicándose muchos siglos después de la desaparición de los aqueménidas en la persa continental y las regiones centrales del antiguo imperio aqueménida, más notablemente en Anatolia, Mesopotamia y el Cáucaso.

Capadocia, el mantenimiento de la religión

En el reino de Capadocia, cuyo territorio fue anteriormente una posesión aqueménida, los colonos persas, separador de sus correligionarios en el Irán propiamente dicho, continuaron practicando el zoroastrismo de sus antepasados.

Los sasánidas

Todavía en el periodo parto, una forma de zoroastrismo era la religión dominante en las tierras armenias. Los sasánidas promovieron agresivamente la forma zoroástrica de Zurvan, a menudo construyendo templos de fuego en territorios capturados para promover la religión.
Durante el periodo de su soberanía de siglos sobre el Cáucaso, los sasánidas hicieron intentos de promover el zoroastrismo allí con éxitos considerables.

La mayor parte del Imperio sasánida fue derrocado por los árabes en el transcurso de 16 años en el siglo VII.
Aunque la administración del estado se islamizo rápidamente y se sumió bajo el califato omeya, al principio se ejerció poca presión sobre las personas recién sometidas para que adoptaran el islam.
Debido a su gran número, los zoroastrianos conquistados tuvieron que ser tratados como dhimmis, lo que los hizo elegibles para la protección.
Los árabes adoptaron el sistema de impuestos sasánidas, tanto el impuesto sobre la tierra que gravaba a los propietarios de tierras como el impuesto de capitalización sobre los individuos, llamado jizya , un impuesto sobre los no musulmanes.
Aunque sujetos a un nuevo liderazgo y acoso, los zoroastrianos pudieron continuar con sus antiguos caminos, aunque hubo una presión social y económica lenta pero constante para convertirse, siendo la nobleza y los habitantes de la ciudad los primeros en hacerlo, mientras que el islam fue aceptado más lentamente entre el campesinado y la nobleza terrateniente.
A pesar de los incentivos económicos y sociales para la conversión, el zoroastrismo se mantuvo fuerte en algunas regiones, particularmente en las más alejadas de la capital califal en Bagdad.

Teología del Zoroastrismo

Los zoroastrianos creen que hay una deidad creadora suprema universal, trascendente, totalmente buena e increada, Ahura Mazda, o el Señor Sabio.
Zoroastro mantiene a los dos atributos separados como dos conceptos diferentes en la mayoría de los Gathas pero a veces los combina en una forma. Zoroastro también afirma que Ahura Mazda es omnisciente pero no omnipotente.
Los eruditos y teólogos han debatido durante mucho tiempo sobre la naturaleza del zoroastrismo, siendo el dualismo, el monoteísmo y el politeísmo los principales términos aplicados a la religión.
Algunos eruditos afirman que el concepto de divinidad del zoroastrismo cubre tanto al ser como a la mente como entidades inmanentes, describiendo al zoroastrismo como una creencia en un universo inmanente que se crea a sí mismo con la conciencia como su atributo especial, poniendo así al zoroastrismo en el redil panteísta que comparte su origen con el brahmanismo indio.
La teología zoroástrica incluye principalmente la importancia de seguir el triple camino de Asha que gira en torno a los buenos pensamientos, las buenas palabras y las buenas acciones.
También hay un gran énfasis en difundir la felicidad, principalmente a través de la caridad y respetar la igualdad espiritual y el deber tanto de hombre como de mujeres.
El énfasis del zoroastrismo en la protección y veneración de la naturaleza y sus elementos ha llevado a algunos a proclamarlo como el primer proponente mundial de la ecología.
El Avesta y otros textos piden la protección del agua, la tierra, el juego y el aire convirtiéndola en una religión ecológica.

  

ZOROASTRO : EL ZEND AVESTA (BAUZÁ, c. 1920)

El Avesta es una colección de textos sagrados de la antigua Persia, pertenecientes a la religión zoroastriana y redactadas en avéstico.

Definición

 08 enero 20207
Yasna 28 (by Jozka, Public Domain)


El Avesta es la escritura del zoroastrismo que se desarrolló a partir de una tradición oral fundada por el profeta Zoroastro (Zaratustra, Zartosht) en algún momento entre 1500 y 1000 a. C. En general, se admite que el título significa "alabanza", aunque esta interpretación no es aceptada universalmente.
Las oraciones y los himnos originales se compusieron en una lengua ya extinta, el avestán (que toma su nombre de la obra), que solo se conservó de forma oral hasta que el Imperio sasánida (224-651 d. C.) la puso por escrito inventando un alfabeto para transmitir el avestán basado en la escritura aramea. Se suele dividir en las siguientes secciones:
Yasna-Gathas
Vispered
Yashts
Vendidad
Textos menores
Fragmentos
La tradición Zoroastriana sostiene que la obra original de 21 libros (conocidos como Nasts) fue revelada por Ahura Mazda, el Único Dios Verdadero, a Zoroastro, quien los recitó a su benefactor el rey Vishtaspa, que los hizo inscribir en láminas de oro. Esta obra original fue memorizada, recitada en los servicios (yasna) y transmitida de generación en generación hasta que los sasánidas la pusieron por escrito, momento en el que fue acompañada de comentarios y otras obras como el Zend (también llamado Zand) y, más tarde, el Denkard y el Bundahisn.
EL AVESTA CONTIENE LAS COMPOSICIONES ORIGINALES ATRIBUIDAS A ZOROASTRO, ASÍ COMO LEYES ECLESIÁSTICAS, COMENTARIOS, COSTUMBRES Y CREENCIAS.
La obra, tal y como se reconoce hoy en día, contiene las composiciones originales atribuidas a Zoroastro, así como las leyes eclesiásticas, los comentarios, las costumbres y las creencias que se desarrollaron posteriormente, después de que el zoroastrismo fuera aceptado y se convirtiera en una creencia generalizada. Se cree que el núcleo del Avesta fue reconocido y recitado por los persas zoroastrianos desde el Imperio aqueménida (c. 550-330 a. C.) hasta el Imperio sasánida, que cayó en manos de los árabes musulmanes invasores en 651 a. C.
Después, el zoroastrismo desapareció y solo lo conservaron los parsis (zoroastrianos persas que huyeron a la India) y los iraníes que consiguieron mantener viva la fe en su país natal. En la actualidad, los parsis son considerados los principales custodios de la tradición avestana, aunque el zoroastrismo es practicado por personas de todo el mundo.

Zoroastro y su desarrollo temprano

La religión iraní primitiva era politeísta, con Ahura Mazda como rey de los dioses. Estos dioses y los espíritus que los acompañaban eran fuerzas del bien y se oponían al espíritu discordante Angra Mainyu y sus legiones del mal. Había un sacerdocio que atendía a los dioses y se realizaban servicios, pero se desconoce qué forma tenían estos rituales.
Aproximadamente entre los años 1500 y 1000 a. C., uno de estos sacerdotes, Zoroastro, recibió una visión de Ahura Mazda a través de un ser de luz que se le apareció en la orilla de un río. La entidad se identificó como Vohu Manah ("buen propósito") y le reveló que en realidad solo había un dios (Ahura Mazda) y que la responsabilidad de Zoroastro era predicar esta verdad.
Los primeros esfuerzos de Zoroastro no fueron apreciados por el sacerdocio (ni por nadie) y después de que su vida fuera amenazada, abandonó su región natal y finalmente llegó a la corte del rey Vishtaspa. Aunque en un principio fue encarcelado por su visión, Zoroastro se ganó la admiración del rey al curar a su caballo favorito y Vishtaspa se convirtió en su primer converso notable; su reino siguió entonces el ejemplo y la religión se extendió desde allí.

La fe se basaba en la verdad revelada por Ahura Mazda de un único dios que era todo bueno, todo poderoso y completamente amoroso. Este dios solo requería reconocimiento y que los seres humanos lo expresaran a través de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones, lo que llevaría a vidas virtuosas. Las personas virtuosas honrarían la verdad (asha) y repudiarían la mentira (druj) y, al hacerlo, lucharían contra las fuerzas de Angra Mainyu y preservarían el orden.
La sección más antigua del Avesta son los Gathas, himnos a Ahura Mazda que se cree que fueron compuestos por Zoroastro. Se dirigen directamente al dios y le piden que los guíe en la vida que espera de sus seguidores. Según la leyenda, estos himnos y otras obras se escribieron bajo el mando de Vishtaspa, pero no existen pruebas reales de las hojas doradas de las escrituras zoroástricas ni de ninguna otra obra zoroástrica escrita antes del Imperio sasánida.

Desarrollo aqueménida, parto y sasánida

La religión fue adoptada por el Imperio aqueménida, probablemente durante el reinado de Darío I (el Grande, que reinó de 522 a 486 a. C.). El fundador, Ciro el Grande (que reinó de c. 550 al 530 a. C.), hace referencia a Ahura Mazda, pero dichas inscripciones podrían estar aludiendo a la visión anterior de la fe politeísta. Supuestamente, los aqueménidas escribieron una versión del Avesta que fue destruida por la conquista de Alejandro Magno y el incendio de Persépolis en el año 330 a. C. Sin embargo, los estudiosos modernos rechazan esta afirmación y señalan que no hay nada en la obra existente que sugiera una versión aqueménida anterior.

Al Imperio aqueménida le sucedió el Imperio helenístico seléucida (312-63 a. C.), durante el cual el pueblo siguió practicando el zoroastrismo, pero no la clase alta griega. A los seléucidas les sucedió el Imperio parto (247 a. C. - 224 d. C.), cuya clase alta sí abrazó el zoroastrismo, y los primeros estudiosos de la religión afirmaron que en esta época se escribió una versión del Avesta. Esta versión se basaba supuestamente en los textos presuntamente perdidos al final del Imperio aqueménida, pero, de nuevo, no hay pruebas de ello, y la mayoría de los estudiosos actuales rechazan la afirmación o, al menos, no ven nada en la obra existente que haga que una versión parta sea relevante para su desarrollo.

Los sasánidas son el primer imperio persa históricamente atestiguado que puso la obra por escrito; las inscripciones, así como el texto existente, lo dejan bastante claro. El fundador del Imperio sasánida, Ardashir I (que reinó del 224 al 240 d. C.), llevó a los sacerdotes zoroastrianos a su corte para que recitaran los versos sagrados y así poder escribirlos, política que continuó su hijo Shapur I (que reinó del 240 al 270 d. C.). Sin embargo, la obra no parece haberse completado hasta el reinado de Shapur II (309-379 d. C.) y no se finalizó hasta el de Kosrau I (531-579 d. C.).
Los sacerdotes recitaban el texto en su avestán original, que se traducía en una escritura inventada con este único fin para preservar el sonido y el sentido precisos de las palabras avestanas. La escritura se basaba en el arameo, pero se apartaba de esa lengua para preservar el avestán perdido. Este método fue iniciado bajo Shapur II y continuado por sus sucesores.

El Avesta

La sección más importante del Avesta son los Gathas. Se trata de cantos de alabanza personales compuestos por oraciones-peticiones y adoraciones y, por sí solos, proporcionan poca instrucción sobre cómo se debe seguir el camino zoroastriano en la vida diaria. Se cree que Zoroastro debió de enseñar a sus discípulos cómo comportarse con un discurso claro y directo, y parte de esta tradición podría conservarse en comentarios como el Zend. Sea como fuere, la ambigüedad de los Gathas hace necesarias obras como la Vendidad, los Textos Menores y el Zend.

Yasna-Gatha

Los Yasna-Gathas son 17 himnos de este tipo divididos en cinco grupos basados en la métrica:

Ahunavaiti Gatha
Ushtavaiti Gatha
Spentamainyush Gatha
Vohukshathra Gatha
Vahishtoishti Gatha

El yasna (devoción) es el servicio religioso zoroastriano pero también alude a los himnos que fomentan la devoción mientras que el Gatha es la agrupación separada de esos himnos. Su propósito es elevar la mente hacia la iluminación y centrarla en la grandeza de Ahura Mazda. El Yasna 28 del Ahunavaiti Gatha es un buen ejemplo del tema general y el enfoque de estas obras:

1. Con las manos extendidas en petición de esa ayuda, oh Mazda, rogaré por las obras del espíritu santo, Oh tú, el Correcto, por el cual puedo complacer la voluntad del Buen Pensamiento y del Alma-Buey.

2. Yo, que quiero servirte, oh Mazda Ahura y Vohu Mano, te doy a través de Asha las bendiciones de ambos mundos, el corporal y el del Espíritu, que fijan a los fieles en la felicidad.

3. Yo que quiero alabaros como nunca antes, al Recto y Buen Pensamiento y a Mazda Ahura, y a aquellos para quienes la Piedad hace crecer un Dominio imperecedero; venid a ayudarme a mi llamada.

4. Yo, que he puesto mi corazón en velar por el alma, en unión con el Buen Pensamiento, y como conocedor de las recompensas de Mazda Ahura por nuestras obras, mientras tenga poder y fuerza, enseñaré a los hombres a buscar lo Correcto.

5. Oh Asha, ¿te veré a ti y al Buen Pensamiento, como alguien que sabe? (¿Veré) el trono del más poderoso Ahura y el seguimiento de Mazda? A través de esta palabra (de promesa) en nuestra lengua convertiremos la horda de ladrones hacia el Más Grande.

6. Ven tú con el Buen Pensamiento, da a través de Asha, oh Mazda, como regalo a Zaratustra, de acuerdo con tus seguras palabras, una ayuda poderosa y duradera, y a nosotros, oh Ahura, por la que podamos vencer la enemistad de nuestros enemigos.

7. Concede, oh Asha, la recompensa, la bendición del Buen Pensamiento; oh Piedad, concede nuestro deseo a Vishtaspa y a mí; oh tú Mazda y Rey, concede que tu Profeta pueda ordenar una audiencia.

8. Lo mejor que te pido, oh Mejor, Ahura (Señor) de una sola voluntad con el Mejor Asha, deseando (ello) para el héroe Frashaostra y para aquellos (otros) a los que se lo des, (el mejor regalo) del Buen Pensamiento a través de todos los tiempos.

9. Con estas bondades, oh Ahura, que nunca provoquemos tu ira, oh Mazda y Recto y Mejor Pensamiento, nosotros que hemos estado ansiosos en traerte canciones de alabanza. Vosotros sois los más poderosos para hacer avanzar el deseo y el Dominio de las Bendiciones.

10. Los sabios que conoces como dignos, por su recto (hacer) y su buen pensamiento, para ellos satisfaces su anhelo de logro. Pues sé que las palabras de la oración son eficaces con Vos, que tienden a un buen objeto.

11. Quiero preservar así el recto y buen pensamiento para siempre, para poder instruir, enséñame tú, oh Mazda Ahura, desde tu espíritu por tu boca cómo será con la Primera Vida.

(Avesta.org)

En este himno (como en todos los demás) se enfatiza la importancia de la búsqueda de la verdad (asha) y la sabiduría (mazda), así como la naturaleza trascendente de Ahura Mazda (Señor de la Sabiduría) y la necesidad de resistir al mal para mantener el orden.

Visperad

La Visperad comprende 23 oraciones que sirven de complemento a las yasnas, pero también es el nombre de la ceremonia en la que se recitan estas oraciones (en la antigüedad, realizada entre la salida del sol y el mediodía). Las oraciones de la Visperad nunca se recitan independientemente de las yasnas, ya que sirven para ampliar y desarrollar los conceptos de los himnos.

Yashts

LOS YASHTS SON 21 HIMNOS DIRIGIDOS A ENTIDADES DIVINAS Y ELEMENTOS SAGRADOS COMO EL AGUA Y EL FUEGO.
Los Yashts son 21 himnos dirigidos a entidades divinas y elementos sagrados como el agua y el fuego. Cuando Zoroastro reformó la religión anterior, conservó muchos de los dioses más populares, como Anahita (diosa del agua, la fertilidad, la salud y la sabiduría) y Mithra (dios del sol naciente, los contratos y los pactos), solo que ahora éstos ya no se consideraban deidades sino emanaciones divinas de Ahura Mazda. Por lo tanto, se podía seguir rezando a Anahita para que ayudara a concebir un hijo, pero sabiendo que en realidad se estaba rezando a Ahura Mazda; Anahita solo sería el vehículo a través del cual la Deidad Suprema respondía a la oración (muy parecido a la concepción católica de rezar a los santos). Los Yashts son este tipo de súplicas en forma de himnos que también dan las gracias por las oraciones contestadas.

Vendidad

La Vendidad es una colección de 22 secciones (Fargards) que conforman un código eclesiástico e incluye mitos, oraciones, observancias, rituales e instrucciones sobre temas que van desde la higiene personal hasta las costumbres sociales (comportamientos aceptables e inaceptables), la defensa contra los demonios malignos, el cuidado de los muertos y los rituales funerarios (incluida la importancia de los perros para ahuyentar a los espíritus malignos tras una muerte), el respeto a los demás, la caridad y el cuidado de los animales, entre otros muchos temas. Los diferentes Fargards dan respuestas específicas a preguntas sobre cómo se debe ser Zoroastriano, qué significa eso en cuanto a un camino diario de fe y cómo se debe responder a diversas amenazas, acciones, bendiciones y otras circunstancias.
Algunos zoroastrianos actuales rechazan la Vendidad por considerarla superflua, mientras que otros aceptan su validez. Sin embargo, los eruditos están de acuerdo en que los Fargards son unos de los textos zoroastrianos más antiguos, cuyo contenido se remonta a alrededor del siglo VIII a. C. El mito primitivo de la creación del mundo, la historia del Rey Yima y la salvación de la tierra (un precursor del posterior relato bíblico de Noé y su Arca), y la importancia de cuidar la tierra (todos considerados relatos antiguos) están incluidos en la Vendidad y conforman los tres primeros Fargards.

Textos menores

Los llamados Textos menores son oraciones e invocaciones a diversas deidades para pedir ayuda. Al igual que Anahita y Mithra y otros antiguos dioses, estas deidades se consideran emanaciones de Ahura Mazda. Son energías particulares más propicias para responder a cierto tipo de oración que a otras. Los Textos menores son:

Siroza: invocaciones a las deidades en tiempos de necesidad.
Nyayeshes: oraciones a los elementos divinos del fuego, el agua, y al sol y la luna.
Gahs: invocaciones y oraciones a las cinco deidades del día.
Afrinagans: bendiciones para los muertos y para las estaciones del año.

Fragmentos

Los fragmentos son textos incompletos o que no encajan con ninguna otra sección. Aunque a menudo se pasan por alto, los fragmentos no son intrascendentes e incluyen información sobre deidades prezoroastrianas y temas teológicos importantes como el fin del mundo y la redención.

Pérdida y recuperación
En el año 651 d. C., el Imperio sasánida cayó en manos de los árabes musulmanes y el zoroastrismo fue eliminado. La gente se convirtió al Islam, continuó con la fe en secreto o huyó de la región (los parsis, que llevaron la religión a la India, donde sigue floreciendo). Los musulmanes quemaron las bibliotecas zoroastrianas y destruyeron los templos del fuego o los convirtieron en mezquitas. Los eruditos suelen señalar este periodo como una de las incalculables pérdidas de textos y conocimientos zoroastrianos, incluidas las copias del Avesta. Los parsis se llevaron el Avesta a la India (Gujarat) en algún momento entre los siglos VIII y X d. C. Las creencias Zoroastrianas fuera de la India solo se conocían, en su mayoría, a través de los comentarios de escritores griegos, cristianos y musulmanes. Se cree que el Avesta real se perdió en la conquista musulmana del siglo VII d. C.
No fue hasta 1723, cuando un mercader que viajaba por la India trajo a Gran Bretaña parte de un manuscrito avestano, que los europeos se dieron cuenta de que el libro aún existía, al menos en parte. Este manuscrito se guardó en la Biblioteca Bodleian de la Universidad de Oxford, donde, en 1755, llamó la atención del joven erudito francés Abraham Hyacinthe Anquetil-Duperron (1731-1805), que más tarde sería el mayor indólogo de su época. Anquetil-Duperron, embarcado en un viaje épico por la India para recuperar el Avesta, regresó a Francia con más de 180 manuscritos avestanes en 1762 y comenzó a traducirlos; toda la erudición occidental sobre el avestán se desarrolla a partir de los esfuerzos de Anquetil-Duperron.

Legado

El Avesta es una visión completamente original de su época, que concibe una deidad única, todopoderosa y creativa con un interés personal en la vida (y la moralidad) de los seres humanos. Sus principios informaron la política de los mayores imperios del antiguo Oriente y su teología influiría en las posteriores creencias monoteístas del judaísmo, el cristianismo y el Islam. El zoroastrismo es la primera religión monoteísta que introduce conceptos como el juicio después de la muerte, el cielo y el infierno, un mesías, un fin de los tiempos, la resurrección de los muertos y un nuevo mundo después de que el viejo sea redimido, entre otros; todos ellos conceptos desarrollados por las fes monoteístas posteriores.
Estos sistemas de creencias habrían sido informados por el pensamiento zoroastriano, ya que los conceptos fueron compartidos a través del comercio y los viajes entre c. 1000 a. C. y 224 d. C., cuando los sasánidas escribieron la obra. Sin embargo, aunque nunca hubiera ejercido ninguna influencia en estas creencias posteriores, el Avesta seguiría siendo una obra poderosa por derecho propio, ya que ofrece la visión de una deidad completamente amorosa, generosa y justa, que solo quiere que su creación sea lo mejor posible en todos los aspectos.


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