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Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 18 de marzo de 2016

296.-SÉNECA: Tragoediae (1728); Giovanni Gentile.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Francia Marisol Candia Troncoso; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 


“El trabajo y la lucha llama siempre a los mejores”.

Séneca (4 a. C – 65 d.C)



 “Tragoediae” de Lucius Annaeus Seneca ;


Autor :  SENECA, Lucio Anneo

Título : Tragoediae ; Notas de Johann Friedrich Gronovius  ;  frontispicio de Louis Fabricius Dubourgnd. Joannes Casparus Schröderus (Editor)

Publicación : Delphis (Holanda) : impresor Adrianum Beman, 1728

Descripción : [62], 802, [104] p. ; 26,5 x 22 cm ; encuadernación en pergamino, falto de las correas de cierre, dorados en cubierta y contracubierta enmarcados en doble filete, en las esquinas decoración con motivos vegetales, superlibro en el centro. En la segunda cubierta,  sello de propiedad de la “Bibliotheca Residentiae Insul – S. J.”

Idioma : Latín

Notas :   Hercules Furens, Thyestes, Phoenissae, Hippolytus, Oedipus, Troades, Medea, Agamemnon, Hercules Oetaeus, y Octavia.

Notas : Ex libri manuscrito en portada.

Editado por la “Escuela Latina” situada en la ciudad de Delft (Holanda), el superlibro, representado por la Υ  pitagórica está íntimamente ligado a esta escuela.



Lucio Anneo Séneca


Filósofo y pensador español más destacado del Imperio romano.

1. Vida y obras. Fue hijo de Marco Anneo Séneca el Retórico, y nació en Córdoba el año 4 d. de C. Muy pronto marchó a Roma con su familia y allí acabó su formación de retórico, jurista y filósofo. Se dedicó a la abogacía, destacando por sus extraordinarias dotes de orador. Hizo viajes por diversas partes del mundo y fue nombrado pretor por el emperador Claudio. Sufrió destierro en Córcega durante ocho años por motivos aún no suficientemente aclarados y fue nombrado preceptor de Nerón. Acusado ante el emperador por envidiosos de su elevado puesto y su fabulosa fortuna, Séneca abandonó la corte, pero acusado de nuevo de haber participado en una conjuración contra el emperador, fue condenado a muerte. Se suicidó cortándose las venas, y bebiendo la cicuta estoicamente de acuerdo con su doctrina.

Séneca es el más importante representante de la stoa o filosofía estoica en su último período, siendo sus preocupaciones fundamentalmente éticas, hasta el punto de que se ha querido establecer un contacto entre él y el cristianismo naciente, atribuyéndole una correspondencia con el apóstol San Pablo. Es un filósofo práctico más que un teórico o un sistemático. Se aparta en muchos puntos del estoicismo, aceptando elementos tomados del cinismo y del epicureismo, lo que da por resultado en eclecticismo de carácter moralista preocupado por la filosofía en cuanto ésta significa una enseñanza y un consuelo para la vida. Esto es, en suma, el «senequismo».

Séneca separa el estudio de la naturaleza: la filosofía natural, del estudio de los hombres, la ética: teñida de religiosidad. La ética ha de servir para buscar el consuelo a los males de esta resignación ante el dolor y la muerte.

Se han perdido algunas de sus obras. Escribió nueve tragedias, una sátira contra el emperador Claudio, Apokolokyntosis; escritos sobre ciencias naturales:

 Naturalium quaestionum Ubri septem; escritos morales: Ad Lucilium de Providentia, Ad Serenum de constantia sapientis, Ad Novatum de ira, Ad Marciam de consolatione, Ad Gallionem de vita beata, Ad Serenum de otio, Ad Serenum de tranquillitate animi, Ad Paulinum de brevitate vitae, Ad Polybium de consolatione, Ad Helviam matrem de consolatione, Ad Aebutium liberalem de beneficiis y Ad Neronem Caesarem de clementia. Además escribió 124 Epistolae morales a Lucilio.

El estilo de Séneca es vigoroso, rico en sentencias, a veces cortado y siempre expresivo.

2. Filosofía. La filosofía de Séneca es fundamentalmente práctica. Sus doctrinas físicas revelan una gran influencia de Poseidonio y un gran conocimiento de la filosofía griega, así como una aguda observación de la naturaleza.

A Séneca le interesa más la filosofía como forma de vida que como especulación teórica, y gira toda ella en torno a la figura del «sabio», del «sofós». Para Séneca la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral, lo único inmortal que tienen los mortales. La sabiduría consistirá según la doctrina estoica en seguir a la naturaleza, dejándose guiar por sus leyes y ejemplos. Y la naturaleza está regida por la razón. Por tanto, obedecer a la naturaleza es obedecer a la razón, y poder de este modo ser feliz. La felicidad de que es capaz el hombre consiste en adaptarse a la naturaleza, y para ello mantener un temple anímico equilibrado que nos deje a salvo de las veleidades de la fortuna y de los impulsos del deseo que oscurecen la libertad. La libertad consiste en la tranquilidad del espíritu, en la imperturbabilidad del ánimo que hace frente al destino, la ataraxia.

Sólo es feliz el que, dejándose guiar por la razón, ha superado los deseos y los temores. La virtud debe desearse por sí misma, no por otra cosa; el premio de la virtud es la misma vida virtuosa y razonable que nos pone al abrigo de las turbaciones. La moral exige extinguir los deseos desordenados, especialmente la ira. El sabio debe esforzarse por mantenerse impávido. No se le exige una insensibilidad, pues perdería su condición humana, pero debe soportar las adversidades. No ha de tratar de reformar el mundo, que tiene sus leyes necesarias, sino procurar adaptarse a sus exigencias.

Séneca traza un programa de heroísmo pasivo, que exige una reforma de la imaginación y de la mente para que no se impresione por el horror de los dolores, la miseria y la muerte. Los hombres deben prestarse auxilio mutuo, vivir en sociedad profesándose afecto y estima. La naturaleza exige el amor de los elementos que la componen. Hacer daño a otro hombre es algo irracional que va contra la misma esencia de la naturaleza.

La muerte no es un bien ni un mal, puesto que es algo inexistente. Sin embargo, puede ser una liberación cuando las circunstancias de la vida condenan al hombre a una esclavitud incompatible con la libertad. Entonces el hombre tiene el camino abierto para dejar la vida. Nada nos fuerza a vivir en la miseria, en la necesidad. «Demos gracias a Dios de que nadie está obligado a permanecer en la vida», dice en una de sus cartas. Séneca propugna, pues, el suicidio en cualquiera de sus formas que él detalla en De ira como una liberación. Sólo ha de temerse lo incierto, pero la muerte viene con necesidad absoluta y nadie se libra de ella. En el caso extremo el sabio sigue siendo dueño de la vida, dejando voluntariamente la vida sin odiarla.

Séneca oscila, al pretender justificar este desinterés del sabio que busca la virtud por sí misma, entre una naturaleza que lo es todo y un cierto teísmo providencial. Y a veces identifica a Dios con la naturaleza, que está penetrada toda ella por la razón divina. La Naturaleza, la Razón, el Destino son nombres diversos de Dios.

El alma, del hombre es lo que el hombre tiene de racional y divino, y la que ayudada por la filosofía, nos hará resistir a la fortuna y al azar.

Séneca condena la esclavitud y proclama la igualdad de los hombres; pide que se perdone al enemigo y que se haga el bien a todos; exige el dominio de sí mismo y condena los combates de gladiadores. Tal parecido con la moral cristiana ha llevado a algunos a hablar de una correspondencia epistolar de 14 cartas entre el filósofo y el Apóstol, pero evidentemente son apócrifas.

Toda esta doctrina respondía a la misma personalidad de Séneca. Vivió una vida dramática y se vio mezclado en las turbias luchas que se tramaban en torno al poder. Durante varios años la responsabilidad pública de Séneca fue enorme y de él dependía la suerte de muchas personas. Pretendió llevar a la práctica las doctrinas de los teóricos estoicos; pero al tropezar con la realidad se manchó con sus impurezas, y así tuvo, por ejemplo, que excusar los crímenes de Nerón mientras él mismo se enriquecía. Había en Séneca dos personalidades, muchas veces disociadas y enfrentadas. El moralista estoico, severo e idealista, y el hombre [265] público, apasionado por la vida política y ambicioso. El estoicismo llenaba profundamente su corazón, pero las intrigas políticas le hicieron muchas veces olvidarse de las máximas elevadas. El destierro y la desgracia purificaron su alma, y renunciando a cambiar al mundo imponiéndole la felicidad mediante la política, purificó y acendró su vida interior, desligándose de las vanidades del mundo y sometiéndose al orden del cosmos.

En lógica, Séneca, siguiendo a los estoicos, admite la singularidad del objeto conocido y la corporeidad de todo lo existente. No admite, por tanto, las ideas esenciales platónicas situadas en un lugar celeste. Las ideas son realidades físicas dotadas de propiedades activas, de la misma manera que nuestra alma es una partícula del alma universal. El bien, por ejemplo, es un fluido que impregna el alma del sabio. Todo es corpóreo. Nuestros sentidos aceptan estas realidades corpóreas y las aceptan con evidencia. Y como el mundo es en sí racional, está traspasado de racionalidad; nuestras ideas pueden organizarse también en ciencia. La razón es inmanente al mundo y, por tanto, la razón de cada hombre hallará al mundo inteligible, puesto que el alma es una chispa o soplo divino.

El alma es un soplo extremadamente sutil y cálido, spiritus, es una sustancia continua gracias a la cual los cuerpos complejos conservan su unidad. El alma del mundo mantiene también la cohesión de la tierra y sirve de vínculo con el cielo.

La tierra es en cierto modo un ser vivo, orgánico, con funciones corporales, humores y ritmos como el hombre. De este modo explica Séneca los fenómenos de la naturaleza, el rayo, las cavernas, las corrientes de agua.

En la vida psicológica del hombre se contrapesan el impetus, la pasión y el juicio reflexivo. La inteligencia debe analizar y clarificar las pasiones, despejándolas de todo lo oscuro e irracional. Por eso la virtud consiste en una inteligencia que juzga acertadamente de un modo estable. En este aspecto de las doctrinas senequistas es perceptible el influjo socrático, según el cual el error y el mal coinciden. De hecho esta virtud racional es ahogada y oscurecida por múltiples circunstancias que favorecen la perversión. El placer, el dinero, el orgullo, cosas en sí «indiferentes», puesto que no son bienes, se enseñorean del hombre.

La virtud consistirá en el dominio de la racionalidad; pero dado que el mundo «ya» es racional, la virtud es independiente de toda evolución del mundo y de la sociedad. Séneca excluye toda posibilidad de rebelión y protesta. El bien supremo es la sumisión al orden racional del mundo. Aparte de él, no hay bienes ni males, sino cosas indiferentes. En todo caso, el dolor más agudo es el más breve y con la muerte vendrá la felicidad. Las riquezas no son bienes porque están sujetas a veleidades y no dan tranquilidad de espíritu; precipitan al rico, por el contrario, en un torbellino de deseos.

Sólo sobreviven las almas que se han elevado sobre lo bajo de este mundo gracias a la razón. Las demás no han llegado a un grado suficiente de conciencia y no podrán desligarse de lo material.

Séneca rechaza la mitología griega y romana, juzgándola poco digna de la divinidad. El Universo es un conjunto orgánico y debe ser dominado por un solo ser: Dios, Júpiter. Las divinidades no son sino aspectos y caracteres de este ser supremo. La conciencia debe obrar según lo que en cada momento exija de nosotros el orden del Universo. Eso es el Destino. Lo demás es atribuible a la pasión o a la fortuna, al azar.

Séneca no se queda nunca, sin embargo, en un plano de ética teórica o abstracta. Lo que interesa, según él, no son las sutilezas de la lógica ni las profundidades de la física, sino la vida moral. Los tratados de Séneca son cartas o diálogos. Trata de aconsejar, de guiar por el camino del bien, de la razón y de la ascesis, superando lo contingente y azaroso, dominando la pasión y el deseo.

Séneca predica la fraternidad universal y la superación de los límites angostos de la ciudad o la patria. El sabio tiene por patria el Universo y el destierro es un mero cambio de lugar.

No obstante todo lo anteriormente expuesto, las opiniones y doctrinas de Séneca no forman un sistema y son frecuentes las contradicciones. Muestra una decidida preferencia por la ética como ciencia práctica autónoma, desentendiéndose de las grandes cuestiones metafísicas. De ahí la originalidad del senequismo frente al estoicismo antiguo: por su espiritualismo frente al monismo, y por subrayar frente al Todo la dignidad moral de la persona.

Bibliografía: Juan Francisco Yela Utrilla, Séneca, 1947; P. Grimal, Sénèque, 1947; Juan Carlos García-Borrón, Séneca y los estoicos.




  

Séneca: Biografía, Pensamiento y Obras
Escrito por Iker Martínez Fernández
Publicado: 15 Junio 2021


Séneca, un filósofo aparentemente contradictorio

Si hay una figura controvertida en la Antigüedad, esa es sin duda la del filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca. A lo largo de los siglos, los distintos historiadores, filósofos y demás analistas de su vida han destacado sus incoherencias y contradicciones, pero también su evidente grandeza intelectual. 
El historiador romano Cornelio Tácito sugiere que el filósofo sabía promocionarse a la perfección. En este aspecto, los testimonios que nos han llegado sobre su personalidad se parecen a los de otro gran filósofo romano dedicado también a la actividad política: Cicerón, al que no cita casi nunca en sus obras, pero del que recibió una influencia difícil de exagerar. Quizá sea cierto el diagnóstico que realiza sobre su figura intelectual una de sus últimas biógrafas, Emily Wilson, quien afirma que Séneca es un Sócrates sin un Platón que quiera contar su historia.

Se ha discutido mucho sobre si la vida de Séneca fue un espectacular ejercicio de hipocresía. Por un lado, proclamaba la grandeza moral del ideal de sabio estoico, un auténtico superhombre capaz de afrontar con entereza cualquier adversidad. Por otro, era un apasionado acumulador de riqueza y un afamado consejero imperial partícipe en todo tipo de maquinaciones políticas. Para este ideal de sabio que Séneca siempre trató de alcanzar, la riqueza y el poder eran elementos accesorios y, si bien eran preferibles a la pobreza y la ausencia de influencia social, resultaban sin embargo indiferentes para la felicidad. Pero, si realmente eran indiferentes ¿por qué ese continuado empeño en perseguirlos? Quizá en un intento de superar estas contradicciones tan obvias, Séneca se presentó a sí mismo como un aspirante imperfecto a la sabiduría, lo que los estoicos denominaban un proficiens (prokopton, en griego), esto es, alguien que desea comportarse como un sabio pero que es consciente de las debilidades humanas en las que incurre a diario:

«Hablas de una manera -dice- y vives de otra diferente.» De esto, ¡oh mentes llenas de maldad y las más enemigas de los mejores hombres!, de esta infamia, vuelvo a repetir, fueron acusados Platón, Epicuro y también Zenón. Todos estos filósofos hablaban, no precisamente como vivían ellos mismos, sino de la forma en que se debía vivir. Hablo de la virtud, no de mí; y cuando reprocho los vicios, pongo los míos en el primer lugar; cuando me sea posible, viviré como conviene. Pero esa maldad, que vosotros mezcláis con abundante veneno, tampoco me apartará de los mejores, ni esa ponzoña con que rociáis a los demás y corroe vuestras propias entrañas será capaz de impedirme que por lo menos siga alabando una vida, no la que yo llevo, sino la que yo sé que se debe llevar; nadie podrá impedir que yo adore la virtud, y la seguiré, aunque haya de arrastrarme la mayor parte del camino (Sobre la felicidad, 18.1-2).

También ha sido objeto de discusión la perspectiva filosófica de Séneca. Como todos los pensadores de este periodo, Séneca adopta una posición ecléctica. Pero hay que entender muy bien qué significa este ‘eclecticismo romano’. A la altura del s. I a.C., la autonomía de las escuelas filosóficas que se habían desarrollado durante el periodo helenístico había perdido mucho de su antiguo vigor: el carácter romano, más proclive a pensar a partir del caso concreto que a construir grandes doctrinas generales para solucionar los problemas que van surgiendo, permite una cómoda modulación de las preguntas filosóficas a la práxis del día a día. Pensadores romanos como Cicerón o Séneca tienden a encontrar puntos de unión entre las doctrinas de las diferentes escuelas y, cuando esto no es posible, se quedan con lo que creen mejor, esto es, con aquellos aspectos que resultan más favorables a la defensa de las tradiciones y valores romanos. Séneca siempre se consideró un estoico y, como tal, combatió los aspectos más discordantes con el epicureísmo y el escepticismo; sin embargo, en sus escritos se observa un profundo respeto por ideas, reflexiones y formas de actuación de los epicúreos, así como otros elementos que podrían asignarse más bien al surgimiento del platonismo entendido como sistema, hecho este que se produce cuando Séneca escribe. Lo que ahora llamaríamos ‘creatividad’ se manifiesta en nuestro autor en la intersección de todos estos elementos con los avatares propios de su vivencia personal.


El vínculo inseparable entre filosofía y vida en Séneca

Segundo de los tres hijos de Lucio Anneo Séneca el rétor, el futuro filósofo, del mismo nombre que el padre, vino al mundo en Córdoba. La fecha del nacimiento de Séneca resulta todavía hoy incierta. Atendiendo a las referencias que encontramos en su obra, muchos estudiosos han situado el nacimiento entre el 4 a.C. y el 1 d.C. Las noticias sobre sus primeros años son muy escasas: sabemos que viajó a Roma cuando era niño con una tía materna (Consolación a Helvia, 19.2) y que no hizo buenas migas con su primer maestro de gramática (Ep. 58.5). Sí las hizo ccon su primer maestro de filosofía, el neopitagórico Soción, pero quien realmente influyó en la conformación del carácter filosófico del cordobés fue el estoico Atalo, a quien se refiere en numerosas ocasiones a lo largo de las Epístolas a Lucilio, su obra más importante. También mostró una enorme admiración por Papirio Fabiano, un retórico y filósofo famoso en los primeros años del principado de Tiberio, pues le introdujo en el pensamiento del también estoico Quinto Sextio.

La salud de Séneca siempre fue delicada: sufrió de algunas afecciones bronquiales y de las vías respiratorias que hoy podríamos catalogar como asma o hipersensibilidad bronquial. En busca de un clima más apropiado en el que contener su enfermedad, realizó un temprano viaje a Egipto aprovechando que el marido de su tía materna había sido nombrado prefecto de estas tierras. Allí permaneció durante algunos años en los que además de reponerse de sus ataques de asma, estudió en profundidad las costumbres de los egipcios, como se aprecia por el título de la obra hoy perdida Geografía y religión de Egipto, escrita en esa época.

A la vuelta de dicho viaje, Séneca inició a instancias de la tía su carrera como orador, lo que en aquel momento suponía el acceso a la carrera política. Una vez tuvo sitio en el Senado, el filósofo cordobés se mostró como un grandísimo orador, lo que le cosechó algunas enemistades, incluida la del emperador Calígula (Dion Casio LIX.19.7). La muerte de este tras una conjura parecía vislumbrar perspectivas mejores para nuestro filósofo; sin embargo, Séneca fue acusado por Mesalina, la esposa del nuevo emperador, de encubrir una relación adúltera de su marido con la hermana de Calígula. En realidad, todo indica que la ambiciosa Mesalina quiso apartar a Séneca de la corte enviándole al exilio y utilizó este hecho como excusa. En Córcega pasaría los siguientes ocho años (41-49), un periodo muy duro desde el punto de vista personal (su hijo muere en los días previos a su partida) y yermo desde el punto de vista político, pero muy fructífero para sus estudios de filosofía. De esta época data su tratado Sobre la ira, un análisis muy pormenorizado de una pasión que debía evitarse, sobre todo si el airado tenía responsabilidades de gobierno, como era el caso del emperador Claudio. El lector no puede ver sino un reproche hacia el sucesor de Calígula en estas palabras:

La ira no debe solo ponerse en marcha, sino salir corriendo, pues es un impulso; ahora bien, nunca se da un impulso sin el consentimiento de la mente y, evidentemente, no puede pasar que se trate sobre venganzas y castigos sin que lo sepa el espíritu. Alguien se ha considerado ofendido, ha querido vengarse, al instante se ha apaciguado porque lo ha disuadido un motivo cualquiera; no llamo ira a esto, una emoción del espíritu que se pliega a la razón; ira es lo que sobrepasa la razón y la arrastra consigo (Sobre la ira, 2.3.4).

En Córcega, Séneca compuso también una Consolación a Polibio, en la que se mostraba elogioso con Claudio al objeto de obtener su perdón. Falsos elogios, como se comprobará más tarde cuando, siendo ya preceptor y consejero de Nerón, escriba la Apocolocintosis, un breve tratado en el que se mofa de la figura de Claudio. De esta época data también una Consolación a Helvia, dirigida a su madre, en la que hallamos algunos datos que nos permiten reconstruir su vida y la de su familia hasta ese momento.

El asesinato de Mesalina en el 48 d.C. y el nuevo matrimonio del emperador con Agripina, madre del futuro Nerón, significó un cambio en la vida de Séneca, que fue llamado de nuevo a la corte para ejercer como preceptor del joven príncipe. Es conocido el desprecio que la emperatriz sentía por la filosofía, por lo que, oficialmente, Séneca debía centrarse en la formación retórica de su vástago. Pero el proyecto del filósofo buscó en todo momento la formación del carácter de Nerón: frente a la intención de Agipina de controlar las decisiones del hijo, Séneca cultivó en él el instrumental necesario para convertirse en un buen gobernante de acuerdo con el modelo de sabio estoico. La tendencia de Nerón hacia la poesía, la danza y el teatro hizo derivar hacia estos temas el interés del maestro.

Fue probablemente en estos años cuando Séneca redactó la mayor parte de sus tragedias, que presentan personajes paradigmáticos y contraejemplos de las virtudes estoicas. Entre los años 55 y 56 d.C., Seneca escribió Sobre la clemencia, pequeño tratado que contiene un programa político dirigido a Nerón, a la sazón ya emperador tras el envenenamiento de Claudio el 13 de octubre del 54 d.C. En él, afirma el filósofo cordobés:

La crueldad es un mal inhumano e indigno de un ánimo moderado. Propia de fieras es la rabia que se goza con la sangre y las heridas y convierte al hombre vil en animal salvaje. Pues ¿qué diferencia hay, te pregunto, Alejandro, entre echar a Lisímaco a los leones y destrozarlo tú a dentelladas? Aquella boca es tuya y tuya también aquella fiereza. ¡Cuánto te gustaría tener pezuñas y fauces capaces de tragar hombres! […] Este es principalmente el motivo por el que se debe aborrecer la crueldad: que en un principio sobrepasa los límites habituales, después los humanos; busca castigos nuevos, recurre al ingenio para encontrar instrumentos con los que se varíe y amplíe el dolor; se deleita con el mal de los hombres. Entonces a ese hombre cruel le sobreviene una locura extrema: que la crueldad se convierte en placer, y ya agrada matar a un hombre. (Sobre la clemencia, 23.1-2).

La clemencia, entendida como la moderación en el ejercicio del poder, es la virtud política por excelencia que debe presidir la actuación del soberano. La búsqueda de la virtud desvela las raíces filosóficas del programa político expresado en el tratado. Como ha afirmado Pierre Grimal, en Sobre la clemencia encontramos los elementos de una teoría del poder monárquico, claramente delineada y fundamentada en el estoicismo ortodoxo.

A pesar de toda esta labor educativa, la actuación de su pupilo a partir del año 56 d.C. se acercó casi de manera perfecta a la descripción de la crueldad que Séneca nos ofrece en el párrafo transcrito: los asesinatos de Británico, el hijo natural de Claudio, de su madre Agripina, de su esposa Octavia y de muchos otros familiares y servidores cercanos al emperador redujeron las expectativas del filósofo por convertir al príncipe en un modelo de sabio estoico hasta anularlas por completo. A partir del año 58 d.C., también Séneca comenzó a verse afectado por las intrigas palaciegas. Una acusación contra él por enriquecimiento ilícito estuvo cerca de constituir su fin, si bien en esta ocasión pudo defenderse con éxito. En el año 62 d.C., Séneca pidió a Nerón permiso para retirarse a la vida privada y le ofreció la restitución de todos los bienes que le habían sido adjudicados por sus años de servicio al emperador, pero le fue denegado. Sin embargo, fue alejándose progresivamente de los círculos de poder con la excusa de su mala salud y su dedicación a la filosofía.

Entre el 62 y el 65, año de su muerte, escribió las Cuestiones naturales, obra dividida en siete libros en las que se propone una investigación comprehensiva de los fenómenos naturales. En ellas trata sobre fuego, los temporales, las aguas terrestres y las nubes, los vientos y los terremotos, así como el origen del arco iris. Además, redactó el tratado Sobre la providencia, donde se discute la cuestión acerca de los motivos por los que la fortuna suele acompañar a los malvados y abandonar a los bondadosos. En este momento final de su vida trabaja también en las ya referidas Epístolas dirigidas a Lucilio, un epistolario sin precedentes en la literatura filosófica en el que se discute acerca de multitud de cuestiones relativas a la moralidad y en el que existe espacio para la crítica, siempre velada pero tenaz, al pupilo convertido en tirano.

La conjura de Calpurnio Pisón contra Nerón, que Séneca conocía pero en la que probablemente no participó, desató la ira del emperador, quien le ordenó suicidarse. Como nos relata magistralmente Tácito, Séneca se quitó la vida tras cortarse las venas de los brazos y las piernas. Como esto no fue suficiente para morir, el consejero real necesitó tomar además un veneno que de nada sirvió y un baño de agua caliente cuyos vapores lograron finalmente asfixiarlo.

El estoicismo de Séneca

A pesar de su eclecticismo, existe un consenso entre los estudiosos en considerar al filósofo cordobés como un autor estoico. Él mismo se consideró siempre como tal. Ahora bien, al hablar de estoicismo, hemos de precisar a qué nos estamos refiriendo con esta escuela de pensamiento en época romana y, más específicamente, en tiempos de Séneca.

El estoicismo fue probablemente la escuela filosófica que más influencia tuvo en Roma en los periodos tardorrepublicano y altoimperial. Su aportación a la cultura romana únicamente decayó con el auge del neoplatonismo y, posteriormente, de la filosofía cristiana. El fundador del estoicismo, Zenón de Citio, impartía lecciones mientras deambulaba por el pórtico de Pisianacte, decorado entonces con las pinturas de Polignoto. Allí fueron reuniéndose para escucharle muchos interesados en la filosofía a los que se les empezó a llamar zenónicos, y a su doctrina la de la stoa, término que en griego se utilizaba para designar una galería con columnas. Este es el origen de la palabra estoico, que dio nombre a la escuela.

Zenón explicaba la realidad a partir de dos principios, uno activo y otro pasivo. El primero, la razón divina o logos, es eterno y origen de todas las cosas; el segundo es la materia, sobre la que actúa el primero. Podría decirse que estos principios son dos caras de la misma moneda, pero el logos, que es el principio rector que los estoicos identifican con el fuego, posee una prioridad absoluta. Para esta escuela, la realidad está compuesta por cuerpos materiales y ordenada racionalmente. De hecho, la lógica era para ellos la que proporcionaba el criterio de verdad. El verdadero conocimiento no se basa en la mera sensación, sino en un asentimiento, que es el acto que dota de objetividad a nuestras percepciones. Sabemos que algo es verdadero cuando asentimos ante las representaciones (phantasiai) derivadas de dichas percepciones. Las representaciones son en realidad afecciones (pathe) que se producen en el alma (nosotros diríamos en la mente). Conceder o no nuestro asentimiento constituye para los estoicos un verdadero acto de volición de nuestro hegemonikon, que es el órgano del alma que nos permite realizar esta operación.

De acuerdo con lo anterior, un estoico diría que no nos es dado evitar que lleguen hasta nosotros impresiones asociadas con la traición del amigo, las afrentas personales o la muerte de seres queridos, pero depende de nosotros tornarnos vengativos, airados o tristes prestándoles nuestro asentimiento. Por todo ello, no es extraño que fuera en el seno del estoicismo donde se desarrollara el concepto de voluntad.

El estoicismo fue un auténtico sistema filosófico dividido en tres partes fundamentales: la lógica, la física y la ética, todas ellas interrelacionadas como acabamos de ver. Sin embargo, la primacía de la lógica llevó a los filósofos de esta escuela a afirmar que todo ocurre por necesidad y, en coherencia con esta tesis, afirmaban la existencia del destino y la utilidad de la mántica para desvelarlo. Los estoicos creían también en la ordenación del tiempo de acuerdo con ciclos cósmicos que culminan en una suerte de conflagración universal (ekpyrosis) que trae consigo una purificación del mundo que a su vez regenera todas las cosas. Esta idea se encuentra conectada con la de destino, pues el nuevo ciclo cósmico surgido tras la conflagración habría de repetir sustancialmente lo ya ocurrido en el ciclo anterior.

Séneca conocía muy bien todos estos planteamientos, pues habían sido sistematizados por un estoico temprano: Crisipo de Solos. Sin embargo, la introducción del estoicismo en Roma varió sustancialmente el enfoque de los problemas iniciales en favor de un mayor peso de la perspectiva ética. El responsable de este giro fue Panecio de Rodas, escolarca del estoicismo y muy cercano al círculo de los Escipiones (s. II a.C.). La ética estoica, que propugnaba la aceptación de la legalidad de la naturaleza, promovía además la integridad moral como el supremo bien. Este principio casaba muy bien con los valores tradicionales romanos, los mores maiorum, personificados en varones ilustres del pasado que actuaban como referentes de conducta honesta.
Como el resto de los estoicos romanos, Séneca también prioriza el aspecto ético sobre todos los demás. Es cierto que esta centralidad en absoluto le induce a abandonar otros aspectos que en el estoicismo tuvieron una enorme relevancia, como la retórica y, en general, la naturaleza del lenguaje, así como otro tipo de cuestiones científicas que, como ya se ha señalado, fueron tratadas en las Cuestiones naturales. Sin embargo, las consecuencias morales de todas ellas siempre son una derivada significativa a la que atender. Por ejemplo: Séneca sostenía que el lenguaje utilizado por un orador debía ser inlaboratus et facilis, es decir, sencillo y directo, sin espacio para ambigüedades que puedan ser causa de confusiones acerca de los conceptos y las cosas a las que dichos conceptos se refieren. Por lo tanto, el problema de la ambigüedad es lingüístico o epistemológico, pero también ético: las ambigüedades suelen ocultar aspectos del discurso que no pueden admitirse y, en consecuencia, tienden a engañar al auditorio. De ahí que pueda establecerse un vínculo claro entre un discurso lleno de ambigüedades y la baja calidad moral del orador. Así lo explica en su Epístola 114, dedicada al estilo:

Pero al igual que la conducta de cada cual se asemeja a su palabra, así los modos de expresión reflejan las públicas costumbres, si la moral de la sociedad se resiente y se entrega a liviandades. Es una prueba del desenfreno público el estilo frívolo, siempre que no aparezca en alguno que otro sino que cuente con la aprobación y aceptación general. No puede ser uno el color del ingenio y otro el del espíritu. Si este es sano, equilibrado, serio, moderado, también el otro se contagia. ¿No ves que, si el espíritu languidece, el cuerpo camina a rastras y los pies se mueven con pereza? (Epístolas a Lucilio, 114.2-3).

Séneca sigue el mismo esquema de análisis en sus Cuestiones naturales: en ellas, se parte de la experiencia y de los distintos fenómenos, pero se huye de realizar complejas disquisiciones teóricas sin relevancia práctica y enseguida se ofrece una perspectiva moral a modo de enseñanza. Esto no significa que Séneca no sea un filósofo profundo; lo es, y sus escritos incorporan siempre sutiles análisis sobre multitud de cuestiones filosóficas de su tiempo, pero el contenido de sus obras suele dirigirse a definir la acción correcta.

La misma orientación preside el tratamiento que dispensa a la teoría estoica de la autoconservación. Diógenes Laercio afirma que los estoicos dividían su ética en varias partes o secciones, de entre las que destaca la del impulso (horme). De acuerdo con esta doctrina, todo ser vivo posee un impulso primario, el impulso de autoconservación, al que los estoicos denominaban oikeiosis. En el caso de seres racionales tales como los humanos, este impulso conlleva la conciencia de su situación y la posibilidad no solo de percibir estímulos, sino de emitir valoraciones sobre los mismos. Pues bien, para nuestro filósofo tales valoraciones dependen de la voluntad, que nos permite decantarnos hacia una u otra opción a través de decisiones propias y, en consecuencia, libres. Como ha afirmado Stefano Maso, en Séneca la oikeiosis se transforma en una auténtica estrategia de autoconservación moral.

En la Epístola 121, Séneca deriva de la concepción física estoica una ética coherente y útil para la vida diaria. Así, el hombre que pretende ser sabio, el proficiens, debe actuar conforme a su propia naturaleza y preservarse a sí mismo de todos los males a los que la vida le empuja. Solo así puede lograrse el objetivo final de la vida filosófica, que no es sino la ‘tranquilidad del alma’ (tranquilitas animi), que se muestra a través de la acción racional que cumple con el deber (officium = kathekon). Actuar de acuerdo con el deber es la mejor forma de engrandecer nuestro espíritu, pues la naturaleza impele a la autoconservación y esta únicamente se obtiene mediante una vida que camina progresivamente hacia la virtud.

El bien del hombre no se da en el hombre sino cuando la razón en él está completa. Pero ¿cuál es ese bien? Te lo diré: un alma libre, decidida, que somete las demás cosas a ella y ella no se somete a ninguna. Este bien está tan lejos de encajar en la niñez primera como que en absoluto es esperable en la adolescencia y a duras penas en la juventud; ya tiene suerte la vejez si tras largo estudio y empeño lo alcanza. Si tal es el bien, es algo que depende asimismo del intelecto. (Epístolas a Lucilio, 124.11-2).

Ahora sí, podemos definir con Giovanni Reale el objetivo último de la filosofía de Séneca, que consistiría en la definición concreta del verdadero bien del que depende la felicidad. A lo largo de esta investigación, corresponde valorar racionalmente las cosas para determinar su bondad o maldad, lo que nos llevará a comprender que la raíz del bien se halla en nuestra conciencia y en una buena voluntad. Solo así podremos concluir que, en último término, todos los humanos son iguales ante el destino.

Séneca nunca escribió un tratado sobre el alma. Sin embargo, toda su filosofía parece estar atravesada por la idea del cuidado del alma como un médico cuida los cuerpos de sus pacientes. De la misma manera que aquel trata con fármacos las enfermedades que hacen flaquear nuestros miembros, la filosofía estoica es para Séneca ese sistema coherente y acabado que nos cura los males del alma, pues nos abre los ojos ante la excelencia de la virtud. En definitiva: es la senda hacia la virtud la que permite asemejar nuestra conducta a la de los dioses, pues hay en el ser humano algo que nos vincula con ellos:

Al igual que la postura de nuestros cuerpos es erguida y mira al cielo, así el alma, que es capaz de extenderse todo lo que quiere, está modelada por la naturaleza precisamente para que quiera las mismas cosas que los dioses; y si usa sus fuerzas y se abre a su propio espacio, no se empeña en llegar a la cumbre por un camino ajeno a ella misma. Mucho trabajo costaba llegar hasta el cielo: pero en realidad ella regresa.

Una idea que recorre todos los tratados del filósofo cordobés y que hallamos bellamente expuesta en el tratado Sobre la providencia, donde el filósofo cordobés cita unos versos de Ovidio para expresar en lenguaje poético la grandeza del sabio que ha logrado unificar con su conducta vida y virtud:

El fuego pone a prueba al oro, la desgracia al hombre fuerte. Observa a qué altura ha de ascender la virtud: advertirás que su camino no está exento de riesgos.

«Escarpado es el camino al inicio, tanto que a duras penas se encaraman / los lozanos caballos por la mañana; a mitad de camino muy alto está en el cielo / y a menudo a mí mismo me aterra mirar desde arriba / el mar y la tierra, con mi corazón palpitando de miedo y consternación; / el último tramo es una pendiente pronunciada que requiere paso firme: / entonces, incluso Tetis, que me acoge en el fondo de las olas, teme siempre que me precipite». / Oídas estas palabras, dice el generoso joven: «Me complace ir: subo; / el viaje merece el riesgo de caer». [El padre] trata una y otra vez de estremecer su robusto corazón: / «y por mucho que sigas el camino justo sin errar, deberás hacer frente a los cuernos del Toro, / al arquero de Hemón, a las fauces violentas del León». Y él responde: «Enyuga los caballos al carro que me has ofrecido: las palabras con las que persigues disuadirme me alientan; anhelo encontrarme allí donde el Sol mismo hace palpitar el corazón». Es propio de almas mediocres y perezosas buscar lo seguro: la virtud prefiere las alturas (Sobre la providencia, 5.10-1).

 Bibliografía

Dion Casio (2011). Historia romana (Libros L-LX). Traducción y notas de J. M. Cortés Copete. Madrid: Gredos.
Griffin, M. [1976](1992). Seneca. A Philosopher in Politics. Oxford: Clarendom Press.
Grimal, P. [1978](2013). Séneca. Madrid: Gredos.
Martínez Fernández, I. (2015). «Exempla y crítica política: el Mecenas de Séneca». Éndoxa, Series Filosóficas, nº 36, 77-98.
Maso, S. (1999). Lo sguardo della verità. Cinque studi su Seneca. Padova: Il poligrafo
Reale, G. (2000). «La filosofía di Seneca come terapia dei mali dell’anima», L. A. Seneca, Tutte le opere. Dialoghi, trattati, lettere e opere in poesía. Con la colaborazione di Aldo Marastoni, Monica Natali e Ilaria Ramelli. Firenze, Milano: Bompiani, XI-CXXII.
Seneca, L. A. (2018). Cartas a Lucilio. Edición y traducción de Francisco Socas. Madrid: Cátedra.
Sobre la providencia. Traducción accesible en este enlace.
Sobre la felicidad. Sobre la brevedad de la vida. Prólogo de H. Álvarez Regueras. Edaf.
Tácito, P. C. (1980). Anales. Traducción y notas de J. L. Moralejo. Madrid: Gredos.
Torre, Ch. (2003). «Sublime del potere, potere del sublime in Seneca». S. Simonetta, Potere sovrano: simboli, Limiti, Abusi. Bologna: Il Mulino.
Wilson, E. [2015](2016). Séneca. Madrid: Rialp.

  
Giovanni Gentile.

 


Giovanni Gentile


(Castelvetrano, 30 de mayo de 1875-Florencia, 15 de abril de 1944) fue un filósofo idealista neo-hegeliano, educador y político fascista italiano. La doctrina filosófica hegeliana del autodenominado "filosofo del fascismo" sirvió de base intelectual para el fascismo italiano y fue coescritor de La doctrina del fascismo junto a Benito Mussolini. Sus ideas además supusieron el resurgimiento del idealismo hegeliano en la filosofía italiana y también supuso la aparición de una nueva corriente filosófica basada en sus teorías denominada «idealismo actualista», «idealismo real» o «actualismo» y ha sido descrito como "el extremo subjetivo de la tradición idealista". Además de los idealistas alemanes como Hegel y Fichte, así como las teorías del Übermensch de Nietzsche y pensadores tales como Darwin, Sorel y Freud, sus ideas políticas fueron fuertemente inspiradas también por autores nacionales tales como Mazzini, Rosmini, y Gioberti .

Llegó a desempeñar varios cargos políticos durante el fascismo en Italia, entre ellos senador permanente y ministro de Educación Pública, siendo el cerebro detrás de la gran reforma educativa del fascismo conocida como la Riforma Gentile. Tras su adhesión a la República Social Italiana fue asesinado por los guerrilleros partisanos del Gruppi di Azione Patriottica.

En sus teorías políticas defendió cosas tales como el corporativismo estatal obligatorio, la abolición del sistema parlamentario y la autarquía y escribió el Manifiesto de los intelectuales fascistas junto a Luigi Pirandello, Gabriele D'Annunzio, Filippo Tommaso Marinetti y Giuseppe Ungaretti. Está considerado como la personalidad intelectual más relevante del fascismo italiano.

Biografía

Nació el 29 de mayo de 1875 en la localidad siciliana de Castelvetrano.1​ Después de sus estudios de filosofía, a partir de 1906 se dedicó a la docencia universitaria. En ese mismo año empezó a colaborar con Benedetto Croce, otro pensador italiano que acababa de fundar la revista La Critica. Fue profesor de historia de la filosofía en Palermo desde 1906 hasta 1914, y en Pisa entre 1914 y 1917, después de lo cual fue trasferido a Roma. En aquella ciudad, empezó a interesarse por la política. Desarrolló —especialmente en su Teoría general del espíritu como acto puro— un idealismo actualista, que pretendía superar dialécticamente todas las oposiciones sin suprimirlas, proponiéndose como una «dialéctica del pensamiento pensante».

Fue ministro de Instrucción Pública durante el gobierno fascista de Benito Mussolini entre 1922 y 1925, siendo autor de la importante reforma de la educación que lleva su nombre. A través de la misma, pretendía reducir el número de estudiantes del liceo a un grupo selecto, así como limitar la entrada de la población femenina a la educación estatal superior. Las mujeres eran consideradas por Gentile a mediados de los años 30 como seres inferiores, infantiles y solo aptas para la maternidad. Según sus palabras:

 «No tienen y nunca tendrán ni la animosa generosidad de pensamiento, ni el férreo vigor espiritual, que son las fuerzas superiores, intelectuales y morales de la humanidad».

En 1925 fundó el Instituto Nacional Fascista de Cultura, del que fue presidente hasta 1937.3​También en 1925 fundó con el empresario Giovanni Treccani el Istituto Giovanni Treccani, antecesor del Instituto de la Enciclopedia Italiana, de la cual fue director científico entre 1925 y 1938. En 1932 se publicó en la Enciclopedia Italiana el artículo «Fascismo», atribuido al propio Mussolini. Editado separadamente como La Doctrina del Fascismo [La Dottrina del Fascismo], fue traducido a varios idiomas. En abril de 1940 (ya durante la Segunda Guerra Mundial) se pretendió destruir todos los ejemplares, como consecuencia del cambio de postura del Duce sobre algunos puntos del texto. En 1934 el Santo Oficio decretó la inclusión de toda su obra en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia católica.

Aprovechó su influencia dentro del Partido Nacional Fascista (PNF) para hacerse con el control, en 1933, de la editorial Sansoni, pasando a encargarse de la administración de la sociedad dos de sus hijos.

Miembro del Gran Consejo Fascista, permaneció fiel a Mussolini después de la creación de la República Social Italiana.

Fue asesinado en abril de 1944 por partisanos (miembros de la resistencia antifascista) dirigidos por Teresa Mattei, quien conocía personalmente a Gentile por haber sido su discípula en la Universidad de Florencia.  El asesino fue Bruno Fanciullacci asesinaron a Gentile cuando regresaba de la prefectura de Florencia. Gentile fue enterrado en la iglesia de Santa Croce en Florencia.

Asesinos.

Bruno Fanciullacci ( Pieve a Nievole , 13 de noviembre de 1919 - Florencia , 17 de julio de 1944 ) fue un guerrillero italiano.
Elio Chianesi ( Florencia , 16 de febrero de 1910 - Florencia , 15 de julio de 1944) fue un partisano italiano , medalla de oro al valor militar .



  

Giovanni Gentile: un filósofo en el combate.
por Primo Siena


Asesinado en abril de 1944, en el clima de odio que envenenaba entonces a una Italia percutida por una trágica guerra civil, Giovanni Gentile, filosofo del "idealismo actual", ha recobrado un insospechado interés intelectual después de haber padecido de un largo olvido motivado por sectarias exclusiones.


Una muerte anunciada

En el verano bochornoso del 1943, Giovanni Gentile - encerrado en el pueblo campesino de Troghi, en los alrededores de Florencia, escribe en pocos meses Génesis y estructura de la sociedad, obra que lleva como subtítulo Ensayo de filosofía y que termina con un XIII° capítulo titulado La Sociedad trascendental, la muerte y la inmortalidad.
Se trata de una conclusión impresionante, después de profundas reflexiones desarrolladas en los capítulos anteriores sobre el Estado, la Historia y la Política.
En el último párrafo, hablando de la muerte el filósofo escribe:
 "La muerte es un hecho social. Quien muere, muere con respeto a alguien. Una absoluta soledad - que es algo imposible - non conoce la muerte, porque no realiza aquella sociedad de la que la muerte representa la disolución".

Terminado el libro, Gentile regresa a Florencia en los primeros días de setiembre; y mostrando el manuscrito a un amigo antifascista (Mario Manlio Rossi, también filósofo) exclama: 
"Vuestros amigos ahora pueden matarme. Mi tarea en esta vida ha terminado".
 Palabras que suenan como un siniestro presagio de una muerte presentida y anunciada, que se cumplirá trágicamente pocos meses después.
Un clima político sombrío, cargado de dramática incertidumbre, abrumaba la Italia de entonces, involucrada desde el año 1940 en la segunda guerra mundial.
Mussolini, relevado del poder por un golpe palaciego autorizado por el rey Victor Emmanuel III° el 26 de julio, había sido reemplazado por el mariscal Pietro Badoglio, quien estaba solicitando un armisticio a los angloamericanos, anunciado públicamente el 8 de setiembre de 1943. Aquel armisticio, pedido sin previo aviso a la aliada Alemania - y definido sucesivamente por el propio general H.D.Eisenhower "un negocio sucio" - causó la partición de Italia en dos bandos: uno monárquico, encabezado por Badoglio con una coalición de seis partidos antifascistas en el sur de Italia bajo dominación militar angloamericana; el otro de signo republicano-fascista, denominado República Social Italiana (RSI) y liderado por Mussolini recién rescatado de prisión, bajo el alero militar alemán, en el resto de Italia.
Todos estos acaecimientos impactan profundamente a Giovanni Gentile. Especialmente el armisticio, que él consideró más bien una rendición incondicional como era en verdad, lo inducía a preguntarse: 
"¿Por cual Italia podemos vivir, pensar, enseñar, escribir? ¡Cuando la patria desaparece, nos falta el aire, el aliento!"
Después de un encuentro con Mussolini - en noviembre de 1943 - Giovanni Gentile asume la presidencia de la Academia de Italia en representación del gobierno de la RSI, mientras el territorio italiano es campo de batallas entre ejércitos extranjeros. En una carta a la hija Teresita, motiva su grave decisión escribiendo:
 "Hay que marchar como dicta la conciencia. Esto es lo que he predicado toda mi vida. No puedo desmentirme ahora, cuando estoy para terminar mi camino; rehusarse habría sido suprema cobardía y demolición de toda una vida".
Coherente con esta postura, el 19 de marzo de 1944 - impulsado por el mismo sentimiento de piedad patriótica que lo había llevado a pronunciar un fuerte discurso en el Campidoglio de Roma el 24 de junio de 1943 - Gentile habla nuevamente a la nación italiana para celebrar el bicentenario del filósofo Juan Bautista Vico. Dejando de lado todo sofisma prudencial, él denuncia una vez más el peligro de una disolución espiritual que acabaría con pulverizar la unidad moral del pueblo logrando así un desastre social mucho más grave que las destrucciones materiales producidas por la guerra total que azota a la Italia entera.
Concluye su magistral oración sobre el pensamiento de Vico con palabras que encierran un trágico sabor profético:
 "¡Oh, para esta Italia nosotros, ya ancianos hemos vivido…Por ella, si fuera necesario, queremos morir porque sin ella no sabríamos sobrevivir entre los escombros de su miserable naufragio!".
Veintiséis días después (el 15 de abril), un grupo comunista de guerrilla urbana ultimaba a tiros el senador Giovanni Gentile al interior de su auto, frente a Villa Montaldo, su morada en las afueras de Florencia.
Hora antes de caer asesinado, Gentile había abogado por la vida de algunos jóvenes antifascistas detenidos por los responsables de la seguridad interior del Estado.
Recibiendo su "hermana muerte" en el remolino de la guerra civil, no en la quietud del hogar rodeado de afectos familiares, el filósofo del idealismo actual sellaba socráticamente su milicia cultural sustentada por la identificación entre el pensar y el obrar, el pensamiento y la acción como el modo más coherente de practicar la identidad entre filosofía y vida.
Años después, el filósofo católico italiano Gustavo Bontadini, reflexionando sobre la trayectoria filosófica y existencial de Gentile, en el marco de actuación de sus últimas horas de vida, reconocerá en su muerte el cumplimiento perfecto del compromiso cultural y político de un filósofo quien había hecho de su vida una reductio artium ad tehologiam.

La filosofía del "Idealismo actualista"

La investigación filosófica de Giovanni Gentile reactualiza el idealismo de Hegel pero reformándolo según el siguiente principio básico: nada es ajeno al pensamiento.
No existe una dialéctica de lo pensado, sino de lo pensante; por lo tanto es una grave equivocación hacer distinciones entre pensamiento práctico y pensamiento teorético, siendo el pensamiento la actividad creadora por excelencia, actividad que coincide con el acto de pensar en cuanto acto del espíritu. El autor de este acto del pensamiento es el sujeto siempre idéntico a sí mismo, mientras que el objeto existe sólo en tanto que es pensado: momento dialéctico necesario por el cual la multiciplicidad del pensamiento pensado se resuelve en la simultánea unidad del pensamiento pensante por medio del acto creador del Espíritu. De aquí arranca la filosofía del actualismo gentiliano que es también un espiritualismo.
Gentile concibe el espíritu no como ser sino como actividad en la cual es inmanente toda realidad; por lo tanto nada existe que no pertenezca a la actividad del Espíritu como acto del puro pensar en su permanente y simultánea actividad. Este acto puro nunca es hecho porque siempre es acto que supera las barreras del tiempo y del espacio, creaciones del mismo Espíritu que no es estático sino dinámico en su permanente actuar.
Dios, la naturaleza, el bien y el mal, el error y la verdad, el pasado y el futuro no subsisten fuera del acto de pensar en el que se identifican. Para Gentile entonces ser significa conocer y conocer es identificar.
El Espíritu Absoluto, acto puro creador, se hace a sí mismo (autoctisi) en el proceso continuo del "acto de pensar en su actualidad", concepto expresado en italiano sintéticamente como "pensiero pensante"; y coincide con el proceso autocreativo del Yo Absoluto que se pone a sí mismo come objeto del pensamiento:

"categoría única, lógica, y metafísica" a la vez; lo que no es un espejo de la realidad, son más bien el principio vivo, siempre actual del cual brota toda realidad.
La experiencia de los cuerpos - escribió Giovanni Gentile en el Sumario de Pedagogía como ciencia filosófica (1913-14) - no es más que una modalidad de la experiencia del pensamiento. Algunos objetos del pensamientos son cuerpos, otros son ideas, otros más son números, pero todos pertenecen al acto del pensar, son ellos mismos pensamientos".
En la filosofía gentiliana, los seres individuales caben como realizaciones empíricas y transitorias del Espíritu Absoluto donde el pasado siempre revive como presente y la historia misma, coincidiendo con el acto del puro pensar se identifica con la filosofía.
La filosofía es, por lo tanto, la más alta y completa manifestación del Espíritu: auto síntesis cumbre del pensamiento que en Gentile como en Hegel es un proceso dialéctico de tres momentos, pero en la especulación filosófica gentiliana este proceso se realiza al interior del Espíritu mismo y no en la Idea que precede al Espíritu, como acaecía en Hegel. Se trata, según Gentile, de tres momentos de una única categoría y que constituyen un único proceso espiritual.
El momento estético del Arte (tesis) es la expresión subjetiva que se manifiesta como "actividad pensante" en su esencia; el artista, libre y autónomo, crea un mundo que se identifica consigo mismo. El arte es moralidad que aporta serenidad quietud, catarsis purificadora de las pasiones.
El momento de la Religión (antítesis) constituye la expresión objetiva del proceso dialéctico del Espíritu que, alejado de sí mismo, contempla a Dios como Objeto Absoluto.
Finalmente la Filosofía constituye la síntesis del momento del Arte y del momento de la Religión: momento culminante del Espíritu que se realiza a sí mismo por el pensamiento y de tal modo afirma su identidad y unidad, sin pasado o futuro porque en sí mismo contiene todo el pasado y todo el futuro. La filosofía constituye entonces la conceptualización de la realidad, siendo que toda la realidad es pensamiento en acto. En ese sentido la historia es concebida siempre como historia contemporánea porque los hechos trascurridos están presentes en nosotros como hechos actuales; de aquí la definición de la filosofía de Giovanni Gentile como actualismo o idealismo actualista".

La catolicidad controvertida del filósofo Gentile

La reflexión filosófica de Giovanni Gentile - según comenta José Ferrater Mora - "es un pensar que trasciende toda mera subjetividad: es pensar trascendental y no sujeto que conoce, y meno aún sujeto psicológico". De este modo el actualismo gentiliano mediante el predominio del acto puro y absolutamente actual busca de resolver las contradicciones que plantea el pensamiento mismo (1).
Pero una contradicción, por lo meno, permanece por cuanto concierne la cuestión religiosa, como bien observó en su tiempo el filósofo italiano Giuseppe Maggiore; quien, con respeto del filósofo Gentile, escribió:
 "El Cristianismo, refutado en las primeras rígidas posiciones del inmanentismo absoluto, penetró gradualmente en su pensamiento con una ansiedad insaciable, como una necesitad de liberación. Él pensó y vivió como hombre justo - vir iustus - en el sentido veraz del Cristianismo, lo cual enseña que para vivir dignamente hay que saber morir"(2).

Con respeto del problema religioso, las polémicas hacia Gentile y su idealismo actualista no fueron pocas. A pesar de haber confesado públicamente su adhesión a la religión católica, su posición religiosa fue considerada cuanto menos heterodoxa.
Un año antes de su trágica muerte, dictando en Florencia una conferencia titulada "Mi religión" Gentile proclamó: 

"Repito mi profesión de fe, guste o no guste a quien me está escuchando: yo soy cristiano porque creo en la religión del espíritu. Pero, para fugar todas dudas, quiero agregar: yo soy católico".

Después de haber negado que la religión pueda ser un asunto privado, como sostienen los reformadores luteranos, Gentile destacaba el carácter jerárquico y social del catolicismo del cual aceptaba hasta las formulaciones dogmáticas:
 "Lo que la Iglesia Católica quiere enseñar es digno de ser recogido en todos sus dogmas por parte de cada espíritu cristiano, consciente de que la revolución obrada en el pensamiento y en la vida del hombre por el Evangelio, es un descubrimiento de la vida del Espíritu".
Ahondando en su concepto de la religión afirmaba, mas adelante:
 "El acto del espíritu nunca será puro arte, ni pura religión, porque la sola religión que se da es aquella que se celebra en la efectiva vida del espíritu, donde todo su vigor se manifiesta en la síntesis del pensamiento. Por lo tanto la religión se alimenta y cultiva en la inteligencia, fuera de la cual se disuelve y desvanece (…). La religión crece, se expande, se consolida y vive en la filosofía que elabora sin cesar el contenido inmediato de la religión y lo introduce en la vida de la historia (…). Se quiera o no, la religión tiene que atravesar el fuego del pensamiento para no quemarse las alas que la sustentan en su vuelo hacia Dios".
Esta confesión pública, más que una profesión incondicional de fe católica, en palabras de Gentile resultaba la confesión de fe en un catolicismo personal, propio en la medida en la que el filósofo lograba repensar por su cuenta los conceptos de la doctrina católica; lo que constituye la modalidad propia de la filosofía actualista de vivir una doctrina: esto es, pensarla para vivirla.
Comentando el asesinato del filósofo, Armando Carlini, anotó: 
"Gentile, el gran defensor de la inmanencia y de la historicidad del espíritu, ha vivido toda su vida en una esfera de valores trascendentales, más allá del mundo pequeño, donde los hombres hacen la historia".
Por otra parte, un antiguo alumno de Gentile, Mario Casotti, después de haber superado los limites del pensamiento actualista alcanzando las riberas de la filosofía aristotélico-tomista, había destacado como el idealismo moderno, a pesar de sus errores particulares, hubiera logrado asimilarse con el realismo ideal de la filosofía clásica por medio de la concepción gentiliana del Espíritu como Acto Puro, porque - había observado oportunamente Casotti - "el Acto sin mixtura de potencialidad" (esto es: Acto Puro), desde Aristóteles en adelante es el Ser Absoluto: es decir Dios".

Giovanni Gentile representa la paradoja de una sincera fe católica conviviente con una filosofía poco compatible con la ortodoxia del catolicismo; pero compatible con el catolicismo (y con el espíritu italianísimo de Pio XII°, como bien anota Piero Vassallo, filosofo italiano de corte tomista) era la idea de pacificación política y civil profesada casi proféticamente en los tiempos últimos de su existencia: El hecho que muchos entre los más destacados discípulos de Gentile (pienso sobretodo en Armando Carlini y en Michele Federico Sciacca) hayan recorrido un itinerario filosófico que alcanzó un éxito católico, hace pensar en la existencia de un filón místico en Giovanni Gentile; lo que inducía al franciscano Padre Agostino Gemelli, rector de la Universidad católica de Milán, a escribir en la Rivista di Filosofia Neoscolastica (Junio de 1944), lo siguiente: 
"La barbara muerte ha truncado una posible evolución ulterior del pensamiento gentiliano, que en sus últimos años se había abierto más hacia una visión del Cristianismo auténtico"
El controvertido catolicismo de Giovanni Gentile fue considerado, además, por el filosofo católico Gustavo Bontadini un testimonio de aquella reductio artium ad theologíam postulada por San Buenaventura y que aflora también en la dialéctica del idealismo actualista cuando postula el pasaje desde el filosofar hacia el vivir concebido como una plena participación a la vida del Espíritu que busca Dios - el Dios Uno y Trino - y se deleita en Él.
Se trata de un ansia especulativa en la que se asoma el alma del creyente atraído por su voz interior y que anhela el privilegio de la sublime fulguración divina, perseguida durante toda una vida a lo largo de un interminable camino hacia Damasco, para alcanzar la luz de la revelación cristiana. Y por esa ansia fervorosa que acompañó a Giovanni Gentile en toda su vida, me atrevo a pensar que el bautismo cristiano en las aguas, recibido por él al nacer por elección de sus padres católicos, tuvo su misteriosa y providencial confirmación en el bautismo de la sangre al morir.

El humanismo para los nuevos tiempos

En su obra Reforma della scuola in Italia (1932), Giovannji Gentile afirma:
"El cuerpo humano es a base de toda nuestra actividad espiritual porque el hombre es el único ser viviente capaz de desarrollar el acto puro de pensar".
En el pensamiento reside entonces la misma realidad existencial del hombre, según la filosofía gentiliana interpretada sucesivamente como una expresión de un existencialismo positivo por Vito A.Bellezza y como un peculiar espiritualismo personalista por Francesco La Scala.
Coherente con esta arquitectura especulativa, en su último ensayo de filosofía practica escribió:
 "La política es una actividad inmanente el espíritu human. Por lo tanto quien, sinceramente y conociendo el significado de la palabra, se propusiera de apartarse de toda política, debería renunciar a vivir".
Pero la política debe nutrirse de una profunda moralidad, porque Gentile concibe la actividad política como expresión de una voluntad moral que obra en el hombre concebido como "Unidad dinámica de esencia y existencia, de cuerpo y alma, de sentimientos y pensamientos"; individuo que por ser personalidad humana dotada de experiencia concreta y de existencia histórica y social, es además voluntad universal que sustenta el reino del espíritu. Por consiguiente, la Sociedad y el Estado, según Gentile, no se manifiestan Inter homines sino In interiore homine. Para el filósofo del actualismo, en el individuo concreto se manifiesta la autoconciencia que resume en sí misma el espacio, el tiempo y la naturaleza. 
Por consiguiente en el individuo coincide la comunidad universal al interior de la cual el yo convive siempre con un alter, un socius que hace del yo un nosotros: términos inseparables y que borran todas diferencias entre ellos, porque yo y nosotros - afirma Gentile - somos unos mismos dentro del Sujeto Único y Absoluto que forma la sociedad ideal definida como Sociedad trascendental: síntesis espiritual de todos los moldes particulares y históricos de la vida asociada.
El soporte socio-político de esta sociedad trascendental - dibujada en Génesis y estructura de la Sociedad - es el humanismo del trabajo definido como el humanismo de los nuevos tiempos que, después del humanismo literario y filosófico, se abre para abarcar toda forma de actividad del hombre, permitiendo que se le reconozca al trabajador la misma alta dignidad reconocida que el hombre intelectual había descubierto en el pensamiento: cumbre de su voluntad y libertad.
"El ciudadano - escribió Gentile con un cautivante lirismo - no es el hombre abstracto de la clase dominante, porque más culta o más adinerada, ni es el hombre que para saber leer o escribir domina el instrumento de una ilimitada comunicación espiritual. El hombre real es el hombre que trabaja, porque en verdad el valor está en el trabajo; y por su trabajo, diferenciado según su calidad y cantidad, el hombre vale lo que vale".
Aquí radica la diferencia abismal entre el humanismo gentiliano y el utopismo marxista, que siempre ha repudiado la división del trabajo social.
Gentile, además, nunca ha admitido la escisión entre el interés particular y el interés común, siendo el hombre, según él, un ser entero y concreto, éticamente concebido.
Con el humanismo del trabajo, Gentile perfecciona y sella su polémica juvenil con el marxismo abierta en su años mozos (1897) con un ensayo crítico sobre el materialismo histórico donde había destacado el error central de Karl Marx: haber postulado una revisión morfológica del hecho, donde sólo el hecho relativo sería cierto de forma absoluta.
De este modo -observó Gentile - Marx había expulsado el absoluto de Hegel por carecer de la relatividad, olvidando que no es posible concebir un absoluto que carezca de algo. Además - comentaba aún Gentile - el hecho no puede ser objeto de especulación filosófica, come Marx pretendía, siendo el hecho algo pertinente solo a la experiencia, y por lo tanto pertinente a la historia pura que -como muchos saben - se ocupa sólo de lo que ha acaecido y que, por consiguiente, no cabe en la filosofía de la historia.
Aquí - anotaba Gentile - Marx confundió la forma con el contenido, atribuyendo al segundo las características de la primera. En esta confusión reside el gravísimo error especulativo del pensamiento marxista.
En la sociedad configurada por el humanismo del trabajo, Gentile ha dibujado un proyecto socio-político, donde la libertad no debe negar la autoridad, ni la autoridad desconocer a la libertad, siendo vital la síntesis de ambos valores para que el trabajador pueda elevarse a la dignidad ética del artífice; quien - con el propósito de desmaterializar a la materia - se hace, además de faber fortunae suae, también faber sui ipsius: fautor - esto es - no solamente de su suerte sino de sí mismo, según una lección de transparente raíces agustinianas.
El filósofo destacaba así la exigencia de dignificar éticamente toda actividad humana para resolver, de una vez, las seculares divergencias entre teoría (cultura) y praxis (producción), capita y trabajo, capitalistas y proletarios, sociedad y Estado versus individuo.
Aquí la filosofía de Gentile que, en sus inicio, se desarrolló centrándose principalmente entorno a la noción del acto puro, se concluye haciendo del hombre - protagonista del pensamiento pensante - el eje central de su arquitectura especulativa ; y desde esa audaz postura, él había osado declarar en el discurso del Campidoglio (junio de 1943) - anticipando su teoría sobre el humanismo del trabajo - que los comunistas de entonces no se daban cuentas de ser simplemente unos "corporativistas impacientes".
¡Ahora bien! Aquella atrevida afirmación - a la luz de los acontecimientos del último decenio del siglo veinte - resulta una profecía igualmente audaz y acertadamente inactual porque proyectada hacia un futuro cercano, en tiempos en los cuales una fiebre libremercadista, después del derrumbe catastrófico del marxismo leninismo está reemplazando a la utopía comunista en un mundo inquieto que anhela aún a una mayor justicia moral y social, en una sociedad del mañana sustentada en valores espirituales y afirmada en principios trascendentes y no en un pragmatismo socioeconómico satisfecho sólo por éxitos materiales.

Vigencia y sentido del pensamiento gentiliano

A pesar de haber redactado la parte filosófica del capítulo dedicado a la voz fascismo en la Enciclopedia Italiana, en conjunto con Mussolini autor de la parte histórico-programática, Giovanni Gentile no alcanzó la ambición de ser el filósofo oficial del régimen fascista italiano porque su poder se fue políticamente debilitando desde los años treinta hasta el dramático 1943. Sin embargo, el hecho de que fuese el filósofo más destacado de la Italia fascista de entonces y su gran organizador cultural, que hubiera permanecido al lado de Mussolini por toda la vida, constituyó siempre un problema inquietante para la cultura italiana antifascista y post-fascista: por esa misma razón el recuerdo de Gentile padeció por largo tiempo injustas y sectarias exclusiones.
Preguntándose porque Giovanni Gentile fue fascista, Piero Melograni ya en el lejano 1984 observaba que la opción política del filósofo era implicita en todo su itinerario intelectual.

A su vez, Aldo Lo Schiavo destacaba que postulando la identidad entre ley y libertad, individuo y Estado, Gentile encontró en el fascismo mussoliniano la última forma de un nulo concepto de libertad, hija del siglo diecinueve: Esta sería la razón por la cual el mismo Gentile consideraba la necesitad de la crítica y de la oposición como una necesitad dialéctica imprescindible también en el fascismo, que por lo tanto aparecía al filósofo no una ideología o un sistema cerrado, sino más bien un proceso histórico y un proyecto ideal en perpetuo desarrollo (3).
Aquí cabría - más allá de la misma generosidad, que fue un dato peculiar de su persona - también la explicación intelectual de la actitud comprensiva y tolerante hacia sus adversarios políticos; sobre todo hacia destacados intelectuales israelitas víctimas - como él mismo confesó - de "una infeliz fatalidad política".
Estas generosas actitudes personales todavía no absolvieron a Gentile del delito de haber sido un fascista; delito considerado imperdonable por parte de un sectarismo prepotente que arrinconó en poco reductos académicos la obra filosófica de Gentile, a lo largo de más de medio siglo, llegando al extremo de negar en la Escuela Normal Superior de Pisa el recuerdo de veinte años de intenso y proficuo magisterio gentiliano.
Pero la paciencia de la historia ha ido despejando, de a poco, las nieblas envenenadas por las sectas ideológicas, permitiendo que se asomara paulatinamente la deuda conceptual que la cultura italiana y europea tiene con Giovanni Gentile.
Desde 1994, cuando bajo el alero de una administración municipal de centro-izquierda, se celebró en el Campidoglio de Roma un congreso sobre el pensamiento del filósofo asesinado, la herencia de Gentile afloró como un patrimonio conceptual nada fácil, pero todavía vigoroso y merecedor por lo tanto de ser revisado por el sentido de conciencia crítica que empuja al hombre intelectual hacia la búsqueda de la verdad sub specie aeternitatis.
Ilustres filósofos, incluidos varios de ellos discrepantes con las posturas del idealismo actualista, reconocieron en aquel congreso la vigencia de distintos aspectos del pensamiento gentiliano, destacando entre otros el concepto de organicidad: condición implícita en el pluralismo de las instituciones y en las articulaciones de los cuerpos intermedios, porque Gentile ha enseñado que en el pluralismo se hace efectiva la interrelación de los elementos heterogéneos con los elementos homogéneos, todos ellos asumidos en el acto del pensar.
Se consideró vigente además el concepto de identidad como propuesta de conciliación dialéctica entre revolución y conservación, autoridad y libertad, libertad y deber, individuo y comunidad, Sociedad y Estado; y vigente resultó sobre todo la concepción moral de la sociedad política nutrida de valores ético-religiosos y que otorgan a la política el carácter peculiar de teología civil. Finalmente se destacó la permanente vigencia de la humanidad del hombre generoso que fue Giovanni Gentile, humanidad manifestada concretamente hacia los adversarios, y que a un paso de la muerte enfrentada socráticamente grabó el epitafio de su vida con esta palabras de bronce:
"La fuerza del espíritu que está en todos nosotros, paulatinamente supera las divergencias, transforma las luchas en sendero de paz; y desde el odio - antes o después - brota el Amor".

Recordando este impresionante testimonio, el gentiliano Fortunato Aloi ha justamente definido a Giovanni Gentile un "filósofo sin barreras (4); quien al franquear las barreras de la vida terrenal, victimado como Sócrates por cobarde furor humano, nos dejó in extremis la más honda lección moral.
Una lección, frente a cual se inclina reverente también quien - como el suscrito - no asume la especulación filosófica del idealismo actualista pero reconoce en ella un profundo magisterio postfilosófico que concibe la vida como combate incesante, vocación de una milicia permanente que evoca aquella del legionario romano inmortalado por Spengler: estoicamente inmóvil, en la puerta de Pompeya, bajo la lluvia volcánica del Vesubio para no faltar a su consigna.

Primo Siena

Notas

1..J.FERRATER MORA, Diccionario de F filosofía. Tomo II° (E-J)"Gentile, Giovanni". Ed.Arial, Barcelona 1994, pp. 1453-55.
2..G. MAGGIORE, La filosofia del Diritto in G.Gentile (en G. Gentile, la vita e il pensiero) Ed. Sansoni, Firenze 1948, p. 244.
3..A. LO SCHIAVO, Introduzione a Gentile. Ed. Laterza, Bari 1974.
4..F.ALOI, Attualitá di Gentile. Ed Diaco, Bovalino 1992.

  

Giovanni Gentile 

Nacimiento:1875 en Castelvetrano.
Muerte:1944

Filósofo, historiador de la filosofía y político italiano, nacido en Castelvetrano, Sicilia. Enseñó primero en Institutos de enseñanza media y luego filosofía en las universidades de Palermo, Pisa y Roma. Publicó, en colaboración con Benedetto Croce, la revista «La crítica», desde 1903, hasta que su adhesión al fascismo rompió la amistad y la colaboración. Durante el régimen fascista fue Ministro de Instrucción Pública y llevó a cabo la llamada «Reforma Gentile», primeramente concebida por Croce. Murió asesinado por un desconocido, tras renovar su adhesión a la República Social Italiana (República de Saló), presidida por Mussolini.

Su sistema filosófico, un neoidealismo extremo, reelaboración del idealismo de Hegel, siguiendo las pautas marcadas por los primeros idealistas italianos, Augusto Vera (1813-1885) y Bertrando Spaventa (1817-1883), recibe el nombre de «actualismo»: el espíritu universal es sustancialmente acto de pensar, autoconcepto, infinito, libre, creador de sí mismo, como sujeto que piensa, y creador de la naturaleza, como objeto pensado; el espíritu posee esta doble característica, puesto que es síntesis de sujeto que piensa y objeto pensado al mismo tiempo. Formas reales de este espíritu son el arte (subjetividad), la religión (objetividad) y la filosofía (síntesis dialéctica).

Su idealismo ha sido caracterizado por sus adversarios como una mística, un panteísmo o una filosofía teológica. Fue, pese a todo, una figura culturalmente dominante en Italia y no sólo llevó a cabo la reforma de estudios mencionada, sino que también promovió la publicación de la Enciclopedia Treccani y de diversas colecciones de obras de filosofía.



  Giovanni Gentile.

no figura
Diccionario filosófico marxista · 1946

no figura
Diccionario filosófico abreviado · 1959

Giovanni Gentile (1875-1944)

Filósofo y político italiano, profesor de la Universidad de Roma, ministro de Instrucción Pública en el gobierno de Mussolini. En su trabajo La filosofía de Marx (1899), criticó el marxismo. Gentile sometió igualmente a revisión la doctrina de Hegel eliminando de ella la naturaleza y la idea objetiva, elaboró el sistema del “actualismo”, variedad subjetivo-idealista del neohegelianismo. Todo cuanto existe, según Gentile, es resultado del movimiento del pensamiento pensante. El pensamiento siempre es actual, activo; su creación no se halla vinculada a condiciones de espacio y tiempo. La materia por él engendrada es muerta, inerte, aunque forma una unidad con el pensamiento. Para evitar el solipsismo, Gentile introduce el concepto del “Yo” universal. La realidad no es idéntica a las ideas de la conciencia individual, sino que es el pensamiento puro del principio supraindividual, trascendental, en el universo, principio que en el proceso de formación supera todas las contradicciones. En sus concepciones político-sociales, Gentile evolucionó del liberalismo al fascismo. El subjetivismo y el voluntarismo de su filosofía se convirtieron en uno de los fundamentos de la ideología del fascismo italiano. Trabajos principales: La reforma de la dialéctica hegeliana (1913), El sistema de la lógica como teoría del conocer (1917).

Diccionario filosófico · 1965:202

Giovanni Gentile (1875-1944)

Filósofo y político italiano, Ministro de Educación en el gobierno de Mussolini. En la obra La filosofía de Marx (1899) sometió a crítica el marxismo. Gentile revisó también la doctrina de Hegel y creó el sistema del “actualismo”, variedad idealista subjetiva del neohegelianismo. Según Gentile, todo lo existente es resultado del movimiento de la idea pensante, que siempre es actual y activa; su creatividad no está circunscrita a las condiciones del espacio y el tiempo. La materia engendrada por el pensamiento es muerta e inerte, aunque se halla en unidad con él. La realidad no es idéntica a las ideas de la conciencia individual, sino que constituye el pensamiento puro del principio trascendental suprapersonal en el Universo, el cual, en el proceso de su formación, supera todos los contrarios. En sus opiniones sociopolíticas, Gentile evolucionó del liberalismo al fascismo. Obra fundamental: La reforma de la dialéctica hegeliana (1913).

Diccionario de filosofía · 1984:195


  

Citas de Giovanni Gentile.

«Los hombres que siempre razonan no hacen historia».

[Gli uomini che ragionano sempre non fanno la storia].

«La escuela debe ser laica, porque por naturaleza es laica. [...] La enseñanza laica en la escuela primaria es absurda: sólo la escuela secundaria, abierta a la filosofía, puede aspirar a la más alta laicidad. [...] La educación moral de la escuela primaria debe (o debe ser) francamente religiosa y, si es católica, encomendada a la Iglesia».

[La scuola dev'essere laica, perché di sua natura essa è laica. [...] Un insegnamento laico nella scuola elementare è un assurdo: soltanto la scuola media, aperta alla filosofia, può aspirare a quella piú alta laicità. [...] L'istruzione morale della scuola elementare dovrebbe (o dovrà essere) schiettamente religiosa e, se o in quanto cattolica, affidata alla Chiesa].

  TUMBA.


Placa cerca de la tumba de Giovanni Gentile, Basílica de Santa Croce.

La basílica de la Santa Cruz (en italiano: Basilica di Santa Croce) es una destacada basílica gótica italiana levantada en la ciudad de Florencia. Se empezó a construir el 3 de mayo de 1294 sobre las ruinas de una pequeña iglesia erigida hacia 1222 por los franciscanos, en vida de San Francisco de Asís.
El maestro de obras (hoy se diría arquitecto) fue Arnolfo di Cambio, quien recibió el encargo de reemplazar la pequeña iglesia anterior por una más grande, que superara a Santa María Novella, iniciada 50 años antes por los dominicos.

La entrada en la Basílica de la Santa Cruz de Florencia del cuerpo del filósofo Giovanni Gentile el 18 de abril de 1944.



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