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viernes, 29 de julio de 2011

36.-Nobiliario Español. Julio de Atienza. 3 volúmenes. a



Diccionario de la Real Academia Española.

nobiliario, ria 

Del lat. nobĭlis 'noble' y -ario.

1. adj. Perteneciente o relativo a la nobleza.

2. adj. Dicho de un libro: Que trata de la nobleza y genealogía de las familias. U. m. c. s.

Etimología según la síntesis moderna

Viene de la palabra latina nobilis, que se deriva del verbo nosco y del adjetivo notus; cuyo significado es «conocer» y «conocido», respectivamente. Alude a ser distinguido por los hechos o virtudes entre los demás hombres. En la actualidad se refiere a los descendientes de aquellos que han servido bien a la patria. 
Es el reconocimiento de los servicios de los antecesores en sus sucesores para estimular a estos para que siguiesen las huellas de sus mayores y se distinguiesen como ellos por sus talentos o por sus grandes servicios.
Séneca consideraba la verdadera nobleza del hombre obedeciendo a la recta razón, tener una alma justa y adornada por la sabiduría y la virtud.




Nobleza.

La nobleza es una clase social, formada por familias, que son reconocidos en una sociedad organizada, que puede ser pueblo, un estado, un territorios o localidad. Las personas que son parte de esta clase social, puede ser concedidos por la autoridad publica o heredados de sus antepasados.

Europa.

La nobleza europea estaba presente prácticamente en todos los países de Europa, aunque no constituía un grupo homogéneo, ni siquiera en el interior de cada país. 
Numéricamente constituía una minoría, aunque su peso demográfico variaba de unos países a otros. En la mayor parte de Europa occidental (Francia, Sacro  Imperio Romano Germánico, Suecia, gran parte de los Estados italianos) no representaban más del uno o, como máximo, el 1,5 por 100 de la población. 

España.

España estaba entre los países de nobleza numerosa, con 480.000 nobles censados en 1786-1787, si bien no es fácil calcular la proporción que representaban, ya que la cifra de nobles recoge indistintamente datos referidos a familias y a individuos (no se siguió el mismo criterio en todos los municipios) y sólo conocemos la población total en habitantes.
 Ahora bien, casi las tres cuartas partes se concentraba en los territorios vascos y en la cornisa cantábrica, donde por razones históricas se gozaba de hidalguía universal o quasi universal.

Ningún grupo social mitificó tanto la cuna como la nobleza.

Se nacía noble y, en principio, era la nobleza de sangre (heredada) la más apreciada, llegándose a esgrimir incluso supuestas diferencias raciales (los nobles franceses descenderían de los antiguos francos; los españoles, de los godos refugiados en Asturias con la invasión musulmana... 
¿Hay que recordar extravagancias tales como la que asignaba sangre azul a este grupo?) para justificar la transmisión de condición social, privilegios y hasta virtudes por vía genética. 
Pero, contra lo que pretendían demostrar sus frondosos árboles genealógicos, raros eran los que en el siglo XVIII podían remontar sus orígenes más allá de la Baja Edad Media o principios de la Moderna, cuando las turbulencias civiles y religiosas y la evolución política propiciaron la quiebra de la nobleza tradicional y la creación de otra nueva más vinculada a las nuevas monarquías. 
Incluso es probable que la mayoría procediera de ennoblecimientos producidos a lo largo del Seiscientos y del mismo Setecientos. Porque, pese a los prejuicios en torno a la sangre, la nobleza, de hecho, no constituía un grupo cerrado.

Grupo abierto.

Los monarcas contaron entre sus atribuciones  la de ennoblecer a sus súbditos, concediendo estatutos, privilegios o cartas de nobleza para premiar servicios eminentes en la milicia, la política, la administración, las finanzas reales o, ya en el siglo XVIII, el mérito civil e incluso económico (noción, evidentemente, más burguesa que propiamente nobiliaria).
Los matrimonios mixtos constituyeron otro modo de aportar savia nueva (y solidez económica) a la nobleza. Pero se practicaban más controladamente de lo que ha podido suponerse y se solía preferir, a la hora de realizar matrimonios más o menos desiguales, entroncar con familias ya ennoblecidas, aunque fuera muy recientemente.
Y nunca faltaron, por otra parte, caminos más o menos sinuosos o abiertamente fraudulentos (quizá con la connivencia interesada de algún funcionario) para llegar a un estado que, en última instancia, se basaba en la universal aceptación. 
La frontera del estamento no dejaba de ser, pues, un tanto difusa y siempre permeable. La tendencia dominante en el XVIII fue, no obstante, la de clarificar esa frontera, limitar la concesión real de ennoblecimientos (no así la de títulos aristocráticos a los ya nobles) y reducir el volumen del estamento nobiliario. Las propias capas altas nobiliarias reconocían la exigüidad en el número como algo necesario para la nobleza. 

Privilegios nobiliarios.

Los privilegios nobiliarios españoles eran, por una parte, de naturaleza jurídico-procesal, destacando el derecho a ser juzgados por tribunales propios, con un procedimiento del que se excluía el tormento y con penas que eludían las consideradas ignominiosas (azotes, por ejemplo) y que, por lo general, eran más suaves que las ordinarias; inmunidad al encarcelamiento por deudas, prisión -cuando se imponía- mitigada o sustituida por arresto domiciliario, decapitación y no ahorcamiento en el caso de condenas a muerte...
Los nobles gozaban históricamente, además, de inmunidad fiscal, total o parcial, frente a los impuestos ordinarios y, más concretamente, frente a los impuestos directos. Pero aunque fue éste el privilegio más socavado por las monarquías, que recurrieron a las tributaciones indirectas y a otras formas de contribuciones específicas, siguieron disfrutando de cierto trato de favor. 
Por último, una serie de distinciones puramente honoríficas preeminencia en actos públicos o ceremonias religiosas, por ejemplo- de gran importancia, puesto que eran el reflejo en la vida cotidiana de la misma concepción jerárquica en que se basaba aquella sociedad. 

Categorías

Si la nobleza, en principio, constituía una unidad desde el punto de vista jurídico, cuestiones como titulación, antigüedad, función, riqueza y hábitat -rural o urbano- establecían una gran heterogeneidad y una clara jerarquización interna.

Distinción de la Nobleza titulada y no titulada.

La ostentación de un título aristocrático suponía la principal barrera divisoria en el seno del estamento, acentuada con el paso del tiempo, dado que fue ganando terreno progresivamente la identificación psicológica de nobleza con nobleza titulada y será ésta la única que sobreviva en el tiempo. 
En España sobresalía una minoría de entre los títulos, los Grandes de España -todos los duques, más los marqueses y condes sobre quienes hubiese recaído la concesión real-, que gozaban de determinadas preeminencias y privilegios honoríficos exclusivos, destacando entre ellos la mayor facilidad para acceder a la presencia real o la facultad de permanecer cubiertos en determinadas ocasiones en presencia del monarca. 

Los Hidalgos.

Hidalgo, hijodalgo, fidalgo (del castellano antiguo, y común en literatura) o infanzón es un noble, aunque coloquialmente se utilice el término para referirse a la nobleza no titulada, especialmente en España y Portugal.


La primera distinción que cabe hacer es la de hidalgo de sangre e hidalgo de privilegio o concedida por la corona.

Hidalgo -sin más locuciones-. El hidalgo de sangre, también llamado escudero (si ejercía ese oficio para otro noble o ricohombre magnate que lo fuera aun sin título) o infanzón donde era usanza, era aquel a quien la nobleza le venía por descender de quienes habían disfrutado de ella desde tiempo inmemorial.
Hidalgo de solar conocido era el hidalgo que tenía casa solariega, o que desciende de una familia hidalga que la tiene o la ha tenido. Para ser reconocido como hidalgo solariego, era necesario justificar que los cuatro abuelos habían sido a su vez hidalgos - por los cuatro costados -, excepto en Castilla donde a su uso se decía El caballo lleva la Silla (o solar). Osease, con que fuese el padre de casa reconocida con nobleza antigua, los hijos e hijas también lo serían, aunque sus madres no lo fuesen e inclu so fueran ilegítimos. Es el famoso caso del cantar de gesta castellano sobre el reconocido infante Mudarra y los infantes de Lara, sus hermanos de Padre, que recoge costumbres ancestrales a la Castilla condal originaria anterior al siglo X, y en el que se reconoce que ni siquiera la madre tenía que ser necesariamente cristiana o castellana, como también lo fue el hijo reconocido y heredero del rey Alfonso VI.
Hidalgo de ejecutoria era reconocido como el que ha litigado por su hidalguía y ha probado ser hidalgo de sangre. Se demostraba mediante la presentación de escrituras y testigos en un juicio de executoria que debía superar.
Hidalgo de cuatro costados era denominado aquel que podía probar que sus abuelos paternos y maternos eran hidalgos (de cualquier clase).

El término infanzón tiene su origen en el ámbito cultural del reino de León pasando hacia el reino de Pamplona, luego reino de Navarra, y el reino de Aragón.

Antigüedad de nobleza.

La antigüedad del linaje confería, un mayor prestigio a la nobleza y las familias que se jactaban del más rancio abolengo tendían a desestimar a las más recientes.

Ordenes Militares.

La pertenencia a las órdenes militares, en España, había introducido un elemento de distinción basado en la calidad de la nobleza (antigüedad del linaje, limpieza de sangre...), pero a partir desde el Setecientos, aunque poseer un hábito seguía representando un honor añadido, habían perdido ya buena parte de su eficacia en este sentido y su principal valor consistía en la posibilidad de acceder vitaliciamente a una encomienda, lo que, por otra parte, solía recaer en la nobleza titulada. 

Nobleza rica y pobre.


La situación económica pese a que los teóricos mantenían que no era una cualidad esencial de la nobleza- constituía un elemento de suma importancia, ya que el mantenimiento del ideal de vida noble exigía solidez económica. 
Y para asegurarla base económica, en casi todos los países existían costumbres sucesorias o figuras jurídicas que trataban de preservar el patrimonio nobiliario y su permanencia en el seno de la familia, haciendo de su titular un mero usufructuario, mediante la constitución de vínculos sobre todos o gran parte de los bienes que, formando una unidad indivisible e inalienable, se transmitía a un solo heredero, siguiéndose, normalmente, el orden de primogenitura masculina.

 Es el caso histórico del mayorazgo español, el morgado portugués, el fideicomiso italiano, el fideikommis austriaco o el strict settlement inglés, aunque de hecho no todos los nobles lo poseyeran, no siempre tuviera la misma rigidez (en Inglaterra, por ejemplo, podía retocarse el patrimonio vinculado en cada transmisión) ni en algún caso (España) fueran facultad exclusiva de la nobleza.

 Los vínculos, lógicamente, constituían un elemento básico en la política familiar de la nobleza y condicionaban fuertemente el destino de los segundones, al tener que buscar su mantenimiento en el ejército, la burocracia o la Iglesia, en el supuesto de tener preparación para ello, o depender enteramente del titular; para las hijas no quedaba otro camino que un matrimonio favorable, si se conseguía reunir la dote apropiada, o la soltería o el convento en caso contrario.


Nobleza inmemorial.


Nobleza inmemorial (en sentido estricto): la cual se refiere a aquellas grandes familias cuyos orígenes se remontan a la época de la caída del Imperio Romano de Occidente. La Nobleza Inmemorial es aquella establecida como existente desde antes de los registros normales de un título nobiliario. En su sentido restrictivo, se refiere a las familias nobles cuyos orígenes se pueden rastrear a partir de la caída del Imperio Romano, esto es, alrededor del año 490. En su sentido más inclusivo y más generalmente aceptado, se refiere a los poseedores de nobleza feudal que pueden rastrear su posesión ininterrumpida de derechos nobiliarios a tiempos inmemoriales.
En muchos reinos las casas más antiguas se consideran primus inter pares, disfrutando de este rango no por un decreto real, sino por el ejercicio sin oposición de los privilegios de la aristocracia desde tiempos inmemoriales, haciendo innecesario establecer las circunstancias de la concesión original.
El año fijado como límite para el registro más antiguo conservado con el fin de ser considerado como un noble inmemorial depende de las tradiciones de cada región en particular.

En España se refiere a las familias nobles creadas durante las Cruzadas ibéricas o la Reconquista, comenzando con Pelayo en el Reino de Asturias en el siglo VIII y Carlomagno en la Marca Hispánica a principios del siglo IX. 

En particular, hidalgos de sangre (en virtud de linaje) son "aquellos para los que no hay memoria de su origen y no se tiene conocimiento de ningún documento que menciona una concesión real, cuya oscuridad es universalmente elogiada, incluso más que aquellos nobles que conocen de otro modo su origen". 




Nobleza de Roma.

Nobiles (en singular nobilis –bien conocido, famoso, renombrado, excelente, superior, espléndido, de alta cuna–, de gnobilis, y este de gnoscere –conocer–) eran los pertenecientes a una de las divisiones sociales de la Antigua Roma. La denominación de su condición era nobilitas. Las palabras castellanas "noble" y "nobleza" derivan de estas palabras latinas.​ En la República romana era un término descriptivo del rango social elevado de una familia romana, vinculado al hecho de que uno de sus miembros había alcanzado el consulado, magistratura inicialmente restringida a los patricios; aunque a medida que algunos plebeyos la alcanzaron, también introdujeron a sus familias en tal condición.

Ese ennoblecimiento o transición a la nobleza se identificaba con el ascenso de un individuo excepcional: un homo novus ("hombre nuevo" –en plural, los homines novi–), como Cayo Mario o Marco Tulio Cicerón. Salustio presentó a Mario como el principal responsable de la ruptura del monopolio de hecho que las familias optimates (en torno a los Cecilio Metelo) habían tenido sobre la nobilitas desde el siglo ii a. C. en perjuicio de los populares.​ La historiografía moderna interpreta esta revolución social no tanto como la presión de los homines novi sobre los antiguos nobiles, sino como el resultado de la lucha de poder entre las propias familias senatoriales, que terminaría por convertir la condición nobiliar en un anacronismo con la crisis final de la República y el establecimiento del Principado, cuando es el emperador el que decide la nobleza de una familia.

República

La segunda guerra samnita (326–304 a. C.) fue una época formativa de esta élite dirigente, que reunía tanto a patricios como a plebeyos que habían alcanzado posiciones de poder.​ Desde mediados del siglo iv hasta comienzos del siglo iii a. C.. se produjeron varias parejas consulares mixtas (un patricio y un plebeyo), en lo que se ha interpretado como una estrategia política deliberada de cooperación entre ambos grupos sociales.​
El término no se halla en los textos de los siglos medios de la República, y sólo comenzó a usarse mucho tiempo después de los cambios políticos que crearon esa clase de plebeyos-nobles.​ Los intentos historiográficos por definir la nobilitas han llevado a debates sobre la interpretación del uso de ese término en las fuentes antiguas. Fergus Millar apunta que nobilis era un término descriptivo usado en los últimos siglos de la República, no un término técnico que identificara a un grupo social restringido (de modo que no podría identificarse con el peerage inglés). Matthias Gelzer​ sostiene que el término se reservaba para los descendientes de los cónsules, siendo Lucio Munacio Planco, cónsul del año 42 (designado por Julio César durante su dictadura), el último que cualificó como ancestro de nobiles.​ P.A. Brunt,​ siguiendo a Theodor Mommsen, reunió pruebas de un uso más amplio, que sugiere que cualquier magistratura curul conllevaba el aura de nobilitas.

Las familias nobles de época republicana se contaban por unas pocas decenas, y aun así se diferenciaban entre sí por sus distinto renombre (debido particularmente a la obtención de triunfos y censuras). A diferencia de la condición patricia, la condición nobiliar no otorgaba ningún privilegio de derecho, sino únicamente el uso social que les permitía manifestar su antigüedad y gloria exponiendo en el atrium las máscaras mortuorias de sus ancestros (jus imaginum), y exhibirlas en los funerales, donde se pronunciaba la laudatio funebris (elogio fúnebre)​ que incluía al difunto en la continuidad de las virtudes familiares.

Principado y Alto Imperio

En la época de Augusto, un nobilis disfrutaba de un más fácil acceso al consulado, relajando el requisito de edad hasta edades más tempranas, como los 32 años. Las mujeres que descendían de cónsules de la época de Augusto también eran vistas como pertenecientes a la nobilitas romana. En el uso de Tácito y Plinio el Joven, un nobilis es un descendiente de la aristocracia republicana.
El significado de nobilis evolucionó a lo largo del periodo imperial. La diferencia principal de esta noblilitas con la aristocracia ecuestre y senatorial es que aquella no puede adquirirse, sino que únicamente se hereda: una familia no puede devenir noble más que por el paso de las generaciones, dos al menos.

 Había incluso familias nobles que no tenían la condición senatorial ni accedían al cursus honorum, pues no disponían de los recursos necesarios para ello; no obstante, su pasado glorioso todavía les permitía enorgullecerse ante los homines novi de oscuro origen.

Crisis y Bajo Imperio

La crisis del siglo iii afectó profundamente a la condición de la nobilitas. Todavía en 238 los senadores opuestos a Maximino el Tracio podían reivindicar su propia nobleza frente a un emperador ignobilis; pero en el siglo iv las reformas de Constantino y sus hijos convirtieron en concepto en algo que no aludía al origen ni la filiación sino al estatus. No obstante, las grandes familias no abandonaron la concepción genealógica de su nobleza. En el Bajo Imperio la expresión nobilissimus et clarissimus identificaba al rango social más elevado (clarissimus era un término identificativo de la condición senatorial).

Extensión

Por extensión la noción de nobilitas se aplicó desde la Antigüedad a contextos distintos: fueron denominados Domi nobiles los notables de las provincias romanas, que podían descender de familias locales ilustres, de magistrados, de ricos terratenientes (locupletes) que habían obtenido la ciudadanía romana, de soldados veteranos​ que habían obtenido tierras y mantenían una posición honorable...
En Oriente, la noción de nobilitas servía para traducir el término griego eugeneia.​ En Occidente, a medida que los pueblos germánicos se aproximaron al mundo romano, su aristocracia y jefaturas (monarquías germánicas, relaciones de clientela, séquito y vasallaje) asimilaron la categoría de nobilitas.
Hay un debate historiográfico sobre la forma en que estas transformaciones, junto con las de la propia nobleza senatorial romana, a lo largo de la Antigüedad Tardía, dieron paso al concepto medieval de nobleza o nobleza feudal.


Nobiliario Español.



hoja del libro


tapa

tapa

Nobiliario español : Diccionario heráldico de apellidos españoles y de títulos nobiliarios.
Autor: Julio de Atienza y Navajas (1908-1989), II barón de Cobos de Belchite.
Editorial: Madrid : Aguilar, 1959.


Don Julio de Atienza, II Barón de Cobos de Belchite, ha sido, sin duda alguna, uno de los más destacados cultivadores de las ciencias heráldicas y genealógicas en España, con una producción importantísima en ambas, de una calidad excelente y una rigurosidad excepcional. Por ello cualquier obra de Atienza reúne cualidades de la máxima altura en nuestros estudios.




Durante la Guerra Civil (1936-1939), fue parte de las fuerzas  carlistas, que  lucharon al lado de Franco con el nombre de Requetés; y con ellos su Himno, el Himno de Oriamendi, más conocido como “Por Dios, por la Patria y el Rey, lucharon nuestros padres”, basado en el lema carlista de “Dios, Patria y Rey”. Este Himno fue canto nacional en la zona del General Franco por (Decreto de 27 de Febrero de 1937).  

La Marcha de Oriamendi 

La Marcha de Oriamendi o simplemente Oriamendi es el himno del carlismo. Su nombre viene del de una batalla que tuvo lugar en el monte homónimo, situado en las inmediaciones de San Sebastián, en 1837, durante la primera guerra carlista en el que el ejército carlista derrotó al cristino.

Según cuenta la leyenda, tras la derrota de las tropas liberales, los carlistas entraron en el campamento cristino, tomando como botín de guerra armas, uniformes y, también, la partitura de una marcha militar compuesta por un músico inglés y arreglada por un liberal donostiarra, sin letra, para conmemorar la victoria de los cristinos, y a la que los carlistas pusieron letra.

Más adelante, con los arreglos musicales de Silvano Cervantes y la letra compuesta por Ignacio Baleztena Azcárate, se llegó a la versión más famosa de esta marcha:


Por Dios, por la Patria y el Rey
Carlistas con banderas.
Por Dios, por la patria y el Rey
Carlistas aurrerá.

Lucharemos todos juntos
Todos juntos en unión
Defendiendo la bandera
De la Santa Tradición. (bis)

Cueste lo que cueste
Se ha de conseguir
Venga el rey de España
A la corte de Madrid. (bis)

Por Dios, por la Patria y el Rey
Lucharon nuestros padres.
Por Dios, por la Patria y el Rey

Lucharemos nosotros también.




ATIENZA y Navajas, Julio de, (1908-1989, 2º. Barón de Cobos de Belchite; Marqués del Vado Glorioso). 
Títulos Nobiliarios Hispanoamericanos.

 Con prólogo del autor y 20 reproducciones de escudos de armas. (Madrid: M. Aguilar, 1947). 665 pp)




TÍTULOS NOBLEZA
REDACCIÓN
07/08/2016
Libro.




Madrid, 7 ago (EFE).- La Real Asociación de Hidalgos de España (RAHE) ha reunido en un libro toda la información actualizada relativa a los más de 2.800 títulos que usan en este país los integrantes de la grandeza y nobleza española, incluidos los correspondientes a la casa real.
Libro.


Bajo el nombre "Elenco de Grandezas y Títulos Nobiliarios Españoles 2016", este volumen recoge una relación de todos los legalmente autorizados en España con una completa información sobre quiénes los usan actualmente, sus armas y blasones heráldicos, así como datos genealógicos e históricos, incluidos los de toda la descendencia borbónica a partir de Alfonso XII.

Libro.

La RAHE, que preside el conde de Tepa, Manuel Gullón y de Oñate, y de la que era presidente de honor el fallecido infante Carlos de Borbón Dos-Sicilias, primo del rey Juan Carlos, es una organización que agrupa a los nobles de linajes españoles y, a través de la revista Hidalguía, difunde estudios e investigaciones que combaten "falsos prejuicios y leyendas poco afortunadas" sobre la nobleza.
Hace unos meses, la Real Asociación de Hidalgos reunió en Madrid a más de 200 nobles y expertos en genealogía europeos para abordar cuestiones como los nuevos modelos de asociacionismo nobiliario, la situación legal de la nobleza española o las pruebas de ADN en las investigaciones genealógicas.
Las más destacadas personalidades españolas y extranjeras en la materia intervinieron en esas jornadas, en las que hubo también comunicaciones y conferencias sobre la pervivencia de la nobleza medieval en la España de hoy, la Corona y la Constitución en el siglo XXI, la genealogía "on line" y los títulos españoles después de las últimas disposiciones legales. 


La Real Asociación de Hidalgos de España.



La Real Asociación de Hidalgos de España es una asociación española apolítica y sin ánimo de lucro que agrupa a los nobles de España en una unidad nobiliaria de carácter nacional.

Fue fundada como Asociación de Hidalgos a Fuero de España en Madrid el 3 de noviembre de 1954 por Vicente Francisco de Cadenas y Vicent, el conde de Gaviria, el marqués de Siete Iglesias, el marqués de Zayas y el marqués de Dávila. El 25 de noviembre de dicho año se ofrece la presidencia a Fernando de Baviera y de Borbón, duque de Cádiz.

Entre sus fines destaca la realización de actividades culturales, caritativas y asistenciales además de agrupar a la nobleza española. Ya llamada Asociación de Hidalgos de España, Juan Carlos I le otorgó el título de "Real" en el año 2011.

Su emblema consiste en dos mandobles encabados en oro cruzados en aspa surmontados de corona real.

Fines y actividades

La Real Asociación de Hidalgos de España tiene como fines:

Agrupar al conjunto de los nobles de España y representarlos.
Mantener vivos y promover los valores de la hidalguía y los principios del humanismo cristiano.
Cumplir con la obligación histórica de la Nobleza de prestar servicios a la nación, sus instituciones y ciudadanos, manteniendo un fuerte compromiso con la cultura y la historia de España.
Mantener en todo momento y circunstancia una absoluta lealtad a la Corona, fuente de toda nobleza (salvo para la nobleza inmemorial, para la cual fue fuente de otras mercedes).

La Real Asociación de Hidalgos de España desarrolla sus actividades culturales mediante la publicación de libros de temática de Genealogía, Nobiliaria, Heráldica y ciencias afines a través de la Editorial Hidalguía, titularidad de la Real Asociación, que edita la Revista Hidalguía, decana en el mundo en su género. Además organiza ciclos de conferencias, actividades culturales y patrocina cursos universitarios a nivel nacional relacionados con estas materias. También es propietaria del Colegio Mayor Marqués de la Ensenada en la Ciudad Universitaria de Madrid. En 2011 creó el Instituto Español de Estudios Nobiliarios, entidad destinada a canalizar su actividad cultural.

El cumplimiento de las actividades caritativas y asistenciales lo realiza mediante la colaboración con entidades públicas o privadas que tengan estos fines y mediante la fundación de centros de asistencia a sectores necesitados de la sociedad como las personas mayores. 

Ejemplo de esto son la residencia para personas mayores Casa Solar Santo Duque de Gandía y la residencia para mayores asistidos Casa Quinta Vita Natural Durante, ambas en Madrid y propiedad de la RAHE.



Heraldistas de España.



Luis Fernando de Alós y de Martín, marqués de Dou (Madrid, 18351​-†Barcelona, 29 de diciembre de 1904) fue un aristócrata español.


Pertenecía a la alta aristocracia catalana. Hijo de los marqueses de Alós y barones de Balsareny, era jefe de la familia de Dou por su matrimonio con Gertrudis de Dou y de Moner,​ perteneciendo por su ilustre abolengo a la Real Maestranza de Caballería de Valencia.
Hombre de vasta erudición, tenía grandes conocimientos en asuntos heráldicos, históricos y arqueológicos,​ sobre los cuales realizó estudios. Reunió una notable colección de medallas y monedas antiguas y dejó manuscritos varios trabajos de interés para la historia de Cataluña y Aragón.
Perteneció a la Real Academia de la Historia y era miembro del Conseil Héraldique de France y de la Societé Archeológique de Tarn et Garonne. También formó parte de la Junta de Gobierno de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona y de otras sociedades económicas​.
Según Arturo Masriera, el marqués de Dou fue uno de los «próceres de la rancia nobleza catalana» que se adhirieron al carlismo tras la revolución de 1868, junto con otros como Erasmo de Janer, el barón de Vilagayá, Emilio de Sicars, el barón de Esponellá, Ramón de Valls, el duque de Solferino, etc.​ Luis Fernando de Alós fue hasta su muerte un miembro destacado del consejo de redacción del diario tradicionalista El Correo Catalán.​
Destacó por su profunda religiosidad y fue cooperador y propagandista de las sociedades católicas y de beneficencia. El 1 de octubre de 1880 recibió del papa León XIII el título pontificio de marqués de Dou. Uno de sus hijos fue sacerdote jesuita.
Tras morir, su viuda recibió el pésame desde Venecia de Carlos de Borbón y Austria-Este y de su esposa María Berta.
En 1909 sus hijos editaron un libro titulado «El ilustrísimo señor don Luis Fernando de Alós y de Martín, Marqués de Dou» con sus datos biográficos y testimonios de quienes lo conocieron.




Argote de Molina, Gonzalo. Conde de Lanzarote. Sevilla, c. 1551 – Las Palmas de Gran Canaria (Las Palmas), 20.X.1596. Genealogista, historiador, poeta y bibliófilo.

Fue hijo de Francisco de Molina, jurado de Sevilla, cuyos ascendientes por línea paterna se llamaron, según unas informaciones genealógicas, Castro y Argote, mientras que, según otras, habrían usado los apellidos de Zatico de Molina. El mismo biografiado, en las cartas dirigidas a Zurita que conserva la Real Academia de la Historia, firma en 1574 como Gonzalo Zatico de Molina, en 1575 como Gonzalo de Molina y, finalmente, en 1577, como Gonzalo Argote de Molina. Su madre, Isabel Ortiz, pertenecía también a una familia sevillana distinguida e hidalga, aunque no hay uniformidad en los apellidos de los padres de esta señora.
Diego Ortiz de Zúñiga, el autor de los conocidos Anales, les llama Juan Ortiz y Francisca Messía de Mendoza, pero en el testamento del mencionado Francisco de Molina aparecen como Juan Ortiz de Medinilla y Francisca Mejías y Carrillo.
Gonzalo fue el mayor de ocho hermanos, que se llamaron, según el testamento de su padre: Leonor de Molina, esposa del señor de Villanueva; Francisca Mejías, casada con Juan de Morales; María de Molina, mujer de Juan Domingo de Tudela; Rufina Argote de Molina, esposa del licenciado Hernán López de Cárdenas, cuyo hijo heredó y dejó perder la mayor parte de los manuscritos de su tío Gonzalo; Isabel; Jerónima y Juan Mejías, ciego, quizá de nacimiento.



Gonzalo Argote de Molina dejó escrito un epitafio autobiográfico, para que su hijo lo hiciese poner en la capilla que había restaurado en la iglesia sevillana de Santiago el Viejo, cuyo patronato adquirió en 1586.
En este texto, del que se guarda copia en la colección Salazar de la Real Academia de la Historia, después de asegurar que desciende por varón de “Hernán Martínez de Argote, señor de Lucena y Espejo, Alcaide de los Donceles”, relata los hechos de armas en que intervino en su más temprana juventud.
Dice que se halló en la conquista del Peñón de la Gomera, en 1564, “de edad de quince años”. De aquí dedujeron algunos que Gonzalo habría nacido a fines de 1548 o en 1549, pero Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, que le trató en Sevilla, escribe en 1599, en su Libro de descripción de verdaderos retratos, que Gonzalo tenía entonces trece años. Concuerda con una declaración del propio Argote ante la Inquisición de Canarias, que dice ser “de edad de cuarenta y dos años poco más o menos” en abril de 1593; y también con otra información practicada en 1569, en la que varios testigos declaran que su edad era de dieciocho años. La fecha de fines de 1551 (o principios de 1552) aparece, pues, como la más probable para el nacimiento de Gonzalo Argote de Molina, acaecido en la collación de Santiago y, según parece, en los edificios conocidos todavía como Corral del Conde.

Continúa escribiendo Argote en el mencionado epitafio que en el siguiente año, que sería el de 1565, le nombró el Rey alférez mayor de la milicia de Andalucía.

Con este cargo sirvió a las órdenes de don Juan de Austria en las galeras de la Liga contra el Turco y después, en 1569, bajo el mando de Sancho de Leyva y sin sueldo, en la vigilancia de las costas de Granada durante la sublevación de los moriscos, para impedir los desembarcos que se temían, como escribe Cabrera de Córdoba. Gonzalo Argote de Molina fue uno de los doce caballeros que eligió la ciudad de Sevilla, de la que era jurado su padre, para servir al Rey a su costa con veinte lanzas en la guerra de Navarra.
Por estos servicios, le nombró Felipe II, en 1578, provincial de la Santa Hermandad en Sevilla y su tierra, cargo que reportaba emolumentos importantes y voz y voto en el cabildo sevillano, por lo que éste se opuso inicialmente al nombramiento. Con las gentes de la Santa Hermandad limpió de malhechores las sierras de Jerez y Ronda, apresando a cuarenta y cinco “salteadores escopeteros”, según cuenta Argote en un memorial.
Al mismo tiempo que participaba en estas actividades de carácter militar, cultivaba con asiduidad y acierto sus inclinaciones a los libros y a las cosas bellas y curiosas, como otros espíritus selectos de su tiempo.
Cuenta Francisco Pacheco que logró reunir Argote en su casa de la sevillana calle de Francos “(con buena elección a mucha costa suya) un famoso museo, juntando raros i peregrinos libros de Istorias impresas y de mano, luzidos i extraordinarios Cavallos de linda raça i vario pelo i una gran copia de Armas Antiguas i Modernas, que entre diferentes cabeças de animales, i famosas pinturas de Fábulas i Retratos de insignes Ombres, de mano de Alonso Sánchez Coello, hazian maravillosa correspondencia”. 

Tal fama alcanzó, que acudió disfrazado a visitarlo Felipe II durante su estancia en Sevilla en el año 1570. Pero entonces no estaban allí todavía las obras de Alonso Sánchez Coello, pues fue el año siguiente cuando le encargó Argote quince retratos de reyes y reinas de Castilla.

En 1574 había terminado la primera de sus obras (impresas), la edición de El Conde Lucanor, que salió de las prensas en Sevilla en el siguiente año. El libro contiene además una Vida del excelentissimo principe Don Iuan Manuel y el primer trabajo genealógico de Argote, titulado Principio y succession de la real casa de los Manueles, donde describe la numerosa descendencia de los cinco hijos de don Juan Manuel por todas las líneas de varón y de hembra. Añade un Discurso sobre la poesía castellana y un glosario de términos antiguos con sus equivalencias.
Anterior parece ser, de 1572, su Aparato para la historia de Sevilla, del que se conservan varias copias manuscritas.
Probablemente se trata de un borrador o proyecto de obra que después llegaría a tener una redacción más amplia.
Desde estos años hasta el de 1585, cuando marcha a Canarias, transcurre la etapa más fecunda de la vida de Argote en cuanto a sus trabajos históricos y genealógicos.
Hubo de preparar por entonces sus obras más importantes y que requirieron mayor esfuerzo de investigación: Nobleza del Andalucía, Elogios de los conquistadores de Sevilla, además de las que aparecieron en 1582 y se cita más abajo. Para componer estas obras no se limitó Argote a estudiar los libros que poseía, sino que recogió noticias en muy diversos lugares con esfuerzo, perseverancia, inteligencia y espíritu crítico. Él mismo lo cuenta al comienzo de Nobleza del Andalucía: 
“Pues aviendo visto los archivos y sepulchros de casi toda España. Y aviendo veinte años que junto papeles. Y venido a mis manos todos los originales antiguos de estos Reynos, y particularmente los que su Magestad tiene en su real libreria de San Lorenço el Real [...]”.

 Y en una de las cartas dirigidas a Zurita escribe:
 “Yo fui a Úbeda y Baeza y Jaén y Andújar y me recibieron muy bien, y me mostraron los archivos; saqué traslado de todos los privilegios y cartas de los reyes y aún me entregaron algunos libros del cabildo, [...] donde he hallado cosas escogidísimas y muy nuevas”.

 Para estas búsquedas, había obtenido una orden de Felipe II para que se le franqueasen todos los archivos del reino de Jaén. Por esto, probablemente, dice al comienzo de Nobleza del Andalucía que había tomado a su cargo, con orden de Su Majestad, “escrevir el principio de la fundacion de las ciudades, villas y lugares del Andaluzia, y la sucession de los Linajes nobles, que las poblaron”.

Compuso también Argote algunas poesías; las que hoy se conocen son “elogios”, contenidos en sus obras, dedicados a sus amigos Pedro de Aguilar y el doctor Monardes, a sus maestros Ambrosio de Morales y Jerónimo de Chaves, a Fernando III el Santo y a Alfonso el Sabio.
Las acciones militares, las investigaciones genealógicas e históricas, las tareas literarias, la atención a su museo y biblioteca, todavía dejaban tiempo a Argote para transacciones comerciales. Se sabe, por ejemplo, que en 1582 era dueño del navío San Antonio y que efectuaba operaciones económicas diversas (obligaciones, compraventas, préstamos, comisiones...) con los condes de Lanzarote. Esta relación comercial dio origen a su casamiento.
En 1582 hizo imprimir Argote en Sevilla otra de sus ediciones de antiguos autores, con el título de Historia del gran Tamorlan e itinerario y enarracion del viage y relacion de la Embaxada que Ruy Gonçalez de Clavijo le hizo [...] Comprende el libro dos relatos de la vida del Gran Tamorlán, debidos a Pero Mexía y a Paulo Jovio. Añade Argote de su pluma un Discurso sobre el itinerario seguido por Clavijo.
En este mismo año dio a las prensas, igualmente en Sevilla, la tercera de estas ediciones, el Libro de la monteria que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla; aparte de una Egloga pastoril compuesta por Gómez de Tapia, incluye la edición un Discurso sobre la obra del que es autor Argote.
Hecho trascendental en la vida de Argote fue su matrimonio con Constanza de Herrera y Rojas, celebrado en Lanzarote, con singulares regocijos y fiestas públicas, el día de Santiago del año 1586. Era la novia hija natural legitimada de Agustín de Herrera y Rojas, primer conde de Lanzarote (1567) y primer marqués luego de la misma denominación (1584). No tenía éste descendencia legítima de su esposa, sino sólo dos hijas, habidas en Bernardina de Cabrera, dama casada con un genovés. De las dos, prefirió a la menor, Constanza, la esposa de Argote, “por ser hija más cierta”.

Todos los biógrafos concuerdan en atribuir este casamiento de Argote, ya de edad para entonces madura, a un deseo de ascenso social, deseo que dejan ver bien claramente los títulos que se atribuyó en diferentes etapas de su vida, algunos de escasa consistencia, como “señor de la Torre de Gil de Olid” (1579), “señor de la Torre de Don Jofre” o “señor de Daganzuelo” (1596). En el epitafio antes mencionado recoge, en cambio, otros honores y titulaciones más sólidas, como las de “veinticuatro” de Sevilla, nombre que se daba a los regidores perpetuos de designación real, y las de gentilhombre del rey de Polonia, copero del rey de Hungría y factor del rey de Portugal don Sebastián. Este último cargo hubo de reportarle importantes beneficios económicos, pues había de gestionar todas las compras destinadas a las plazas portuguesas del continente africano. La legítima aspiración de Argote al ascenso social concuerda perfectamente, por otra parte, con su dedicación al estudio de los linajes nobles y su aprecio de la excelencia y la belleza.
En 1585 Argote marcha a Canarias para preparar su boda, por lo que traspasó el cargo de Provincial de la Santa Hermandad en Sevilla, por un plazo de cinco años, a Pedro Rodríguez de Herrera, pariente quizá de los condes de Lanzarote. No se sabe cuál era la dote de Constanza; se ha dicho que su padre, ya marqués de Lanzarote, le habría dado el condado, con la jurisdicción alta y baja, oficios, rentas y territorios de este estado señorial. Ningún documento prueba la legalidad de tal donación, si es que existió, pero Gonzalo Argote de Molina se tituló efectivamente conde de Lanzarote, después de su casamiento, en numerosas ocasiones. Pensaba acaso que el título de conde no había cesado, sustituido por el de marqués, dos años antes, en 1584. El título aplicado a Argote aparece en el tratado que concluyó con el capitán general de Argel a poco de su boda, en las dedicatorias de la obra Nobleza del Andalucía, en el pie del retrato grabado por Matías de Arteaga que guarda la Biblioteca Nacional e incluso en documentos relativos a su hijo y hermanas, ya después de fallecido.

Si el título condal llenó las aspiraciones de Argote, muy pronto comenzaron las desdichas que este enlace le acarreó. Como él escribe en el epitafio tantas veces citado, “[l]uego que me case vino Moratarraez Visrrey de Argel con armada del gran Turco y del Xarife sobre aquella Isla”. El desembarco en Lanzarote tuvo lugar el día 30 de julio, cinco días después de la boda.

Argote hubo de organizar la defensa del castillo, resistiendo el ataque en la cueva de Haria, pero fueron hechas cautivas su esposa y la del marqués. Las capturas y las varias muertes por ambos lados no impedían la cortesía. Argote envió a Morath Arráez seis “turcos” que había hecho prisioneros después de matar a otro “vestidos con marlotas de tela de oro”. Por ello, Morath le hizo llegar con un cristiano una saeta de su propio arco como prenda de seguro. Acudió Argote solo a la galera del asaltante el 18 de agosto y concluyó un notable tratado el día 22, por el que rescataba a la marquesa, a la condesa y a veinte cristianos por el precio de 20.000 ducados, de los que 11.000 correspondían a la condesa y los veinte cristianos. Éstos los pagó al contado “en dinero y joyas de oro y preseas de su recamara y ruanes y otras cosas”, según se explica en el propio tratado de paz. 
Para el rescate de la marquesa anticipó Argote además 572.500 maravedís y por el resto dio el marqués en rehén a su hermano. Permaneció después algún tiempo en las islas, donde adquirió fincas y mucho ganado y regresó a Sevilla con el encargo de su suegro de tratar con unos mercaderes la financiación del importe del rescate del cautivo que quedaba.

En Sevilla, el día 20 de enero de 1588 se otorga la escritura que da por terminada y liquidada la cesión temporal del cargo de provincial de la Santa Hermandad.

Poco después se concluye la impresión de la primera parte de Nobleza del Andalucía; la dedicatoria, que firma “El conde de Lanzarote y Provincial”, lleva la fecha de 1 de abril. Ésta es la obra de Argote más importante y más divulgada. La edición comprende sólo la primera parte (cuatro libros) del plan previsto para la obra completa. A esta primera parte, dedicada al obispado de Jaén, habían de seguir otras, dedicadas a los de Córdoba y Sevilla, que nunca se dieron a la imprenta ni consta que Argote las terminase, al menos la última. De la edición dijo Montoto que “constituye un alarde de tipografía”, enriquecida con un mapa de Jaén y más de quinientos escudos de armas grabados en madera. Advierte Argote que los presenta “terciados a la Balona, imitando a los libros del cardenal Othon”. Se refiere a la obra en tres volúmenes dedicada al cardenal de Santa Balbina, obispo de Augsburgo, que pertenecieron a Felipe II y se guardan en el monasterio del Escorial, de los que poseía copia, según parece, en su biblioteca sevillana.

Pero este mismo año de 1588 preparaba su regreso a Canarias, pues solicita de Felipe II poder ejercer allí temporalmente el cargo de provincial a cambio de servirle en la armada contra Inglaterra con un barco de 200 toneladas equipado a su costa. En el siguiente año parte, en efecto, para Canarias, después de renunciar al cargo. Ya no volvió a la Península, lo que supuso la definitiva interrupción de sus trabajos literarios e históricos.

En Canarias tuvo graves enfrentamientos con su suegro por cuestiones económicas, por no haber cumplido el marqués ciertos ofrecimientos y lo estipulado sobre el pago de la cantidad de casi siete cuentos de maravedís que adeudaba a Argote. Las diferencias se agravaron por el fallecimiento de Constanza y el nacimiento de un hijo varón del segundo matrimonio del marqués. De 1591 a 1594 aparece en varios procesos de la Inquisición, en unos como acusado y en otros como testigo. Intervino en la defensa de las islas contra el corsario Drake en octubre de 1595 y murió el día 20 del mismo mes del año siguiente. Al otro día, el cabildo de la catedral de Las Palmas acordó dar sepultura en la capilla mayor “al provincial Argote de Molina, que falleció; conforme a la calidad de su persona, en el mejor lugar della”. Los tres hijos de Argote: Agustín de Herrera, Alonso de Saavedra e Isabel de Mendoza, volvieron a Sevilla junto a una de sus tías y murieron de corta edad “de una enfermedad pestilente”.

 

Obras de ~: Aparato para la historia de Sevilla, c. 1572 (inéd.); D. Juan Manuel, El Conde Lucanor, ed. de ~, Sevilla, Hernando Díaz, 1575; Historia del Gran Tamorlan e Itinerario y Enarración del Viage y Relación de la Embaxada que Ruy Gonzalez de Clavijo le hizo por mandado del muy poderoso señor Rey Don Henrique el Tercero de Castilla, en Sevilla, por Andrea Pescioni, 1582 (ed. Madrid, Miraguano, 1999); Libro de la monteria que mando escreuir el muy alto y muy poderoso Rey don Alonso de Castilla [...]; acrecentado por Gonçalo Argote de Molina; dirigido a la S.C.R.M. del Rey don Philipe Segundo [...], en Sevilla, por Andrea Pescioni, 1582; Nobleza de Andaluzia [...] al catolico Don Philipe N.S. rey de las Españas [...] Gonçalo Argote de Molina dedico i ofrecio esta historia, en Seuilla, por Fernando Diaz, 1588 (ed. facs. Jaén, Riquelme y Varga, 1991; coord. J. Paniagua Pérez; intr. de M. Torres Sevilla-Quiñones de León, León, Universidad, Secretariado de Publicaciones y Medios Audiovisuales, 2004); Elogios de los conquistadores de Sevilla, c. 1588 (intr. de M. González Jiménez; heráldica de los elogios, F. Menéndez Pidal de Navascués; transcripción, notas e índices de A. Sánchez Mora, Sevilla, Área de Cultura, Ayuntamiento, 1998).

 

Bibl.: A. Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina: estudio biográfico, bibliográfico y crítico, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1949; C. López Martínez, “Gonzalo Argote de Molina, historiador y bibliófilo”, en Archivo Hispalense, XVIII (1953), págs. 187-208; E. de Toral y Fernández de Peñaranda, “Introducción” a G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1957.







Vicente Francisco de Cadenas y Vicent (29 de abril de 1915 - 21 de diciembre de 2005) fue un genealogista y último cronista rey de armas español.

Era hijo de Francisco de Cadenas y Gaztañaga y de su esposa Vicenta Vicent y Nogués. A partir de 1932 fue alumno de Historia y Periodismo de la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid. Trabajó al mismo tiempo como cronista rey de armas y como periodista, y fue condecorado con varias órdenes de importancia, españolas y extranjeras.
Militante jonsista, posteriormente se integraría en Falange Española de las JONS. En agosto de 1935 fue enviado a Alemania por José Antonio Primo de Rivera para estudiar el servicio de propaganda nazi; llegaría a mantener algunas reuniones con el ministro de propaganda, Joseph Goebbels.​ Desde abril de 1936 desempeñó el cargo de jefe del Servicio de Prensa y Propaganda de Falange,​ al suceder a José Manuel Aizpurúa.
​ Tras el estallido de la Guerra Civil se decantó a favor de Manuel Hedilla,​ antiguo jefe de la Falange santanderina que asumió las riendas del partido dado que Primo de Rivera se encontraba encarcelado en la zona republicana. Hedilla lo mantuvo en su cargo de jefe de Prensa y Propaganda de Falange,​ que seguiría desempeñando hasta la promulgación del Decreto de Unificación. Cuando en la primavera de 1937 Hedilla y sus seguidores fueron detenidos por las autoridades franquistas, Vicente de Cadenas optó por huir de España.​ Logró llegar a Francia, y de ahí pasó a Italia.


Algunos autores atibuyen a Vicente de Cadenas la fundación de la Falange Española Auténtica, aunque él siempre negó este hecho.
Por el decreto de 13 de abril de 1951 pudo regular de forma oficial, tras el Referéndum sobre la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 6 de julio de 1947,​ el nombramiento que le hizo el pretendiente carloctavista Carlos Pío de Austria-Toscana.
Tal vez su logro más importante fue la fundación de la Asociación de Hidalgos a Fuero de España, creada en 1954 para obtener reconocimiento de la nobleza sin título (nobleza llana).​ En 1953 fundó la revista Hidalguía, con el objetivo particular de impugnar genealogías falsas, títulos falsos y pseudo-órdenes de caballería; y el Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica. Al año siguiente fundó el Instituto Salazar y Castro, y en los años posteriores, el Colegio Mayor Marqués de la Ensenada, la Casa Solar Santo Duque de Gandía, y la Casaquinta Vita Natural Durante, cada uno de los cuales depende de la Asociación de Hidalgos.
También logró organizar dos Congresos Internacionales de Genealogía y Heráldica en Madrid (1955 y 1982), y en la antigua Comisión Internacional para Órdenes de Caballería, convirtiéndose en miembro de este órgano en 2003.Asimismo, llegó a publicar un gran número de libros y artículos de temas históricos principalmente, aunque también de heráldica, genealogía, órdenes de caballería y Ciencias de la Documentación. En 1959 fundó la primera Escuela de Genealogía en el mundo.

En 1993 colaboró en la fundación del Istituto Araldico Genealogico Italiano,​ persuadiendo a los miembros sobrevivientes del Istituto Italiano di Genealogia ed Araldica a que ingresaran a la nueva organización y se convirtieran en miembros fundadores.
Fue durante muchos años miembro de la Diputación de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, de la que fue secretario y bailíos gran-cruz de justicia.
Entre los títulos que recibió se encuentran el de caballero de la Orden de San Jenaro de las Dos Sicilias, y el de caballero de gran-cruz de la Real Orden de Isabel la Católica de España.




Emilio de Cárdenas Piera (1926-2002) fue un investigador, historiador, genealogista y heraldista español.

Fue miembro de numerosas instituciones como el Instituto Salazar y Castro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, del Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica, de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.
Colaboró con la revista Hidalguía, publicada por la Real Asociación de Hidalgos de España, y varios de sus libros fueron publicados por la editorial de la Asociación, Ediciones Hidalguía.





Mateo Escagedo Salmón (Maliaño, Cantabria, 21 de diciembre de 1880 – Santander, Cantabria, 29 de noviembre de 1934) fue un sacerdote, periodista historiador y genealogista cántabro.

Estudia en el Seminario de Monte Corbán, entre 1893 y su ordenación sacerdotal en septiembre de 1905. Empieza ejerciendo de cura en distintos pueblos de Cantabria : Aldueso y Villapaderne, La Revilla, Caviedes y después como profesor en el Seminario de Monte Corbán y en la Colegiata de Santillana del Mar de la cual el papa Pío XI le concede el título de Abad Ad honorem en 1930.
Empezó colaborando en revistas sobre la historia cántabra publicando algunos artículos de historia en la revista Sotileza y El Diario Montañés, La Montaña, Historia y Genealogía Española, el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo y La Revista de Santander.
En 1922 cronista oficial de la provincia de Santander. Su obra ejerció una gran influencia en la historiografía cántabra y el cantabrismo, destacando su labor de historiador medieval y moderno, así como sus trabajos genealógicos y heráldicos sobre todo a través le obra monumental Solares Montañeses que abarca una extensa genealogía de los linajes de Cantabria.



Gregorio García Ciprés (1868-1937) fue un historiador y sacerdote español.




Nacido el 9 de mayo de 1868 en la ciudad navarra de Pamplona, falleció en 1937 en la ciudad aragonesa de Huesca.​ García Ciprés, miembro correspondiente de la Real Academia de Historia y director de la revista Linajes de Aragón, posteriormente titulada Linajes de la Corona de Aragón, a lo largo de su vida prestó especial interés a la genealogía y a la heráldica.​ En 1936 fueron quemados documentos de su archivo.


Nobiliario de los reinos y señoríos de España.



Título: Nobiliario de los reinos y señoríos de España ... : contiene las armas y blasones de los reinos, provincias, ciudades, villas y principales pueblos de España... / por D. Francisco Piferrer; revisado por D. Antonio Rújula y Busel...; ilustrado con un diccionario de heráldica; adornado con más de dos mil escudos de armas, por acreditados artistas, heraldos, y profesores de bellas artes
Autor: Piferrer, Francisco, 1813-1863
Publicación original: Madrid : Imp. de M. Minuesa..., 1857-1860
Descripción física: 27 cm. il. ;
Notas de reproducción original: Reproducción digital del original conservado en la Biblioteca de la Universidad de Granada.




Francesc Piferrer Montells ( Lloret de Mar , 31 de marzo de 1813 – ?) fue un escritor, heraldista , profesor y editor lloretense que residió la mayor parte de su vida en Francia y en Madrid.
 
Nació en Lloret de Mar, en la calle Santa Teresa, número 1 (actualmente número 5). Hijo de Bonosi Piferrer Artau (marinero) y de Francesca Montells Fargas, naturales de Lloret de Mar. Estudió latín en Blanes, retórica en Olot y filosofía en el seminario de Girona. Hacia 1835 fue a Francia a estudiar jurisprudencia y lenguas. En Francia convivió con Eugénie Clarac, con quien tuvo una hija, Luisa. Se graduó en leyes y en letras antiguas y modernas en la Universidad de París. 
En 1845 residió en Toulouse, donde ejerció como profesor en el Collège Royal. En 1846 se trasladó a Madrid, donde ejerció como profesor de idiomas. Según diversas fuentes obtuvo una cátedra como profesor de francés e inglés en la Universidad Central de Madrid. Posiblemente a mediados de 1849 se casó con Maria Siqués, natural de Olot, con quien tuvo dos hijos, Felip y Gemma. Fue miembro de la Real Academia Española de Arqueología y de diversas academias, como las de Arqueología de Almería y de Sevilla, de los Quiritas de Roma, de la Ciencia y Literatura de Granada y de las Ciencias, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba. 
Se desconoce, con exactitud el lugar y la fecha de su muerte, aunque según algunos estudios podría haber fallecido en Madrid, hacia 1883.




IL Blasone in Sicilia.




PALIZZOLO GRAVINA, V. IL BLASONE IN SICILIA OSSIA RACCOLTA ARALDICA. PALERMO: VISCONTI & HUBER E MIRTO, 1871-75.




Vincenzo Palizzolo Gravina ( Trapani , 29 de junio de 1831 - Palermo , 9 de mayo de 1914 ) fue un historiador italiano.

Biografía 

Nacido en Trapani en 1831, hijo de Giuseppe, barón de Ramione, y Marianna Gravina de los Príncipes de Comitini, murió en Palermo el 9 de mayo de 1914. Entre sus obras, la de mayor éxito fue Il blasone in Sicilia, es decir, Colección heráldica, impreso de 1871 a 1875. 
Se trata de una obra heráldico - genealógica, que trata de familias sicilianas , en la que hay, entre otras cosas, referencias a Filadelfo Mugnos ( (1607 – 28 de mayo de 1675, fue un historiador, genealogista , poeta y hombre de letras Siciliano)  y Francesco María Emanuele Gaetani, marqués de Villabianca. ((1720-1802), fue un noble e historiador siciliano.)

Reino de Sicilia.

El reino de Sicilia fue un Estado del sur de la península itálica y la isla de Sicilia, que se desarrolló desde su fundación por Roger II de Sicilia en 1130 hasta 1816. Fue el sucesor del condado de Sicilia, creado en 1071 durante la conquista normanda de Italia Meridional. La isla estuvo dividida en tres regiones: Val di Mazara, Val Demone y Val di Noto (en cuyos nombres el término «val» es un derivado de la palabra árabe wālī, con significado de distrito).

En 1282, una revolución contra el gobierno de la dinastía Angevina, conocida como las Vísperas Sicilianas, expulsó a Carlos de Anjou de Sicilia. Los angevinos lograron mantener el control de la parte peninsular del reino que, aunque también se llamó reino de Sicilia, comúnmente se denomina reino de Nápoles por el nombre de su capital. La isla se convirtió en un reino separado bajo la Corona de Aragón.

Posteriormente a 1302, el reino insular fue conocido como reino de Trinacria, y a menudo su corona fue entregada a los monarcas de Aragón, a la Monarquía Hispánica o al Sacro Imperio Germánico. 
En 1816, se unió con el reino de Nápoles para constituir el Reino de las Dos Sicilias que perduró hasta que, en 1861, en el curso del proceso de Unificación italiana.


Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 



Itsukushima Shrine.

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